Formación del peculio personal

Ha sido común que al nacer un niño los padres o algún otro familiar cercano le abrieran una cartilla de ahorro a su nombre donde iban ingresando algunas cantidades primero los padres y luego los propios niños del dinero que ahorraban de pagas, celebraciones, cuestaciones, etc.

Cuando el niño era algo crecido se le regalaba una hucha, itzulapikoa, para que fuera introduciendo en ella las monedas y propinas que iba ahorrando. Su contenido, cuando había aumentado, servía para comprarle al niño algo que necesitara o se ingresaba en la cartilla de ahorro.

Las muchachas, cuando eran jóvenes, recibían regalos que les sirvieran para el futuro hogar como una mantelería o una vajilla. También ellas mismas iban haciendo su propio arreo. A los muchachos, en ocasiones, eran las madres las que se encargaban de írselo preparando.

Cuando los adolescentes y jóvenes empezaban a trabajar, sobre todo si lo hacían fuera de casa, entregaban el salario a su madre. Una parte de él se lo devolvía en forma de paga, otra se destinaba a ayuda de los gastos de la casa y lo restante, la madre lo guardaba ingresando la cantidad correspondiente en la libreta de ahorro del joven para que dispusiera cuando se casara o se independizara.

A continuación se ofrecen los datos recogidos en nuestras encuestas de campo sobre la formación de los peculios de los niños y de los jóvenes. En Allo (N) al peculio lo designan piscazorro, así suele decirse: “Fulano..., ese tiene piscazorro aparte”.

Ha sido una costumbre extendida el animar a los niños pequeños a que ahorrasen, para lo cual les compraban una hucha de barro o les abrían una cartilla de ahorro (Berastegi, Zerain-G). En Valtierra (N) dicen que las huchas se generalizaron a partir de los años cuarenta del siglo XX.

En Amorebieta-Etxano (B) los niños formaban su peculio con algunos dinerillos que les daban los mayores con motivo del cumpleaños, de algún día festivo o como premio por alguna ayuda prestada en el trabajo. Antaño cada chaval solía tener una hucha de barro donde iba introduciendo monedas. Cuando se creía que había bastantes, los padres la rompían y le compraban ropa o alguna cosa que necesitara. También se conoció la costumbre de abrir una libreta de ahorro con el dinero que los familiares le daban al niño o niña al hacer la primera comunión. Luego continuaba realizando pequeños ingresos con los donativos que recibía.

En Moreda (A) cuentan los informantes que los padres suelen abrir una cuenta de ahorro al niño donde ingresan el dinero que abuelos, tíos y los propios padres le dan. El pequeño saca lo que necesita para comprar las cosas que requiere. Los informantes dicen que cuando ellos fueron niños no recibían dinero para ahorrar, los aguinaldos recogidos los llevaban a casa y se los entregaban a la madre quien lo destinaba a la compra de alimentos.

En Trapagaran (B) las personas mayores recuerdan que en la escuela disponían de unas cartillas con recuadros en los que pegaban unos “timbres” que les daba el maestro o la maestra y que habían sido repartidos por una caja de ahorros. Ellos entregaban una cantidad de dinero, por aquellos años unos céntimos, al maestro y éste les daba un timbre por el valor recibido que se pegaba en la cartilla. Solían hacer estos ingresos los lunes, después de que el domingo recibieran la paga en casa o de algún familiar. Después era el maestro el que se ocupaba de las cartillas. La costumbre desapareció al llegar la Guerra Civil. Hoy en día son los padres quienes forman el peculio de los hijos. Les acostumbran a ahorrar ya de niños y cuando las huchas están llenas les ingresan lo acumulado en una caja de ahorros, en una cuenta que la propia entidad suele abrir a los niños cuando nacen, con una pequeña cantidad. También suelen ingresar lo que reciben de los abuelos y de los tíos.

En Zeanuri (B) a los niños pequeños se les ha inculcado tradicionalmente el ahorro. Guardaban las monedas y los dineros obtenidos como pago de recados u otras labores en una hucha de barro, itsulapikoa, (eltzetxoa en Berastegi-G), que los padres consideraban siempre como propiedad del niño. Éste calculaba su contenido por el peso de la misma y el sonido que producía al agitarla y se enorgullecía y estimulaba por ello. También ha sido costumbre que los niños tuvieran una cartilla de ahorro, que era alimentada generalmente por los padres. En Zerain (G) las monedas de la hucha de barro, itsulapikue, también acababan en las cartillas de ahorro que las cajas enviaban cuando nacían.

