Extensión del cultivo de abejas

Como ya se ha indicado antes, en tiempos pasados eran frecuentes los caseríos que tenían pequeños colmenares que les proporcionaban dos productos de gran aprecio en nuestra cultura, la miel, a veces el único edulcorante en una época en que resultaba difícil obtener azúcar y a la que se atribuían variadas propiedades curativas; y la cera, que permitía fabricar velas y cerilla, no tanto para la iluminación doméstica como para un uso ritual: alumbrar la sepultura de la iglesia.

En Allo (N) la cría de abejas ha sido una actividad bastante habitual si bien su explotación no ha sido masiva ni nadie ha hecho de ésta su profesión. La miel obtenida era consumida por la familia y a lo sumo vendida a otros vecinos que carecían de ella. En Sangüesa (N) existen abejares explotados desde muy antiguo para la obtención de miel y de cera. En la localidad habrá aproximadamente unas cuatrocientas colmenas.

El Valle de Carranza (B) tuvo en tiempos pasados notable importancia apícola y aún mantiene parte de ella. A principios de siglo los colmenares eran abundantes, especialmente en los barrios altos, esto es, en los más próximos a las zonas de monte, pues eran los que disponían de inmejorables condiciones para la apicultura por la abundancia de vegetación melífera, fundamentalmente berezo, brezo. Los que han gozado de mayor tradición apícola han sido además los situados en el sur del Valle ya que se asientan en las faldas de los montes de Ordunte, donde las condiciones para la apicultura son las más idóneas.

En Urduliz (B) aunque no era lo general había abejas en varios caseríos y la miel que se obtenía era para consumo doméstico. Había un promedio de tres o cuatro colmenas por casa. En Apodaca (A) a mediados de siglo casi todos tenían abejeras.

Aun así hay poblaciones en las que la actividad nunca ha sido importante.

En Zeanuri (B) un informante, pastor de ovejas, recuerda que no ha tenido por costumbre cultivar abejas, aunque en alguna ocasión sí lo hizo y las tuvo en Gorbea. En cambio, guarda memoria de que había pastores que sí criaban estos insectos, principalmente los alaveses. Añade que hay un refrán que dice «Arditan eta erlatan ez imini dirua», esto es, en ovejas y abejas no se puede invertir todo el dinero. Otro refrán castellano asegura: «Si quieres ovejas y abejas no te faltarán quejas». En Astigarraga (G) se han cultivado poco. En Elosua (G) sólo las ha habido en un caserío que aún hoy en día tiene dos colmenas.

Colmenar en Valdegovía (A). Fuente: Gerardo López de Guereñu, Grupos Etniker Euskalerria.

En Améscoa (N) a principios de siglo sólo en tres casas de San Martín tenían abejas. Lo mismo ocurría en el resto del valle. En Aoiz (N) no ha existido ni existe tradición de criarlas. Únicamente dos personas del pueblo se dedicaron a ello hasta hace muy poco, pero como resultaba poco rentable abandonaron la actividad.

San Martín de Unx (N) tiene antecedentes en lo que se refiere a la cría de abejas, si bien no puede decirse que se haya hecho apicultura en el pueblo. Entre 1945 y 1950, debido a la escasez de azúcar en los mercados del país y aprovechando la bonanza climática, se pusieron numerosísimas colmenas en el pueblo que pronto se echaron a perder debido a la falta de preparación de la gente, lo cual redujo rápidamente el interés por esta actividad hasta el punto de que muchos apicultores de antaño ya no conservan utensilio alguno. En la actualidad no habrá más de un centenar de colmenas en explotación.

En Mélida (N) no ha habido gran tradición de cultivar abejas. Sin embargo hubo tres vecinos que lo hicieron y hoy día existe una persona que continúa a modo de entretenimiento con esta labor. En Lezaun (N) hasta los años cuarenta no hubo abejas.

En Sara (L) en los años cuarenta tenían abejas, erlea, en algunas casas[1].

En un buen número de localidades se ha constatado una importante reducción en la práctica de la cría de abejas. Los informantes saben que en tiempos pasados tuvo mayor o menor importancia en sus respectivas poblaciones, pero que en la actualidad ha decrecido e incluso desaparecido.

En Triano (B) sí se cultivan abejas pero en menor cantidad que hace unas décadas. Se considera que los mejores tiempos para esta actividad fueron los años cincuenta. En Abadiano (B) hasta hace unos años eran muchos los caseríos que tenían unas abejas. En la actualidad sólo se dedican a ellas algunos. En Getaria (G) hoy día no se cultivan tanto, pero en tiempos pasados sí.

En Araia (A) se ha perdido la costumbre de su cría, solamente un informante las mantiene. En Ayala (A) en muchos caseríos se dedicaban a esta labor antiguamente, mientras que hoy son poquísimos. En Berganzo (A) en la actualidad casi no hay abejas, pero antaño se cultivaron mucho. En Valderejo (A) si bien hoy día prácticamente ha desaparecido esta actividad, hasta los años sesenta existían algunas familias que la practicaban.

En Zuya (A) se criaron abundantemente en tiempos pasados. Aún se puede comprobar por los numerosos abejales que hasta hace poco quedaban en los rincones de las huertas y raines, aunque muchos ya no prestan servicio. También eran corrientes en las laderas de las dehesas cercanas a los pueblos.

