Mediación de los santos para lograr un buen parto

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Se han conocido varias prácticas de naturaleza religiosa llevadas a cabo con antelación a la fecha del parto o durante el transcurso del mismo cuyo fin era asegurar que llegase a buen término.

Son numerosas las relacionadas con santos, destacando entre ellos San Ramón Nonato[1], al que tradicionalmente se le dedicaban novenas durante el embarazo y se le encendían velas mientras la parturienta daba a luz, bien en ermitas o iglesias donde se le rindiere culto o ante una imagen del mismo colocada en la habitación de la embarazada o en otra dependencia de la casa; también se bebía "agua bendita de San Ramón", se le ofrecían misas o se llevaba una medalla con su imagen.

San Ramón Nonato. Zerain (G), 1985. Fuente: Karmele Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.

Asimismo se han ofrecido novenas, misas y luces a San Joaquín, Santa Ana, San Antonio de Padua, Santa Teresa, a Jesús Nazareno, a la Virgen de Begoña, a la del Camino, de los Remedios, del Carmen, la Dolorosa y del Socorro.

La embarazada llevaba o se le colocaban medallas o reliquias a las que se atribuía alguna virtud, como las de Santa Casilda, Santa Elena o del pesebre del portal de Belén. En algunas poblaciones tenían por costumbre poner sobre la mesita o bajo la almohada estampas de vírgenes o santos; también imágenes de Santa Ana, Santa Rita y San Roque en la habitación.

En algunas localidades la mujer encinta vestía el hábito de la Dolorosa o del Carmen durante el embarazo, o llegado el momento de dar a luz se extendía el manto de Nuestra Señora de Loreto o de la Virgen del Camino sobre ella o se envolvía en una túnica de Jesús Nazareno.

Durante el embarazo y para tener un parto feliz en Viana (N) las madres solían hacer una novena a San Ramón Nonato, patrono de las parturientas, cuya imagen estaba en la iglesia de San Pedro. En Laguardia (A) dedicaban novenas y misas al mismo santo[2] y en Gernika (B) le hacían una novena hacia el octavo mes.

En Zestoa (G) se encomendaban a menudo a Santa Ana y hacían una serie continua de novenas a San Ramón Nonato. En Bilbao (B) novenas a San Ramón y a la Virgen de Begoña.

En Pamplona (N) se dedicaban novenas a San Ramón y a San Joaquín. Otras rogaban a sus confesores que las encomendasen en las oraciones de la misa.

En Estella (N) se hacían novenas a San Ramón y a San Antonio de Padua, la decena de la Dolorosa y se daban limosnas.

En Tudela (N) muchas embarazadas se encomendaban a San Ramón Nonato y bebían agua bendita del santo que proporcionaban en la iglesia del Hospital. Otras le ofrecían novenas y ejecutaban distintas prácticas religiosas.

En Nabarniz (B) para alcanzar un buen parto rezaban a la Virgen del Carmen.

En Mendaro (G) a la terminación del embarazo visitaban las iglesias o ermitas donde se venerase la imagen de Santa Ana y mandaban decirle misas o novenas.

En Oñati (G) en los últimos días de la gestación hacían una novena ante la imagen de un Jesús Nazareno que se venera en la iglesia del convento de monjas de Bidaurreta de esta villa.

En Sumbilla (N) era habitual que las embarazadas hiciesen los "siete domingos" en honor de San José. En Monteagudo (N) había costumbre de celebrar novenas a la Virgen y además ofrecían hacer fiestas a la Virgen del Camino.

En Llodio (A) al llegar al noveno mes solían ir a confesar y en Tolosa (G) a confesar y comulgar. En Falces (N) ofrecían algún cirio a la Virgen o a San Ramón y en los últimos meses confesaban y comulgaban.

En Azpeitia (G) algunas mujeres se vestían durante el embarazo con el hábito de la

Dolorosa o del Carmen. En Zestoa (G) llevaban durante este periodo reliquias de San Antonio de Padua, que también colocaban al lado de su cama.

