Los parientes emigrados

Se ha recogido que se daban dos tradiciones en relación con los parientes emigrados a tierras lejanas. Una, constatada en Berganzo, Pipaón (A); Berastegi, Zerain (G) y Goizueta (N), según la cual poco a poco se iban desvaneciendo los lazos de unión y se acababa por romper esta relación del emigrado con su familia y su localidad de origen. Otra que dice que se seguía conservando la relación, unas veces frágil para resolver problemas administrativos y gestiones evitando que el emigrado se viera obligado a desplazarse; en ocasiones los nexos de unión eran fuertes y podían culminar incluso con el regreso del emigrado a su tierra natal. La relación suele mantenerse durante una o dos generaciones.

En Valtierra (N) se ha consignado que los familiares que se quedaban en el pueblo ayudaban a los emigrados de varias maneras: les adelantaban dinero para el viaje; cuidaban y atendían a sus padres; trabajaban las tierras que tuvieran o las vendían en las mejores condiciones; compraban tierras, casa u otros bienes en su nombre cuando enviaban dinero para hacerlo. Los abuelos o los tíos se encargaban de atender y educar, en su caso, a los hijos pequeños hasta que volvieran sus padres o se los pudieran llevar con ellos. Entre tanto, enviaban dinero para ayudarles. Los problemas más frecuentes solían ser de tipo afectivo y económico. Al cabo de unos años, los niños estaban más unidos con los que habían vivido que con sus padres y hermanos nacidos después. En estas situaciones era frecuente plantear la adopción u otras soluciones y entonces podía darse la intervención de parientes en la administración y disposición de bienes.

En Aria (N) se acostumbraba cuidar la casa de los parientes emigrados. Generalmente se hacía a cambio de aprovechamiento de la utilización de su casa para algún servicio del que la cuidaba.

En Hondarribia (G) señalan que cuando un matrimonio se ausentaba de la tierra por razones de trabajo, era frecuente que otro hijo pasara a vivir temporalmente a la casa de los abuelos o a la del hermano ausente.

En Zeanuri (B) se ha constatado que en el siglo XX hasta su último tercio, de una localidad con unas 2.500 almas, alrededor de 25 personas jóvenes, sin incluir religiosos, emigraron a América. La mitad de ellas antes de 1936 y la otra mitad entre los años 1945 y 1965. En el pueblo se ha pensado que se partía para las Américas a hacer dinero. De hecho el término amerikanue, con el que se les ha designado, era sinónimo de rico y a quienes regresaron con poco dinero se les ha llamado irónicamente amerikanu pobreak, americanos pobres. En Legazpi (G) al emigrado que no hacía fortuna se le llamaba amerikano poltxikozulo, americano arruinado. En el Valle de Carranza (B) se decía que “en el viaje de regreso se le había caído la maleta al agua”.

Continuando con los datos recogidos en la localidad zeanuritarra, se tiene la convicción de que el enriquecimiento o el triunfo social de un familiar consanguíneo repercutirá en la mejora de la situación de sus parientes. Lo avala el dato de que algunos inquilinos accedieron a la propiedad de sus caseríos con la ayuda económica de parientes enriquecidos. La relación con los emigrados a tierras lejanas no suele ser intensa, pero se mantienen los vínculos y, sobre todo, los emigrados no pierden la consideración de etxeko, de vinculación a la casa, hasta tanto no hayan formado allí su propia familia.

En el Valle de Carranza (B) la emigración a los países americanos fue cuantiosa, auspiciada por fundaciones locales como la de Sáinz Indo. El país preferido fue México y también constituyeron destinos importantes las islas: Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. En menor cuantía: Guatemala, Colombia, Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Estados Unidos de Norteamérica[1]. Los vínculos con los emigrados, sobre todo a México, no han llegado a romperse y aún continúa cierto trasiego vacacional de los emigrados. Y aunque tenga un carácter anecdótico, de vez en cuando se producen viajes conjuntos de carranzanos para asistir a bodas en este país[2].

Casa de indianos. Carranza (B). Fuente: Miguel Sabino Díaz, Grupos Etniker Euskalerria.

En Agurain (A) se ha recogido que se suele mantener relación epistolar con los familiares emigrados para conseguir y enviarles los documentos requeridos y administrar, en su caso, los bienes que poseen en el pueblo. En Berganzo, Pipaón y Valdegovía (A) los datos recogidos son similares. En Berastegi (G), ocasionalmente, los parientes que han quedado en la casa familiar han recibido alguna manda de un hijo salido de allí que hizo fortuna en América.

En Bernedo (A) los últimos emigrantes a América del Sur volvieron sin fortuna y les tocó trabajar a la vuelta como si no hubieran ido. Hace tiempo que no hay emigrantes, hoy día los que salen van a trabajar a la industria de la región. En Apodaca (A), en el siglo XIX se registró una emigración de gente a Cuba y Argentina que al no hacer fortuna –según se dice– no regresó. En los años sesenta muchos jóvenes marcharon a Alemania y permanecieron en ese país alrededor de diez años.

En Zerain (G) el lugar de emigración de las generaciones anteriores fue Argentina. A quienes les fue bien, volvían de vez en cuando, otros vinieron en los últimos años de su vida a morir en tierra vasca. Uno de estos americanos, hacia 1912, regaló la traída de aguas a la plaza del pueblo.

En Moreda (A) durante el siglo XX unos pocos emigraron a Cuba y Argentina y enviaban dinero y regalos a sus familias. También hay algunos emigrados en Brasil y Paraguay a quienes sus familiares envían de vez en cuando algún presente.

