Diferencia entre revisiones de «Muros interiores y tabiques hesiak tabikak»

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Zeanuri (B) por esas fechas los tabiques interiores se hacían con piedra y mortero, o con ladrillo traído de fuera de la localidad. Pero en algunas casas antiguas aún se veían tabiques de varillas de avellano y cubiertos de argamasa.
 
En Zeanuri (B) por esas fechas los tabiques interiores se hacían con piedra y mortero, o con ladrillo traído de fuera de la localidad. Pero en algunas casas antiguas aún se veían tabiques de varillas de avellano y cubiertos de argamasa.
  
[[File:2.158 Tabique de tabla. Zeanuri (B) 1980.jpg|center|600px|Tabique de tabla. Zeanuri (B), 1980. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.|class=nofilter]]
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En Ataun (G) eran por entonces de ladrillo que llegaba de fuera, sin embargo, con anterioridad se hacían con piedra y mortero o también con entretejido de varas de avellano, ''esie'', recubierto de argamasa, o simplemente con tablas.
 
En Ataun (G) eran por entonces de ladrillo que llegaba de fuera, sin embargo, con anterioridad se hacían con piedra y mortero o también con entretejido de varas de avellano, ''esie'', recubierto de argamasa, o simplemente con tablas.

Revisión del 07:55 14 may 2019

En algunas de las poblaciones encuestadas se ha podido constatar la existencia de muros interiores, además de los perimetrales, que han cumplido distintas funciones.

A continuación describimos algunos ejemplos, como sucede con Sara (L), donde algunos tipos de casas pueden contener uno y hasta dos muros interiores.

En Sara (L) la planta de la casa es rectangular de tal modo que paralelos al eje mayor, que va de la fachada principal a la trasera, se hallan dos, tres o cuatro muros o paredes maestras, arri, según que la casa sea bi-arriko de dos paredes, iru-arriko de tres o lau-arriko de cuatro. Los dos muros de los costados se llaman kantoinarri y los centrales erdiko arri. A veces se precisa reforzarlos con un muro al costado que se llama ostiko, contrafuerte. Etxeaintzina es la fachada principal y etxe-gibel o etxe-ipurdi, la zaguera. El borde superior del muro donde se apoyan las vertientes del tejado se llama eastoi.

Por lo tanto las casas rurales de esta población se pueden clasificar en tres tipos, atendiendo a su estructura original: el llamado biarriko o de las casas de dos muros fundamentales; el iru-arriko o de tres muros y el lau-arriko o de cuatro muros. Los dos últimos tipos deben ser considerados como casos de crecimiento horizontal del primero. El crecimiento vertical de cada uno de tales tipos ha dado a su vez origen a otras variedades.

El primer tipo es el de las casas cuya armazón descansa principalmente en dos muros laterales de recia construcción de tal manera que las fachadas delantera y trasera apenas desempeñan otro papel que el de cerrar el cerco. Hay dos variedades de este tipo, una donde la vivienda y los establos ocupan la planta baja y los desvanes el piso superior, único; otra donde la planta baja está ocupada por los establos, el primer piso por la vivienda y el segundo por los desvanes.

El tipo iru-arriko es aquel donde la armazón está montada sobre tres muros paralelos, uno central y dos en los costados. Son tres las variedades de este tipo: una donde la planta baja está ocupada por la cocina y dormitorios en el ala del lorio y por los establos en la otra y el piso superior, único, por los desvanes; otro tipo donde la planta baja abarca los establos en el lado del lorio y la vivienda el otro y el piso superior está destinado a desván; y el tercer tipo en el que la planta baja está destinada a establos, el primer piso a viviendas y el segundo a desván. Este último es pues un caso de crecimiento vertical del tipo iru-arriko.

