Diferencia entre revisiones de «Extracciones domesticas»

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Carranza (B) cuando el que tenía un diente flojo era incapaz de arrancárselo, recurría a la colaboración de otra persona. Con un cordel lo ataba al picaporte de la puerta, de modo que el paciente quedase frente al canto de la misma para evitar que girase. En esa posición, el afectado debía retirar bruscamente la cabeza hacia atrás para arrancarse el diente. Como tal movimiento no surgía espontáneamente por propia voluntad, la otra persona recogía con las tenazas un tizón del fuego y en un momento de descuido se lo acercaba súbitamente a la cara. El miedo a quemarse hacía todo lo demás.
 
En Carranza (B) cuando el que tenía un diente flojo era incapaz de arrancárselo, recurría a la colaboración de otra persona. Con un cordel lo ataba al picaporte de la puerta, de modo que el paciente quedase frente al canto de la misma para evitar que girase. En esa posición, el afectado debía retirar bruscamente la cabeza hacia atrás para arrancarse el diente. Como tal movimiento no surgía espontáneamente por propia voluntad, la otra persona recogía con las tenazas un tizón del fuego y en un momento de descuido se lo acercaba súbitamente a la cara. El miedo a quemarse hacía todo lo demás.
  
En San Martín de Unx (N) se ataba un hilo fuerte a la pieza que se pretendía arrancar, sujetando el otro extremo al picaporte de la puerta. Una vez tenso el hilo, otra persona cogía un tizón del fuego y lo dirigía inesperadamente contra el rostro del doliente, que se retiraba con violencia, arrancándose la muela. Fue frecuente que los dientes de leche se extrajeran en casa mientras que para sacar los correspondientes a la dentición definitiva se acudiese a un persona avezada en estos menesteres. En este último caso si ya estaban muy flojos, también se solían arrancar en casa.
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En San Martín de Unx (N) se ataba un hilo fuerte a la pieza que se pretendía arrancar, sujetando el otro extremo al picaporte de la puerta. Una vez tenso el hilo, otra persona cogía un tizón del fuego y lo dirigía inesperadamente contra el rostro del doliente, que se retiraba con violencia, arrancándose la muela.
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Fue frecuente que los dientes de leche se extrajeran en casa mientras que para sacar los correspondientes a la dentición definitiva se acudiese a un persona avezada en estos menesteres. En este último caso si ya estaban muy flojos, también se solían arrancar en casa.
  
 
Así ocurría en Izal (N), donde los dientes de leche se sacaban con un hilo mientras que de los demás se ocupaba el médico.
 
Así ocurría en Izal (N), donde los dientes de leche se sacaban con un hilo mientras que de los demás se ocupaba el médico.
  
En Murchante (N) los dientes de leche se extraían atando un hilo o dando un tirón con la mano; los adultos, en cambio, recurrían al practicante, que hacía las veces de sacamuelas. En Abadiano (B) en el caso de las personas mayores se encargaba el practicante, pero cuando había que sacarle un diente o una muela a un niño se ocupaba de hacerlo el padre.
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En Murchante (N) los dientes de leche se extraían atando un hilo o dando un tirón con la mano; los adultos, en cambio, recurrían al practicante, que hacía las veces de sacamuelas.
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En Abadiano (B) en el caso de las personas mayores se encargaba el practicante, pero cuando había que sacarle un diente o una muela a un niño se ocupaba de hacerlo el padre.
  
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En Hondarribia (G) los dientes de leche, cuando se movían, los sacaba la madre tirando de un hilo que previamente se les ataba. Este mismo procedimiento lo utilizaban muchos adultos. El maestro de la escuela también quitaba los dientes a sus alumnos cuando los te- nían a punto de caerse. Los mayores acudían además a un sacamuelas que había en la villa, que también ejercía de barbero, peluquero y practicante.
  
 
En Zerain (G) los dientes de leche que no terminaban de caerse los arrancaban las madres o las abuelas con los dedos o con la ayuda de un cordel. En el hogar se utilizaban las tenazas normales o procedimientos consistentes en atar una liz descritos antes. Los días de feria solían acudir además sacamuelas que extraían las piezas por medios rudimentarios pero siempre mejores que los de casa.
 
