Funciones de la serora el día de las exequias

En algunas localidades, como ya ha aparecido apuntado anteriormente, se ha constatado que la serora o la persona que ocupaba sus funciones, el día de los funerales y en otros oficios religiosos se encargaba de preparar todo lo relacionado con la sepultura doméstica o la colectiva en su caso.

En Deba (G), a fines del siglo pasado, en los funerales de segunda había una mujer encargada de encender las luces diariamente en la sepultura durante la misa mayor o conventual. En la década de los años veinte, esta costumbre quedó relegada a algunos funerales de primera clase[1].

En Abadiano (B), antiguamente, era la sacristana, serorie, la encargada de colocar las velas para la misa-funeral. También en Durango (B), el día del funeral, novenario y otros oficios fúnebres, la serora y posteriormente el sacristán se ocupaba de colocar la manta de la sepultura colectiva y de encender los candeleros. Todo este ajuar pertenecía a la parroquia.

Mujeres ante las sepulturas familiares. Elosua (G), 1972. Fuente: Miren Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.

En Murelaga (B), difunturie era la mujer que cuidaba las sepulturas de la iglesia, teniendo a su cargo asimismo la preparación y el reparto de las ofrendas de pan, olatak.

En Salvatierra (A), en las exequias fúnebres, la beata[2], previamente a que las mujeres del duelo se colocaran en la sepultura familiar, encendía las velas, las hachas y la cerilla tanto de la sepultura doméstica de la familia del finado como de las restantes. En ocasiones se hacía también cargo de las sepulturas.

En Beskoitze (L) era la andere serora quien disponía la iglesia el día del funeral. En Arberatze-Zilhekoa (BN), los domingos, la andere serora tenía a su cuidado el encender y apagar las candelillas de los fallecidos durante el año.

Zerain (G), 1972. Fuente: Miren Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.

En Sangüesa (N), la familia más directa del difunto pagaba a la mandarresa todo lo necesario para el culto en la sepultura.

A veces, como hemos visto que ocurría en Vasconia continental con la primera vecina portadora de la ofrenda de luces, que en el templo cuidaba de que los cirios ardieran y vigilaba la sepultura, también en otras localidades eran las ofrenderas del cortejo quienes se encargaban de la sepultura.

En Otazu (A), en la década de los 20, las dos jóvenes que en la conducción del cadáver habían llevado las velas y los cirios eran las encargadas, durante el funeral, de atizar las velas, hachas y «cirios» que ardían en la sepultura perteneciente a la casa del difunto[3].

En Mendiola y Obecuri (A), el encendido de las luces en la sepultura lo realizaban asimismo las dos jóvenes que en la conducción habían portado las velas y cirios que rodeaban el ataúd en la casa mortuoria.


 
  1. AEF, III (1923) p. 72.
  2. Esta denominación podría ser reminiscencia de las reducidas comunidades de beatas que vivían en el Monasterio de Ula, Hospital y Capilla de La Magdalena, Iglesia de San Martín, anexa a la Casa de la Villa y en otras ermitas de la jurisdicción de la Villa que se sustentaban con su trabajo y servían a estos Santuarios.
  3. AEF, III (1923) p. 65.