Enfermedades tratadas con sangrías

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Se ha recurrido a las sangrías en unas cuantas enfermedades. La más citada de ellas ha sido la pulmonía.

En Agurain (A) hasta primeros del siglo XX se practicaban sangrías y se aplicaban sanguijuelas para los casos de pulmonía y pleuresía.

En Berganzo (A) también se optaba por hacer sangrar al enfermo en el caso de que padeciese esta enfermedad. Se le extraía la sangre con una jeringuilla y además se recurría a las sanguijuelas.

En Mendiola (A) antiguamente ante una pulmonía se recurría a la sangría con sanguijuelas porque según afirmaban, al chupar la sangre extraían el frío del cuerpo. Todos los informantes coinciden en que las sangrías se hacían para quitar la sangre que sobraba y que no era buena para el cuerpo, es decir, se hac ían para “expulsar sangre maligna”. En Telleriarte (G) en caso de manifestarse esta enfermedad se recurría a las sanguijuelas, izañak, para “rebajar la sangre”. De esta manera se pensaba que se le restaba fuerza a la enfermedad.

En Bidegoian, Elgoibar, Zerain (G); Bernedo (A); Izurdiaga y Viana (N) también se recurría a las sangrías cuando una persona tenía pulmonía. En Mendiola (A) para dolencias de pulmón o pulmonías y en Astigarraga (G) para la pulmonía o perlesía.

En Elosua (G) se aplicaban sanguijuelas, en Oñati (G) sangrías y sanguijuelas y en Lekunberri (N) recuerdan que era el médico quien ordenaba que se pusieran sanguijuelas.

En Ribera Alta (A) las sangrías se practicaban en caso de fuerte congestión motivada por un catarro bronquial o después de realizar actividades de mucho esfuerzo y movimiento.

Obviamente otra de las principales aplicaciones de las sangrías y de las sanguijuelas es en aquellos problemas relacionados con la sangre.

En Amézaga de Zuya (A) no era una operación habitual y se recurría a la misma cuando se sospechaba que la enfermedad de una persona era causada porque tenía demasiada sangre, demasiado gorda o muy alterada.

En Allo (N), en cambio, antiguamente se recurría a menudo a las sangrías con el fin de quitar la sangre gorda a algunos enfermos; en Lezaun (N) igualmente cuando estaba gorda o en caso de infección.

En Murchante (N) hasta la década de 1930 se practicaron con frecuencia las sangrías bien para purificar la sangre, para evitar una congestión por exceso de la misma o para curar ciertas enfermedades que los informantes no han sabido precisar claramente.

En Goizueta (N) se aplicaban sanguijuelas, iziak, cuando había un exceso de sangre en el cuerpo o se tenía demasiada temperatura. Se pensaba entonces que era un buen remedio eliminar ese exceso de sangre o adelgazarla.

En Eugi (N) se consideraba que las enfermedades, en general, provenían de la sangre y cuando una persona estaba débil o no se sentía bien se sangraba. Al eliminarle parte de la misma el enfermo se sentía mucho mejor, más ligero, porque perdía el “exceso de fuerza”. Se solía aplicar sobre todo en personas obesas y al parecer se obtenían resultados inmejorables.

En Obanos (N) sólo las personas de más de sesenta años recuerdan el uso de las sangrías. Se empleaban con enfermos que tenían la sangre gorda, espesa. En Sangüesa (N) cuando se tenía “recia”[1].

En San Martín de Unx (N) se recurría a las sangrías en numerosísimas ocasiones con el fin de liberar de “la congestión de cabeza a la gente muy gruesa”, es decir, con el fin de “quitar la sangre gorda”.

En Elgoibar (G) cuando una persona tenía mucha sangre y se hallaba gorri-beltza, amoratado, le colocaban sanguijuelas para descargarle de sangre. En Hondarribia (G) se aplicaban cuando alguien estaba congestionado, cuando tenía un exceso de sangre.

En Heleta (BN) para tratar la congestión se hacía una sangría en el brazo o se le aplicaban sanguijuelas. En Liginaga (Z) se recurría a las sangrías cuando se producía una congestión en la cabeza; decían que esto servía odolen anpletzeko, para hacer reposar la sangre.

En Aoiz (N), en cambio, cuando existían problemas de debilidad de la sangre, las sanguijuelas extraían la sangre delgada.

En Pipaón (A) no recuerdan haber recurrido a las sangrías pero sí a las sanguijuelas para que chuparan la sangre mala de los enfermos que lo necesitasen.