El tipo lau-arriko es la casa montada sobre cuatro muros paralelos. Hay dos variedades principales: una donde la planta baja está ocupada por la vivienda y los establos y el piso alto, único, por los desvanes; otra en la que el lorio y los establos se hallan en la planta baja, la vivienda en el primer piso y los desvanes en el segundo.

Casa tipo biharriko. Ustaritze (BN), 1979. Fuente: Goyheneche, Eugène. Le Pays Basque: Soule, Labourd, Basse-Navarre, 1979.
Caserío Biranda-Etcheverria, tipo hiruharriko. Lapurdi. Fuente: Yrizar, Joaquín de. Las casas vascas. San Sebastián: Librería Internacional, 1929, planchas XIX, XLI, XLVII y LXX.
Caserío tipo lauharriko. Istilarte (Sara-L), 2004. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En algunas poblaciones guipuzcoanas se ha podido constatar la existencia de muros interiores que dividían el caserío en dos de tal modo que aislase las alcobas del resto de la vivienda. Este muro cortafuegos de separación sólo presentaba una puerta de comunicación que era metálica y consistente. La función de esta división y de dicha puerta, que se cerraba por la noche, era evitar que si se declaraba un incendio en la cuadra o el henil, el fuego consumiese todo el edificio y al menos se pudiese salvar la parte destinada a vivienda de sus moradores[1].

En amplias zonas de Bizkaia y Gipuzkoa ha sido habitual que los caseríos estuviesen divididos por su mitad siguiendo el eje que va de la fachada a la pared zaguera, de tal modo que pudiese ser habitado por dos familias distintas. Esta división se realizaba mediante un muro medianil.

En Busturia (B) la pared medianil, al igual que las cuatro maestras, estaba construida con piedra arenisca con mortero y barro.

Este tipo de muros internos también han cumplido la función de separar las partes de una casa cuando quedaba dividida por motivos hereditarios.

En Astigarraga (G) en el caso en que ha habido que dividir la casa en dos viviendas contiguas se levantaba una gruesa pared medianera o medianil de piedra.

La construcción de los tabiques de separación de las distintas dependencias de la vivienda no seguía necesariamente a la finalización del resto de la estructura de la casa; a veces se postergaba por razones económicas.

En Mélida (N) una vez concluida la estructura externa y según el dinero con el que se contase, se iba haciendo la distribución interna hasta el punto de que los tabiques se solían terminar cuando la familia llevaba ya tiempo viviendo en la casa.

En Hondarribia (G) era costumbre que una vez terminada la parte externa, la interior se realizara por fases, de forma que la terminación total del caserío duraba meses.

La naturaleza de los tabiques, al igual que ocurre con los restantes elementos que componen una casa, guarda relación con la posi-ción económica de la familia que la construye.

En Amorebieta-Etxano (B) los tabiques de los caseríos se hacían de diversos materiales dependiendo de las posibilidades económicas de los dueños. Antiguamente los más pobres los levantaban con un entramado de ramas de avellano que raseaban con excremento de ganado y más tarde blanqueaban con cal. También se conocían los tabiques de madera; de piedras pequeñas y barro como argamasa, apoyada esta estructura en otro tabique de madera que hacía de sostén provisional a modo de encofrado y luego se retiraba; y se recurría además a la escoria, procedente de ferrerías, mezclada con barro como argamasa. El ladrillo sólido, sin agujeros, ladrillu itsue, lo empleaban sólo las personas de categoría social más alta.

En la zona sur del territorio un elemento ampliamente utilizado, sobre todo en tiempos pasados, fue el adobe (Abezia, Apodaca, Berganzo, Moreda-A). En Markinez (A) también se empleaba en los tabiques interiores de algunas casas.

Más al norte ha habido constancia igualmente del uso de materiales similares.

En Aurizberri (N) los tabiques interiores ya eran de ladrillo a mediados del segundo decenio del siglo XX, pero en algunas casas antiguas se conservaban todavía los de adobe, troska, recubiertos con cal y yeso.

