Los columpios. Gorgoinak

El columpio es un medio de diversión ampliamente difundido. Además de este nombre recibe otros como columbio (Salinas de Añana-A), columbión (Salcedo-A), columpio (Pipaón-A, Hondarribia-G) y jolumpio o jolumpión (Garranza-B). En algunos pueblos de la zona de Artziniega (A), además de columpio se denomina belimbón. En Bernedo (A) bumbula o bolumbia; en Apellániz (A) bolumbayo; en Allo (N) bolindia; biboranza en Artajona (N); chinchilincorda en San Martín de Améscoa y San Martín de Unx (N); balanza en Lezaun (N); y en Eugi y Monreal (N), además de columpio, zambala y bandeador respectivamente. En el Valle de Elorz (N) también zámbala. En Moreda (A), las personas mayores conocen este juego por el nombre de la bimbi. En Ahatsa (Ip) le llaman la balancoire.

En euskera se denomina kolunpioa (Lezama-B, Berastegi, Bidegoian-G y también en Ibarra y Gantzaga de Aramaio-A), txinboa (AmorebietaEtxano-B), ziburua/e (Beasain, Elosua, Ezkio, Zerain-G), dindana (Oleta-A, Aratz-Erreka-G), jjibojjíbue (Bermeo-B), txintxaune en Abadiano (B), zimi zamue (Gorozika-B), zinbili zanbulua (Elgoibar-G), zabua (Goizueta-N), ziboa (Zeanuri-B), gorgoina (Sara-Ip). En Aria (N) le llaman dilindan soka; en esta población navarra el término kolunpioa hace referencia más bien al columpio del parque recreativo construido hace poco tiempo.

En algunas de las anteriores poblaciones, el nombre que recibe el columpio es extensivo para el balancín, que se describirá más adelante, tal es el caso de Lezama (B) o de Allo (N); pero en la mayoría se distingue con diferentes designaciones a estos dos juegos.

Columpiándose. 1937. Fuente: Arrien, Gregorio. Niños vascos evacuados en 1937. Bilbao, 1988.

En Arraioz (N) al juego de columpiarse se le dice «Gorgoiñetan». A la actividad en sí se le denomina en San Martín de Unx (N) bandearse, en Carranza (B) jolumpiarse, en Ezkio (G) ziburuen ibiltzea y en Aratz-Erreka (G) din-danan ibiltzea. En Zeanuri (B) zibo-ziboka. En Goizueta (N) a cada uno de los movimientos de balanceo se le llama zabualdia.

La forma más sencilla de preparar un columpio es atando los dos cabos de una soga a una rama horizontal de un árbol o a una viga, dejándolos separados por una distancia algo superior a la de la anchura de los hombros de los niños que van a jugar en él. La parte más baja de la cuerda, donde describe una «U», debe quedar a una altura conveniente del suelo, de tal modo que el chiquillo, una vez sentado, pueda tocar tierra con sus pies para poder impulsarse.

Para evitar hacerse daño en las nalgas con la cuerda, ha sido costumbre poner sobre ésta una prenda, trapo o a menudo un saco de los empleados en las faenas agrícolas, bien doblado y asentado. También se ha empleado una tabla, aunque en muchas localidades su uso ha sido posterior.

En Pipaón (A) y en Allo (N), por ejemplo, el saco lo rellenaban con paja. En Gamboa (A) y Elosua (G) empleaban además la manta de los bueyes, otros ponían una tabla con varios agujeros por los que pasaba la soga y los más habilidosos construían un cajón con unas cadenas para sujetar el chaval al asiento.

En Apodaca y Salvatierra (A) utilizaban también una tabla cortada a medida a la que se hacían agujeros para atar la soga. En Carranza (B) era rectangular, con dos muescas en los lados más cortos que servían para ajustarla a la cuerda. En su lugar se empleaba en ocasiones la palanca de atrancar la puerta u otro madero grueso. En Ribera Alta (A), a veces la sustituían anudando ambos extremos de la cuerda y colocando sobre el nudo un saco.

Con el mismo fin se han empleado mantas dobladas (Alío, Sangüesa, Viana-N), almohadillas (Eugi, Sangüesa, San Martín de Unx-N), un simple palo y sobre él un saco o manta (Artajona-N) o un trozo de madera algo arreglado con el hacha (Beasain-G).

Además de sogas, para hacer columpios también se han empleado cadenas.

Los dos emplazamientos más habituales para colgar los columpios han sido las vigas de un techo y las ramas de los árboles. Por lo tanto, esta diversión se puede practicar a lo largo de todo el año, en invierno a cubierto y cuando el tiempo lo permite, al aire libre.

El recinto más corriente suele ser la cuadra, pero también se han instalado en el desván (Arraioz-N) o mandoia (Berastegi-G), a la entrada de la casa (Artajona-N) o de la cuadra, eskaratzea (Aria-N), colgados del techo del corral (Allo, Izal, San Martín de Améscoa-N), del pajar (Pipaón-A), del granero o del lago (Allo-N).

