Escudos. Armarriak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En prácticamente todas las poblaciones encuestadas se ha constatado la existencia de algunas casas que cuentan con escudo en su fachada. Existe una apreciación general de que dichas casas son o fueron importantes, las más destacadas de cada población: en Añana las casas ricas y señoriales; en Eugi (N) las más ricas y en Monreal (N) las de cierta posición económica.

En Mirafuentes (N) la única presencia visible de decoración exterior son los escudos barrocos en casas solariegas. Uno de ellos es el del apellido Gastón, que se corresponde con las armas del Valle de Roncal. En Mélida (N) son también las casas solariegas las que llevan en el primer piso escudo de armas.

En Allo (N) los elementos ornamentales que caracterizan la decoración de la fachada en las casas nobles son el arco apuntado de la puerta principal y el escudo de armas del fundador, elementos estos que por otro lado les confieren cierto aire de palacianas o solariegas. En Artajona (N) y Astigarraga (G) las casas nobles tienen blasonadas sus fachadas o portales con escudos nobiliarios.

En Ataun (G) hay casas que conservan el símbolo de nobleza de sus antepasados. El palacio y casa solar de Zubikoeta, que en el momento de realizar la encuesta estaba ya convertido en caserío de dos viviendas, tenía dos torreones en ambos extremos de la fachada principal, y en el centro armarrie o escudo. En esta localidad había otras casas con escudo y muchas más que lo tuvieron en un tiempo pero que en épocas de incendios y de reedificaciones los moradores no tuvieron el cuidado de conservar.

Escudos del palacio Prieto Ahedo. Barrio de Ranero (Carranza-B), 2005. Fuente: Miguel Sabino Díaz, Grupos Etniker Euskalerria.

En Portugalete (B) aparecen varios escudos. De los cinco situados en las casas de la burguesía sólo se conservan el de Vicuña y los dos de Lejarza; han desaparecido los de Areilza y Rodas. En el barrio de Los Hoyos, en un edificio bastante singular, encima de la puerta de entrada se puede ver un escudo en el que aparece una mitra papal y unas llaves de San Pedro cruzadas debajo de ésta.

La frecuencia de los escudos es mayor en los núcleos urbanos que en las áreas rurales de cada localidad, por ser los primeros donde normalmente se levantan este tipo de edificios. Además los escudos de población concentrada son anteriores a los de las zonas rurales.

Así se ha registrado en Agurain (A), donde en el núcleo aparecen en algunos edificios, bien en las fachadas de varias casas como también en capillas e iglesias. Este fenómeno no acontece en los barrios, con la excepción del caserío de la Magdalena, que conserva encima de una de las puertas de entrada el escudo de la Villa.

Por lo general en cada población sólo se conoce la existencia de unas pocas casas con escudo.

En Izurdiaga (N) no se aprecia ornamentación exterior a excepción de una casa que en la parte superior de la puerta tiene un escudo con una inscripción borrosa en la que figura el año 1777.

En Berganzo (A) en un paredón que aparece aislado en la calle de la iglesia se exhibe el único testimonio heráldico de la villa: un escudo de piedra que no es originario de la villa y anteriormente –se dice– estaba en la fachada de una de las casas de la Calle de las Eras. Alguien lo debió de traer de fuera y lo colocó allí como elemento decorativo.

En Elosua (G) no hay ninguna decoración exterior, salvo el escudo del caserío Iriaun. En Zulueta (N) hay sendos escudos en dos de las casas.

En Ataun (G) tres son las casas que tienen escudo de armas. También son algunas las que cuentan con ellos en Bernedo, Pipaón (A) y Elgoibar (G).

Sin embargo en unas cuantas localidades su número ha sido superior.

En Valdegovía (A) existe una amplia muestra de heráldica que tiene su origen en las torres y casas fuertes medievales. El escudo que aparece con mayor profusión es el de los Salazar, estando presente en un 90% del total, también aparecen los apellidos Pinedo, Angulo, Guinea, Urbina, Beltrán y Varona.

En Lesaka (N) existen muchas casas con escudo, de piedra generalmente, aunque hay dos que los tienen de madera policromada. Se muestran escudos en casas del siglo XVIII tallados menos toscamente que los de épocas anteriores, aunque también los hay toscos[1].

En Berastegi (G) cuentan con siete caseríos que en su fachada principal tienen escudo de armas, armarrie. Todos ellos muestran lambrequines, yelmos y filacterias alrededor, lo que delata su estilo barroco pudiéndolos datar en los siglos XVII-XVIII.