En la anterior localidad guipuzcoana (Azpeitia) algunas mujeres también aplicaban la oración de las cuarenta avemarías diarias que desde el 30 de noviembre al 24 de diciembre se rezaban a la Virgen, para pedirle un parto feliz.

En Zerain (G) era costumbre que la persona que fuese a buscar al médico se acercara hasta la iglesia (del convento de las monjas de Segura, donde se halla una imagen de San Ramón Nonato) y le pusiera una vela al santo. Estas eran especiales para la ocasión, delgadas y pequeñas. Se decía que el parto no tendría lugar hasta que la vela se consumiese. En esta misma localidad durante muchos años cuando iba a llegar la hora del alumbramiento se pedía en el caserío Serorategi un cuadro de San Ramón Nonato, se llevaba a la casa y se colocaba en la mesa de la cocina con una vela encendida que se apagaba al término del parto.

En Donostia (G) se proporcionaban en el convento de las Carmelitas unas velitas de unos doce centímetros en cuyo tercio inferior llevaban estampada una imagen y adosada a ella una papeleta que contenía unos polvos de composición desconocida, probablemente canela. Junto a ellas unas tiras de papel de unos cuatro milímetros de anchura por diez centímetros de longitud con un texto impreso, casi siempre diferente, consistente en versículos de la Biblia. Las parturientas mandaban encender la velita y se tomaban los polvos en la creencia de que el parto terminaría antes de llegar la llama a la imagen estampada en la cera.

En Azpeitia (G) desde el momento en que la mujer presentía el inminente alumbramiento se encendía una vela a San Ramón Nonato o a Santa Ana en la habitación contigua a la de la embarazada. Había conventos de religiosas que proporcionaban velas especiales selladas con la imagen de sus fundadoras y ciertos polvillos virtuosos que debía tomar la parturienta. También solía colgarse al cuello reliquias que proporcionaban igualmente las monjas. Se creía que el parto terminaba antes que se hubiese consumido la vela encendida al santo de la devoción de la paciente.

Texto evangélico de un “kutun”, 1960. Fuente: Anton Erkoreka, Grupos Etniker Euskalerria.

En Durango (B) se encendía una vela a San Ramón y a Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, cuya imagen y cuadro se hallan en la parroquia de Santa María de Uribarri.

En Gernika (B) en cuanto la parturienta tenía los primeros dolores se encendía una vela ante la imagen de San Ramón en la creencia de que daría a luz antes de consumirse. Nunca faltaba un cuadro de este santo en la habitación de la embarazada. También era muy frecuente colocar a la mujer alguna reliquia, que los asistentes se apresuraban a quitar tan pronto como expulsaba las secundinas.

En el momento del parto en Laguardia (A) se encendían velas a San Ramón Nonato y a veces bajo la almohada de la parturienta se dejaban reliquias de este santo que eran facilitadas por un aristócrata del pueblo a cuantas mujeres las pidiesen.

En Bergara (G) una vez iniciado el parto se colocaba en sitio preferente la imagen de San Ramón Nonato alumbrada con una o dos velas que permanecían encendidas durante el tiempo que durase el mismo. En Oñati (G) se colocaba también en la habitación de la parturienta una imagen de San Ramón Nonato alumbrada con velas. En Caparroso (N) igualmente encendían una vela a este santo.

En Tolosa (G) además de ponerle velas se colocaban escapularios, encendían velas de algún santuario o se tragaban un papelito con alguna oración.

En Bilbao (B) prendían velas a alguna imagen que disponían en la habitación de la parturienta; algunas de éstas tomaban una hostia no consagrada donde había escrita una oración.

En Pamplona (N) había mujeres que cuando se iba acercando el momento del nacimiento tomaban unos sellitos en los que aparecía grabada la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Estos sellos se facilitaban en la casa de los P.P. Redentoristas. Otras tomaban una hostia que adquirían en el convento de las leras. Algunas bebían agua de San Ramón o de San Ignacio. Tampoco faltaba quienes encendían una vela a Santa Teresa o rezaban determinadas oraciones. Colocaban también medallas y reliquias a las que se atribuía alguna virtud, como las de Santa Casilda, de Santa Elena o del pesebre del portal de Belén.

