Los criados, morroiak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Una parte de esta descripción es común a criados y criadas. Lo específicamente referido a las criadas figura en el apartado siguiente.

Relaciones entre dueños y criados

En otro tiempo fue bastante frecuente que las familias tuvieran uno o más criados. En las localidades encuestadas señalan muy mayoritariamente que el trato y las relaciones de los criados con los dueños eran buenas, estaban integrados en la casa a la que servían y tenían la consideración de pertenencia a la familia. A veces se trataba de muchachos jóvenes que luego se independizaban, en otras ocasiones permanecían solteros y se quedaban de por vida en la casa de los dueños. Procedían de la propia localidad, de la zona o de alguna región vecina. Hoy día, por las circunstancias sociales y económicas, son raras las familias que los tienen.

En Zeanuri (B), antes de la industrialización, el que una familia tuviera en casa un criado o una criada, cuya designación antigua en euskera es otsein, era un hecho muy corriente debido a que, al estar las casas llenas de niños pequeños, se necesitaban. Los criados eran por lo general adolescentes, entre los 12 y los 16 años, recién salidos de la escuela y ejercían esa función, llamada kridutzea, antes de comenzar a aprender un oficio. A veces permanecían de criados o criadas hasta una edad más adulta y en algunos casos hasta su matrimonio. Dentro del pueblo eran considerados y tratados como un miembro más de la casa. Comían en la misma mesa junto con los demás componentes de la familia. En muchos casos, sobre todo cuando el período de servicio era prolongado se entablaban vínculos duraderos y cuasifamiliares entre los de la casa y quienes habían servido en ella.

En Apodaca (A), en torno a los años cincuenta y sesenta fue común que los labradores de la localidad y de los pueblos cercanos tuvieran criados. Generalmente eran muchachos jóvenes hasta que les llegara la edad de cumplir el servicio militar. Se les trataba como a miembros de la familia. Los días festivos acudían con los mozos de su edad al baile de Mendiguren y a las fiestas de los pueblos. Cuando había clases nocturnas asistían a ellas. Algunos se marcharon a los pueblos de la Llanada alavesa porque los salarios eran más elevados.

En Izurdiaga (N) también se ha recogido que hubo criados hasta los años sesenta, pero a partir de esa fecha les traía más a cuenta colocarse con un sueldo en las fábricas de las localidades cercanas de Irurtzun u Olazagutía.

En Bernedo (A) los criados han sido tratados como miembros de la familia pero sin tener los derechos de los hijos. Se han dado casos de matrimonio entre el criado y la hija del dueño de la casa. Comían con la familia en la misma mesa, trabajaban juntos dueños y criado, y permanecían en las reuniones familiares. El trato dependía de la calidad del dueño y del criado. En Navarrete hay un dicho que reza así:

Un criado bueno, hace al amo bueno
y un buen amo, hace bueno al criado.

En Abezia (A) los muchachos a veces se empleaban como criados desde niños y eran aceptados como miembros de la familia, comían igual comida y en la misma mesa. Realizaban los trabajos más duros. Algunos dejaban la casa a cierta edad en tanto que otros, solteros, se quedaban de por vida. Se han conocido casos donde los hijos han continuado de criados como sus padres en la misma familia. En Pipaón y en Valdegovía (A) la relación con los criados era buena y cordial, generalmente se les contrataba para realizar labores en el campo.

En Ribera Alta (A) los criados tenían la misma consideración que los de la casa, a veces compartían la habitación con los hijos, se les trataba como a uno más. Cuando se casaban, la familia donde habían servido asistía a la boda. Otro tanto se ha consignado en Agurain (A) donde los criados compartían las comidas, el trabajo, el descanso y la habitación con los demás miembros de la familia.

En Beasain y en Zerain (G), en el trato familiar diario los criados eran considerados como un miembro más de la familia, sentándose a la misma mesa y compartiendo trabajos y conversaciones, fiestas y celebraciones domésticas como bautizos, bodas, etc. En Berastegi (G) los datos recogidos son similares, dicen que como los predios rústicos eran pequeños, fueron contados los caseríos que tuvieron criados, morroiek.

En Sangüesa (N) al criado casi siempre se le trataba con cariño. Normalmente comía en casa en la misma mesa que los dueños, en otros casos aparte, según la manera de ser de éstos, “aunque abundante y bien guisado”. Por lo general el criado también dormía en casa del dueño si bien a veces en un camastro cerca de la cuadra de los animales de labor, pues se debía levantar a medianoche a darles el pienso.