En Isaba, Urzainki y Uztárroz (Valle de Roncal-N) los tabiques han solido ser de adobe y tosca de caolín.

Un procedimiento muy sencillo y extendido consistió en tejer materiales vegetales que después se recibían con barro o materias similares.

En Pipaón (A), por ejemplo, hasta bien entrado el siglo XX los tabiques consistían en un entramado de varas finas de avellano cubiertas o revocadas con arcilla y cal, que luego se blanqueaban con cal. Estos tabiques se conocen con el nombre de venvaras.

En Beasain (G), en algunos caseríos antiguos, los tabiques interiores están formados por paneles de varas entrelazadas, esie, revocados con masa de cal y tierra y blanqueados con cal. En Ataun (G) también había tabiques de varas de avellano entretejidas y recubiertas de argamasa.

En Orexa (G) antiguamente los tabiques se hacían con varas de avellano que luego se cerraban bien con una mezcla hecha de tierra y cal. Algunas veces en lugar de con tierra, se recurría a una arcilla blanca muy pura, troska. Se hacía esto para que todas las rendijas quedaran bien tapadas.

En Itziar (G) los tabiques interiores antiguos eran de entretejido de varillas y argamasa. Esta última se preparaba con cal y piedra menuda que a veces era de troska, estalagmita. El alma consistía en un tejido de varillas de avellano que descansaba en un madero tendido en el suelo, zapatia, provisto de orificios en los que se sujetaban o apoyaban las varillas verticales. En torno a estas se cruzaban horizontalmente otras más delgadas. Con todas se tejía, io, el seto o esia. Ya a mediados de los años treinta del pasado siglo los tabiques se hacían con ladrillo y recibían el nombre de tabikak.

En el Valle de Carranza (B) la bardanasca o bardanasco fue antaño el tipo de tabique más utilizado en los caseríos del Valle y de él quedan aún bastantes ejemplares. Consiste en colocar una serie de postes verticales entretejidos con varas de avellano. Una vez terminado se revocaba con arcilla y se encalaba. En algunos casos la arcilla se mezclaba con boñiga con el fin de evitar que se resquebrajase al secarse. A los postes verticales, talonchas, en algunas zonas del Valle se les da otros nombres; así, cuando son palos de avellano se les conoce por el nombre de jitones, mientras que a los postes de castaño o roble, que están hechos a hacha, se les denomina trancas. Para el entretejido de la bardanasca se utilizaban varas de avellano muy finas, verdugas, teniendo en algunos caseríos la costumbre de cortarlas en luna menguante porque así, según los informantes, no se tanaban o pudrían. En Gautegiz-Arteaga (B) se hacía con ramas de castaño tejidas y luego raseadas con arcilla.

En Andagoia (A) a mediados de los sesenta del siglo XX los tabiques del interior de la casa eran de ladrillo, pero con anterioridad de entretejido de mimbre recubierto con argamasa por ambos lados. En Gorriti (N) de ladrillo, recibido con yeso, kisu, y cal; o de seto con revestimiento de yeso. Los tabiques de seto se conceptuaban como mejores en las casas de labranza donde tenían que entrar carros cargados con yerba, gavillas de trigo, etc., haciendo trepidar el suelo y las paredes, ya que ese temblor resquebrajaba más fácilmente los tabiques de ladrillo que los de seto o entretejido de varillas.

Otro elemento más, sencillo y ligero, ha sido la tabla.

En Pipaón (A), se puede afirmar que las primeras construcciones fueron totalmente de madera y que a causa de los incendios se pasó a la actual estructura de piedra, pero quedando los tabiques interiores y medianiles de entramado de venvaras, como antes se ha indicado, y también de tabla. En Orozko (B) las casas muy viejas tenían tabiques de madera que se solían encalar.

En Beasain (G), en otro tiempo, todos los tabiques de distribución, tanto de habitaciones como de desvanes, solían ser de tablas. Todavía se conservan en las divisiones de los desvanes.

