Integración de los solteros en la casa

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Tradicionalmente en todas las regiones de Vasconia los hijos solteros han tenido la posibilidad de seguir viviendo en la casa natal, dedicándose los hombres a las labores del campo y realizando ellas las tareas del hogar. A la muerte de los padres continuaban viviendo en la casa con el hermano heredero y su familia, de modo que no quedaban desatendidos, aunque esa situación fuera fuente de conflictos. A partir de los años cincuenta los solteros mayores de edad que hasta entonces se dedicaban a las labores del campo empezaron a trabajar como asalariados fuera del hogar. Así lo constatan las encuestas de Amézaga de Zuya, Bernedo, Mendiola, Moreda, Salvatierra (A); Gorozika, Lemoiz, Orozko, Trapagaran, Zeanuri (B); Bidegoian, Zerain (G); Garde, Monreal (N); Arberatze-Zilhekoa, Saint Just Ibarre (BN) y Hazparne (L).

En Zerain (G) señalan que aunque los hermanos solteros trabajen y vivan fuera de la casa paterna durante años, no por ello pierden el derecho a volver a ella. La comunidad familiar alcanza a todos los nacidos en la casa, etxekook.

En Zeanuri (B) los hermanos solteros siguen viviendo en la misma casa hasta su matrimonio; son considerados etzekoak y componen una familia con sus padres. Cuando éstos mueren, el heredero les da una dote para que se casen. Si permanecen solteros se quedan en la misma casa trabajando en ella; son los tíos solteros. Si trabajan en fábricas o talleres, o ejercen algún oficio, aportan a la casa una cantidad estipulada en concepto de alimentación y limpieza de ropa.

En Obanos (N) los solteros podían quedarse en la casa ayudando y trabajando. Si los medios escaseaban buscaban trabajo por cuenta ajena y aportaban el dinero a la casa mientras viviera la madre. Aunque salieran fuera del pueblo, tenían y tienen como casa propia la materna. También los religiosos y sobre todo los sacerdotes diocesanos han seguido vinculados a la casa regresando en vacaciones al pueblo a descansar.

En Busturia (B) señalan que los marinos jóvenes entregaban en casa lo que ganaban mientras permanecieran solteros; al casarse el padre les daba una cantidad de dinero. El heredero de la casa con sus tierras, etxeguntzie, debía dar comida y cobijo a sus hermanos y tíos solteros durante los años que se señalaban en el testamento o en el contrato matrimonial del heredero. Frecuentemente surgían conflictos generalmente "porque comían y dormían mucho pero trabajaban poco". En situaciones extremas, se marchaban y se alojaban fuera de la casa.

En Donoztiri (BN) aquellos hijos que no hubieran sido elegidos por sus padres para ser herederos de la casa podían formar su peculio con lo que ganaran fuera de ella, salvo en caso de necesidad de los padres. Pero si trabajaban en la casa paterna, solamente al casarse percibían cierta cantidad como dote; o bien cobraban lo que en herencia les correspondía al morir sus padres, o a los 32 años de edad. Si no tomaban estado tenían derecho a vivir en el domicilio paterno, aún después de percibir su herencia, trabajando desde entonces, generalmente a jornal, bajo la dirección del heredero[1].

En Romanzado y Urraul Bajo (N) el hijo o hija mayor heredaba la casa y hacienda. Los otros recibían dinero y ropas. Los solteros tenían derecho a permanecer en casa y sus derechos y obligaciones quedaban establecidos por el padre o la madre al formalizar el matrimonio del heredero, generalmente ante notario. Incluso después de haber pasado muchos años en América algunos solteros volvían a la casa paterna[2].

En Gatzaga (G) señalan que los solteros mayores eran los "burros" de carga de las familias. Según un rico mayorazgo local "en todas las casas debería de haber un buen solterón; daban todo sin exigir nada a cambio"[3].

En Ezkio (G) e Izal (N) la mujer que quedaba soltera acudía a casa de alguno de sus hermanos ofreciendo su ayuda en el cuidado de los niños y en las labores domésticas; mientras que los hombres solteros colaboraban en los trabajos propios del caserío.

En Valdegovía (A) lo mismo que en Arrasate (G) y Artajona (N) anotan que las solteras llevaban una vida discreta viviendo en la casa natal y encargándose de atender a los padres. En Urduliz (B) la mujer soltera llegada a una edad dejaba de asistir al baile y se refugiaba en su casa: se dedicaba a las labores de la casa, ayudaba en las tareas del campo y del cuidado de los animales, iba a la plaza y cuidaba de los padres. Sobre ellas recaía la mayor parte de las tareas domésticas. Esto mismo se resalta en Moreda (A) y Elgoibar (G) donde dicen que estaban consideradas como las criadas de las casas, ya que no hacían otra cosa que trabajar.

