Horarios de baile

Revisión del 07:10 1 abr 2019 de Admin (discusión | contribuciones)
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El baile dominical en los pueblos solía comenzar una vez finalizado el rezo del rosario o la función de vísperas en la iglesia y duraba hasta el toque de oración del atardecer[1]. Hay que tener presente que en tiempos pasados los toques de campana de la parroquia marcaban los hitos destacados del día y de la vida de los vecinos, sobre todo en el mundo rural. Los bailes de las fiestas patronales se prolongaban comúnmente hasta la media noche mientras que hoy en día las verbenas de los días de fiesta tienen lugar entre la medianoche y la madrugada del día siguiente.

Los medios de transporte (ferrocarril, autobús, taxi y sobre todo el vehículo particular) han tenido una gran incidencia en la movilidad de los jóvenes para trasladarse a bailar de un lugar a otro y han afectado asimismo a la antigua rigidez horaria para retirarse a casa.

En Markina, Nabarniz y el Valle de Orozko (B) se ha recogido que los domingos por la tarde, a una hora temprana, se acudía a la parroquia al rezo del rosario. Era impensable acudir al baile sin haber asistido antes a la función religiosa. En Orozko señalan que a continuación las chicas formando grupitos paseaban por la carretera y comenzado el baile acudían a la plaza donde se sentaban en los bancos.

En Nabarniz (B) los muchachos echaban unas partidas de cartas en el bar mientras las chicas paseaban arriba y abajo. Luego comenzaba el baile que se prolongaba hasta el toque vespertino del ángelus. Había que volver a casa al toque de oración del atardecer antes de que anocheciera, arimaittekuuk joten dabenien, etxera; argi dagoela sarritan, illuntzebarrien. El regreso, al menos el de las chicas, era siempre en grupo para lo que había que proveerse de farol o linterna, farola edo linternie etxera juuteko por la ausencia de iluminación pública y el riesgo que ello conllevaba. Una informante de esta localidad recuerda que en su época juvenil una de las preocupaciones cuando iban al baile dominical era el enterarse o recabar de la madre la fase lunar en la que se encontraban, igetargieri inportantzi andie, pues si brillaba la luna no necesitaban ayudarse de luz artificial.

Las personas encuestadas de Hazparne (L) guardan memoria de que los lugares de baile distaban a menudo varios kilómetros de la localidad y para que las muchachas no regresaran solas a sus casas los chicos les esperaban en un punto del camino para acompañarles.

En Goizueta (N) la hora que marcaba la finalización del baile era el toque del ángelus, a las nueve de la noche en verano (amezkila y también lo denominaban keda en euskera). Igual costumbre se ha recogido en Lezaun (N) donde el baile se celebraba desde la salida del rosario hasta el toque de oración, también en Bidegoian (G) este toque, conocido como abemarikoa, marcaba la señal de retirarse a casa y López de Guereñu registró esta misma costumbre en Apellániz (A) donde, según señala, la iglesia disponía que no hubiera bailes ni danzas después de las avemarías[2].

En Berganzo (A) el baile solía finalizar al toque de oración, en Artziniega duraba unas dos horas para acabar al anochecer y en Amézaga de Zuya (A) se bailaba una o dos horas en las tardes de los domingos. En Mendiola (A) hasta mediados de siglo la hora de regreso del baile solía ser alrededor de las ocho de la noche. No estaba bien visto que las chicas se retrasaran y, en ocasiones, si se demoraban encontraban la puerta de casa cerrada. En Murgia (A) antiguamente los bailes tenían lugar desde las seis o siete de la tarde hasta las nueve o diez de la noche. En ellos se reunían los jóvenes de localidades próximas mientras que ahora, según advierten los informantes, con los coches se acude a localidades distantes.

En Lezama (B) el baile dominical con participación de jóvenes de ambos sexos tenía lugar desde la media tarde hasta el anochecer y en las fiestas patronales se prolongaba hasta media noche, domekatan jantzia egoten zan, arrasti erditik illuntzerarte, amabiek arte edo jaletan. Jantzara neska-mutillek joaten ziren. En Elgoibar (G) comenzaba a las seis de la tarde y terminaba sobre las ocho o nueve y en Artajona (N) comenzaba a media tarde y finalizaba hacia las nueve de la noche. Los informantes de Elosua (G) puntualizan que tenían que retirarse pronto a casa, illuntzian, etxera aguro.

En el Valle de Carranza (B), a mediados de la década de los cuarenta, había que estar en casa de vuelta a las ocho de la tarde en invierno y una hora más tarde en verano. Los informantes diferencian la romería de la verbena. La primera tenía lugar antes de la cena y en ella estaban representados todos los grupos de edad desde niños hasta ancianos, participando activamente los adolescentes. La verbena comenzaba entrada la noche y duraba hasta la madrugada con asistencia de jóvenes solteros y matrimonios jóvenes. A finales de los setenta y en los ochenta la hora de salida de casa de los jóvenes era entre las seis o siete de la tarde para estar de vuelta hacia las diez. La exigencia del horario de retirada era más estricto para las chicas que para los chicos.

En Hondarribia (G) a principios de siglo, las chicas obligatoriamente debían regresar a casa antes del anochecer. Las personas de edad recuerdan vivamente el enfado de sus padres por haber llegado tarde. La excepción a tal estricta regla sólo se daba durante las fiestas del pueblo.


 
  1. Hasta tal punto estuvo arraigado lo del toque de oración que la letra del conocido y popular zortziko de Ignacio Tabuyo titulado “La del pañuelo rojo” comienza diciendo: “Aunque la orasión suene yo no me voy de aquí, la del pañuelo rojo loco me ha vuelto a mí...”.
  2. Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Apellániz. Pasado y presente de un pueblo alavés” in Ohitura, 0 (1981) p. 203.