Leche de mujer. Belarriko mamorroaren egarria kendu

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Una práctica ampliamente extendida ha consistido en verter en el oído afectado unas gotas de leche de una mujer que se halle en periodo de lactación. Así se ha constatado entre otras muchas localidades en Agurain, Bernedo, Cripán, Lagrán, Pipaón, Ribera Alta, Valdegovía (A); Bermeo, Durango, Gorozika (B); Améscoa, Lezaun, San Martín de Unx, Tiebas, Sangüesa, Valle de Erro (N); Vasconia continental y Donoztiri (BN).

Normalmente este remedio se ha aplicado a los bebés siendo su propia madre quien se ocupaba de echarle las gotitas de leche (Berganzo, Mendiola-A; Bedarona, Muskiz-B; Allo, Murchante-N).

Como quiera que a veces el niño estaba ya crecido era necesario recurrir a una mujer que no fuese su madre pero que estuviese dando pecho.

En Elgoibar (G) una manera de quitar el dolor de oído, sobre todo a las criaturas, era echar unas gotas de leche de la madre que estaba criando.

En Amézaga de Zuya (A) en el caso de que los niños tengan “frío de oídos” se considera que lo mejor es echar un chorro de leche del pecho de una mujer lactante.

En Moreda (A) antaño el remedio considerado más eficaz para combatir este dolor en los chiquillos fue el echarles leche materna o de cualquier otra mujer del pueblo que estuviera criando. Con tan sólo unas gotas dicen que encontraban alivio.

En Obanos y Viana (N) si se trataba de lactantes se les echaba una gotita de leche en cada oído. También se buscaba a una madre que estuviera dando el pecho en caso de niños mayorcicos. En Viana recuerdan el caso de una monja que padecía dolores de oído y que visitaba a una lactante para que le echara unas gotas de leche.

Como se ha recogido en este último caso, este remedio también se ha aplicado en el caso de los adultos.

En Carranza (B) si se trataba de un niño pequeño se le vertían un par de gotas de leche directamente del pecho de una mujer que estuviese dando de mamar. Era un remedio muy conocido y del que los informantes atestiguan su eficacia. Era tan conocido como el del aceite y además de a niños también se aplicaba a adultos obteniendo, según los informantes, óptimos resultados.

En Olaeta (A), Arrona (G) y Donibane-Garazi (BN), en tiempos pasados, se creía que cuando un niño tenía dolorido el oído era conveniente verterle leche del pecho de una mujer para apagar la sed del gusano que se alojaba en su interior[1].

En la Montaña Alavesa también creían que el dolor de oídos era debido a un gusano que tenían dentro. Para curar el mal había que echarle leche del pecho de una mujer y así se le quitaba la sed[2].

En Apellániz (A) en concreto se creía que la leche de mujer, al echarla en el oído del afectado, ahogaba al gusano. Otros decían que así se alimentaba y de ese modo no se movía ya que eran las sacudidas de éste las que causaban el sufrimiento. Esta leche debía ser de la que amamantaba a una niña para curar a un chico y al revés, de la que criaba un niño para la dolencia de una chica.

En Romanzado, Urraul Bajo y en Tiebas (N) también se ha constatado que si se deseaba calmar el dolor a una niña la leche debía proceder de una mujer que criara un niño y viceversa, si era para un niño de una mujer que criara niña.

En Mundaka (B) se creía igualmente que cuando el oído dolía el gusano que se alojaba dentro tenía sed por lo que era bueno verter unas gotas de agua bendita. Este gusano tenía en Arratia (B) el nombre de belarriko mamarroa[3].

Un anciano de Azkaine (L) también decía que en el fondo del oído se alojaba un gusano que cuando estaba sediento comenzaba a agitarse y que no se calmaba hasta que se hacía con un poco de bebida.

En Bedarona (B) también se recurría a unas gotas de agua bendita pero sin que se haya constatado la misma creencia. En Sangüesa (N) se introducía en el oído leche de burra.


 
  1. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 78.
  2. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU. “Folklore de la Montaña Alavesa” in AEF, XX (1963-1964) p. 27.
  3. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 231.