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LOS RITOS FUNERARIOS EN IPARRALDE/eu

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Bajo esta perspectiva no hay nada original, el viático y la extremaunción son prácticas definidas por la Iglesia. Ambas inauguran para el moribundo el tiempo en que se fundirá con el cuerpo místico de Cristo, esta solidaridad ininterrumpida que abarca toda la eternidad y se reactiva continuamente mediante el culto de los ancestros.
Esta asistencia también significa claramente que ha llegado el momento de poner orden en lo más profundo de nosotros mismos y de sintonizar con otras realidades. Por eso era un momento temido y muy a menudo se llamaba al sacerdote demasiado tarde<div style="margin-left:0cm; no se quería “asustar” al moribundo confrontándolo a este final temible para todos."></div>
<div style== Creencias relativas a la muerte =="margin-left:0cm;"></div>
Resulta muy difícil pronunciarse sobre este tema. Fuera de la lectura cristiana (la voluntad de Dios, ''Jainkoaren nahia)'' o fatalista (''azken arena, azken ozka...''), la muerte se “vive” a la vez como una presencia y como una partida. A decir verdad, se trata de interpretaciones basadas en indicios, en formas de actuar que parecen haber sido compartidas ampliamente en los tiempos “más antiguos”.<div style="margin-left:0cm;"></div>
La presencia se refiere a ''Herioa''. Cuando viene a buscar a la persona todo el mundo debe estar en guardia<div style="margin-left: los animales son llevados al establo. Esta llegada puede dejar como una huella que el fuego borrará, purificará.0cm;"></div>
La partida es la del “alma” o del “espíritu”, ''izpiritua, arima'', que acompaña al último suspiro emitido, ''azken hatsa''. Bajo esta óptica, a veces se retiraba una teja del tejado y se sigue abriendo la ventana o la puerta de la habitación del que acaba de morir. El muerto nos ha dejado, ''joan zauku,'' pero sus restos mortales no son inofensivos, hay que cerrarle los ojos cuanto antes para evitar que llame a alguien. En las expresiones utilizadas para describir este último tránsito que se han recogido, se percibe un mundo complejo, disperso y al mismo tiempo lleno de matices. Naturalmente, la visión cristiana, tal y como la imponía la Iglesia, desempeñaba plenamente su función. Bajo esa óptica, la muerte era separación, pero también presentación ante el tribunal supremo y acceso, ciertamente poco garantizado, a un cielo donde reina un Dios que nos pide cuentas.
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