La primera dentición. Lehenengo txantxurrak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Muy antiguamente se utilizaron diversos procedimientos para estimular el crecimiento de los dientes en los niños como colgarles al cuello amuletos consistentes en saquitos que contenían dientes de erizo, de gato montés o de caballo (Llodio-A; Larrabezua y Bedia-B); también fue bastante general usar para este fin colgantes hechos de colmillos de jabalí o de molares de rumiante[1]. Asimismo hay constancia de que en Legazpia (G) se recurrió a los dientes de topo[2].

En Apellániz (A) se decía que "mientras no hay colmillos, no hay chiquillo" y para favorecer la dentición consideraban que era bueno frotar las encías con agua bendita[3].

En la mayoría de las localidades encuestadas fue costumbre colgarles o facilitarles huesos u otros objetos duros durante el periodo de dentición con la finalidad de que al morderlos les aliviasen la desazón producida por la inflamación de las encías, facilitasen la secreción y expulsión de la saliva e incluso provocasen la cisura de las mismas contribuyendo a la eclosión de los dientes.

Primera dentición. Pamplona (N). Fuente: M.ª Amor Beguiristain, Grupos Etniker Euskalerria.

Se les colgaba del cuello con una cinta el hueso largo del muslo de pollo (Bermeo, olloazurre, Carranza, Orozko, Zenauri-B). En Muskiz (B) del pollo o de otro animal, pero siempre cuidando que no tuviera aristas cortantes. En Carranza (B) e Izurdiaga (N) la quijada del bacalao, en Urduliz (B) un hueso de la cabeza del bacalao, makailloon buruun kontrako azurre, y en Orozko (B) la parte redondeada de la aleta.

Otro de los usos más extendidos era dar al niño una corteza de pan para que la mordiera, uiak gogortzeko, ogi-txukur bat edo ogi-azala (Busturia-B). También se ha recogido esta costumbre en Apodaca, Mendiola, Ribera Alta, Salvatierra (A); Carranza, Durango, Orozko, Urduliz, Zeanuri, Zeberio (B); Beasain, Bidegoian, Elgoibar, Elosua, Zerain (G); Allo, Aoiz, Garde, Izurdiaga, Obanos, Sangüesa (N) y Donibane-Garazi (BN). En Carranza una informante manifiesta que el pan que se le daba no era uno cualquiera sino el bendecido durante la cena de Nochebuena del que se decía que nunca se enmohecía.

Más antigua que la costumbre de morder la corteza de pan parece ser la de usar la corteza de tocino, de la que se tiene noticia a principios de siglo en Aoiz (N). También existe constancia del uso de la piel del tocino, urdaiazala, en Zeberio (B). En menos localidades se ha recogido el hábito de dar a los niños algún trozo de pera o manzana pelada (Apodaca, Ribera Alta A; Lezama, Orozko-B; Zerain-G), de zanahoria (Lezama-B) o alguna galleta (Apodaca-A; Bidegoian-G). En Zerain (G) se les proporcionaba el troncho de la berza una vez despojado de sus hojas y en Zeberio (B) el troncho de la berza o un puerro. En Donibane-Garazi (BN) mencionan para este uso el palo de malvavisco y en Donaixti-Ibarre (BN) un trozo de azúcar o malvavisco.

En Viana (N) en tiempos pasados utilizaban una porreta de cebolla algo machacada para que su jugo les calmara el dolor.

En Valdegovía (A) recuerdan que se les daba a morder un trapo que envolvía azúcar.

En Pipaón (A) se recoge el empleo de un hisopillo elaborado con un palito y algodón y untado en agua de azúcar o de azafrán.

También era bastante común facilitarles una cucharilla para que la mordiesen (Carranza, Muskiz, Zeanuri-B; Arrasate, Beasain-G; Donibane-Garazi-BN; San Martín de Unx-N). En Monreal y Obanos (N) les frotaban las encías con una cuchara de palo; todavía hoy en día los mayores de Obanos consideran que es bueno hacerlo.

Más recientemente, desde la década de los sesenta, se han comercializado objetos duros de goma o plástico, a veces con forma de aro y un asidero y otras con forma de hueso. Se les llama chupadores (Artajona-N), mordedores (Aoiz-N) o masticadores (Obanos-N) y algunos contienen agua de modo que se pueden introducir en la nevera para que al ser mordidos por el niño el frío alivie sus molestias. En Bermeo (B) dicen que se compraba un hueso que venía unido a una campanilla, txintxirriñe, y se colgaba con una cinta al cuello del niño de modo que cuando se sintiera irritado, amurrutute, pudiera llevárselo a la boca para mordisquearlo.

