Juegos con tabones

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Además de los juegos de tabas descritos hasta ahora y que se han considerado más propios de chicas, existen otras maneras de jugar a tabas, en las que los participantes eran casi siempre chicos. Aunque el material empleado para jugar era el mismo, se trata de un juego distinto. En este caso nos encontramos ante un juego de azar semejante al de los dados, donde además interviene como componente esencial el «castigo». Se solían emplear aparte de las tabas habituales de cordero o cabrito, otras de mayor tamaño como eran las de carnero o las de ternera.

En Durango (B), uno de los juegos de tabas populares entre los chicos era el denominado «Rey y verdugo». Se jugaba con una única taba. En Muskiz (B) recibía el nombre de «Perdón y castigo», y en Portugalete (B), «Al rey verga». En esta localidad marinera vizcaina también se usaban las tabas para juegos de azar en los que se apostaba dinero al igual que lo hacían en Laguardia (A) con los tabones, astrágalos de ternera.

En Muskiz para jugar al «Perdón y castigo» se usaban tabas de cordero. A la cara cóncava se le llamaba perdón, a la convexa, castigo, la taba de canto por la parte convexa recibía el nombre de verdugo y el canto opuesto, rey. Se jugaba tirando la taba al aire y dejándola posar para que los participantes actuaran en función de la cara que mostrara.

En Vitoria (A) se jugaba con una taba de ganado mayor, ternero o novillo. Cada una de las caras recibía los nombres: castigo, la cara ancha y cóncava; perdón, la cara ancha y convexa; rey, la cara estrecha cóncava; verdugo, la cara estrecha convexa. En Artziniega (A) las caras, siguiendo el mismo orden citado para Vitoria, se denominaban beres, perdón, deberes y pitón. En Portugalete (B), las caras recibían los nombres de palos, perdón, rey y verdugo. En Allo (N) las caras anchas se denominaban palos y patata, y verdugo y rey, las estrechas.

El juego, descrito en Muskiz, Portugalete (B); Allo, Murchante (N) y Vitoria (A) se desarrolla de la siguiente manera: Participaban varios niños. Cada uno de ellos lanzaba la taba haciéndola dar vueltas y según la cara que apareciera hacia arriba, asumía el puesto que le correspondiera. En la primera ronda iban tirando los jugadores una taba hasta que salieran un verdugo y un rey. Continuaba el juego tirando la taba los demás. Si salían patata o perdón, el jugador se libraba de cobrar, mientras que si aparecían palos o castigo recibía la pena que el rey ordenara y que el verdugo, que no podía hablar, ejecutaba. La condición de verdugo y de rey se perdía cuando otro jugador por sorteo de tirada de la taba la conseguía poner en la posición necesaria, y fácil es suponer que los nuevos cargos se tomaban la revancha.

En Allo (N) a juicio de algunos informantes el juego era duro por la violencia que se empleaba. El objeto con el que se castigaba era un cinturón de pantalón o correa, y los castigos eran muy variados, siempre a voluntad del rey: un golpe suave en la palma de la mano se propinaba con una cuarta del cinturón; tres golpes fuertes con dos cuartas; diez golpes muy fuertes, con toda la longitud de la correa, dados en las piernas; etc.

En Vitoria (A), los castigos variaban según fuera la forma o el número de veces que se golpeara. El rey decidía si habían de ser diez, veinte o más golpes. La forma podía ser muy suave, suave, fuerte y muy fuerte. Se preparaba el pañuelo, en ocasiones mojándolo previamente y se anudaba fuertemente uno de sus extremos, apretándolo para que el golpe resultara más doloroso. El verdugo estaba obligado a ejecutar las órdenes del rey, y si a juicio de éste no lo hacía satisfactoriamente, pasaba de verdugo a castigado.

Los informantes de Muskiz y Portugalete (B) señalan que también se empleaba un pañuelo al que habían hecho un nudo en uno de sus extremos cuando el castigo infligido era severo. En el caso que la pena impuesta fuera suave se azotaba con la parte del pañuelo sin anudar.

En Muskiz, donde consideraban el juego un ejemplo de impartir justicia, los castigos eran más o menos severos teniendo en cuenta el comportamiento que el castigado hubiera tenido para con los demás en las jugadas precedentes en que ejerció como verdugo. Jugaban sobre todo por Navidad y San José, que eran las épocas en que se comía cordero y se podía por tanto conseguir tabas.

En Portugalete, los castigos que se aplicaban a los jugadores eran:

Pañoletazo. Consiste en que el verdugo aplique el número de pañoletazos exigido por el rey como castigo. Uno de los extremos deberá estar anudado y se golpeará con el pañuelo la palma de la mano del castigado, puesta hacia arriba.

Castigo de conejo. Normalmente se aplicaba en función de las querencias o amistad que tuviera con el castigado el que hacía de rey. Consistía en acariciar la palma de la mano con el pañuelo el número de veces que hubiera indicado el rey.

Tirar del pañuelo. Se intenta coger el pañuelo que mantiene lo más tieso posible uno de los jugadores. Otro enrolla el pañuelo alrededor de la mano pero sin cerrarla del todo. En un momento determinado el que tiene el pañuelo tira de él hacia abajo con rapidez y el otro debe atrapar el pañuelo. Si lo consigue se queda con la verga (el pañuelo).

En San Martín de Unx (N) se ha recogido un juego similar denominado «A la correa» que a diferencia de los anteriores se jugaba con una caja de cerillas. Fue un entretenimiento propio de los niños nacidos entre 1955 y 1965-70. La caja de cerillas debía estar llena para que el peso facilitase su volteo y cada una de las caras de la caja tenía su nombre: castigo y libre eran las dos principales, verdugo el canto correspondiente a la lija y rey los cantos restantes. Dado que las posiciones del dado podían ser seis, éste era el número de jugadores necesario.

La caja era lanzada por cada jugador volteándola sobre sus cantos de modo que diese una vuelta en el aire y cayese al suelo. Dependiendo de la posición que adoptase confería a cada participante la función concreta de castigo, libre, rey o verdugo. El último en sacar verdugo se encargaba de serlo en la realidad, provisto de una correa con la que, por orden del rey, daba golpes en la palma de la mano a quien le hubiera tocado en suerte el castigo. A veces se ponía límite al número de correazos.

En Murchante (N), este juego de chicos que era conocido como «A las tabas» fue muy popular hasta la década de los sesenta. Hoy día no se juega. Se consideraba un juego de azar en el que intervenían la habilidad de los jugadores y el material empleado, es decir las tabas. Cuando éstas estaban bien preparadas, para lo cual se raspaban, era más fácil ganar. Las partes de las tabas más apreciadas eran la superior e inferior, colo- cando la taba en sentido vertical, mientras las laterales, convexa y cóncava, eran despreciadas.

El juego consistía en intentar que las tabas que se arrojaran al suelo, de dos en dos o de cuatro en cuatro, quedasen de pie, es decir verticalmente, y con la cara puntiaguda hacia arriba. Para ello se procuraba por todos los medios que la zona de sustentación fuese lo mayor y más plana posible, lo que se conseguía raspando la taba. A esta zona se le llamaba culo y a las tabas que al caer quedaran con el culo hacia arriba se les denominaba culeras. Por el contrario las que al caer quedaran con el culo haciendo de base, posición que daba la victoria, se les denominaba canteras. Los chicos pintaban la zona denominada carne de diferentes colores mientras raspaban el culo hasta conseguir que éste estuviese completamente liso. Aquel niño que tuviera un par de tabas carneros era afortunado y por ello existía un floreciente intercambio de tabas a la búsqueda de las más idóneas.