La barranca (N)

La reagrupación de poblados llevada a cabo en La Barranca en el siglo XIV obedece a otras motivaciones como son las defensivas y fue llevada a cabo a la fuerza.

Según Idoate, en 1355 el Infante don Luis inició la fundación de tres pueblos por aconsejarlo así la mejor defensa del Reino, si bien se trató más bien de la fusión de varios lugares en uno y de la erección de dos nuevos, dos en La Burunda y uno tercero en Val de Arakil. Designó asimismo a tres diputados encargados de cumplir este propósito.

En el caso de Uharte ya existía el pueblo pero de escasa vecindad y en terreno poco apropiado para la defensa por lo que trató de reunir varios lugares en el mismo y mudar su emplazamiento a otro más defendible contra las frecuentes incursiones de los guipuzcoanos, aumentando su población y rodeándolo de murallas. Se dio orden a los vecinos de las villas de Agiregi, Etxabe, Mendikoa, Argidoain, Blastegi, Ilardia y Epeloa que acudiesen a Uharte a escuchar las ordenanzas del Infante. Les obligaron a dar todos los nombres de los pobladores de dichas aldeas que debían ir a vivir a la villa de Uharte y se les conminó a que acudiesen al cabo de dos días a conocer cada uno su casal “so pena de los cuerpos”. El día intermedio delimitaron la villa y ordenaron en ella tres calles a lo largo, dos a través y reservaron 140 espacios para casas. En los días posteriores amojonaron los casales y determinaron la parte del foso que debía abrir cada vecino de nuevo “so pena de los cuerpos”.

Los diputados se trasladaron después a La Burunda y requirieron a los interesados en las futuras poblaciones a acudir a Altsasu. Se trataba de gente de Urayar, Altsasu, Olazagutía y Ayuca. La nueva población se llamaría Villadefensa, emplazada en el otero de Olazagutía, lugar estratégico. Una vez reunida la gente se dio cuenta del trazado general y se le asignó a cada uno su solar por suerte. Posteriormente pasaron los diputados al “otero, cabo l agoa do es el molino de Urdiayn, do sera villafuert”.

La Burunda (N). Fuente: Geografía de Navarra. El Solar. I. Pamplona: Diario de Navarra, 1995, p. 68.

Comenzaron las obras los vecinos y meses después los diputados hablaron con las “bonas gentes de Val d Araquil” requiriéndoles de parte del Gobernador para que ayudasen con sus bestias a los nuevos pobladores de Uharte en el acarreo de madera, piedra y teja, a lo que accedieron “graciosament” según la relación, si bien lo cierto es que andaban bastante escasos de voluntad.

Al realizar la visita al mes siguiente se encontraron con los pobladores divididos y con la falta de asistencia de sus convecinos. El descontento iba en aumento y los trabajos llegaron a paralizarse. Se dirigió un nuevo requerimiento a los moradores de las aldeas que debían ser abandonadas para trasladarse a hacer sus casas con todo lo que poseían y si no de dicho día en adelante serían presos “et sus bienes a mano de la Seynnoria”. El apego de la gente a sus antiguos solares era grande y no se resignaban a dejarlos. Las razones estratégicas que habían movido al Infante para acabar con las depredaciones de los guipuzcoanos y demás ladrones, no convencían a los afectados por su decisión.

Siguieron protestando los futuros moradores de Uharte “que non podrian vivir en aqueill logar sin pieza ni sen vinnas”. Casi la mitad de la población huyó y hubieron de sacarlos a la fuerza de sus antiguas casas, en cuya labor emplearon dieciséis días. Pero al año siguiente, ante la ausencia del Infante que había prometido visitarles para atender a sus reclamaciones, otra vez abandonaron sus nuevos solares. Declarada la nueva rebeldía, esta vez y en virtud de las órdenes recibidas, los diputados acudieron a las antiguas aldeas y derribaron las casas. De ese modo sus moradores se vieron obligados definitivamente a trasladarse a los nuevos hogares.

Para la construcción del cerco se necesitaron muchos años, así en 1417 un documento nos habla de un trabajador que llevaba 17 años en la obra. La guerra con Castilla tuvo consecuencias desastrosas para La Burunda y Arakil pues los guipuzcoanos arrasaron y quemaron este valle. Uharte se salvó de la destrucción al estar ya bien defendida y fortificada. En 1432 se daba orden de reparar y fortificar las defensas que debían hallarse maltrechas para lo cual el rey destinó a las obras una parte importante de los diezmos y perdonó a sus habitantes algunos de los impuestos. En 1461 el rey castellano atacó la villa que fue defendida por sus habitantes por lo que Juan II les concedió nuevos privilegios. Pero en 1487 un incendio redujo a cenizas casi todo el pueblo, incluida la iglesia[1].

Caro Baroja plantea que Bortziriak/Cinco Villas (N), esto es, Lesaka, Bera, Etxalar, Igantzi y Aranaz, responden a un estilo particular de agrupación de asentamientos en dos, tres y cinco, reflejado desde antiguo en la historia y modernamente en la toponimia. En Aquitania, según el testimonio de Plinio, ya existió una agrupación de pueblos célticos que se conoció por el nombre de Pinpedunni, es decir, cinco asentamientos (de “pinpe” equivalente a cinco en antiguo idioma céltico y de “dunon” que significa pueblo o asentamiento físicamente considerado). Posteriormente, en la Edad Media, nos encontramos en Navarra, además de las de la Montaña navarra, memoria de las cinco villas de la Merindad de Tudela. Desde el punto de vista fisiográfico podemos decir que las tres mayores villas de esta circunscripción, es decir, Lesaka, Bera y Etxalar, están en valles relativamente abiertos y que las dos menos desarrolladas, Igantzi y Aranaz, se hallan en alturas, sobre tierras más abruptas y estrechas. De los valles de las cinco villas el más abierto es el de Bera; dentro de éste se pueden marcar varios sectores y barrios tomando como límite por toda la banda occidental al mismo río Bidasoa y a los afluentes y subafluentes de éste, como ejes de población. La porción que hoy podemos considerar urbana, concentrada, se desenvolvió paralela, en gran parte, a los ríos, lo mismo en Bera que en Altzate. La rural, diseminada, sin constituir calles, se halla en laderas de montes, sobre los mismos ríos o riachuelos[2].


 
  1. Florencio IDOATE. Rincones de la historia de Navarra. Pamplona: 1956, pp. 368-374.
  2. Julio CARO BAROJA. “Sobre la casa, su estructura y sus funciones” in CEEN, I (1969) pp. 38-39.