Karidadea en Gipuzkoa

En las localidades guipuzcoanas de Zerain y Zegama se servía en el pórtico de la iglesia a todos los asistentes al funeral un ágape ritual que recibía el nombre de karidadea.

En Zerain (G), hasta la década de los años sesenta, existió la costumbre de ofrecer a todos los asistentes un refrigerio de pan y vino a la finalización de la misa funeral así como de las dos misas de honra que tenían lugar el día siguiente. Lo repartían en el pórtico de la iglesia los hombres y las mujeres del duelo, atendiendo cada cual a los de su sexo. Para distribuir este pequeño ágape, denominado karidadea, se usaban cestas anchas, otarra zabalak, que después fueron sustituidas por bandejas; en ellas se colocaban rebanadas delgadas de pan casero que se ofrecían juntamente con una copa de vino a los hombres y de vino dulce a las mujeres.

Los componentes del cortejo se colocaban de espaldas a la pared, en círculo, y permanecían hablando en voz baja. Los hombres y mujeres del duelo pasaban delante de todos ellos; cada uno tomaba un pedazo de pan y bebía una copa que devolvía luego a la bandeja. En la postguerra escaseó el pan y fue sustituido por galletas.

Cuando el alcalde del pueblo, que siempre presidía el duelo, veía que todos los asistentes habían tomado la caridad, se quitaba la boina y elevando la voz comenzaba a rezar por dos veces las oraciones del Aita gurea, Avemaria y Gloria, con estas invocaciones: «Gure artetik gaur joan dana, zeruan gerta deilla». (Que el que hoy ha partido de entre nosotros se encuentre en el cielo). «Gure artetik lenengoa joango danan alde». (Por el primero que se vaya de nosotros).

Finalizadas las oraciones se disolvía el cortejo. Era costumbre llevarse unos trocitos de este pan, karidadeko ogia, para repartirlos entre los de casa. Este ágape ritual perduró hasta la renovación de la liturgia funeraria en la década de los sesenta.

En Zegama (G), según la encuesta de los años veinte, «a los que han asistido al funeral se les sirve pan y vino. A este obsequio se llama «karidadea» y los que de él participan, guardan un poco, para llevarlo a sus casas y darlo a sus familiares»[1].


 
  1. AEF, III (1923) p. 111.