En Hondarribia (G) empleaban las cuerdas o txikoteak de las embarcaciones para hacer los columpios. Durante el invierno pendían a cubierto en los soportales de las viviendas de pescadores, cuyas vigas, expuestas al aire, servían además de colgadero de cañas de pescar, redes y otros aparejos del oficio.

En Garde (N), durante la fiesta del «mata cutos», los niños subían al sabayao o granero y de las amallas o vigas del techo colgaban unas cuerdas y preparaban el columpio. También se aprovechaban las ramas de los árboles de la ribera que sobresalían sobre el río, por lo que siempre había alguno que regresaba a casa con el culo mojado.

Ziburuan. Zerain (G), 1989. Fuente: Karmele Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.

De igual modo en Goizueta (N), coincidiendo con la matanza del cerdo, se montaba el columpio aprovechando la rama de un árbol. Así los niños permanecían entretenidos mientras los adultos se ocupaban de los trabajos de la matanza, a la vez que estaban cerca y a disposición si se les requería para un recado.

Cuando el columpio se cuelga de una rama, es necesario buscar la apropiada: se prefiere cuanto más horizontal y de suficiente solidez. En Laguardia (A) lo montaban entre dos árboles.

En la preparación del columpio toman parte los propios niños, a menudo ayudados o supervisados por una persona mayor que se encarga de comprobar que la sujección sea correcta, ya que un fallo en las ataduras puede tener serias consecuencias. Cuando los que van a jugar son demasiado pequeños, se ocupa de montarlo el adulto.

Para balancearse, el niño colocado en el columpio puede tomar impulso él mismo o ser empujado por otro compañero. Si juega solo, una vez sentado se incorpora hacia atrás y después, levantando los pies del suelo, deja que su cuerpo se desplace hacia adelante. En esta fase de la oscilación lleva las piernas estiradas para conseguir el mayor alejamiento respecto al punto de reposo del columpio. En cambio, durante el retroceso las mantiene dobladas, y al llegar al punto más bajo del recorrido, justo en la vertical, se propulsa golpeando el suelo con los pies. De esta forma puede alcanzar en pocas oscilaciones una altura considerable. Después la inercia y ligeros impulsos le permiten mantener el movimiento con un esfuerzo mínimo.

Cuando el chiquillo que quiere columpiarse es ayudado por un compañero, éste no tiene más que empujarle por la espalda.

En este juego pueden participar los niños desde que son capaces de mantener el equilibrio sobre el columpio, pero entonces siempre son ayudados por un adulto. En cuanto crecen un poco aprenden a tomar impulso por sí mismos.

Cuando hay varios jugadores esperando para columpiarse se establece un turno y se cuenta el número de veces que se mece cada uno.

En Zerain (G), antes de sentarse el primero, se decidía cuántas veces se le iba a empujar. Después se contaba en voz alta: bat, bi, iru,... y se concluía de este modo:

Una de propina
dos de sardina
tres de bacalao
el cuarto se acabó
bat, bi, iru ta lau.

Si no se consensuaba al principio el número de balanceos permitido, cuando se aburría el que empujaba, entonaba la anterior cancioncilla para así efectuar el cambio.

También se jugaba a ver quién duraba más o quién subía más alto (Salinas de Añana-A).

El balanceo del columpio es suficiente para entretener al que juega, pero en algunas localidades ha sido costumbre acompañar el movimiento con canciones o recitados.

En Salcedo (A), por ejemplo, a la vez de mecerse se decía:

Al columbión cachabón
vacas vienen de Aragón.

En Bernedo (A) uno o varios niños columpiaban al sentado a la vez que le recitaban la siguiente letrilla:

A la bumbula cacha
a la burra borracha
ha dicho el gitano
que el que no tenga burro
que no ande a caballo.
Londo lerito
espérate un poquito
para hoy y para mañana
para toda la semana.
Que vienen las monjas
cargadas de rosas
que no pueden pasar
por el río de Aguilar.
Que pase una
que pasen dos
que pase la madre
y el hijo de Dios.
Columbión chiquito
columbión mayor
escurre las vinajeras
de altar mayor
yoyor abajo.

Y con el último verso se le daba un empujón y se colocaba otro en el columpio.

En Apellániz (A) le cantaban:

Bolumbayo, bulumbón,
vacas vienen de León,
todas vienen con cencerro
menos el toro mayor.

También:

Liru, lira, liru,
las cabras en el trigo
y el pastor en La Picota.
Dile al pastor
que toque el tambor,
dile a la abuela
que toque la vihuela.

En Lezaun (N) mientras empujaban a uno de los niños, los otros entonaban:

La gallina turrutaca
pone huevos en la rada
pone uno, pone dos,
pone tres, pone cuatro,
pone cinco, pone seis,
pone siete, pone ocho,
con pan y bizcocho.
Carne asada bien lavada
con hojas de laurel, mirimininuel.
Mi marido chocolatero,
chocolatero, chocolatero.

