Gipuzkoa

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La dote, ezkonsaria

En Beasain la dote o arreo no se constituía con bienes raíces, que se procuraba no dividirlos, y la ponían los padres de la novia. Generalmente consistía en el ajuar doméstico y algunos utensilios de labranza. En las familias pudientes era más valioso y se complementaba a veces con dinero. Hasta finales del siglo pasado algunas jóvenes hacían la aportación en oro y el hecho no pasaba desapercibido a la gente que en estos casos solía decir: "urrea eraman dio" (le ha llevado oro).

En Berastegi cuando la novia se casaba a la casa del novio llevaba la dote o arreo que consistía en el ajuar doméstico (mobiliario, ropa y utensilios). En el supuesto inverso el novio aportaba una cantidad en metálico convenida previamente entre las dos familias. En las décadas de los treinta y los cuarenta el dinero de la dote ascendía a unas dos mil pesetas.

En Bidegoian la dote por antonomasia era el dinero y/o los bienes que recibía la novia de sus padres con motivo del matrimonio. Los bienes consistían en el ajuar y algunos utensilios, nunca en terrenos o heredades de la propiedad que no se desmembraba. El que la cantidad de dinero fuera mayor o menor dependía de las posibilidades económicas. También se conocía con el nombre de dote lo que recibían los hijos solteros, excepto el heredero del caserío, cuando abandonaban el hogar familiar para casarse. Hoy día (años noventa) la dote se concreta en dinero y el arreo, preparado por la madre, lo aporta la propia novia una vez casada.

En Elgoibar la dote en algunas familias normalmente consistía en dinero; otras no dotaban a sus hijos y el dinero que aportaban los novios era el que ellos habían ahorrado. El arreo que preparaba la novia consistía generalmente en sábanas, toallas, los enseres de la habitación, etc. Algunas muchachas llevaban una cama e incluso ganado doméstico. Todo ello se concertaba antes de comenzar las amonestaciones.

En los años cuarenta la dote de la gente pudiente ascendía a unas diez mil pesetas y la pagaban los padres. El novio solía aportar además la habitación que había tenido de soltero y la novia, el comedor. En algunas familias el dinero que iba ganando el muchacho se lo iban guardando para que se llevara esos ahorros cuando se casase. Hoy día lo común es no dotar.

En Elosua lo que la mujer aportaba al matrimonio, ezkonsaria, se componía de dos elementos: el arreo, arriua, que comprendía las camas, cómoda, sillas, sábanas y colchas, y la dote, dotia, en metálico.

En los años treinta la aportación de la novia ascendía a unos diez mil reales, de los que ocho mil correspondían al arreo y a la dote, los dos mil restantes. El día de la firma del contrato matrimonial el padre de la joven acudía a la notaría con el listado de precios del arreo y el dinero de la dote. Ambos eran pagados por la casa de los padres de la novia. Esta llevaba el arreo a la del marido el día de la boda. Se conocen casos en que para convenir el importe de la dote se reunían los padres de ambos contrayentes y el padre de la novia entregaba al del novio la cantidad acordada. En los años treinta se consideraba normal una de dos mil reales y en los cincuenta de unas diez mil pesetas.

En esta misma localidad de Elosua el heredero del caserío debía pagar la dote a los hermanos solteros cuando se casaran. En la década de los treinta la cantidad entregada por este concepto era de alrededor de setecientos cincuenta reales, mientras que a mediados de los años cuarenta ascendía a mil doscientos cincuenta reales y a finales de los años cincuenta era de unas diez mil pesetas. Si se les daba un oficio, la dote a pagar era menor. Al recibirla firmaban una carta de pago, karta-pagua.

En Ezkio lo que se conoció después como dote, ezkonsaria, antiguamente se denominaba arreoa, el arreo. Era algo de lo que se ocupaban las jóvenes que lo iban preparando a lo largo de los años y ellas mismas se encargaban de llevarlo a la nueva casa. La dote provenía generalmente del patrimonio doméstico pero había veces en que la propia novia con sus ahorros lo completaba. Se iba preparando con antelación al matrimonio y se tenía dispuesta antes de que se leyera la última proclama, azken deia egin aurretik.