En Astigarraga (G) se utilizaron sanguijuelas, izaiak, para extraer la sangre sucia originada por diversos motivos. También en los casos de sangre gorda para adelgazarla y aligerarla y para rebajar la tensión.

En Bidegoian (G) se sangraba a jóvenes pletóricos de salud que de repente enfermaban y de los que se decía que tenían demasiada sangre o muy fuerte.

En Zerain (G) cuando las personas jóvenes, también rebosantes de salud, tenían la impresión en primavera de tener sangre en exceso o espesa, se cortaban una vena del brazo con un cuchillo y dejaban que sangrase.

En Ribera Alta (A) el recurso a las sangrías es recordado sólo por los informantes mayores de sesenta años. Se trataba de una solución de urgencia o de último momento. Se aplicaba a personas muy congestionadas o a enfermos en fase terminal en los que había fallado el resto de los remedios.

En Moreda (A) en la mayoría de las ocasiones las personas tratadas con sanguijuelas eran las mayores, sobre todo cuando se encontraban muy mal, a la puerta de la muerte. Con ello se pretendía eliminar la sangre mala y reducir su volumen en circulación para que la fiebre bajara.

También se ha recurrido a las sangrías para bajar la tensión arterial (Elosua, Oñati, Zerain-G; Sangüesa-N).

En Beasain (G) cuando se iba al curandero con síntomas de presión arterial excesiva, aplicaba sobre la vena de la muñeca una sanguijuela para que succionase la sangre. En Izal (N) se recurría a las sangrías en caso de trombosis o tensión alta. En Moreda (A) también se utilizaban con la finalidad de bajar la tensión en aquellos ancianos que les acostumbraba subir demasiado.

En Allo (N) las sanguijuelas constituían una forma de descongestión sanguínea para casos de tensión arterial, paraplejia y hemiplejia. En San Martín de Unx (N) su aplicación estaba indicada en los casos de hipertensión, de congestiones cerebrales, de hemiplejias y paraplejias.

Además se han utilizado para tratar otras enfermedades. En Bernedo (A) se recurría a las sangrías para curar anginas y catarros. La finalidad, dicen, era eliminar la sangre mala. Hoy nadie mantiene esta práctica. Una informante de Allo (N) recuerda que a su padre se las ponían con cierta frecuencia por padecer de anginas, “se conoce que tenía demasiada sangre”.

En Mendiola (A) se han aplicado en el tratamiento de bultos, mordeduras de serpientes, picaduras de abejas, introducción en la carne de espinas u otros objetos. En Astigarraga (G) para curar las mordeduras de culebras se ponían en las piernas.

En Zerain (G) también como remedio de las jaquecas.

En Aoiz (N) se utilizaban sanguijuelas sobre todo en casos de inflamaciones, para descongestionarlas, ya que estos animales absorbían la sangre acumulada. En Lekunberri (N) cuando una persona tenía por ejemplo un flemón colocaban sobre él una sanguijuela dentro de una copa. En Lezaun (N) en caso de hematomas se aplicaban sangrijuelas. En estos casos se decía que la sangre estaba recogida.

En Viana (N) antes de 1930 se realizaban sangrías porque así se conseguía bajar la fiebre a los enfermos y se les quitaba la sangre sobrante.

En Allo (N) una de las informantes recuerda que les fueron practicadas varias sangrías a ella y a su hermano cuando de pequeños pasaron el sarampión.

En Améscoa (N) cuenta una informante que a su padre le dio un paralís y le hicieron una sangría; otro de esta localidad asegura que siempre tenían en casa una botella con sanguijuelas.

En Muskiz (B) se recurría a las sangrías para hacer circular la sangre cuando había un problema cardiaco. También cuando se produ- cían envenenamientos.

En Moreda (A) un informante recuerda cómo a su padre a consecuencia de un gran disgusto la sangre “se le subió a la cabeza”. El médico del pueblo lo sangró y después le puso sangujas, sanguijuelas, en el cuello con el fin de sangrarle.

Las sanguijuelas también se han utilizado para resumir los hematomas tal y como se recoge en el capítulo dedicado a las fracturas y luxaciones.


 
  1. En Améscoa (N) se creía que algunas enfermedades se debían a la reciura de la sangre y en Obanos (N) que se podía morir por “exceso de salud”, es decir, por tener la sangre demasiado recia.