Layas, laiak

El empleo de la laya es, al parecer, muy antiguo entre nosotros. Su utilización fue muy común entre los agricultores del País Vasco peninsular.

Existe una variedad de tamaños y de formas; pero son dos los tipos fundamentales: la llamada laya guipuzcoana, de púas de hierro muy largas y mango de madera corto y la navarra, de caja más ancha, púas más cortas (unos 35 cm) y mango de madera largo. Existió un tipo intermedio tal como aparece en imágenes de san Isidro Labrador en el siglo XVIII[1].

Barandiaran señala que la opinión de Th. Lefebvre[2], que sostiene que el uso de la laya en el País Vasco data del siglo XVI, época en que fue introducido el cultivo del maíz, es de escasa consistencia. Cree inverosímil que la introducción del cultivo de este nuevo cereal procedente de América desterrara el uso del arado utilizado en las labores del cultivo del trigo y de otros cereales. El labrador, acostumbrado a remover sus tierras con el antiguo goldea (arado) tirado por vacas o bueyes, difícilmente abandonaría este método para encomendar lo más duro de las faenas agrícolas a sus propias fuerzas musculares. Por lo demás, afirma que es general, entre los etnólogos, la creencia de que la laya es anterior al arado o goldea en el País Vasco.

La descripción de este apero la hacía Barandiaran en la monografía de la localidad de Sara (L)[3] redactada en los años 1940. Ya entonces hacía constar que el par de layas que en 1947 figuraban entre los aperos del caserío Iguzkiagerrea fueron utilizadas hasta el año 1937 precisando que el que las usaba era oriundo de Navarra. Lo cual suponía que también lo eran las layas. Este apero no había sido de uso popular en Sara ni lo había sido en el tiempo que recordaban los ancianos de la localidad. En su monografía sobre Liginaga (Z) redactada en 1937 señala que en Zuberoa no se utilizaron las layas. Tampoco se utilizaban en estos años en la localidad bajo navarra de Donoztiri[4].

La laya es un instrumento de forma de horquilla, provisto de dos púas o dientes de hierro paralelos de una largura de 65 centímetros distantes entre sí 7 cm, y de un brazo tubular donde encaja el extremo inferior de un mango de madera que mide 25 centímetros de longitud y termina en forma de bola. Los dientes y el mango forman un ángulo obtuso muy abierto. Con esta herramienta se remueve profundamente la tierra.

Cada trabajador usaba dos layas (ezkerra, eskuina, zurda, derecha), una en cada mano. Generalmente se asociaban dos, tres o cuatro trabajadores para la operación. Primero se procedía a hacer cortes longitudinales en el terreno, es decir, hendeduras rectilíneas, paralelas entre sí, a distancia de 70, 110 o 130 centímetros, según fuesen dos, tres o cuatro las personas que se asociaran para trabajar en grupo. Tales cortes o hendeduras se practicaban mediante el instrumento llamado nabarra, que luego describiremos.

Layas. Zeanuri (B), 1920. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: Fondo Felipe Manterola.

Los trabajadores empezaban su faena por el extremo de uno de los tramos de tierra comprendidos entre dos cortes consecutivos. Colocados en fila entre hendedura y hendedura, levantaban a la vez sus layas y rápidamente volvían a bajarlas e introducirlas en la tierra; las meneaban hacia adelante y hacia atrás para meterlas profundamente; todos a una las inclinaban hacia atrás, con lo cual removían un tepe, zohia, de unos 25 centímetros de ancho y algo menos de grueso; cada uno introducía su laya derecha por debajo del tepe removido, empujándola con el pie apoyado en el estribo, burua, de la herramienta. Seguidamente la levantaba, a una con los demás, y el tepe quedaba vertical o volcado. Daban un paso atrás; levantaban de nuevo sus layas, las hincaban en la tierra como antes, procediendo en la forma que se ha dicho, para levantar otro tepe.

En nuestras encuestas hemos constatado la utilización de este instrumento agrícola sobre todo para efectuar la primera remoción de la tierra, antes de la siembra del trigo.

