Herrado

De Atlas Etnográfico de Vasconia
Revisión del 06:42 17 may 2019 de Admin (discusión | contribuciones) (Texto reemplazado: «<div class="subindice"> Apartados:» por «<div class="subindice">»)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar a: navegación, buscar

El herrado consiste en proteger las extremidades del animal ajustando y clavando herraduras a los cascos o callos a las pezuñas para evitar el desgaste y la malformación que se produce debido al roce con el piso.

Ha sido práctica ampliamente extendida herrar al ganado vacuno y caballar utilizado en trabajos.

En Agurain (A) el oficio de herrador ha perdurado hasta 1970. El herradero, potro, estaba situado extramuros y era propiedad del herrador y de explotación familiar. Estaba sometido a la autoridad del veterinario municipal. También había herraderos en los lugares de Ezquerecocha, Guereñu, Heredia, Narvaja y Ozaeta, a los que acudían los de los pueblos vecinos con sus ganados en días señalados.

En Apodaca (A) el ganado se llevaba a herrar a Gopegui. El potro para los bueyes estaba cerca de la herrería. Era un local preparado para ello, propiedad del ayuntamiento. Años después las caballerías se llevaron a casa del herrero de Ondategi. Para herrar estos animales les acompañaba el veterinario.

En Araia (A) hasta los años setenta existió en el pueblo un herrador que realizaba todo tipo de tareas relacionadas con su labor. El potro estaba situado en el barrio más antiguo y emblemático de Araia, Andra Mari. A partir de esta década, que es cuando se introdujo la maquinaria agrícola, los animales dejaron de estar herrados.

En el Valle de Ayala (A) el ganadero que tenía maña para herrar lo hacía él mismo, ayudado por otros. En caso de que no supiera, llevaba los animales a un herrero o éste se pasaba por los pueblos.

En Bernedo (A) el ganado de trabajo, vacuno y caballar, se herraba para evitar que se aspease, es decir, que se le desgastaran en exceso los cascos.

En el Condado de Treviño (A) los bueyes se llevaban a los potros de Vitoria y Treviño. En el pueblo de Albaina había potro y en Treviño, herrador. Cuando se desplazaban a Vitoria los bueyes se llevaban juncidos, salían de Uzkiano hacia las cuatro de la mañana y llegaban hacia las ocho. Lo mismo ocurría con los de San Vicentejo e Imiruri. Los de Saseta iban a Markinez. En Vitoria acudían a la Plazuela de los Guardias o a la calle Nueva Fuera, adonde Reparaz. Una vez herrados volvían sueltos al pueblo.

En Moreda (A) las caballerías se llevaban al herrador de la ciudad de Viana unas cuatro veces al año, una por trimestre, dependiendo del estado en el que se encontraran los cascos. Cuanto más trabajara el ganado, mayor necesidad tenía. Si no se hacía esta operación se les estropeaban las pezuñas. Al maestro albéitar y al herrador se les obligaba a vivir en Moreda. Sus misiones eran las de herrar a los animales y poner todos los remedios para curar las caballerías.

En Amorebieta-Etxano (B) hubo un herrador hasta la década de los sesenta que se encargaba de herrar vacas y bueyes. En algunos caseríos, donde criaban bueyes tenían una especie de potro ya preparado y llamaban al herrero para que realizara su labor a domicilio. Hoy en día hay uno en Berriz al que llevan sobre todo bueyes. También hay otro en Gernika que dispone de un potro metálico con ruedas que puede acoplar a un vehículo como si se tratase de un remolque y desplazarse con él a los caseríos que le soliciten sus servicios.

En Urduliz (B) tuvieron herrador en el barrio Elortza hasta la década de los sesenta aproximadamente. A partir de entonces los ganaderos acuden con sus animales a la localidad vecina de Maruri. Este trayecto se recorría a pie y hoy en día en camión.

En Oñati (G) en algunos casos era el herrero quien acudía a las casas y en otros a la inversa.

En Allo (N) la frecuencia de esta operación dependía de la dureza del casco de cada animal y de la voluntad de su dueño; siempre había personas que les hacían durar más que otras. Generalmente los bueyes solían herrarse de dos a tres veces al año y las caballerías cada dos o tres meses. Teniendo en cuenta que el censo de estos animales fue elevado, se deduce que los herradores tenían bastante trabajo. Este oficio dependía del veterinario, es decir, éste decidía quién había de ser el titular y en qué condiciones debía trabajar.