Cartilla de ahorro infantil. Ajangiz, 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

En algunas localidades se ha señalado que muchas familias no eran partidarias de que los hijos formasen su peculio porque las tareas que realizaban todos estaban encaminadas a la misma finalidad de aportar su esfuerzo al grupo familiar (Agurain-A). Además la cantidad de dinero que circulaba era escasa.

En Berganzo (A) algunos hijos formaban su propio peculio ahorrando o realizando algunos trabajos, pero lo corriente era que no lo tuvieran porque la gente carecía de los suficientes recursos.

En Obanos (N), en cuanto al procedimiento, las muchachas, si tenían novio, iban recibiendo sus regalos del año (cumpleaños, Reyes, etc.), en objetos para el futuro hogar, como mantelería y vajilla. Algunas reunían puntos que daban con la compra de determinados productos y luego los cambiaban por platos u otros útiles para la casa. En el caso de los muchachos, uno de los informantes que empezó de zagal a principios del siglo XX, recuerda que iba recibiendo alguna oveja para formar su rebaño.

En Allo (N), en tiempos pasados, una manera bastante común de obtener un dinero extra entre los hijos de los labradores era recurrir a la sustracción de una cierta cantidad de trigo que cogían del montón del granero. Se hacía a escondidas de los padres y generalmente en los días previos al comienzo de las fiestas patronales de septiembre. Luego, por su cuenta y con mucha discreción, vendían el trigo.

Un dato casi general aportado en las encuestas es que en tiempos pasados cuando los jóvenes crecían y comenzaban a trabajar fuera de casa, fue habitual que entregasen el dinero ganado a la madre, la cual les devolvía una parte en forma de paga. Ese dinero servía para contribuir a los gastos de la casa o era ingresado en una cuenta de ahorro pensando en la futura emancipación del hijo.

Así en Agurain (A) se ha consignado que en los años sesenta los hijos que trabajaban por cuenta ajena entregaban el importe de la nómima a sus padres, y la madre les reservaba una parte para sus gastos.

En Beasain (G) si el hijo va a trabajar fuera de casa, ayuda después en las labores domésticas aportando incluso alguna cantidad de su salario. El resto suele entregarlo a su madre, pero para que ésta se lo guarde, generalmente en la libreta de la caja de ahorros que le abrieron de niño.

En Busturia (B) antiguamente los hijos entregaban en casa el dinero que ganaban, y cuando contraían matrimonio recibían una cierta cantidad. Con el paso del tiempo se han generalizado las cartillas de ahorro personales a nombre de los jóvenes.

En Trapagaran (B) cuando los jóvenes empiezan a trabajar, si en casa se puede ahorrar algo, es costumbre guardar una parte del sueldo del hijo en su cuenta para su peculio, que al llegar a una determinada edad ellos mismos se ocupan de administrar.

En Elgoibar (G) antes era normal dejar la escuela a los catorce años, comenzando a trabajar seguidamente, unos en las labores del caserío y otros en talleres aprendiendo un oficio o en fábricas. El sueldo lo entregaban íntegramente en casa hasta que se casaban.

En Elosua (G) los hijos entregan el dinero a la madre y ésta se lo ingresa en la cartilla, o bien entregan una cantidad en casa y el resto lo administran ellos.

En Zerain (G) los jóvenes, cuando empiezan a ganar dinero entregan el sobre a la madre, que lo guarda en la cartilla del hijo dejándole lo necesario para sus gastos o para que se compre algún capricho.

En Hondarribia (G) cuando el muchacho (o la muchacha) trabajaba en casa y ya era mozo, si salía los domingos, hacia los catorce años, se le daba una paga para sus gastos. Si trabajaba fuera entregaba el dinero en casa e igualmente le daban paga. Cuando tenía novia y se le veía intención de casarse, si económicamente se podía, se le dejaba ahorrar para lo cual no tenía que entregar nada en casa, o bien la madre le iba guardando su sueldo para que pudiera luego casarse y arrendar otro caserío. Esta forma de actuar también es aplicable al núcleo urbano.

En Allo (N) respecto al peculio, cuando los chicos eran mocicos y comenzaban a trabajar, si lo hacían por su cuenta entregaban en casa casi todo el jornal, dejando una mínima parte para sus caprichos, y ello con el consentimiento de los padres o cuando menos de la madre.

