Lavativas y utensilios para inyectarlas

En Amézaga de Zuya, Apodaca, Berganzo, Bernedo, Olaeta (A); Nabarniz, Orozko (B); Hondarribia, Oñati (G); Sangüesa, Tiebas y Viana (N) se ponen lavativas de agua caliente que se conocen también con los nombres de ayudas, irrigaciones o peras, que son los instrumentos de goma con los que se inyectan. En Gipuzkoa, Barriola recogió el dato de que el mejor remedio para desocupar el intestino era aplicar una lavativa de agua sola y en cantidad de dos litros, que se creía era la capacidad del mismo[1].

En Moreda, Ribera Alta (A); Abadiano, Bedarona, Bermeo, Durango (B); Beasain, Elosua (G); Allo, Izal, Lekunberri, Murchante, Obanos y Tiebas (N) se han empleado enemas o lavativas consistentes en inyectar una mezcla de aceite y agua hervida por medio de un artilugio llamado pera, cuya función es ablandar las heces para que salgan con más facilidad. En Carranza (B), en otro tiempo, cuando a una persona adulta le resultaba imposible hacer de vientre se le aplicaban bufatelas o ayudas (enemas). En un plato se vertía aceite con un poco de agua y se batía enérgicamente hasta que espesase. Se recogía con la pera y se le introducía al estreñido en la cavidad rectal.

En Moreda (A) las irrigaciones se preparaban primeramente hirviendo agua con jabón del que habitualmente se acostumbraba hacer en casa con las madres del aceite o posos mezclados con sosa cáustica; por este procedimiento, las tripas se ablandaban y luego se evacuaba en un orinal. En Muskiz (B); Bidegoian, Elosua (G); Eugi y Tiebas (N) contra el estreñimiento de las personas mayores o enfermas se utilizaba la lavativa de agua templada con jabón.

En Allo (N) se ponían irrigaciones de servicial para desocupar y limpiar el aparato digestivo. Las más antiguas se aplicaron de agua jabonosa y aceite, es decir, se disolvía en agua un trozo de pastilla de jabón y se añadía luego aceite de oliva crudo; son posteriores en el tiempo las irrigaciones de manzanilla en las que se hervía ésta y se pasaba después por un colador. Ambas se administraban templadas, con jeringa, pera de goma o irrigador. Hacia el año treinta del s. XX el Hospital de Allo adquirió una jeringa para uso, no sólo de los acogidos en el establecimiento, a quienes se les administraba gratuitamente, sino para los demás vecinos que debían abonar en aquel entonces una tresena (moneda antigua) por cada día de alquiler. Al parecer, su uso se generalizó bastante pues todavía subsiste el dicho: “Como la jeringa de la villa, que vale para todos los culos.”

Lavativa. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En Lezaun (N) se tomaba una lavativa de agua templada con granos de anís, aplicada con una pera de goma; en Murchante (N) también se utilizaba la pera de goma con el tubo.

En Astigarraga (G) un remedio en desuso es la lavativa de caldo hecho con los tronchos verdes del puerro y aceite y la de caldo de malvas cocidas con un poco de aceite crudo; también en Zerain (G) se ha constatado que a veces las ayudas se preparaban con agua cocida con hierbas de malva y murajes y en Elosua (G) con agua de malva, malma-ura. En Bidegoian (G) se hervía agua a la que algunos añadían trozos de pastilla de jabón sin usar y hojas de malva, zigina. En Bermeo (B) los enemas podían ser de infusión de hojas de malva o de manzanilla. En Ataun (G) se frotaba el cuerpo con jabón y se aplicaba una lavativa con agua de la decocción de erle-belar txikia. En Arberatze-Zilhekoa (BN) las ayudas, lavements, eran de agua con menta.

En Apodaca (A) para poner la lavativa se utilizaba un artilugio que se tenía en todas las casas. Consistía en una jarra, plana por un lado que en su parte inferior disponía de un grifo al que se aplicaba una goma de un metro aproximadamente de longitud que en el otro extremo terminaba en un pitorro en forma de pico de pato. Se ponía agua con un poco de sal a calentar y cuando alcanzaba una temperatura templada alta el afectado se ponía en la cama boca abajo, la jarra se colgaba llena de agua y se le introducía en el culo el pitorro, previamente untado en aceite. Abrían el grifo poco a poco para que el agua penetrara y ablandase. A continuación lo incorporaban y, si era un niño pequeño, lo sentaban en un perico u orinal, y si se trataba de una persona mayor, en un caldero porque antiguamente no había retretes en las casas. También en Gorozika (B) las lavativas que se ponían eran de agua templada con sal.

En Izal y Murchante (N) un método de provocar la defecación era colocarse sobre un orinal con agua muy caliente pues dicen que el vaho ayuda. En Moreda (A) se ha recogido un método curioso que consistía en cocer una morcilla dentro de un orinal lleno de agua. Cuando el agua estaba hirviendo había que sentarse en el orinal y, según dicen, enseguida entraban ganas de hacer de cuerpo.


 
  1. Ignacio Mª BARRIOLA, La medicina popular en el País Vasco, San Sebastián: 1952, p. 50.