En Obanos (N) a lo largo del siglo XX ha sido frecuente tener peones. La relación con ellos dependía de su antigüedad en la casa. Cuando había varios tenían un cometido bien diferenciado; una informante recuerda que en su casa había uno dedicado a tener a punto las caballerías y los arreos, y el día de san Antón llevaba la reata a dar la vuelta a la iglesia para la bendición de la caballería. Hasta mediados del siglo XX antes de que salieran a trabajar se les llenaba la bota de vino “para todo el día”. Si estaba muy vinculado a la casa, en el huerto familiar se le reservaba un trozo para que lo cultivara. Una informante indica que el tener criado tenía la ventaja de que estaba todo el día disponible como uno más de la familia pero tenía el inconveniente de que quitaba intimidad.

En el Valle de Roncal (N) se ha consignado que de las casas más pobres salían los pastores, los mozos del molino, los labriegos y los peones que iban a servir a las casas pudientes. Entre ambas familias se solían establecer vínculos permanentes. A veces esas casas pobres aportaban incluso las personas encargadas de dirigir a los operarios y de ocuparse de las tierras. Los sirvientes y algunos peones solían vivir en la casa o se alojaban en las bordas del verano durante la faena. Eran tratados tanto por lo que respecta a la comida como al alojamiento como si fueran de la familia.

En Donoztiri y Uharte-Hiri (BN) había casas que tenían criado, mutil, o sirvienta, neskato, para los servicios particulares de las casas rurales. Dormían en la casa y comían a la mesa con los dueños. En Ezkurra (N) había familias que tenían criado, mutil, o criada, neskame, para labores de labranza, o criada para cuidar niños, aurtzai.

En Sara (L) sehi significa sirviente. Si es varón se llama mutil y si es mujer neskato. En las casas rurales era más frecuente tener criado que criada. Los sirvientes de las casas labradoras y de pastores se ocupaban de todas las labores propias de dichas casas. Comían lo mismo y en la misma mesa que los dueños y sus hijos, y dormían, en general, en camas y dormitorios de la misma calidad que los de aquéllos. Eran considerados como miembros de la familia del dueño.

En Liginaga (Z) criado se dice mutila y criada nexkatua. Los criados en sus relaciones con los dueños empleaban el mismo lenguaje que los demás miembros de la familia. Eran considerados como parte integrante de ella para los efectos del trato y de las comidas. En los años cuarenta ya no había criadas, pero sí cuatro o cinco criados en las casas de labranza; trabajaban en todas las labores de la labranza, comían y dormían en casa de los dueños.

En Idauze-Mendi (Z) se ha recogido que en la mayor parte de los casos el criado formaba parte de la familia. A menudo se iniciaban en ese trabajo desde niños, a los 11 años. Si permanecía mucho tiempo con la familia era considerado como el hermano mayor y tomaba estatuto de etxeko seme, hijo de la casa.

Datos similares a los descritos se han constatado en otras muchas localidades donde dicen que los criados tenían la consideración de miembros de la familia y convivían con ella sin que se marcaran diferencias. Comían y dormían en la casa, les vestían y percibían un pequeño jornal. Así se ha recogido en Andraka, Bermeo, Busturia, Gorozika, Trapagaran (B); Elosua, Orexa (G); Améscoa, Ezkurra, Izurdiaga, Luzaide/Valcarlos, Mezkiritz, Obanos, Urzainki y Valtierra (N). El que el trato fuera cordial, según indican los informantes, dependía en gran medida de los caracteres de ambas partes.

En Altza (G) señalan que a veces la familiaridad llegaba a tal punto que a los criados que llevaban muchos años en la casa les llamaban osaba/izeba, tío/tía. En Beasain y en Zerain (G) si el criado llevaba muchos años en casa, al envejecer continuaba en ella y al morir se le hacía el funeral como si de un miembro de la familia se tratara. Hoy día casi no existen este tipo de criados. En Obanos (N) se ha consignado que cuando moría el criado, el féretro camino de la iglesia salía desde la casa de los dueños con los que vivía. En Allo (N) se han conocido casos de criados que tras pasar buena parte de su vida al servicio de una determinada casa, envejecían y morían en ella. En Sangüesa (N), a veces, los criados se quedaban en la casa para toda la vida, sobre todo si permanecían solteros. En Elgoibar (G) ha habido familias sin sucesores directos donde el criado ha heredado el caserío.