En los años sesenta y setenta, esta canción fue sustituida por la conocida: «Un elefante se balanceaba...», que los niños habían aprendido en la escuela.

Las niñas de Artajona (N) también canturreaban a veces letrillas al «dar a la biboranza»; como ésta:

A la barca, al barquero
a las hijas del chocolatero.

O esta otra más larga:

Zímbili, zámbala,
San Salvador,
la Virgen María
parió sin dolor.
Levanta José,
enciende las velas
y mira quién anda
por la cabecera.
Los ángeles son
que van de carrera
y llevan un niño
vestido de seda.
¿De quién es ese niño?
De María.
¿Dónde está María?
Hablando con José.
¿Dónde está José?
Hablando con San Pedro.
¿Dónde está San Pedro?
Abriendo y cerrando
las puertas del cielo.
Cuatro palomitas
en un palomar
suben y bajan
al pie del altar;
tocan a misa,
rezan a Dios,
Santa María
Madre de Dios.
La Mariví
estaba en la ventana
comiendo una manzana;
el betibó
que estaba en el balcón
comiendo un melocotón.
Sáltate niña,
que te vas a caer
Una, dos y tres.

También concluían de este modo: «Sáltate niña / por última vez. / Una, dos y tres.»

En Obanos (N) cantaban al columpiarse una cantinela similar a la anterior:

Zímbili zámbala
San Salvador
cuando la Virgen
parió sin dolor.
Levanta José,
enciende las velas
y mira quién anda
por la carretera.
Los ángeles andan
buscando carrera
y encuentran a un niño
vestido de seda.
De María es.
¿Dónde está María?
Buscando a San Juan.
¿Dónde está San Juan?
Buscando a San Pedro.
¿Dónde está San Pedro?
Cerrando y abriendo
las puertas del cielo
pa ti la rosquilla
pa mí el caramelo.

Concluida la canción se dejaba el columpio al siguiente.

Alejandro Urigoitia recogió el nombre de «Txitxanka» para este juego y el de txin-txaun para el movimiento rítmico de ir y venir, al cual acompañaba el siguiente verso cantado: «Din dan zer da an A-ra-ba-n»[1].

Zinbili-zanbulu. Elosua (G). Fuente: Dibujo de Juan José Galdos, Grupos Etniker Euskalerria.

Además de balancearse sentados, los columpios permiten adoptar otras posturas como mecerse de pie o igualmente incorporados pero con un pie al aire (Amézaga de Zuya-A). También conseguir movimientos distintos al natural de vaivén, por ejemplo de derecha a izquierda y viceversa. En Obanos (N) esta forma de mecerse se conoce como «hacer el barco».

Otro movimiento consiste en girar en torno al eje vertical del que pende el columpio. Para ello, el niño sentado debe primero impulsarse con los pies para arrollar las dos cuerdas sobre sí mismas. Después, levantando las piernas, se deja llevar por el movimiento rotatorio del columpio, que tiende a restablecer su estado inicial. Una vez las cuerdas alcanzan la posición paralela, a causa de la inercia vuelven a arrollarse en sentido contrario, pero con menos intensidad que la primera vez. Así, el niño va dando vueltas en uno y otro sentido alternativamente hasta que por fin cesan los giros.

Durante los últimos años en muchos pueblos se ha generalizado la costumbre de crear pequeños parques o recintos en los que se instalan artilugios destinados al entretenimiento de los niños. Suele tratarse de toboganes, construcciones para ser escaladas, dispositivos que permiten movimientos rotatorios y otros de distinta naturaleza entre los que nunca faltan algunos columpios.

Hasta aquí hemos descrito el modo de balancearse más habitual: con la ayuda de un columpio. Pero hay formas más sencillas de conseguirlo, aunque no tan eficaces y mucho más agotadoras, por ejemplo, colgándose de las ramas bajas de los árboles o de cualquier soporte horizontal elevado a una altura conveniente del suelo. En Lezaun (N) los chicos elegían para esta actividad las ramificaciones de las hayas, dada su elasticidad. Tal entretenimiento se denominaba colincharse.

Otro procedimiento consiste en atar el cabo de una cuerda a la rama de un árbol y colgándose del extremo inferior balancearse. A veces se hace un nudo grueso para poder apoyar los pies.

En Oragarre (Ip) los niños se balanceaban con las lianas de hiedra que pendían de los árboles.

En Elosua (G) se mecían con la ayuda de un artilugio parecido a un columpio denominado zinbili-zanbulu. Consistía en una madera de casi la altura de un niño con dos palos clavados horizontalmente, uno para asirse con las manos y otro para apoyar los pies, que pendía de una viga colgada con dos cuerdas.


 
  1. Alejandro URIGOITIA. “Folklore. Juegos infantiles” in Euskalerriaren Alde, XIX (1929) p. 248.