Los informantes de San Martín de Unx (N) describen así este apero: las layas están formadas por un mango de madera en cuya parte superior tiene un tope para que no se vaya la mano. Este mango llamado manzanilla, se embute en una reja de pugas (púas) rectas. A esta parte se le llama caja. Para manejar las layas, se colocaban varios mozos en cuadrilla y en línea, coordinando todos los movimientos, clavaban primero las layas en la tierra, se montaban sobre ellas, en la parte que llaman banco, haciendo fuerza hacia abajo con los pies y sujetando con energía el instrumento por su cabo o mango; tiraban después para atrás, apalancando los pies sobre el banco, y ayudados por el peso del cuerpo, con lo que conseguían sacar dos tolmos (terrones) de tierra por labrador, y una fila de ellos por cuadrilla. Estas cuadrillas las formaban seis hombres. Se juntaban entre los vecinos o amigos a tornapión, es decir, “un día para mí, otro día para ti”, en contraprestación vecinal. Esta costumbre se basaba en la solidaridad y no tenía límites[5].

En Obanos (N) señalan los informantes que la herramienta más utilizada para trabajar la tierra hasta comienzos del siglo XX fue la laya. El tipo empleado es la laya corta llamada también laya navarra, apta para terreno duro y pedregoso. Se usaban en los huertos, en las viñas y en las piezas antes de generalizarse el arado brabán para labrar la tierra. En alguna viña de ladera se mantuvo su uso durante bastante tiempo. La laya ha sido el instrumento por antonomasia para hacer los hoyos al plantar viña, ondalán. Le sustituyó en esta tarea el malacate. Pese al brabán y al malacate, también se seguían layando los orillos de las piezas y viñas[6].

En Viana (N) describen la laya como un instrumento de hierro en forma de U invertida, compuesto por dos largas púas con el extremo apuntado y unidas por el otro mediante un travesaño. En la prolongación tubular de una de las púas se acopla un corto mango de madera. Se utiliza por parejas, manejando una en cada mano, hincándolas en tierra con ayuda del pie, que se apoya en el travesaño horizontal. Al sacarlas producen un levantamiento de la tierra. Sirven para labrar o remover la tierra, sobre todo en huertos y terrenos blandos y húmedos. A partir de mediados del siglo XX cayeron en desuso. Las mulas mecánicas acabaron arrinconando este instrumento. Las fabricaban los herreros locales hasta principios del siglo XX.

En Améscoa (N) ya a principios del pasado siglo XX los amescoanos solo las empleaban para las labores de huerta. Desde entonces fueron abandonando paulatinamente su empleo hasta arrinconarlas totalmente. El tipo de laya usado ha sido el llamado laya navarra. Tres ejemplares que se conservaban en San Martín dan estas dimensiones: todas tienen las púas de la misma longitud, 30 cm; en las tres el brazo tubular donde encaja el palo de madera que hace de mango mide 13 cm; el mango de las tres tiene una longitud de 65 cm. La única diferencia que hay entre ellas ha sido la distancia que separa las dos púas de hierro, en una de ellas es de 16 cm, en la otra de 13 cm y en la tercera de 11 centímetros.

En Cárcar (N) las layas se manejaban por parejas. Se hincaban a golpe, después se ponían los pies encima con el peso de todo el cuerpo para que se hundiesen del todo y se tiraba con fuerza para atrás para levantar la tierra.

En Valtierra (N) se han utilizado las layas para remover tierras donde era difícil entrar con el ganado de tiro: en parcelas pequeñas, para extraer raíces en la roturación, en la extracción de la remolacha, etc. En Aoiz (N) empleaban las denominadas layas navarras para superficies pequeñas, patatales o viñedos y para el laboreo de las huertas. En Muez (Valle de Guesálaz) y Ugar (Valle de Yerri) sobre todo en las tierras de regadío, como las huertas. En algunos pueblos del Valle de Roncal (Ustárroz, Isaba, Urzainqui) empleaban las layas, laiak, para arran car pedazos de tierra llamados zaflas.

Layas navarras. Muez (N). Fuente: Archivo particular Pablo Álvarez Vidaurre.

En Beasain (G) señalan los informantes que la laia fue el instrumento que, hasta que apareció la reja en el primer tercio del pasado siglo XX, era el único utilizado por los labradores para roturar anualmente los campos. Es una horquilla con dos púas derechas, de unos 60 cm de largo con mango alineado ligeramente inclinado. Cada layador, laiaria, utilizaba dos layas, una izquierda y otra derecha. El trabajo se ejecutaba elevando ambas layas verticalmente más arriba que la cabeza, para tomar impulso, y clavándolas en tierra con toda la fuerza posible. Se les empujaba con el pie apoyado en el travesaño horizontal para clavarlas aún más, y haciendo palanca hacia atrás se conseguía voltear el trozo de tierra abarcado por el conjunto de laiariak. Para poder voltear la tierra sin que se agarrase en los laterales de las layas, se hacían unos cortes longitudinales en la heredad a roturar. Para estos cortes utilizaban una cuchilla colocada bajo una pértiga de la que tiraban los mismos labradores. Según el número de layadores que fueran a intervenir se hacían los cortes a mayor o menor distancia uno de otro. Esta cuchilla se llamaba nabarra.