En el Valle de Carranza (B) los tabiques de tablazón hechos con tablas verticales o cuarterones fueron escasos, si bien antaño tuvieron un uso algo más generalizado que los de imprenta.

Un material mucho más resistente que los anteriores, que con el paso de las décadas se ha impuesto siendo su uso generalizado en la actualidad, ha sido el ladrillo.

En Lezaun (N) los tabiques de la planta habitada eran normalmente de ladrillo macizo local y enlucidos con yeso; los ángulos se trabajaban de forma curva, llamada media caña.

En San Martín de Unx (N) eran igualmente de ladrillo macizo, construyéndose con doble pared para evitar que se oyeran los ruidos de las habitaciones contiguas.

En Trapagaran (B) los tabiques del piso superior o los de algunos camarotes son de ladrillo macizo. En Busturia (B) unos están levantados con ladrillos ciegos y otros con ladrillos con agujeros.

En Oñati (G) podían ser sencillos y dobles según se hiciesen con ladrillo de tres agujeros, iru-zulokuak, o de seis, sei-zulokuak.

En Urepele (BN) el tabique interior, artemurria, era de ladrillo, brika, y de yeso, kisu.

Otro elemento resistente pero menos utilizado, quizá debido a su considerable peso, ha sido la piedra.

En el Valle de Carranza (B) estos tabiques se denominaban de imprenta y fueron muy escasos pues pesaban mucho. Se componían de postes de madera verticales con las zonas centrales rellenas de piedra de mampostería, todo ello revocado y encalado.

Tabique de bardanasca. Carranza (B), 2003. Fuente: Miguel Sabino Díaz, Grupos Etniker Euskalerria.

En Ataun (G) en las casas más viejas, cuando Barandiaran recogió esta información en los años cincuenta del siglo XX, los tabiques que ya eran de ladrillo habían sido antes de piedra y argamasa.

En Andoain (G) se hacían con ladrillo importado de otros sitios, pero también se conservaban antiguos hechos de piedra y mortero, pero tan sólo en la planta baja del edificio.

En Donoztiri (BN) y Liginaga (Z) los tabiques, trenkabla, estaban hechos con ladrillos o con piedras y cemento calizo.

En Lezaun (N) la tabiquería del pajar era normalmente de tabiques de losa de piedra de procedencia local, unidos con yeso y sin ningún tipo de revoque. En este yeso se notan las marcas de los dedos ya que se decía que si se trabajaba a mano quedaba más fuerte. Cuando los tabiques de losa eran de tramos largos o altos era corriente poner alguna madera vertical u horizontal a modo de entramado para dar más consistencia a los mismos.

Para aliviar el excesivo peso a veces se utilizaban piedras de poco peso y con el fin de dar consistencia a estas estructuras las mismas se disponían entre entramados de madera.

En Eugi (N) las divisiones interiores se realizaban con entramado de madera, collandas, y relleno de piedra tosca, al tratarse de un material más ligero; se hallaban encaladas. En Urzainki (N) la tosca se utlizaba a modo de ladrillo. Los tabiques se construían con armazón de madera relleno con tosca[2]. En Añana (A) en algunas casas se armaban con madera y se rellenaban de piedra y yeso; luego se les daba cal.

En Orozko (B) se utilizaba una mezcla de arcilla, cal y escoria de la ferrería del barrio de Ibarra porque compactaba bien y pesaba poco. Así se conseguían tabiques ligeros pero muy consistentes.

En algunas poblaciones ha sido habitual el uso del adobe además del ladrillo (Añana, Valle de Zuia-A, Allo, Améscoa, Monreal-N).

En Sangüesa (N) los medianiles suelen construirse de piedra de baja calidad, de ladrillo y frecuentemente de adobe. Los tabiques son siempre de ladrillo o de adobe.

