Evolución del juguete: disminución de su fabricación artesanal

Los niños en la sociedad tradicional, tanto urbana como rural, apenas conocían otros juguetes que los que ellos mismos se fabricaban. Las razones fundamentales de esta carencia residían en las exiguas economías familiares y en que la oferta de los mismos era mucho más reducida tanto en número como en variedad, que hoy en día.

El juguete, tal como lo conocemos en la actualidad, era algo excepcional. Hoy predominan cada vez más los juguetes que encierran juegos en sí mismos. En aquella sociedad el juego prevalecía sobre el juguete y éste era en todo caso una apoyatura para el mismo.

En esta sociedad escasamente mecanizada, la fabricación de los instrumentos de juego constituía parte del entretenimiento que proporcionaban. Esta actividad desarrollada por los propios niños suponía por tanto un juego en sí misma. Fabricando el instrumento se disfrutaba tanto o más que utilizándolo.

Esta cultura artesanal propia de los niños reflejaba además un mundo artesanal. La irrupción posterior de una cultura más mecanizada se ha traducido en que los juguetes de la sociedad infantil actual se hayan mecanizado también y que en los últimos tiempos muestren cada vez mayor influencia del mundo de la electrónica.

Es sobre todo en el medio rural donde han perdurado, en el mundo infantil, ciertas técnicas artesanales derivadas de la cultura pastoril; así la fabricación de hondas, trampas, etc.

En ocasiones la fabricación de instrumentos encerraba elementos de más complejidad que desbordaban la capacidad de los niños, por lo que se requería la contribución de adultos. También participaban éstos cuando se trataba de fabricar juguetes sencillos destinados a niños pequeños que por su escasa edad y por consiguiente su falta de destreza manual, eran incapaces de construirlos.

En Apodaca (A), por ejemplo, recuerdan que en la mayoría de los hogares residía alguien que había pasado por la casa del carpintero, bien para ayudarle o aprender el oficio, o para reparar el carro o efectuar otros arreglos. Por ese motivo, en todas las casas se tenía un banco de carpintero y herramientas para trabajar la madera. Durante los días que se dedicaban al arreglo de aperos se aprovechaban las tablas y clavos sobrantes para hacer algún caballo, carro, patín u otro juguete para los niños.

Txorokil-gaztelua. Lekeitio (B). Fuente: Archivo particular Maite Jiménez Ochoa de Alda.

A menudo los elementos que utilizaban los niños de esta época para sus juegos no eran propiamente juguetes sino sogas, palos, piedras, botes, etc., esto es, materiales de desecho o inservibles para su función original. Hoy día se entretienen con artilugios mucho más sofisticados, pero la capacidad del niño de imaginarse un juguete en cualquier material no se ha perdido.

Eran entonces los propios niños los encargados de agenciarse los materiales antes citados y otros muchos que les servían para sus juegos, bien en el estado en que los hallaban o tras sufrir una leve transformación. Estos otros objetos podían ser chapas de botellas, tabas, cajas de cerillas, una simple caja de cartón u hojalata e incluso los zuros de las mazorcas. Estos recibían en Carranza (B) el nombre de carollos, en Galdames (B) el de garuchos, en Zeanuri (B) el de txorokil y eran empleados por los niños para levantar torres y otras construcciones.

En esta época, la navaja, kanabeta, representaba un magnífico regalo para los niños ya que con un cuchillo en el bolsillo se podía fabricar cualquier objeto a partir de un trozo de madera.

Con el transcurso del tiempo los juguetes comprados comenzaron a cobrar cierta importancia. La festividad de los Reyes Magos era el momento en que los padres hacían un esfuerzo económico para regalar a sus hijos algún sencillo juguete. En épocas anteriores tan sólo solían recibir algunos dulces.

Recuerdan los informantes de Gamboa (A) que también era costumbre hacer un regalo a los niños el día de Santiago, y en otras ocasiones, como durante el Carnaval, se les compraba alguna careta de cartón, generalmente de rasgos monstruosos o ridículos, con la que los niños se divertían dando sustos a los de su alrededor. Aprovechando las fiestas patronales los niños solían gastarse sus pocas monedas en comprar petardos, cromos, estampitas, golosinas, algún yo-yo, etc., al vendedor ambulante que acudía todos los anos.

También los chiquillos de Apodaca (A) recibían juguetes la festividad de Santiago, además del día de mercado si se había tenido buena venta.

En los últimos tiempos cualquier acontecimiento resulta apropiado para regalar a los niños algún juguete; sin embargo, estos regalos siguen concentrándose en torno al periodo navideño, sólo que ahora se ha ampliado el número de días en que se ofrecen. Hasta hace unos años la mañana del seis de enero era el principal día en que los niños recibían sus regalos; actualmente está cobrando auge la festividad de Nochebuena con motivo del Olentzero y en menor medida por influencia de otros mitos anglosajones. La recepción de los juguetes en esta última fecha permite a los niños disfrutar de ellos durante el periodo vacacional. Sin embargo, en lo que se refiere al País Vasco peninsular lejos de haber desplazado a los Reyes Magos, parece que está contribuyendo a que los niños reciban regalos en las dos fechas.

El incremento en la adquisición de juguetes fabricados industrialmente se inicia en torno a los años sesenta.

En Gamboa (A), por ejemplo, las posibilidades económicas de las casas se incrementaron poco a poco a partir de los años cincuenta y esto permitió comenzar a comprar en mayor medida juguetes a los niños. Sin embargo, el gran salto fue impulsado por la aparición de la televisión, primero en la capital, Vitoria, y luego en las zonas rurales. Fue por los años sesenta cuando gran parte de la juventud emigró por motivos laborales del campo a Vitoria, donde creó una familia. Sus hijos, por influencia de la televisión comenzaron a pedir los juguetes que en ella se anunciaban. Después, los chavales de Vitoria que acudían al pueblo a casa de sus abuelos con sus propios juguetes influyeron a su vez en que los niños del lugar empezaran a reclamar su derecho a los juguetes que veían en manos de estos otros y en la televisión.

También los informantes de Artziniega (A), Lezama (B), Monreal y Obanos (N) han constatado que la década de los sesenta supuso el punto de inflexión de este tipo de hábitos consumistas. En Aria y San Martín de Unx (N) se inició al parecer antes, hacia los cincuenta, mientras que en Izal (N) más tardíamente, en torno a los setenta.

La oferta de juguetes se ha diversificado y ampliado desde dicha década. A la vez que se han ido modernizando han comenzado a sufrir los influjos de las modas de modo que cada año hace furor un nuevo juguete que desaparece casi totalmente para dejar paso a otro.

A pesar del gran mercado que ha surgido en torno a los juguetes la cantidad que de los mismos tiene cada niño sigue dependiendo fundamentalmente, al igual que antaño, de las posibilidades económicas de la familia a la que pertenezca.