En Berastegi (G) lo mismo que en Elgoibar (G) y Hondarribia (G) señalan los informantes que la laia es una herramienta anterior al uso de los animales en las faenas del campo. Es una horquilla de hierro con mango de madera que accionada con el pie y palanqueada con el brazo servía para remover la tierra. Había laya izquierda y laya derecha.

En Telleriarte (G) se ha descrito del modo siguiente la labor del layado:

Lan-tresnarik zaharrentarikoak laiak izan daitezke. Ezkerra ta eskubia dira, burnizko biña hortz eta zurezko eskulekuekin. Laiariak bakarka, baiño sarriagotan biñaka ta hirunaka jardun ohi dira. Aurrena, nabarraz zohia ebaki ohi da. Zenbat laiari, hainbesteko zabalera emanez. Nabarra aberez erabil tzen da, hirunaren atzen hortz bakarra dauka, ta lan honeri laia-zohi markatzea esaten zaio ta lurra eten dadin egiten da. Ondoren ebaki tartek lurra jiratzeko, laiariak atzerazka diralarik, esku banatan laia hartuaz, gora altxa, ta kolpen lurrean sartuz, 15etik 25 zentimetro zabaleko lur baldea jiratuko dute; horrela kolpe bakoitzeko lanketa berdina egiten dutelarik”.

En Moreda (A) con las layas se labraban o cavaban las fincas de cereal que estuvieran en cuesta. También los olivares. Hace años que no se utilizan. Dicen los informantes que layaban tanto solos como en grupo de varias personas. Se colocaban uno al lado del otro y layaban a la vez dando vuelta a la tierra. También cavaban con las layas uno detrás del otro haciendo surcos. Esta segunda forma era más utilizada que la primera. La laya era una especie de pala de hierro, con dos púas y mango de madera. Se utilizaba hincándola en la tierra con las dos manos dándole un fuerte golpe. Luego se pisaba con el pie para a continuación en un movimiento sincronizado con las manos y los pies darle vuelta a la tierra trayendo el mango hacia el cuerpo del layador y el pie hacia atrás.

En Abezia (A) la describen como un utensilio similar a la pala de cavar, pero con dos dientes y con un mango más alto. Los mayores aseguran que se utilizaba para mover la tierra en terrenos en los que no se podía labrar con arado pero pocos recuerdan haber visto cómo se empleaba. Según uno de los informantes se colocan tres o cuatro hombres en fila cada uno con su laya y cavaban al mismo tiempo para mover el terrón simultáneamente. Según explican, era “una labor de hombres” dado que obliga a levantar mucho la pierna. Se utiliza también actualmente para sacar zanahorias y remolacha.

En Berganzo (A) a las layas se les denominaba “hierro de cavar la huerta”. Era una pala de hierro con el mango recto y forma de cuchara y podía tener dos o cuatro púas. Se empleaba para dar la vuelta a la tierra. En la comarca de Bernedo (A) han aparecido en algunas casas layas, pero no recuerdan su uso.

En Ajangiz y Ajuria (B) las layas, laijek, se han utilizado en heredades llanas, leunien, y también en terrenos inclinados, aldrapan. Guardan el recuerdo de que se utilizaban allí donde no se podía meter el arado, goldie. Varias personas se ponían en hilera e introduciendo las layas en la tierra iban volteándola. Se layaba, laijetu, mucho en tiempos pasados. Cuando dejaron de utilizarse en labores agrícolas, a comienzos de los años cincuenta del s. XX, se les dio otro destino, se clavaban en el prado para sujeción del burro, el macho cabrío o la cabra. En Nabarniz (B) también guardan el recuerdo de que para realizar las siembras, laboriek ereitteko, se utilizaban las layas, laijek.