En Gatzaga la joven aportaba una dote, en bienes y en metálico, como anticipo de la legítima, cuyo valor más o menos simbólicamente era proporcional a lo que podía aportar el joven. También los muchachos antaño llevaban su dote en ropa personal, muebles, aperos de labranza y cabezas de ganado. En tiempos más recientes la dote quedó reducida a una cantidad en metálico.

En Getaria la dote consistía generalmente en ropa de vestir, lencería de cama y de cocina. El nuevo matrimonio alquilaba generalmente la que sería su nueva vivienda y compraba lo necesario para montarla. En estos menesteres les ayudaban sus padres.

En Hondarribia sólo las muchachas aportaban dote, dotia. A partir de que una niña tuviera catorce años aproximadamente, su madre empezaba a prepararle el ajuar. En la década de los sesenta en las tiendas de comestibles daban unos puntos por cada compra que las madres canjeaban luego por productos con destino al ajuar de las hijas. Después las propias mozas asumían la responsabilidad de concluir la labor.

En Mendaro la dote se componía de un pago en dinero y del arreo. La dote matrimonial de un pequeño propietario podía ser de unos doscientos o cuatrocientos ducados. Los matrimonios solían perseguir también la unión de las economías de dos caseríos.

En Arrasate la dote de los hijos cuando se casaban podía constituirse con bienes raíces o adquiridos o de ambas clases, si bien el usufructo se lo reservaban de por vida los padres. La novia aportaba la dote en metálico y el arreo.

En Oñati la dote se materializaba en muebles y ropa (sábanas, toallas, etc.).

En Telleriarte la dote se componía de dinero y del arreo. Normalmente el padre de la novia entregaba el dinero al del novio el día de la firma del contrato matrimonial y otras veces con algunos días de antelación a la celebración de la boda. El arreo consistía generalmente en mobiliario y enseres para el hogar, tales como un dormitorio completo de una o dos camas, un lavabo de la época, un baúl, una mesilla, una silla y dos armarios.

En Zerain, a principios de siglo, la dote era aportada por la mujer y se conocían al menos dos variantes: las consistentes en monedas de oro y ropa blanca, y las que se componían de una cantidad de dinero que podía oscilar entre cinco y diez mil reales en metálico y otro tanto en muebles, ropa blanca, menaje de cocina, aperos o útiles de trabajo. Los bienes raíces no se desmembraban ni constituían por lo tanto parte de la dote. En ocasiones podía repartirse el dinero obtenido por la venta del vuelo de un monte pero la tierra siempre se mantenía formando parte de la casa. Si en la casa había algún hijo natural reconocido recibía la dote como los demás.

Actualmente (años noventa) si la continuidad del caserío no está garantizada por la soltería de sus ocupantes, los padres a veces se desprenden de bienes raíces en favor de los hijos casados fuera.

Antaño las dotes que aportaban monedas de oro eran objeto de numerosos comentarios del tipo: arropa zurie eta urrea eraman zioan... (¡recibió una dote de oro y ropa blanca!).

En Zestoa, a principios de siglo, los padres procuraban darles a los hijos que tomaban estado la dote proporcionada a los bienes.

Consecuencias de la ruptura

Con carácter general se ha recogido que en tiempos pasados apenas se conocieron casos de ruptura de noviazgos una vez que se había llegado al acuerdo o a la firma del contrato matrimonial (Beasain, Berastegi, Bidegoian, Elgoibar, Elosua, Ezkio, Getaria, Oñati, Telleriarte).

En Elgoibar si el matrimonio se casaba sin contrato y se producía la ruptura se devolvían los regalos. En Arrasate dependía de lo estipulado en el contrato.

En Elosua los mayorazgos se casaban siempre con contrato matrimonial. En el improbable supuesto de ruptura del noviazgo una vez firmado el acuerdo, lo que no se producía en ningún caso era la entrega del arreo y de la dote por parte de la novia puesto que tenían lugar el mismo día de la boda.