En varias localidades como Abezia (A); Orexa (G); Allo, Elorz, Mezkiritz, San Martín de Unx (N) e Idauze-Mendi (Z) se han recabado algunos testimonios que indican que la relación del criado con el dueño no era tan buena. A modo de ejemplo, en San Martín de Unx se ha recogido que a los criados se les explotaba lo más posible, se les daba de comer poco y aparte, y el sueldo anual era muy bajo. Señalan los informantes que en este asunto había honrosas excepciones y fuertes contrastes.

En Elorz (N) dicen que las relaciones entre los dueños y los criados eran buenas pero no llegaban a tanto como para considerarlos miembros de la familia; en ciertas casas perduraban resabios, si bien atenuados, del poder detentado en otro tiempo. El dato recogido en Goizueta (N) es similar. En Idauze-Mendi (Z) en la mayoría de las casas el trato era familiar, pero no así en las grandes mansiones donde las barreras sociales se mantenían sólidas: los criados no comían con los dueños y vivían separados.

En Moreda (A) eran contadas las familias que tenían criado. Donde había, ayudaba al padre de familia en las distintas faenas del campo, en algunas tareas del hogar y atendía el ganado de la cuadra. El criado vivía, comía y dormía en la casa de labranza donde trabajaba y era considerado y querido como un miembro de la familia. Si tenía su propia familia, entonces habitaba en una casa distinta de la que trabajaba. En Hondarribia (G) señalan que sólo los caseríos muy ricos tenían criados y en la localidad había pocos que lo fueran. El criado o morroi era bien tratado pero dormía en una habitación separada de las de la casa.

A este respecto aportamos un texto medieval del siglo XII, tomado del Codex Calistinus, referido a Vasconia: “Hi vero turpiter vestiuntur et turpiter comedunt et bibunt. Omnis namque familia domus Navarri, tam servus quam dominus, tam ancilla quam domina, omnia pulmentaria simul mixta in uno catino, non cum cocleariis sed manibus propiis, solent commedere et cum uno cypho bibere”[1]. (Estas gentes van mal vestidas y comen y beben mal. En las casas de los Navarros, todos los de la casa, tanto el servidor como el dueño, la sirvienta como la dueña, comen todos juntos de la misma marmita, los alimentos que han sido mezclados, y ello con las manos, sin servirse de cubiertos y beben de mismo recipiente).

Contratación de criados

En Sara (L) en los años cuarenta del siglo XX el contrato con los criados se hacía por meses, más antiguamente se contrataba por años si bien se pagaba por meses vencidos. La palabra dada de acuerdo entre las dos partes era respetada y cumplida. Si el contrato se había hecho a tanto por año y el criado se marchaba antes de finalizar ese plazo, el dueño no le pagaba los jornales correspondientes al tiempo en que estuvo trabajando en casa hasta después de que hubiera transcurrido el año. Si el dueño rompía el compromiso, despachando al criado antes del tiempo señalado en el contrato, tenía que pagarle todo el salario correspondiente al mes iniciado. En algunas casas era costumbre dar al criado, como obsequio, un par de pantalones, alpargatas, unas camisas u otras prendas. En los años cuarenta era corriente el dicho de que los sirvientes no habían de entrar a servir en una casa en miércoles ni en viernes, de lo contrario no se hacían a la casa, no se aclimataban.

En Donoztiri (BN) a los criados se les contrataba a tanto por año. A un buen criado además de la paga, soldata, se le daba la manutención, el hospedaje y el arreglo de la ropa. Antaño fue costumbre que los amos hicieran a sus criados toda la ropa, tanto la de los días festivos como la de los laborables. A la finalización del contrato, los amos les entregaban alguna prenda como regalo. Si el criado abandonaba la casa por su voluntad sin esperar a que terminara el año contratado, antes de que se cumpliera este plazo no tenía derecho a cobrar las ganancias correspondientes al tiempo en que hubiera trabajado en ella. Pero si, iniciado ya el año contratado, era el amo quien despedía al criado debía entregarle a éste la paga correspondiente al tiempo en que hubiera utilizado sus servicios.

