Herpes zona, basandrea

En Sara (L) la erupción cutánea que en castellano se denomina zona (¿especie de sarampión?) la designan con el nombre de basandrea. Para curarla había que frotar la parte enferma con sangre de tres crestas de otros tantos gallos pertenecientes a tres casas. Se cortaban las crestas y la sangre que salía de ellas servía para esta operación. Ninguno de los gallos utilizados debía ser de la propia casa del enfermo. Otro método para curar basandrea era que el enfermo fuera conducido a cuestas durante un buen trecho de camino por una persona que hubiera pasado la misma enfermedad. Se decía que esta erupción era incurable si se extendía en el cuerpo hasta rodearle totalmente. En Donibane-Lohitzune (L) se ha recogido también para zona la denominación basandrea.

Otra variante de esta práctica fue recogida también en Vasconia continental como remedio para la erupción cutánea llamada zona: se cortaba dos veces la cresta de un gallo y la sangre se extendía sobre la zona dañada. A continuación una persona que hubiera padecido la misma afección cargaba con el paciente sobre sus espaldas y le daba nueve vueltas alrededor de la casa[1]. En Arberatze-Zilhekoa (BN) el herpes zona, gerrikoa, se curaba si uno que lo hubiera padecido llevaba montado sobre su espalda a quien lo padeciera, en principio el tiempo necesario para rezar juntos un rosario. La enfermedad se podía extender rápidamente por todo el cuerpo, razón por la que había que practicar de inmediato el remedio citado. La gente sabía también que había que evitar tocar y mojar la zona. Se efectuaban asimismo “pasadas” con las manos sobre la zona enferma como si se tratara de magnetismo, con tres sesiones se notaba ya un gran alivio.

Según constató el P. Donostia para curar esta enfermedad llamada txingola, zona, se necesitaba que el paciente diera siete vueltas alrededor de una mesa cargando sobre su espalda a alguien que hubiera padecido la misma enfermedad[2]. Otra versión, recogida también en la Vasconia norpirenaica, dice que una persona que hubiera padecido la misma enfermedad debía coger una cresta de gallo y dejar caer la sangre que corría de ella sobre los granos del paciente. Después éste debía ir a una encrucijada de caminos y rezar nueve padrenuestros para el que le aplicó la sangre de gallo. No sólo el enfermo sanaba sino que además adquiría la virtud de sanar a otros que tuvieran la misma enfermedad[3].


 
  1. DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 199.
  2. José Antonio de DONOSTIA. “Quelques notes au sujet des médecins et médecines populaires au Pays Basque” in Gure Herria, XXXIII (1961) p. 29.
  3. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 65.