En Zeanuri (B) las layas, laiak, tenían las características físicas descritas anteriormente. Se utilizaban para remover profundamente la tierra en la que se iba a sembrar el trigo. Su uso perduró hasta entrados los años 40 del siglo XX. Era un trabajo duro que tenía lugar en el mes de noviembre. Generalmente se comenzaba a layar al amanecer formando un equipo de cuatro layadores, laiariak, y procurando que los más fuertes ocuparan los extremos; cuando el terreno estaba en pendiente el puesto que requería más fuerza era el extremo inferior. Las mujeres ocupaban generalmente los puestos del medio. Se juntaban para esta labor los vecinos de casas próximas que se ayudaban mutuamente. Esta práctica del layado, laiatu, cayó en desuso cuando se introdujo el arado de vuelta, makinia, de doble reja tirado por vacas o bueyes que penetraba profundamente y volteaba la tierra, makinatu.

En el Valle de Carranza (B) las personas consultadas no llegaron a utilizar las layas, salvo ocasionalmente y por capricho. Sin embargo supieron del modo de trabajar con las mismas por los relatos de la generación anterior; aún así solo tienen la certeza de que las utilizaron sus abuelos y los hijos mayores de estos. Saben que trabajaban en grupos numerosos dispuestos en fila, de tal modo que hincaban las layas en la tierra y hacían un movimiento simultáneo hacia atrás para levantar la tierra y darle vuelta. Trabajaban por lo tanto de espaldas al terreno que debían labrar de cara al removido. Una vez concluían la pieza de uno de los participantes continuaban con la de otro vecino, y así con las de todos.

En Bedarona (B) se utilizaba para remover profundamente la tierra, sacar tepes, zohie ateratzeko, antes de la siembra del trigo o del maíz. A esta labor se le llamaba laiaketan y al tepe removido, zohie. El trabajo de laya no se realiza

desde los años cuarenta del siglo XX.

En Urduliz (B) lo mismo que en Abadiño (B) queda el recuerdo de que se trabajaba la tierra con layas. En Amorebieta-Etxano (B) los informantes más ancianos han trabajado la tierra con este apero en su juventud.

En el Valle de Carranza (B) señalan los informantes que la pala entre otras funciones, no todas relacionadas con la actividad agraria, también fue empleada en tiempos pasados por alguno para dar vuelta a la tierra. Pero se considera que esta herramienta “trata muy mal la tierra”. Para ello se empleaba la pala redondeada. Se clavaba en la tierra presionando con el pie y apoyando el cuerpo sobre el extremo en T del mango y se hacía palanca hacia atrás para levantar la tierra.

Pero se consideraba mala herramienta para esta labor porque en vez de remover la tierra y dejarla suelta, la corta y queda compactada. Si además se tiene la mala fortuna de que llueva después de realizar esta labor “no había quién trataría con aquella tierra”.

También hoy día hay herramientas con mango largo que recuerdan a la laya.


 
  1. José M.ª JIMENO JURIO. “Diccionario Etnográfico y Folklórico” in Etnografía histórica al airico de la tierra. Pamplona: 2010, p. 376.
  2. Th. LEFÈBVRE. Les modes de vie dans les Pyrénées Atlantiques Orientales. Paris: 1933, pp. 208-210.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. Bosquejo etnográfico de Sara. Ataun: 2000.
  4. Sin embargo, en algunas estelas del País Vasco continental aparecen figuras de instrumentos propios de las labores a los que se dedicaron en vida los que yacen en la sepultura: en la estela 749 de Suhuskun figuran una laya y un nabar “cuchilla” entre los rayos de una estrella pentagonal. Vide: José Miguel de BARANDIARAN. Estelas discoidales del País Vasco (lll). OO.CC. Tomo XX. Bilbao: 1981, p. 846.
  5. En 1972 Julio Caro Baroja escribía que esta localidad tenía fama de poseer grandes layadores hasta aquellos días. Ya no solo se usan layas en las huertas, sino que todavía –explica– “hay allí un herrero que arregla las puntas o apareja el viejo apero”. Según él, los labradores trabajaban en filas de a cuatro con los dos más viejos al medio por lo común, y van en fila hacia atrás. Pegan simultáneamente el golpe en la tierra con las ocho layas, aprietan con el pie el instrumento, luego lo bajan y apalancan, y así sacan un montón de tierra de forma rectangular, al que –según su información– llaman tormo. Continúa escribiendo: “después que el tormo se seca, habrá que destormar con unos mazos de madera. Es decir, que el trabajo es distinto al que se llevaba a cabo con la laya, larga y estrecha, de la zona septentrional de Navarra”. Vide: Etnografía Histórica de Navarra. Tomo III. Pamplona: 1972, p. 417.
  6. En el Dietario de 1952 de Alfredo Beguiristain se lee en febrero, días 26 y 27: 3 peones “layando los pies madres”; o en noviembre “layando los orillos”.