El oso

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En ninguna de las poblaciones encuestadas se ha constatado la caza del oso durante el siglo XX. A juzgar por los datos recogidos, este animal desapareció de nuestro territorio en el siglo XIX como consecuencia de la fuerte presión a que se vio sometido.

En Gorbea (B) el último oso artza se cazó en el año 1818 pagando el Ayuntamiento de Zuya a su cazador 36 reales[1]. En Mañaria (B) se mató el último en 1871 en Eskillarri[2]. Vicario de la Peña recuerda que en Carranza (B), siendo él niño, hacia 1874, aún se habló de un oso en los montes de Pando que destrozó muchos colmenares hasta que el propietario de alguno de ellos se vengó envenenando la miel que sirvió para matarlo[3].

En Eugi (N) se han oído historias sobre los osos; se dice que antaño los había en los montes de Egozkue. La presencia de este úrsido en Ataun (G) debió de ser importante en tiempos pasados a juzgar por el recuerdo que ha dejado en la tradición: «Zaarrak esan oi zoen arzak batak besteari arrika ibiltzen zirela mendi batetik bestera. Urrutira botatzen emen zoen arria» (Los viejos solían decir que los osos se apedrea ban, el uno al otro, de monte a monte, y que lanzaban la piedra a grandes distancias).

Peillen recogió en un trabajo de finales de los años sesenta algunos datos interesantes sobre el oso en Vasconia continental.

Hace cien años el pastor tenía que cuidar del ganado por la noche para evitar el ataque de osos y lobos. Los perros pastor, grandes y blancos, detectaban su presencia y el pastor sabía si se trataba de un lobo o un oso por los ladridos. Cuando el que se aproximaba al rebaño era el primero, los ladridos se oían cada vez más lejanos ya que el lobo temía al perro, pero si eran cada vez más cercanos se trataba de un oso ya que éste no se acobardaba ante el perro. Los pastores salían de la txabola tizón en mano y uno disparaba un tiro al aire. El oso escapaba y durante muchos días no volvía a aparecer.

Se decía que el lobo llegaba por lugares de fácil acceso mientras que el oso lo hacía por terrenos escabrosos, por montes y bosques espesos. También se distinguían ambos animales por la manera de comer. El lobo mataba mucho ganado para comer de unas pocas cabezas mientras que el oso mataba menor cantidad pero más a menudo eligiendo los mejores ejemplares y siempre uno que llevase cencerro. Acababa con la vida de la oveja y la llevaba a un recóndito lugar del bosque. La comía completamente, limpiando también los huesos como si se tratara de una persona. Una vez concluido el festín dejaba la cabeza y el cencerro sobre la piel y todo ello en el lugar en el que había comido, encima de los huesos mordisqueados. Cuando tenía crías regresaba a por más presas.

Se dice que este animal tiene miedo al fuego. Un informante de Larrau (Z) contaba que una vez se encontró de frente con un oso y éste se puso en pie; él sacó muy despacio un mechero de su zurrón y dio fuego a unos matojos de hierbas ante lo cual el animal se posó de nuevo sobre sus cuatro patas y escapó.

Según este mismo autor, en los años en que recogió la información, en los montes de Larrau hacía tiempo que no se habían visto osos. En el pueblo vecino de Santa-Grazi (Z) aún aparecían procedentes de los bosques del Béarn. Ya no quedaban muchos perros pastor que alertasen de su llegada y se había prohibido su caza. En esos años había aproximadamente setenta osos en los Pirineos. El llamado Consejo Regulador de Caza de Francia había constituido un fondo para pagar los daños cometidos por ellos aunque por una parte las ayudas no llegaban con la suficiente celeridad y por otra había dudas de que todas las bajas fuesen achacables a la acción del oso. Además se esperaba que en el Parque Nacional de los Pirineos estos animales estuviesen mejor protegidos y que al tener suficiente comida no tuviesen necesidad de acercarse a las majadas. En espera de soluciones, los habitantes de Santa-Grazi habían ideado un mecanismo cargado de carburo que de media en media hora y cada vez que caía una gota de agua, provocaba una potente detonación que asustaba a los osos y los mantenía alejados del lugar[4].

En los años ochenta los osos penetraban esporádicamente en los altos pastos del Pirineo navarro en las zonas de Larra, Añelarra y bosque de Santa Garazi, procedentes de las zonas de Zuriza y del Pirineo oscense, así como de los bosques de los valles de Baretous, Aspe y Ossau, causando importantes daños a los ganados que allí pastaban[5]. Más recientemente, finales de los noventa, ha reaparecido un ejemplar de oso en el Pirineo navarro que está causando algunos daños en la cabaña ganadera de la zona.


 
  1. IBABE, «Unas notas sobre la caza en el País Vasco», op. cit., p. 2.
  2. Néstor de GOICOECHEA. «Peñas de Mañaria. Ezkubara o Ezkubaratz. El último oso que se mató en Vizcaya» in Vida Vasca. Nº 38 (1961) pp. 213-215.
  3. VICARIO DE LA PEÑA, El Noble y Leal Valle de Carranza, op. cit., p. 132.
  4. PEILLEN, «Lehenagoko artzaiñen jakitatia: arresen altxatzia, minak, eritarzünak», cit., pp. 158-160.
  5. Fermín LEIZAOLA. «Cultura pastoril» in Euskaldunak. Tomo I. San Sebastián, 1978.