Limitaciones a la libertad de bailar

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Coerción de las conciencias

El baile "agarrado" denominado en euskera popularmente baltseoa (que deriva de la palabra castellana vals) fue recriminado como inmoral por los sacerdotes y religiosos en las primeras décadas del siglo. Una buena parte de las predicaciones iban dirigidas a poner en guardia a los jóvenes ante el peligro moral que comportaba este tipo de baile que comenzaba a introducirse. Además del propio baile, el ejecutarlo en lugares cerrados y poco iluminados tuvo una connotación peyorativa y pecaminosa para la moral imperante.

La autoridad civil, en connivencia con la eclesiástica, trataba a menudo de impedir la celebración de dichos actos y si no, condicionaba la asistencia a los mismos. Fue abundante la literatura religiosa generada en la época sobre la licitud o ilicitud de dichos bailes[1].

En muchas localidades se ha recogido que el baile agarrado era considerado pecado por los curas y que a menudo predicaban en contra del mismo. Así una informante de Lezama (B) señala jantzia eitia pekatue zala esaten euen abadeak. Otro tanto se ha constatado en Markina y en Nabarniz (B) donde bailar a lo agarrado se consideraba pecado (baltseoa, pekatu mortala).

En Ezkio (G) como la iglesia y la casa cural se encuentran en la misma plaza, las personas encuestadas aseguran que no era de extrañar que los jóvenes buscaran otros lugares para la celebración del baile agarrado por miedo al qué dirán de la gente y para eludir la prohibición de los curas vigente en los años cuarenta (gazteek dantza lotua egin nai izan ezkero beintzat, beste leku batzutara aldegiten zuten. Orain dela 50 urte apazarengandik debekatua zeukaten dantza lotuan egitea).

En Allo (N) se conoce el dicho "el bailar a lo agarrau / era mucho pecau". Aseguran los informantes que los curas en sus sermones reprendían tanto a los jóvenes que acudían al baile como a sus padres que se lo permitían, contribuyendo de este modo a mantener vivo el miedo al pecado.

En Aoiz (N) la influencia que ejercía la iglesia sobre algunos jóvenes era determinante ya que el sacerdote preguntaba en la confesión si se había acudido al baile. En el caso de que la respuesta fuera afirmativa, indagaba si se había bailado agarrado, y de ser así consideraba que al menos uno de los miembros de la pareja había pecado. Cuentan que en algunos casos el confesor negaba la absolución, lo que intimadaba a los jóvenes.

En Lezaun (N) después de finalizado el baile al toque de oración, los mozos solían quedarse aún un rato y si alguna de las mozas lo hacía era muy probable que al confesarse el sacerdote no le diera la absolución. A finales de los cincuenta fue cediendo la presión sobre las mujeres, siendo más frecuente verles formando parejas mixtas en los bailes "al agarrado". En Apodaca y en Berganzo (A) se ha constatado que los curas desaprobaban la celebración de bailes después de la cena.

En San Martín de Unx (N) el cura en la predicación condenaba el baile por considerarlo pecado mortal y los informantes aseguran que "no te echaba la absolución hasta que prometieras no volver a bailar".

En Gamboa (A) a los ancianos no les gustaba que los bailes fueran tan agarrados y menos aún al cura que actuaba como defensor de la moralidad de mozos y mayores. En los sermones de los actos religiosos festivos llamaba la atención sobre el peligro de realizar excesos que quebrantaran la moral cristiana. En ocasiones se excedía en su celo llegando a acusar directamente en público o a intervenir. Ocurrió que durante la celebración del baile en el barrio Marieta de esta localidad, tras la romería en la ermita de Santa Marina irrumpió el cura en el momento del toque de oración al atardecer obligando a todos a rezar con él y a continuación ordenó que se retiraran a sus casas.

En Abadiano (B) en algún tiempo estuvo prácticamente prohibido bailar "el agarrau". En las fiestas patronales los jóvenes solían convencer a los músicos para que tocaran alguna pieza que permitiera el baile agarrado, mas los alguaciles si se apercibían de ello les imponían una multa.

En Zeanuri (B) los PP. Jesuitas predicaron una misión popular durante la Cuaresma de 1931. El último día, domingo de Ramos, el director de la misión reunió en la plaza a todo el pueblo con sus autoridades y recabó de ellos un solemne juramento de que "jamás se bailaría al agarrado en el municipio de Zeanuri"[2]. De hecho esta prescripción se mantuvo en vigor durante toda la postguerra hasta los años sesenta en que desapareció el baile dominical en la plaza del pueblo. Tampoco autorizó el ayuntamiento el baile agarrado en las fiestas patronales ni en las de las ermitas de su jurisdicción. La razón que se aducía para esta prohibición era precisamente el juramento que formuló el pueblo de Zeanuri en 1931.