En Ezkurra (N) los datos recogidos son similares a los de Donoztiri (BN). Al despedirles a los sirvientes se les daba alubia o carne de cerdo. En los años treinta, cuando se recogieron los datos, los sirvientes, al igual que los miembros adultos de la casa, se levantaban a las cuatro de la mañana en verano y se acostaban a las nueve o diez de la noche. En invierno dormían de ocho de la noche a siete de la mañana.

En Uharte-Hiri (BN) el contrato de trabajo con el criado era verbal y se le pagaba mensualmente, muy antiguamente por anualidades. Los criados eran tratados como miembros de la familia. Si se rompía el contrato era obligación del dueño pagar el tiempo que realmente hubiera trabajado el criado. A la finalización del plazo convenido, los patrones ofrecían ropa al criado.

En Liginaga (Z) los servicios de los criados se pagaban por años vencidos. No se hacía ninguna ceremonia especial para confirmar su contrata. Antiguamente, si abandonaba antes del año la casa donde se hubiese comprometido a trabajar, el dueño no estaba obligado a pagarle nada. Al entrar por primera vez en la casa del dueño el criado se dirigía a la cocina y daba una vuelta alrededor del llar mientras aquél le decía: “Urte bete gabe juaiten bahaiz, ez duk deus ukenen”, si te marchas antes de cumplido el año, no tendrás nada. Más tarde se comenzó a pagarle los jornales correspondientes al tiempo en que hubiera prestado sus servicios. Como parte del salario, al criado, que solía ser un muchacho de alrededor de 15 años, se le daba un traje completo. Al despedirse el criado, no había costumbre de regalarle ninguna cosa. Antiguamente, antes de salir de la casa donde hubiera servido, puesto de rodillas, pedía perdón a su dueño por las faltas que hubiese cometido en su servicio.

En Zeanuri (B) eran el padre o la madre quien, acompañado de su hijo o hija, se presentaba en la casa que demandaba el servicio y con los dueños ajustaba el sueldo anual, así como las prendas de vestir y el calzado que corrían de cuenta también de los dueños. El ajuste de sueldo e indumentaria se renovaba anualmente mientras durara el servicio. Generalmente estos adolescentes no salían a servir fuera del pueblo y acudían a su casa natal con motivo de las fiestas o en Navidad.

En Amorebieta-Etxano (B) los criados tenían asegurada la manutención y el alojamiento. Por Navidades solían ir a su casa y entonces, en tiempos pasados, los dueños les daban un pan de cuatro libras y una libra de chocolate. Sus obligaciones consistían en realizar los trabajos propios del caserío tales como atender el ganado, la siembra, labrar las huertas, acarrear leña del monte, segar la yerba o transportar el helecho.

En Ribera Alta (A) a los criados se les pagaba un sueldo y se les daba manutención y alojamiento; en Agurain (A) se les pagaba una soldada. En Abezia (A) se contrataban niños como criados para pastorear los rebaños y recibían manutención, casa donde vivir, ropa y un pequeño salario. En Berganzo (A) había algún criado que se dedicaba a apacentar el ganado. Se establecía un contrato verbal, el criado u obrero recibía un sueldo y comida a cambio del trabajo.

En Zerain (G) el sueldo de los criados solía ser anual, también se les daba de comer y se les vestía. En Legazpi y en Oñati (G) se ha constatado que los criados solían ser muchachos muy jóvenes a quienes a veces se les pagaba algún dinero y otras se les contrataba a cambio únicamente de la manutención, tripa truke. En invierno se les enviaba a la escuela.

En Sangüesa (N) la contratación de los criados, generalmente solteros, sobre todo para las labores de campo, se hacía de palabra, por un año, el día 29 de septiembre, festividad de san Miguel.

Concluimos este apartado con dos particularidades constatadas en sendas localidades, relacionadas con determinadas ventajas otorgadas a los criados por la autoridad municipal.

En Valtierra (N) se ha consignado que en tiempos pasados el ayuntamiento cedía a los criados fijos cuatro robadas de regadío y diez robadas de monte. Para trabajarlas podían utilizar los aperos, herramientas y ganado de los dueños. En Oñati (G) había criados que trabajaban en invierno, negu-mutilak, en la limpieza de terrenos para la labranza que el ayuntamiento les cedía a cambio de un canon y que al cabo de unos años podían pasar a ser de su propiedad.


 
  1. Jeanne VIELLIARD. Le guide du pèlerin de Saint-Jacques de Compostelle. Macon: 1938, pp. 26-28.