Una práctica muy común consistía en que la madre le frotase las encías con el dedo untado en miel (Amézaga de Zuya-A; Abadiano, Markina-B; Berastegi, Elosua, Gatzaga, Oñati-G; Lezaun-N). En Treviño (A) mencionan para este uso la "miel rosada" y también en Goizueta (N), ezti arrosatua. En esta última localidad añaden que antiguamente en los caseríos untaban un chupete de tela fabricado en casa en la mejor miel, eztiaren bihotza, eztirik finena, y con él le frotaban las encías. En Izurdiaga (N) se la aplicaban con una pluma de gallina. En Donoztiri (BN) se pensaba que impregnando las encías con aceite se facilitaba la primera dentición al niño.

En Carranza (B) les untaban las encías doloridas con un poco de vino. Así se decía en otros tiempos que "si las madres sabrían lo que les cuesta echar los dientes a sus hijos, venderían la camisa para comprarles vino".

La práctica de pasarle el dedo por las encías servía para aliviarle el dolor y a la vez detectar el nacimiento de los nuevos dientes. A veces se hacía esto mismo con la uña (Zerain-G), con el dedal metálico que se utiliza en la costura (Hondarribia-G), titariakin igurtzi (Elosua-G), con una llave (Telleriarte-G) o con una moneda de plata (Gatzaga-G)[4]. Esta práctica facilitaba el hallazgo del nuevo diente por el sonido metálico que producía al chocar contra él y además provocaba, o así lo creían, el rasgado de la piel de la encía con lo que se ayudaba a la eclosión del diente (Gatzaga-G)[5]; Artajona, Lezaun, Monreal-N).

En Getaria (G) se recuerda un método denominado girgilla aplicado por una mujer. Consistía en envolver en un pañuelo sal y ajo y una vez mojado pasarlo por las encías diciendo a modo de jaculatoria "girgilla bat, girgilla bi...".

A partir de los años sesenta se comenzaron a utilizar productos farmacéuticos para aplicarlos sobre las encías.

Algunos alimentos que se aportaban a los niños eran considerados como refuerzo para tener unos dientes sanos y así en Amézaga de Zuya (A) dicen que se les daba para este fin sopa con yema de huevo, sopas de leche, harina de trigo molida y tostada y sopas de ajo. Más recientemente calcio en jarabe.

Zeanuri (B), 1960. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

También ha sido habitual considerar que el brote de los primeros dientes les provocaba dolor, desazón general e incluso fiebre y diarreas. Tan es así que cuando un niño en edad de endentecer lloraba mucho, una de las primeras cosas que se hacía era comprobar el estado de sus encías; Oiak azita dauzka (Tiene las encías hinchadas), decían en Ezkio (G).

El babeo continuo y el meterse con insistencia los dedos en la boca se tenían por síntomas de que la dentición estaba próxima. Se estimaba conveniente que generasen baba o saliva en este proceso aunque se considerase que podía ser causa de escoceduras en el culo, el cual sanaban frotando la zona afectada con el polvo que desprende la madera apolillada (Amézaga de Zuya-A). En Carranza (B) se decía que si se les paraba la baba, esto es, si dejaban de babear porque tragaban la saliva, se empachaban. Cuando ocurría esto último se les daba a tomar agua de malvas. Se hervían estas plantas en agua y cuando el bebé tenía sed se le calmaba con este cocimiento. Se decía que tenía la virtud de "mover la baba" facilitando su expulsión.

En Artajona (N) era costumbre que aquella persona que descubría la salida del primer diente, sin ser la madre, debía hacerle un regalo al niño.

El dicho "Quien pronto endienta pronto emparienta", recogido en Moreda y Salva-tierra (A) y Obanos (N), venía a indicar que una vez que le salían dientes al niño era muy posible que tuviese un hermano ya que la madre podría quedar nuevamente embarazada. Esta afirmación se basaba en que durante este periodo el niño empezaba a alternar la leche materna con otros alimentos con lo cual, posiblemente, la madre recuperaba el ciclo menstrual que se había interrumpido durante el periodo de embarazo y lactancia.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. El mundo en la mente popular vasca. Tomo I, San Sebastián, 1960, pp. 181-184.
  2. LEF. Información recogida por José Miguel de Barandiarán.
  3. Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. "Apellániz. Pasado y presente de un pueblo alavés" in Ohitura, 0 (1981) p. 161.
  4. Pedro M.ª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 49.
  5. En Gatzaga añaden que cuando la inflamación era muy acusada se recurría a hacer pequeños cortes en las encías con una esquirla de cristal y suavizar las heridas con zumo de manzana cocida. (Pedro M.ª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 49).