En Pipaón (A) durante el parto solían poner una vela a algún santo, en la mesita posaban una estampa de la Virgen de Angosto o de San Bernardo y debajo de la almohada otra de Santo Domingo.

En Zestoa (G) se acostumbraba colocar en la habitación imágenes de Santa Rita, de Santa Ana o de San Roque y encender una vela ante éstas cuando llegase el momento del parto.

En Mendaro (G) era costumbre tener en el dormitorio de la parturienta la imagen de Santa Ana y algunas personas encendían velas que habían sido bendecidas con anterioridad.

En Sumbilla (N) durante el parto, si resultaba algo laborioso, había costumbre de ofrecer alguna luz a la Virgen de los Remedios.

En Falces (N) enviaban a la iglesia algún cirio para que durante el parto estuviese encendido ante algún santo de la devoción de la parturienta. Cuando se presentaba difícil o por su causa se veían en peligro de muerte se hacían ofrendas de visitas a santuarios o de vestir durante algún tiempo un hábito determinado.

En Estella (N) se alumbraba con un par de velas la imagen de San Ramón Nonato. También se echaba el manto de Nuestra Señora de Loreto sobre la cama de la parturienta o se alumbraba a la Dolorosa en el templo, bien llevando aceite para la lámpara o velas que se colocaban en el altar.

En Monteagudo (N) se encendían velas a diferentes imágenes y cuando el parto era difícil se extendía sobre la parturienta el manto de la Virgen del Camino.

En Oñati (G) si el parto se prolongaba, algunas parturientas se envolvían en una túnica de Jesús Nazareno. También se recurrió a un papel impreso con algunos salmos; se creía que llevándolo en el seno durante el parto, o en los últimos días del embarazo, el alumbramiento transcurría con facilidad ("el trabajo se realizaba con toda felicidad"). Un padre agustino hizo comprender la superchería y consiguió que desapareciera esta costumbre.

En Tafalla (N) la parturienta llevaba colgada al cuello la medalla de San Ramón.

En Bermeo (B) las mujeres acudían a San Juan de Gastelugatx para tener un buen parto.

En Laguardia (A) las parteras tenían una rosa de Jericófi[3] que colocaban en la habitación de la parturienta en un vaso de agua. Se decía que el alumbramiento tenía lugar cuando se abriesen completamente todas las hojas de la flor. En Oñati, Tolosa (G), Bilbao (B) y Tafalla (N) algunas también ponían en agua la rosa de Jericó. En Pamplona (N) creían que lo que tardaba en abrirse ésta, tardaba en hacerlo la parturienta. En Caparroso (N) decían igualmente que cuanto antes se abriese la rosa antes pariría.


 
  1. La voz nonato hace referencia a no nacido naturalmente sino sacado del claustro materno o mediante cesárea. Según la tradición este santo recibió el sobrenombre de nonato por haber sido extraído del seno de su madre, ya muerta. Se le considera por ello protector de los partos, en especial mediante el agua bendita y la candela llamada de San Ramón.
  2. El ciclo Vital en España. (Encuesta del Ateneo de Madrid .1901-1902). Tomo I. Madrid, 1990, p. 84. A partir de aquí todos los datos de este apartado proceden de la encuesta del Ateneo (pp. 84, 85, 331, 332, 333, 354 y 355) a excepción de las referentes a Zerain (G), Durango, Nabarniz (B) y Pipaón (A).
  3. Se conoce de la existencia de plantas de distintas familias que reciben la denominación de rosa de Jericó, las cuales tuvieron su expansión por el norte del continente africano y por Oriente. Una cierra sus brácteas con la sequedad y las abre al poco tiempo si se humedece la planta. Otra se coloca en algunos países en la alcoba de las parturientas. En la obstetricia popular europea se han empleado como oráculos.