En Lekunberri (N) apuntan que en estas situaciones las relaciones domésticas no siempre eran fáciles. A la llegada a la casa de la esposa del heredero, las restantes mujeres quedaban relegadas a un segundo plano y muchas veces eran despreciadas por la nueva señora de la casa, etxekoandrea. Asimismo dicen en Markina (B) que algunas solteras consideraban que era mejor salir de casa para no tener que sufrir esos desprecios. En Hazparne (L) la presencia de la mujer soltera en el domicilio de los hermanos no siempre funcionaba. Debían de someterse a las órdenes de la dueña de la casa lo que resultaba difícil de lograr. En Sangüesa (N) las solteras tenían derecho a manutención y techo pero su vida era dura ya que trabajaban sin cobrar un céntimo.

En Goizueta (N) en épocas pasadas, la situación de los solteros era penosa, siendo aún peor la de las mujeres: una sola era suficiente para efectuar los quehaceres diarios de la casa, con lo cual la otra sobraba. Los solteros estaban en mejor posición ya que nunca faltaba trabajo en el campo y en el cuidado de los animales.

En Zerain (G) se considera que el hombre soltero de principios de siglo se defendía mucho mejor que las mujeres solteras. En muchas casas el segundón poseía un rebaño y pasaba parte del año en los pastos de Urbia o cercanos a la propia casa; el rebaño le proporcionaba independencia económica.

En Orozko (B), la soltería se tenía por una desgracia aunque los hijos pudieran seguir viviendo en la casa natal. Las jóvenes que no fueran hijas de propietario, etxaguntzakoak, estaban abocadas a ejercer de criadas en casas ajenas. Las que se quedaban en la casa ayudaban en las labores del caserío, realizando los mismos trabajos que la dueña; con todo no era extraño que surgiesen conflictos y que algunas mujeres solteras se vieran despreciadas en su misma casa. En las casas con una economía desahogada la vida era más cómoda y la relación entre las mujeres más fácil y por tanto más satisfactoria. A esto se refiere el dicho: etxe betean andrak be onak, en casa llena hasta las mujeres son buenas.

También existen apreciaciones divergentes de las expresadas arriba. En localidades como la de Lartzabale (BN) la presencia de solteros en la casa se consideraba una bendición ya que trabajaban más que los criados a cambio de un pequeño peculio. También en Bidegoian (G) las mujeres solteras trabajaban muchísimo en el caserío y eran muy queridas en las casas. En Lezaun (N) los mozos viejos eran considerados provechosos ya que lo aportado con su trabajo era superior al poco gasto que generaban. También en Carranza (B) los solteros estaban bien considerados en la casa donde vivían, ya que trabajaban para la misma sin percibir a cambio más que una módica cantidad de dinero cuando salían un domingo. En los caseríos de Bermeo (B) el tío soltero es considerado poco menos que una institución. En Zeanuri (B) el tío o tía solteros, son denominados cariñosamente etzeko osaba y etzeko izekoa y ocupan en la mesa y en las ceremonias rituales un lugar preferente. En muchos casos la tía soltera que se ha quedado en casa con sus padres es considerada y respetada por sus hermanos y sobrinos.

En Abadiano, Muskiz y Zeanuri (B) anotan que muchas mujeres solteras se han dedicado a la costura como profesión.

También la limpieza y adorno del templo han sido tareas encomendadas a las solteras. En Moreda (A) y en Artajona (N), dicen que debido a su religiosidad las solteras mayores se ocupaban de tareas tales como el lavado, el planchado y el arreglo de los ornamentos y lienzos de la iglesia. De esta tradicional dedicación ha surgido el dicho: "Te vas a quedar para vestir santos". A lo que se responde comúnmente: "Mejor vestir santos que desnudar borrachos" (Apodaca, Mendiola, Salvatierra-A; Durango-B; Sangüesa-N). En Viana (N) no era un despropósito decir que se quedaban "para vestir santos", ya que pertenecían a todas las asociaciones religiosas. Si una familia contaba con un hijo sacerdote una de sus hermanas solteras era destinada muchas veces a ser su ama de llaves (Salvatierra-A). En Carranza (B) mujeres solteras y entradas en años se dedicaban a atender la iglesia y al sacerdote, la gente les llamaba "amas de cura"; hacían las funciones de criadas de los sacerdotes y a cambio éstos les proporcionaban la comida y el vestido.

Una apreciación en la que coinciden muchos informantes es que antiguamente los solteros varones dependían mucho de su familia, tanto en la alimentación como en la limpieza. Dadas las técnicas nuevas que se han implantado (cocinas eléctricas o de gas, comidas semi-preparadas, lavadoras, etc.), esta dependencia es menor y se valen por sí mismos.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. “Rasgos de la vida popular de Dohozti” in OO.CC. Tomo IV. Bilbao, 1974, p. 62.
  2. José de CRUCHAGA Y PURROY. “Un estudio etnográfico de Romanzado y Urraul Bajo” in CEEN, II (1970) p. 215.
  3. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 72.