En Lekunberri (N), a mediados de siglo, bailar valses seguía estando mal visto, y en opinión de los informantes solamente los ejecutaban las parejas más atrevidas y desvergonzadas.

Reprobación a las congregantes

Esta rigidez de las normas morales imperantes castigaba con mayor severidad a las jóvenes que a los muchachos. En muchas localidades han consignado que si una Hija de María era sorprendida bailando a lo agarrado, ello le suponía cuando menos la recriminación y podía costarle la expulsión de la congregación (Amorebieta-Etxano, Bermeo, Zeanuri-B; Berastegi, Getaria, Hondarribia y Telleriarte-G).

En Ezkio (G) a las hijas de María que pillaran bailando a lo agarrado les expulsaban de la congregación (egoera orretan -dantza-lotuan- arrapatzen zuten neska, Maria Alaben Kongregaziotik ateratzen zuten leenbaileen). Otro tanto ocurría en Bidegoian (G) y en Aiherra (BN). Pero los hechos demuestran que se incumplían las recomendaciones porque como señalan Ios informantes de esta última localidad bajo-navarra en cierta ocasión ocurrió que el párroco expulsó por bailar a todas las congregantes.

En Hazparne (L) las chicas que habían hecho la comunión e ingresado en la congregación, kogregazioneko neskatoak, debían dar ejemplo de buena conducta moral no bailando. Recuerdan las encuestadas que por regla general se abstenían de hacerlo, aunque se cometían transgresiones a la norma y no faltaba quien las denunciara al cura.

Una informante de Nabarniz (B) guarda memoria de cómo en los años veinte, durante la celebración de la fiesta de san Juan, dos muchachas osaron bailar un pasodoble al son del acordeón, farrie. Eran Hijas de María y cuando fueron a confesarse, el cura de la localidad les negó la absolución (absoluziñorik be emon ez abadiek).

La Cuaresma y el luto

Fue común que durante el tiempo de Cuaresma y la Semana Santa se suprimieran los bailes. Los jóvenes entonces trataban de buscar entretenimientos alternativos, lo que no resultaba fácil en tiempos pasados porque la prohibición de espectáculos y diversiones en ese periodo era casi general. En algunas localidades las horas del baile se sustituían por el paseo produciéndose en el transcurso del mismo una suerte de complicidad entre los muchachos y las muchachas (Durango, Orozko, Zeanuri-B). Pasado ese intervalo de abstinencia se retomaba el baile con gusto, sumado a la alegría de las fiestas de Pascua. En algunos lugares también se suspendía el baile el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos (Elgoibar-G).

Otra restricción importante para acudir al baile, sobre todo para las mujeres, era el estar en periodo de luto que antaño se prolongaba considerablemente. En tiempos pasados, mientras se mantuviera esa situación, la prohibición de asistir a bailes, fiestas y romerías fue general en todas las localidades de Vasconia, variando la duración de unos lugares a otros. Esta prescripción consuetudinaria estaba vigente particularmente durante el primer año siguiente a la muerte de un familiar cercano, el periodo conocido como de gran luto, luto osoa o dolu handia.

En ese tiempo o inmediatamente después de cumplido el mismo, las mujeres se incorporaban paulatinamente al baile limitándose primero a mirar y a conversar con amigas para depués empezar a bailar. Así las informantes de Urduliz (B) atestiguan que pasados los primeros meses del luto acudían a la plaza y se quedaban en un rincón viendo bailar a sus amigas pero sin hacerlo ellas (an egoten giñen jotas baztarren beste batzuk zelan jantzan dabiltzezan adi).

En Gamboa (A) para resaltar el rigor de esta costumbre subrayan que durante el año que duraba el luto no bailaban ni tan siquiera en las fiestas patronales y en Berganzo (A) anotan que las chicas que no bailaban por motivo del luto se sentaban en un banco de la plaza al que llamaban "el banco de las viudas" o "banco de los lutos".


 
  1. Para conocer la actitud negativa para con el baile mostrada por la Iglesia católica puede consultarse en el capítulo “Bailes” in José Mª SATRUSTEGUI. Comportamiento sexual de los vascos. San Sebastián, 1981, pp. 123-159. Las prohibiciones y condenas de las danzas, incluso de las de carácter folclórico, por parte de las autoridades eclesiásticas viene de antiguo. El jesuita Manuel de LARRAMENDI hizo en el s. XVIII una defensa de la bondad de las danzas folclóricas vascas frente a opiniones contrarias tradicionales y vigentes en la época, en su conocida obra Corografía de Guipúzcoa. Barcelona, 1882, pp. 195-245. Sobre el mismo asunto para el s. XIX puede consultarse Aita Prai Bartolome SANTA TERESA. Euscal errijetaco olgueeta ta dantzeen neurrizco gatz-ozpinduba. Iruña, 1816.
  2. Una noticia de este acto aparece en el Boletín Oficial del Obispado de Vitoria. Vitoria, 15 de abril de 1931, p. 321.