Modos de aplicar las sanguijuelas y hacer sangrías

De Atlas Etnográfico de Vasconia
Revisión del 16:15 21 mar 2019 de Admin (discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar a: navegación, buscar

En cuanto a la forma de aplicar las sanguijuelas sobre la piel, en Amézaga de Zuya (A) se colocaban a la altura de las venas, para que chupasen la sangre del paciente.

En Izurdiaga (N) se conservaban en tarros en casa y se usaban poniéndolas en los brazos o piernas con una copa encima. En Goizueta (N) la mayoría de las veces sobre las venas de brazos y piernas. Cuando se veía que estaban hinchadas se quitaban, pero esto no solía ser fácil y muchas veces había que quemarlas para conseguir separarlas de la piel. En Orozko (B) en las piernas. En Gorozika (B) y Bernedo (A) se ponía primero azúcar y sobre ella las sanguijuelas.

En Elgoibar (G) en los casos de pulmonía colocaban las sanguijuelas, izeinak, en la parte anterior del antebrazo, a la altura de las muñecas y sobre las venas, zainetan. Ponían dos en cada lado al objeto de que les chupasen la sangre.

En Valdegovía (A) cuando se presentaban pulmonías, neumonías y pleuresías se aplicaban en los costados. Se decía que sacaban el líquido. También se servían de ellas para realizar sangrías propiamente dichas, es decir, para extraer sangre, entonces se colocaban sobre las venas a fin de que chuparan la sangre. Tanto en un caso como en el otro, cuando las sanguijuelas se llenaban se echaban en ceniza lo cual las hacía vomitar y tras ser lavadas se reutilizaban.

En Amorebieta-Etxano (B) antiguamente para sacar sangre a quienes padecían pulmonía, si ésta era fuerte, se las ponían en los costados. Cuando se veía que habían chupado bastante sangre, se quitaban antes de que se soltasen ellas.

Cuenta una informante de Elosua (G) que su madre estuvo enferma de pulmonía y le pusieron sanguijuelas detrás de las orejas, primero dos, después otras dos y cuando llegaron a seis, abrió los ojos y se espabiló.

En Hondarribia (G) se decía que las sanguijuelas chupaban la mala sangre por lo que si alguien estaba congestionado, por un exceso de sangre, se cogían estos gusanos en el río, se le hacía una rajita en la oreja al enfermo para ponérselas y se dejaba que chupasen la sangre. Luego se depositaban en un cubo y se deshinchaban solas.

En Moreda (A) se aplicaban en la zona del cuello detrás de las orejas. Las sangujas se hinchaban al chupar la sangre del enfermo cayendo algunas muertas al suelo. Luego eran metidas en botes revueltas con salvado y se arrojaban a la basura o al campo.

En Sangüesa (N) se colocaban generalmente en la oreja, a veces en la ingle y también en la espalda. En Arraioz (N) se ponían en el cuello cuando alguien tenía la tensión alta.

En Murchante (N) una informante recuerda que vio poner varias sanguijuelas en el costado a una persona afectada de pulmonía. Otra que cuando tuvo un catarro malo le pusieron dos, una a cada lado de la parte trasera del lóbulo de la oreja, “chuparon la sangre y cuando acabaron, ellas solas se cayeron”. Una tercera vio aplicar una sanguijuela en el interior de cada oído. Y una cuarta relató que a un tío suyo que padecía de carbuncos, unos bultos en la zona del cuello, un médico de Zaragoza le puso una sanguijuela en cada bulto y dijo que si a las cuarenta y ochos horas las sanguijuelas estaban muertas el hombre viviría, y así sucedió.

En San Martín de Unx (N) se afeitaban si era necesario las sienes del enfermo, se introducía la sanguijuela en una copa que, invertida, se apoyaba contra la sien y cuando el animal se agarraba a la piel se retiraba la copa y se permanecía atento. Las dimensiones de la sanguijuela iban en aumento conforme iba succionando la sangre hasta que, no teniendo más capacidad, se soltaba y caía. Entonces el ministrante la cortaba en tres dentro de un barreño con agua. Se solían aplicar unas ocho sanguijuelas por sesión. En las hemiplejias, sólo en la sien del lado no paralizado del cuerpo, mientras que en las paraplejias se ponían en ambas sienes. El tratamiento podía repetirse, en su caso, a los cuatro o cinco días.

El uso de sangrías no es muy recordado en Aoiz (N) pero el informante de más edad sabe que se aplicaban sobre la piel. Cuenta que cuando habían absorbido la sangre suficiente se quitaban y se limpiaban las heridas que habían producido con yodo o con agua oxigenada. En Muskiz (B) se colocaban en las zonas afectadas para que absorbieran la sangre ponzoñosa.

En Allo (N) en cada sesión se aplicaban de seis a ocho sanguijuelas que iban succionando la sangre del enfermo hasta hincharse de tal manera que no pudiendo mantenerse por más tiempo adheridas a la piel, caían al suelo por el sobrepeso. Si el paciente tenía exceso de sangre le dejaban abiertas las heridas cubriéndolas tan sólo con una toalla limpia que se iba empapando hasta que los picotazos de estos animales se cerraban.

En Abadiano (B) en los casos en los que existía riesgo de gangrena se ataba el miembro por encima de donde se localizase el mal y se rajaba la zona dañada para que expulsase la mala sangre. También era práctica usual en el caso de las pulmonías rajar en unos casos y en otros aplicar sanguijuelas, uzanak.

En Ribera Alta (A) la sangría consistía en efectuar un corte en el lóbulo de la oreja o en un brazo y dejar que el enfermo sangrara durante un rato. El corte se solía efectuar con una cuchilla de afeitar. En Donoztiri (BN) los había que se hacían una sangría con un cortaplumas.

En Allo (N) el practicante les hacía una herida junto a una vena del brazo y dejaba salir la sangre a una taza, hasta que le parecía suficiente, luego cerraba la herida.

Tradicionalmente se ha considerado que es bueno eliminar el exceso de sangre para conservar la salud.

En Carranza (B), como prueba de la importancia que tiene perder sangre cuando se considera que el cuerpo tiene un exceso de ella o para aliviar ciertos males, en este caso el dolor de cabeza, ha perdurado la creencia de que las hemorragias nasales son beneficiosas. Esta suposición se halla ampliamente extendida como se puede comprobar más adelante en este mismo capítulo.

En Obanos (N) dicen que hay muchos donantes de sangre porque además de saber que hacen un bien están convencidos de que dar sangre es bueno para la salud.