En algunas poblaciones, sobre todo navarras, los escudos muestran la pertenencia al valle en el que se ubica la casa.

En las de Aria (N) aparece generalmente el emblema del Valle de Aézcoa: un jabalí cruzando el tronco de una encina. Existen cuatro que corresponden a las casas Xaurikua, Iriartena, Apexena y Erteikua y se divisa otro del mismo estilo en uno de los pilares del hórreo de Erteikua. Además se observan dos escudos en Elixaldekua e Iturraldekua cuya representación principal corresponde a un jabalí.

En Roncal (N) muchas casas muestran las armas del valle, por lo menos el puente con la cabeza del rey moro y las Peñas de Yenyari. La casa era aval de vecindad y en ella se refleja el orgullo de pertenecer a la universidad de ese valle, poniendo las armas del mismo en la fachada de piedra; quien no tenía dinero suficiente para un escudo lo encargaba pintar.

En el Valle de Baztan (N) ocurre lo mismo; tal como recoge Caro Baroja: “Desde el punto de vista ornamental y simbólico hay que advertir que en el valle se desarrolla mucho la Heráldica sobre todo a base del blasón colectivo: el ajedrezado”[2].

Escudo del Valle de Baztan (N) en una casa de Amaiur (N), 2004. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

Al ser casas de buena factura aquellas que llevan escudos, estos han resistido bien el paso del tiempo y como consecuencia de ello se puede seguir su evolución con el transcurso de las centurias. Por ejempo, en Sangüesa (N) los más antiguos, de época medieval, son muy sencillos y sin ningún adorno exterior; están colocados en el mismo arco apuntado de la entrada, en la clave. Igualmente, en el siglo XVI la heráldica se exhibe generalmente en la clave del amplio arco de medio punto de la fachada y las armas van encerradas en óvalos, tarjas de cueros retorcidos, tondos vegetales y sogueados. Durante los siglos XVII y XVIII los escudos se trasladan a cierta altura en la fachada, entre los balcones, y las armas propiamente dichas se adornan profusamente con lambrequines, cimeras y diversas figuras, adoptando complejos diseños; al final del último siglo referido se simplifican de nuevo con adornos más severos. Son muchas las fachadas que tienen escudos, pero el más vistoso es el del palacio de Vallesantoro entre columnas salomónicas y roleos vegetales, tenantes y mascarón y rematado en frontón triangular, datado a principios del siglo XVIII.

Pero el escudo no sólo es un elemento importante en la decoración de las fachadas por su belleza sino como testigo de un pasado del que los moradores de la casa se sienten orgullosos. Las claves de arco, muchas de ellas con el anagrama de Cristo y motivos florales, insisten todavía más en este carácter nobiliario de las casas (San Martín de Unx-N).

Por esa constatación desde la perspectiva actual de que constituyen una prueba palmaria de abolengo, los hay que al edificar nuevas casas han incrustado en sus fachadas viejos escudos adquiridos a sus verdaderos dueños o los han mandado tallar de nueva factura, en esta ocasión por razones que poco tienen que ver con el origen de los blasones.

En Allo (N) a pesar de que en la primera mitad del siglo XX se vendieron algunos escudos o fueron trasladados a otro lugar, en la actualidad se sigue una tendencia opuesta, pues no sólo se conservan los existentes sino que incluso se colocan otros de nueva hechura. Algunas casas han hermoseado sus fachadas incluyendo escudos realizados en piedra por encargo de sus dueños.

En Apodaca (A) hay constancia igualmente de su uso en las casas de nueva construcción.

Otro elemento visible en las fachadas o en las esquinas y que sobre todo en la actualidad tiene un valor ornamental son los relojes de sol. Sin embargo han sido más propios de iglesias, de edificios públicos o de las casas que se levantan en su entorno, por lo tanto han tenido una consideración más pública que particular. Aún así, como ya se ha indicado, algunas casas han lucido tales relojes, a menudo edificaciones importantes.

En los muros exteriores de algunas casas también se ha constatado la presencia de hornacinas. Se trata de un elemento protector que puede encontrarse en calles de localidades con población concentrada.


 
  1. Julio CARO BAROJA, “Algunas notas sobre la casa en la villa de Lesaka…”. Etnografía histórica de Navarra. Tomo II. Pamplona: 1972, pp. 82-83.
  2. Julio CARO BAROJA. La casa en Navarra. Tomo II. Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra, 1982, p. 257.