La luz. Argia lagun

La luz que alumbraba permanentemente al cadáver mientras permanecía en la casa era una cosa que revestía particular importancia. Los familiares y vecinos que velaban el cadáver tenían como preocupación primordial mantenerla encendida día y noche. A la vela encendida junto al cadáver llamaban en Ziortza (B) argie lagun, la luz compañera[1].

En Gamarte (BN) no se dejaba al difunto sin luz. Inmediatamente después del óbito se encendía en la habitación una lamparilla, lanpioa, la cual acompañaba al muerto y servía para velarle.

En Galarreta (A) acostumbraban colocar al lado del muerto una lámpara dejándola encendida día y noche hasta que sacaban el cadáver de casa. A dicha luz le atribuían la virtud de ahuyentar los demonios y aliviar el alma del difunto[2].

En Bedia y Kortezubi (B) se encendía en la habitación mortuoria una lámpara de aceite, elaborada generalmente de manera rudimentaria, para que iluminase al difunto[3].

En Otazu (A) la improvisaban con un vaso ordinario de cristal donde se ponía agua y aceite, más una chapa triangular de hoja que flotaba mediante tres pedazos de corcho; una torcida hecha con hilos de algodón atravesaba la chapa por su centro[4].

En Orozko (B) subrayan que la lámpara de aceite se mantenía encendida mientras el cadáver permaneciera en la casa. A comienzos de siglo la mecha que se utilizaba era la médula de un junco que se empapaba en el aceite.

La lamparilla de aceite que iluminaba la cabecera del difunto recibía el nombre de lanparille en Plentzia (B), mariposie en Busturia (B), ixarra en Zeanuri (B). Podían ser compradas en el comercio o fabricadas artesanalmente en casa introduciendo una mecha en una lámina de corcho que flotaba en un vaso con agua y aceite.

En Salcedo (A), una vez amortajado el cadáver, colocaban una o dos lamparillas de aceite a su lado; además ponían dos velas de la Cofradía de la Vera-Cruz si el difunto había pertenecido a ella. Todas estas luces ardían hasta que era sacado de la casa mortuoria[5].

En Armendaritze (BN), cuando el cuerpo había sido ya instalado en la cámara mortuoria, hil-ohia, se colocaba junto a él una lamparilla de aceite que permanecía encendida día y noche hasta el levantamiefito del cadáver.

En Lekunberri (BN) la luz encendida junto al cadáver recibía el nombre de olio saindua. En Oragarre (BN), los vecinos o el mismo tendero colocaba una vela, tortxa, decorada con una cinta negra que se mantenía encendida día y noche. Actualmente se sigue colocando una vela decorada y bendecida el día de la Candelaria, Ganderailuz.

En Itsasu (L) encendían uno o dos cirios bendecidos el día de la Candelaria; en la habitación alumbraba también un vaso con una mecha, aceite y agua, lanpiona.

En Sara (L) al lado del cadáver se encendía . un cirio bendecido en la Candelaria que se llamaba xiriva lo mismo que en Beskoitze (L) donde se conocía como tortxa benedikatua. En Bidarte y en Azkaine (L) se ponían cirios a la cabecera y a los pies de la cama.

Cadáver en el lecho mortuorio. Urruña (L). Fuente: Michel Duvert, Grupos Etniker Euskalerria.

En Gamarte (BN), cuando el cadáver se bajaba al recibidor de la casa, ezkaratzea, las vecinas colocaban sendos cirios, tortxak, adornados con cintas negras, bendecidos el día de la Candelaria. Además sobre la caja se ponía en un cestillo, ezko-saria, la candela, ezko ttipia, que la primera vecina había traído de la iglesia a la casa mortuoria.

En Izpura (BN) se colocaba una vela en una palmatoria de estaño y no de cobre, pues nada debía «brillar» en la habitación del muerto.

También en muchos lugares de la Vasconia peninsular era la vela o las velas del día de la Candelaria las que iluminaban la habitación mortuoria (Aramaio-A, Carranza, Durango, Lemoiz, Orozko-B, Ataun, Zerain-G, Ezkurra, Ziga-N).

En Ezpeize-Undüreiñe (Z) se encendía el ezkoa de la casa que quedaba permanentemente encendido. Las vecinas que acudían a la casa mortuoria prendían el suyo durante el tiempo de la visita. También en Zunharreta y en Barkoxe (Z) llevaban las vecinas su ezkoa a la habitación mortuoria cuando acudían a velar al muerto.

En Otxagabia (N) alrededor del cadáver durante la noche del velatorio ardían candelas o cerilla que llevaban las vecinas y parientes[6].

En Zugarramurdi (N) era costumbre colocar junto al lecho mortuorio un rollo de candelilla encendida.

En Oiartzun (G) se encendían varias velas para socorro del alma del finado, animan sokorrorako. En Andoain (G), existía la creencia de que las luces que se tienen encendidas hasta que se saca el cadáver de casa, arden en sufragio del alma del difunto si se hallase en necesidad de ello y si no en sufragio del que tenga más necesidad[7].

Hoy en día son excepcionales las luces de cera o aceite que arden mientras el difunto permanece en la casa. Es más frecuente el hachero eléctrico aportado por la funeraria. Es la versión moderna de la vieja costumbre de encender una luz a la cabecera del difunto, sobre una mesita, junto al agua bendita con la ramita de laurel.


 
  1. AEF, III (1923) p. 23.
  2. AEF, III (1923) p. 55.
  3. AEF, III (1923) pp. 14 y 38.
  4. AEF, III (1923) p. 63.
  5. AEF, III (1923) p. 47.
  6. AEF, III (1923) p. 135.
  7. AEF, III (1923) pp. 88 y 99.