En una misma localidad han convivido tabiques de diferentes materiales. Así, en Goizueta (N) para hacer las divisiones interiores de las plantas bajas utilizaron paredes de piedra. En cambio, en los pisos superiores los materiales fueron distintos: separaciones de madera, paredes de varas de avellano, castaño o fresno entretejidas y después cubiertas con mortero, entramados y tabiques de ladrillo.

En Obanos (N) las paredes interiores son habitualmente de ladrillo unido con cemento y enlucidas con cal o con papel pintado, sin embargo en la cuadra son de sillarejo. Es frecuente que el entramado de madera de las paredes y las vigas queden a la vista, bien enlucidos o pintados de color oscuro.

La presencia de diversos tipos de tabiques en una misma localidad generalmente por la coexistencia de casas antiguas y recientes ya quedó constatada en varias encuestas que se realizaron en el segundo decenio del pasado siglo XX. Recogemos a continuación varios ejemplos.

En Zeanuri (B) por esas fechas los tabiques interiores se hacían con piedra y mortero, o con ladrillo traído de fuera de la localidad. Pero en algunas casas antiguas aún se veían tabiques de varillas de avellano y cubiertos de argamasa.

Tabique de tabla. Zeanuri (B), 1980. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Ataun (G) eran por entonces de ladrillo que llegaba de fuera, sin embargo, con anterioridad se hacían con piedra y mortero o también con entretejido de varas de avellano, esie, recubierto de argamasa, o simplemente con tablas.

En Lesaka (N) las paredes interiores eran de ladrillo las más, habiendo también en los caseríos paredes de tabla de castaño o roble, y siendo corriente el empleo de varillas de fresno y avellano entrecruzadas cubiertas de argamasa y encaladas después[3].

En Ezkio-Itsaso (G) los tabiques interiores de edificios nuevos o reformados cuando aquéllo eran de ladrillo, arrilluba. En las edificaciones antiguas, en cambio, de piedra y mortero, o también de varillas de avellano, urritz-ziorra, y de fresno, lizar-makilla, recubiertas de argamasa encalada. Se veían también tabiques hechos con tablas bien ajustadas.

En Ezkurra (N) los tabiques, itxiz, eran generalmente de tabla. En algunas casas estaban hechos con varillas y yeso, y en el momento de realizar esta encuesta ya comenzó a introducirse la costumbre de levantarlos con ladrillo.

En los barrios de Sasiola, Astigarribia, Olaz, Mijoa y Galdua (Deba-Mutriku-G) en las casas antiguas eran de piedra y cal y con anterioridad los había de tabla o también de entretejido de varas de avellano relleno y cubierto de yeso.

En Kortezubi (B) los tabiques interiores, tabika, de las casas antiguas eran de piedra y mampostería, reforzados por viguetas de madera, kolumia, colocadas verticalmente de trecho en trecho. Algunos eran también de tablas. Los que se construían por esa época ya eran de ladrillos traídos de otras localidades.

Como es obvio, los materiales empleados en la construcción de los tabiques han ido variando con el tiempo y sustituyéndose unos a otros.

En Beasain (G) antiguamente se utilizaban tablas de madera toscas. Posteriormente se pasaron a fabricar, en los dormitorios, con varas de avellano entrelazadas en unos pies derechos separados entre sí 30 ó 35 cm. Pero en la inmensa mayoría se han sustituido por los de ladrillo cocido, de cuatro agujeros, revocados y enlucidos con yeso además de pintados o empapelados.

En Hondarribia (G) los de las habitaciones eran de madera y estaban blanqueados, y antaño encalados cuando se trataba de recintos para el uso de las personas. Para separar las habitaciones también se recurría a las varas de avellano entrelazadas, que llamaban esia, y que después cubrían con una masa de barro o de arena y cal que denominaban ongarri. Cuando estaba seca en ocasiones la pintaban con cal. Solamente algunos tabiques de la planta baja se hacían a veces de mampostería. Con el tiempo los caseríos se han modernizado tanto en el exterior como en su interior, para lo cual los antiguos tabiques han sido sustituidos por otros de ladrillo cocido de cuatro agujeros, revocados después, enlucidos con yeso y pintados o empapelados dependiendo de la moda del momento.