En Oñati (G) se dieron casos de familias que emigraron, no les fue bien y entonces se les ayudó económicamente desde la casa natal. Se recuerda sobre todo este hecho cuando tuvo lugar la gran devaluación de la moneda en Argentina.

En el Valle de Roncal (N) se ha recogido que se ayudaba con dinero a quien emigraba para que iniciara su nueva vida y a la vuelta si regresaba sin dinero se le echaba también una mano. En San Martín de Unx (N) la forma de cooperar con quienes emigraban consistía en pagarles el billete del viaje, cantidad que en unos casos se recuperaba y en otros no. De esta localidad mucha gente emigró a la Argentina, se les llamaba los “americanos”. Adoptaban todo tipo de conductas, desde los que auxiliaban a la familia del pueblo hasta quienes se olvidaban de ella.

En Luzaide/Valcarlos (N) dicen que se tenía un recuerdo especial para con los familiares emigrados, que eran muchos. A principios del siglo XX, los que marchaban se sintieron atraídos primero por América Latina y después por los Estados Unidos de Norteamérica.

Ha existido la costumbre, bastante generalizada, y así se ha podido constatar en Beasain, Elgoibar y Oñati (G) de que cuando se tenía conocimiento del fallecimiento de un emigrado, sus familiares organizaran una misa-funeral en el pueblo, convocándoles al acto a los parientes y amigos. En Zerain (G) indican que a los solteros que morían en el extranjero, los familiares de casa, etxekoak, les sacaban una misa de funeral y ponían en la sepultura de la iglesia la señal de duelo, oial-beltza, como era costumbre.

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Regreso a la casa familiar

En varias localidades encuestadas se ha registrado el dato de que cuando algún emigrado regresaba enriquecido al pueblo, aportaba dinero para el arreglo de la casa familiar. En Elgoibar (G) dicen que normalmente se ha tratado de pastores o pelotaris. En Orexa (G) se han conocido casos de algunos emigrados que han pagado las deudas que tenía contraídas la casa familiar.

En Moreda (A), en algunas ocasiones, los emigrados han vuelto y los familiares les han acogido y ayudado a establecerse de nuevo. En Agurain (A) cuando regresaban solían ser recibidos en la casa paterna, vivieran o no los padres. En Oñati (G) dicen que quienes emigraron y no les fue bien, si volvían tenían derecho a vivir en el caserío. En Izurdiaga (N) los parientes emigrados si retornaban con algo de dinero se quedaban en la casa familiar, si no permanecían alguna temporada en casa de parientes.

En el Valle de Roncal (N) cuando regresaban los americanos, si lo hacían sin fortuna dependían para rehacer su vida de la buena voluntad de los familiares que tuvieran en el pueblo. Si volvían ricos, edificaban su casa, ayudaban a los familiares que estuvieran necesitados y construían algún edificio como escuelas o frontón en provecho de sus convecinos.

Inscripción del dintel de una casa de Ainhoa (L): “Esta casa llamada Gorritia ha sido recomprada por Maria de Gorriti madre del difunto Juan de Olhagaray con dinero enviado por él de las Indias. Dicha casa no podrá ser vendida ni empeñada. Hecho en el año 1662”. Fuente: Michel Duvert, Grupos Etniker Euskalerria.

En Urzainki (N) a los parientes emigrados se les administraba y guardaba lo que tuvieran en el pueblo por si algún día regresaban, aunque luego en muchos casos no volvieran. La cofradía de San Martín, fundada en 1522, a la que pertenecía todo el pueblo, establecía en sus ordenanzas que si algún cofrade caía en pobreza o enfermedad fuera de su país y no tuviera quien lo trajera, lo repatriaran a costa de la cofradía.

En Obanos (N) señalan que los familiares del pueblo no tenían más obligación que la que se quisieran tomar, si se ayudaba era más por caridad que por otra cosa. En Sangüesa (N) en algunos supuestos prevalecía el deber de caridad sobre la legalidad y se recuerda algún caso en el que se admitió en la casa hasta que murió a un pariente pobre venido de América. En Amorebieta-Etxano (B) se ha consignado que los emigrados a América, si regresaban y lo deseaban, eran acogidos en la casa natal pero se les miraba con recelo.

En Zuberoa se han constatado algunos ejemplos de asistencia a personas que emigraron a París o a América y que por viudedad u otra razón grave se vieron obligadas a regresar a la casa familiar.

Se han aportado algunos casos en que quien regresa no es el que marchó sino sus descendientes. Así en Altza y en Beasain (G) se ha registrado que es bastante común que visiten el caserío nietos o bisnietos de algún hijo de la casa que emigró a América y quieran conocer el solar de sus mayores. En estos casos permanecen varios días en el caserío y se les complace de la mejor manera posible llevándoles a visitar a otros parientes, organizando una comida para reunir a todos los familiares o desplazándose a lugares de interés para ellos como el santuario de Arantzazu o la capital, Donostia.


 
  1. En el libro de Alfonso AHEDO ARRIOLA. Así es el Valle de Carranza. Bilbao: 1996, pueden consultarse las listas detalladas de emigrantes por barrios de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX.
  2. Sobre cadenas migratorias de familias carranzanas, pueden consultarse: Óscar ÁLVAREZ GILA. “Una saga empresarial vasca en México. Los Ahedo de Carranza (Vizcaya)” in Los vascos en las regiones de México. Siglos XVI a XX. V. México: 1999, pp. 169-180. Birgit SONESSON. La emigración de Carranza a Puerto Rico en el siglo XIX (Mercadeo y capital indiano). Sevilla: 2003.