Fracturas óseas

Las fracturas, generalmente de origen traumático, han sido tratadas en los últimos tiempos por personal sanitario. Aun así se han conocido remedios populares para componer los huesos y como se verá más adelante se ha recurrido con frecuencia a curanderos entendidos en estos menesteres.

La mayoría de los remedios hacen referencia al entablillado del hueso fracturado. Pero se han recogido algunos tratamientos previos a esta operación y que en algún caso parecen ser los únicos, es decir, no había entablillado posterior.

En Amézaga de Zuya (A) se aplicaban varios remedios: Se frotaba la zona donde se había producido la fractura con una patata podrida y barro; se aplicaba asimismo vinagre; y arcilla, que previamente se deshacía en agua y se colocaba a modo de cataplasma, es decir, envuelta en un trapo y disponiendo un plástico por encima. Este remedio se mantenía sobre la zona afectada durante una hora. También se consideraba eficaz contra el lumbago y los dolores de rodillas.

En Carranza (B) una vecina del barrio de Montañán cuenta que a un hombre le golpeó un toro y le rompió las costillas. El padre de la informante fue entonces hasta un monte cercano en busca de un helecho que llamaba antojil y que crecía cerca de los regatos y lagunas, con el que preparar un remedio que sirviese para curarle la fractura. No se empleaban las hojas, esto es, las frondes, sino que había que arrancar la planta y utilizar lo que crecía bajo tierra y que según la informante era como una patata delgada (el rizoma). El remedio se elaboraba cociendo esta parte del helecho y el paciente debía tomar el agua obtenida, cree que durante nueve días consecutivos.

Pero lo habitual era que se realizase el entablillado de la zona donde se había producido la fractura. A menudo se empleaban tiras alargadas y planas de madera que se elaboraban manualmente y se sujetaban en torno al miembro lesionado mediante cuerdas o vendas. A veces se aplicaba una venda sobre dichas tablillas empapada en distintos preparados cuya función, al solidificarse, era equivalente a la escayola.

En Muskiz (B) se colocaba el hueso en su sitio y se entablillaba para que no se moviese hasta que soldase. En Nabarniz (B) para arreglar las fracturas se amarraba la zona afectada con un vendaje. En Busturia (B) se ponían dos maderas prietas. En Tiebas (N) algunos pastores ponían tablillas que unían con pez para dar consistencia, o unas cañas atadas con cuerdas.

En Zeanuri (B) se utilizaban cuatro tablillas hechas con madera de haya atadas con una cuerda y formando un prisma cuadrangular alrededor de la zona lesionada[1].

En Elgoibar (G) los baserritarras eran reacios a acudir al médico y ellos mismos, o con la ayuda de algún vecino, se curaban las fracturas. Primero ataban un trapo en la zona donde se había producido la rotura y luego colocaban cuatro palos y los sujetaban arrollándolos con una sábana.

En Aoiz (N) se entablillaba el miembro que había sufrido la fractura y se guardaba reposo. En Izal (N) se utilizaban tablillas con oscas[2] en los extremos. En el Valle de Erro (N) se colocaba un vendaje de manera que el miembro afectado quedara inmovilizado y de este modo el hueso se pudiera soldar.

En Oñati (G) solían entablillar la zona tras lo cual la sujetaban con vendas empapadas en huevo batido, que se endurecían como la escayola.

En Améscoa (N) se curaban entablillando el miembro roto con zaricas de avellano, bien ensambladas con pez y una venda de trapo.

En Zerain (G) para las roturas de tobillo, muñeca o de los huesos de la pierna se sacaban unas tablillas de una rama de avellano y se colocaban sobre la zona donde se había producido la fractura. Por encima se aplicaba un paño de tela bien empapado en clara de huevo y se ataba bien, sujetando las tablillas. No se movía en veinte días o un mes. Otra fórmula aplicada a las fracturas de los huesos de brazos y piernas además de a muñecas y tobillos consistía en lo siguiente. Al producirse la rotura se mezclaba vino y aceite por partes iguales, se calentaba y tras templarse se pasaba suavemente por encima de la rotura. A continuación se sacaban cuatro costillas de una rama de castaño de la medida precisa. A un centímetro de un extremo se les hacía una muesca que servía para sujetar una cuerda delgada pero fuerte, que dándole una vuelta a la tablilla pasaba a la siguiente dejando entre ambas un hueco más o menos amplio dependiendo del grosor del miembro en el que se hubiese producido la fractura. Así se sujetaban las cuatro dejando el resto de la cuerda suelto. Con una venda, que antaño solía hacerse en casa con trozos de sábanas de lino, se vendaba bien toda la zona afectada y sobre la misma se colocaban las tablillas introduciendo primero la parte que estaba atada; después, con la cuerda sobrante, se ataba la otra parte. Se mantenía sin soltar entre veinte días y un mes. Una vez concluido este periodo era necesario tomar vahos en el miembro afectado.

En Viana (N) se ponía barro o arcilla blanca alrededor de la fractura. También se empleaban tablillas y vendas o una parrilla de alambre forrada con vendas.

Según Satrustegui si los niños habían sufrido alguna fractura de brazo o pierna, una vez realizada la cura les daban caldos de patas de vaca para que tomaran fuerza[3].


 
  1. Andoni REKAGORRI. “Medicina en la comunidad pastoril de la Sierra de Gorbea” in Etniker Bizkaia. Núm. 5-6 (1992) p. 79.
  2. En la Montaña y en la Navarra Media, el término osca tiene el significado de muesca o incisión. Vide José María IRIBARREN. Vocabulario Navarro. Pamplona: Institución Príncipe de Viana, 1984.
  3. José Mª SATRUSTEGUI. “Medicina popular y primera infancia” in CEEN, X (1978) p. 388.