En Elosua (G) las divisiones entre las estancias de la casa se realizaban con un mortero de cal aplicado sobre un trenzado de varas de avellano. Hoy en día es difícil encontrar este sistema de cierre ya que se recurre al ladrillo hueco para tabicar, enlucido y después pintado.

En Bedarona (B) antaño fueron de tablas, en algunas casas blanqueadas con cal. Posteriormente se levantaron de piedra, arena y tierra de arcilla, buztin-lurre. Los tabiques eran finos y con mucha arena, por eso a menudo al reformar una casa y tirarlos decían: “Au ondar utse bada!” (¡Esto es pura arena!). Hoy en día son de ladrillo y cemento.

En Artajona (N) los tabiques o media asta se hacían de adobe, intercalando a veces pies derechos de madera. Desde aproximadamente la década de los cuarenta del siglo XX se hacen de ladrillo. En Murchante (N) ocurrió algo similar pues hasta la década de 1940 las paredes interiores de las casas más antiguas y humildes fueron de adobe; no obstante, desde la década de 1920 comenzó a ser habitual levantarlos de ladrillo.

Los tabiques, independientemente de la naturaleza de los materiales con los que estuviesen fabricados, se enlucían y después se blanqueban con cal. Este embellecimiento se ha ido modificando también con el paso del tiempo. La labor de encalado se llevaba a cabo casi todos los años y solía realizarse en vísperas de las fiestas patronales[4]. Otro motivo era de tipo sanitario[5]. Así, en Mirafuentes (N) cuando se producía un fallecimiento se encalaban las paredes de la habitación para acabar con todo resto de enfermedades contagiosas. Esta actividad con fines desinfectantes era realizada siempre por unos vecinos ya habituados. Cuando se blanqueaba la habitación de alguna persona que hubiera fallecido de enfermedad considerada contagiosa, quienes la llevaban a cabo lo hacían sin dejar de fumar, ya que se consideraba que el tabaco tenía efectos desinfectantes que protegían del contagio.

En San Martín de Unx (N) el empapelado se conocía de tiempos pasados y el papel se fijaba con cola de harina de trigo o de harina de habas, que era más fuerte. Recuerda un informante de la localidad que en los años treinta del siglo XX, en Pamplona se ordenó quitar el papel de las paredes por razones de higiene.

Hoy en día el uso del ladrillo en la construcción de los tabiques se ha generalizado. Cuando las viejas casas se arreglan los tabiques también se sustituyen por este material, de tal modo que los edificios restaurados mantienen sus muros de carga, pero no así la tabiquería interior, que ya es de ladrillo. En las casas de nueva planta se emplean métodos constructivos y materiales modernos, algunos muy ligeros que se van imponiendo en los últimos tiempos consistentes en una estructura metálica sobre la que se fijan placas de yeso prefabricadas que después se enlucen en las juntas y por fin se pintan.


 
  1. Alberto SANTANA. Baserria. Donostia: 1993, p. 79.
  2. Tomás URZAINQUI MINA. “Aplicación de la encuesta etnológica en la Villa de Urzainqui (Valle de Roncal)” in CEEN, XIX (1975) p. 74.
  3. Julio CARO BAROJA. “Algunas notas sobre la casa en la Villa de Lesaka” in AEF, IX (1929) p. 76.
  4. En el capítulo de esta obra dedicado a la limpieza de la casa se trata ampliamente este aspecto.
  5. En otros volúmenes de este Atlas etnográfico se tratan estos aspectos. ETNIKER EUSKALERRIA, Ritos funerarios. Bilbao: 1995, p. 246 y Medicina popular, Bilbao: 2004, p. 381.