En Zerain (G) los dientes de leche que no terminaban de caerse los arrancaban las madres o las abuelas con los dedos o con la ayuda de un cordel. En el hogar se utilizaban las tenazas normales o procedimientos consistentes en atar una liz descritos antes. Los días de feria solían acudir además sacamuelas que extraían las piezas por medios rudimentarios pero siempre mejores que los de casa.

Revisión del 12:22 3 may 2018

En tiempos pasados fue frecuente realizar las extracciones dentarias en casa. Pero no de todas las piezas sino de las que se hallaban flojas y especialmente de los dientes de leche de los niños. El procedimiento más habitual fue con la ayuda de un cordel. Había quien era capaz de arrancarse la muela él mismo pero más frecuente era que se ocupase de ello otra persona sobre todo en el caso de los niños.

En Bermeo (B) cuando a un niño se le empezaba a mover un diente, kilinkolan, le ataban un hilo dejando el otro extremo libre colgado de la boca de forma que el propio niño o cualquier otra persona de su círculo pudiera darle un tirón cuando estuviera distraído hasta lograr a base de tirar repetidas veces que se desprendiera.

En Ribera Alta (A) se le ataba un hilo y se tiraba de él con un golpe seco. En Astigarraga (G) en el caso de los dientes de leche los abuelos se los extraían atándoles un hilo y tirando. En Berastegi (G) solía ser la madre la que se ocupaba de esta tarea.

En Beasain y Elosua (G) los dientes de leche de los niños, cuando estaban muy flojos, se terminaban de desprender con la mano. Se ocupaban de ello los padres. En Bidegoian (G) a los niños pequeños se les ayudaba a quitar estos dientes tirando con los dedos o con un hilo.

A continuación se recogen procedimientos utilizados por los adultos como arrancarlos con los dedos cuando se encontraban muy flojos, atando el extremo de un cordel al diente y el otro a una puerta que se cerraba de golpe o aprovechando alguna de las herramientas que se solían tener en casa para efectuar las pequeñas labores de carpintería.

Antiguamente en Arraioz (N) la persona que tenía la muela medio suelta se la arrancaba sin más. En Valdegovía (A) se extraía el diente cogiéndolo con un pañuelo y tirando. En Berganzo (A) era el médico el que extraía los dientes pero cuando tenían alguno movido se lo arrancaban en casa haciendo fuerza con los dedos o con la ayuda de una cuerda que se ataba a una puerta.

En Astigarraga (G) las personas mayores sacaban los dientes atándoles un hilo y tirando cuando las piezas estaban flojas. Solían ser los hombres los encargados de extraer los dientes a la familia por ser más fuertes, ayudándose de unos pequeños alicates.

En Mendiola (A) los arrancaban en casa atando un hilo en la base del diente y dando estirones al mismo hasta lograr la extracción de la pieza. En Apodaca (A), Amorebieta-Etxano, Lemoiz (B) y Tiebas (N) también se sacaban tirando de un bramante anudado al diente.

En Beasain (G) antaño se ataba una liz fina y larga a la muela y el otro extremo al martillo de picar la guadaña. Si el interesado era valiente lo arrojaba él mismo con todas sus fuerzas para arrancarse la muela y si no, se ocupaba de ello otra persona.

En Bidegoian (G) era el padre o el abuelo el que se encargaba de extraer las piezas dentarias. Las sacaban con tenazas o atando al diente o a la muela una cuerda y en el otro extremo una piedra que arrojaban lejos. También se ataba a una puerta abierta que se cerraba de golpe.

En Zerain (G) se utilizaban las tenazas normales o se ataba el diente con una liz fuerte y el extremo libre se anudaba a una puerta abierta que se cerraba de golpe. Se recuerda el caso de un hombre a quien le ataron el otro extremo de la cuerda a una horca, lau-ortza, que después arrojaron por la ventana.

En Carranza (B) una informante sabe que su padre “se sacó casi toda la boca” atando un hilo de bramante a cada pieza dolorida y sujetando el otro extremo del hilo a la baranda del balcón, después no tenía más que tirar bruscamente hacia atrás.