En Valtierra (N) los hijos no han formado su propio peculio. La paga, cuando la había, sólo daba para los gastos de la fiesta: cine, baile, tomar algo o merendar con los amigos. El ahorro, cuando era posible, lo hacían los padres para ayudar a los hijos cuando se casaran o se fueran de casa. Cuando los hijos trabajaban, mientras vivieran en la casa familiar entregaban el sueldo en casa y lo administraba la madre. Ahora cada uno tiene sus ingresos, aportan para los gastos comunes y una parte se reservan para sus propios gastos o ahorros disponiendo de ella con libertad.

En Obanos (N) cuando los niños se hacían mayores y comenzaban a trabajar contribuían a los gastos familiares. Era frecuente que entregaran a la madre el sueldo semanal y que ésta les diera algo para sus gastos, aunque dependía en buena medida de las familias. En otros casos preferían independizarse y administrar su sueldo. Esto último era más frecuente en aquellos que trabajaban fuera del pueblo y optaban por vivir por su cuenta, fuera de la casa.

Hoy día, según indican los informantes, han cambiado las circunstancias y los hijos apenas contribuyen económicamente a los gastos de la casa.

En Gorozika (B) los hijos, aún mayores, antaño daban el dinero a los padres, si bien algunos tenían cartillas de ahorro. Hoy en día entregan cierta cantidad en casa reservándose el resto.

En Zeanuri (B) los hijos no emancipados entregaban sus ganancias en casa e incluso los que, por razones de trabajo, vivían en casas de hospedaje, entregaban parte de las ganancias a la madre, que les administraba sus ahorros. En la actualidad son los hijos quienes administran sus dineros, y entregan alguna cantidad a la madre para los gastos.

En Elgoibar (G) muchos estudian una carrera por lo que comienzan a trabajar sobre los veinticinco años. Los que se inclinan por aprender un oficio comienzan a trabajar antes, a los dieciocho, y se quedan con el sueldo para gastarlo o ahorrarlo.

En Hondarribia (G) hoy en día hay casos en que los jóvenes trabajan pero no entregan ninguna cantidad de su sueldo en casa; los informantes dicen que viven muy bien a cuenta de sus padres. Por otro lado se está retrasando mucho la edad a la que los jóvenes se casan y ello repercute en la calidad de vida de sus progenitores.

Barandiaran constató en el barrio San Gregorio de Ataun (G) que los miembros de la familia que no eran el heredero, trabajaban en casas, talleres o fábricas situadas fuera del pueblo, tenían su bolsa o peculio independiente. Eso había traido consigo cierta desintegración familiar en el aspecto económico, que se había extendido a otros aspectos. Se relajaban los lazos de la tradición familiar y disminuía la autoridad paterna. Por eso muchos hijos no querían vivir con los padres una vez casados[1].

En las encuestas llevadas a cabo a principios del siglo XX se constató que en Pamplona (N) los hijos que trabajaban en la casa paterna, no adquirían peculio, quienes salían de ella e iban a América o a otra parte, conservaban lo que adquirían por su trabajo, y los padres no tenían ningún derecho sobre esos bienes. A los que trabajaban en la casa paterna se les dotaba a la hora de contraer matrimonio. En el Valle de Burunda (N) los hijos trabajaban para los padres mientras permanecieran solteros, y las hijas iban a segar fuera del pueblo y los ahorros los destinaban a adquirir parte del ajuar. En Caparrroso (N) los días festivos los padres daban a los hijos algo de dinero para gastos de bolsillo; algunos entregaban ese dinero a las novias para que fueran ahorrando para el casamiento y algunos con ese dinero se compraban una finca para cuando se casaran[2].

En Gernika (B); Oñati (G) y Castejón (N) las ganancias de los hijos mientras vivieran con los padres pasaban a éstos. Si vivían fuera de casa, iban constituyendo su propio peculio para cuando se casaran. En Falces (N) los hijos únicamente constituían peculio con bienes provenientes de donación, herencia o legado[3].


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. “Aspectos de la transición contemporánea en la cultura del pueblo vasco” in Etnología y tradiciones populares”. Zaragoza: 1974, p. 18.
  2. EAM, 1901. (Arch. CSIC. Barcelona).
  3. EAM, 1901. (Arch. CSIC. Barcelona).