En Bajauri, Obécuri y Urturi (A) cuando se realizó la encuesta a finales de los años sesenta quedaban pocas colmenas, pero se recordaba que en tiempos anteriores se cultivaron mucho: en la última de las localidades citadas, por ejemplo, tenían abejas todos los vecinos[2].

En Allo (N) estos insectos se criaban en abejeras, también llamadas bejeras. A juzgar por las numerosas ruinas repartidas por el campo y teniendo en cuenta la opinión de algunos informantes, pasaban del medio centenar las abejeras que estuvieron en funcionamiento hasta los años veinte. En la actualidad sólo permanecen en activo seis o siete.

En Larraun (N) también ha habido costumbre de cultivar abejas, sobre todo en Arruitz, hasta los años cuarenta. En la actualidad un vecino de Azpíroz posee unas colmenas por afición.

En Arraioz (N) antiguamente la mayoría de los vecinos tenían abejas, erlea, con el fin de obtener miel para el consumo doméstico. Actualmente, a finales de los noventa, las poseen unas pocas familias.

En Vasconia continental hace años se criaban abejas en muchos caseríos; se veían colmenas, kofoinak, en los alrededores de las casas. Hoy en día en muchos pueblos ya no queda ni una colmena. Antaño algunos caseríos contaban con cuarenta y más colmenas, a veces refugiadas bajo techo. Fue la guerra de 1945 la que marcó el inicio del descenso de esta actividad[3].

Algunas de las razones que han contribuido al declive generalizado de ésta han podido ser similares a las constatadas en la siguiente localidad vizcaina.

En Carranza (B), con el paulatino desarrollo de la ganadería de vacuno, la actividad de los miembros del caserío se fue orientando a la explotación lechera. Esto les restó tiempo para dedicarse a otros trabajos considerados menores como la atención de la huerta familiar o la cría de pequeños animales, entre ellos las abejas. A este declive de la apicultura también ha contribuido que las condiciones generales para su práctica han empeorado. En las zonas bajas, con el desarrollo de la ganadería, se ha incrementado la superficie de las praderas en detrimento de los frutales tradicionales y otras especies melíferas. En las altas se han reducido las zonas de matorral, antaño ricas en brezos, bien porque se han transformado en pastizales o porque se han repoblado con arbolado.

En Ezkio (G) aún se crían abejas pero es reducido el número de colmenas que se mantienen. En tiempos pasados este cultivo tuvo mayores dimensiones. Entre las diversas razones a las que se atribuye este declive, una de cierta importancia es que a partir de los años treinta se difundió la plantación de pinos, lo que desplazó a los restantes árboles, arbustos y vegetación melífera en general.

Colmenar en Lasa (BN). Fuente: Peio Goïty, Grupos Etniker Euskalerria.

En alguna población se ha observado con la apicultura un proceso similar al ocurrido con las restantes actividades ganaderas: ha disminuido el número de productores, pero los que prosiguen con la labor han incrementado la cantidad de colmenas en un intento de aumentar la rentabilidad.

En Bernedo (A) hoy apenas hay quien cultive abejas, pero el que lo hace es a mayor escala que antaño y asociado a más apicultores de otras zonas de la provincia. Hasta hace unos años tenían abejas alrededor de la mitad de los vecinos.

En Ayala (A) en la actualidad son pocas las personas que se dedican a la explotación apícola pero quienes la practican tienen el mayor número posible de colmenas para obtener la máxima rentabilidad.

La situación actual más extendida es que en cada localidad haya unos cuantos aficionados que críen abejas para aprovechar la miel que ellos mismos consumen y regalan a vecinos y familiares, o unos pequeños apicultores que venden parte de ésta y obtienen algún rendimiento económico como complemento a otra actividad más importante.

En Carranza en la actualidad, al igual que ocurrió en tiempos pasados, sigue siendo una actividad complementaria de otras más importantes del caserío, que no tiene más finalidad que abastecer de miel a los miembros de la casa y a sus familiares y amigos, que la suelen recibir como regalo. También cumple esta función entre carranzanos que ya no se dedican al sector primario y que incluso desempeñan un trabajo fuera del Valle. Fueron escasos, y lo siguen siendo, los aficionados que obtienen beneficios económicos de la venta de miel u otros productos apícolas.

En Beasain (G) hoy día se cultivan muchas más abejas que cincuenta años atrás, pero no en los caseríos, donde lo hacen menos que antes. Los actuales aficionados son casi todos descendientes de casas rurales que se instalaron en el área urbana de Beasain; trabajan en la industria y desarrollan esta actividad como entretenimiento y para obtener un sobresueldo. Hace más de sesenta años en casi todos los hogares tenían una, dos o tres colmenas.

En Moreda (A) actualmente las cultivan cuatro vecinos. El número de colmenas que tiene cada uno suele superar la media docena. Se dedican a esta actividad por afición, sin intereses económicos, tan sólo por obtener miel natural para el consumo propio. El cultivo de las abejas en esta villa data de muy antiguo.


 
  1. Los datos referentes a esta localidad han sido tomados de José Miguel de BARANDIARAN. «Bosquejo etnográfico de Sara (II)» in AEF, XVIII (1961) p. 144.
  2. Los datos concernientes a estas localidades han sido tomados de José Antonio GONZÁLEZ SALAZAR. «Vida agrícola de Bajauri, Obécuri y Urturi» in AEF, XXIII (1969-1970) pp. 38-39.
  3. Los datos referentes a Vasconia continental han sido tomados de Peio GOÏTY. «Erleak» in AEF, XXXV (1988-1989) pp. 193-204.