Tal y como refleja el anterior remedio, estuvo bastante extendido un peculiar procedimiento mediante el cual el hilo que se ataba al diente se anudaba en el otro extremo a un soporte fijo de tal modo que el paciente debía tirar hacia atrás para arrancarse la pieza, pero como este movimiento no solía ejecutarlo espontáneamente por temor al dolor, otra persona le acercaba un tizón a la cara para que así lo hiciese.

En Apodaca (A) cuentan el caso de uno al que le ataron un hilo al diente que le dolía y el otro extremo a un clavo en una puerta. Cogieron un tizón y se lo arrimaron a la cara, al tirar hacia atrás para no quemarse, él mismo se arrancó el diente.

En Lemoiz (B) anudaban un bramante al diente y a la vez a un balustre de la ventana de modo que una segunda persona, portadora de un tizón, hacía amago de quemarle y así, al reaccionar, se arrancaba la pieza dentaria.

En Gorozika (B) una informante recuerda que era su padre quien se encargaba de la extracción. Para ello ataba un cordel y lo cogía con una mano mientras con la otra le acercaba un tizón a la cara y al recular salía la muela.

En Abadiano (B) cuando el padre pretendía sacarle una pieza que estuviese floja a su hijo se la ataba con un hilo y le acercaba una cerilla encendida a la cara del crío para que se asustase y se echara hacia atrás, arrancándose la muela.

En Carranza (B) cuando el que tenía un diente flojo era incapaz de arrancárselo, recurría a la colaboración de otra persona. Con un cordel lo ataba al picaporte de la puerta, de modo que el paciente quedase frente al canto de la misma para evitar que girase. En esa posición, el afectado debía retirar bruscamente la cabeza hacia atrás para arrancarse el diente. Como tal movimiento no surgía espontáneamente por propia voluntad, la otra persona recogía con las tenazas un tizón del fuego y en un momento de descuido se lo acercaba súbitamente a la cara. El miedo a quemarse hacía todo lo demás.

En San Martín de Unx (N) se ataba un hilo fuerte a la pieza que se pretendía arrancar, sujetando el otro extremo al picaporte de la puerta. Una vez tenso el hilo, otra persona cogía un tizón del fuego y lo dirigía inesperadamente contra el rostro del doliente, que se retiraba con violencia, arrancándose la muela.

Fue frecuente que los dientes de leche se extrajeran en casa mientras que para sacar los correspondientes a la dentición definitiva se acudiese a un persona avezada en estos menesteres. En este último caso si ya estaban muy flojos, también se solían arrancar en casa.

Así ocurría en Izal (N), donde los dientes de leche se sacaban con un hilo mientras que de los demás se ocupaba el médico.

En Murchante (N) los dientes de leche se extraían atando un hilo o dando un tirón con la mano; los adultos, en cambio, recurrían al practicante, que hacía las veces de sacamuelas.

En Abadiano (B) en el caso de las personas mayores se encargaba el practicante, pero cuando había que sacarle un diente o una muela a un niño se ocupaba de hacerlo el padre.

En Hondarribia (G) los dientes de leche, cuando se movían, los sacaba la madre tirando de un hilo que previamente se les ataba. Este mismo procedimiento lo utilizaban muchos adultos. El maestro de la escuela también quitaba los dientes a sus alumnos cuando los te- nían a punto de caerse. Los mayores acudían además a un sacamuelas que había en la villa, que también ejercía de barbero, peluquero y practicante.

En Zerain (G) los dientes de leche que no terminaban de caerse los arrancaban las madres o las abuelas con los dedos o con la ayuda de un cordel. En el hogar se utilizaban las tenazas normales o procedimientos consistentes en atar una liz descritos antes. Los días de feria solían acudir además sacamuelas que extraían las piezas por medios rudimentarios pero siempre mejores que los de casa.

En Allo (N) cuando la pieza se movía se sacaba en casa utilizando un hilo. Pero si la operación presentaba mayor dificultad acu- dían al ministrante, que tenía su propio instrumental y no solía aplicar anestesia. Por el contrario, se ponía en el brazo con el que hacía fuerza una muñequera de cuero para evitar lesionarse al tirar.