Navarra

Según Francisco Salinas, dote es lo que se da o promete al marido por la mujer, o en consideración a ésta por cualquier otra persona, por razón de matrimonio y lo que la mujer adquiera por donación, herencia o legado con carácter dotal, al objeto de levantar con ello las cargas del matrimonio[1].

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La dote

En Allo la dote estaba constituida por bienes como tierras, inmuebles, muebles y algún animal de labor o carne; también por aparejos de campo. Raramente formaba parte de la misma cantidad alguna en metálico y en caso de hacerlo, muy poco "porque no había dinero". La aportación de ajuar y utensilios domésticos era más propio de las mujeres.

La dote era algo casi reservado a las familias acaudaladas, mientras que la gente corriente iniciaba su vida conyugal con la poca ayuda que pudieran prestarles en sus casas. La inmensa mayoría de los matrimonios comenzaba su andadura con un poco de tierra blanca y viña, una mula y poco más. Muchos hombres tenían que ir al jornal o continuaban en la hacienda paterna y las mujeres se empleaban en trabajos como domésticas en otras casas.

La hacienda familiar no se transmitía a los hijos hasta que hubieran fallecido los padres y era entonces cuando se distribuían los bienes de acuerdo con las previsiones testamentarias.

En Aoiz, a principios de siglo, el chico solía aportar como dote algún animal ovino, bovino o de cerda. Tiempo después dependiendo de la situación económica familiar, los varones podían llevar como dote una casa, tierras o bienes muebles. Si el novio se casaba a la casa paterna no llevaba dote y a la muerte de sus padres heredaba la hacienda o el negocio familiar. De las jóvenes que se casaban con estos muchachos se decía: "Ha ido para doña".

Hasta bien entrada la década de los sesenta, a las mujeres se les dotaba tanto para casarse como cuando ingresaban en una orden religiosa. Al ajuar se le denominaba "el equipo" y se componía de juegos de cama bordados, toallas, mantelerías de hilo... A veces también vasijas. Estos objetos se exponían en casa de la novia el día de la enhorabuena y se mostraban a cuantos se acercaban a dar las felicitaciones. La entrega del ajuar tenía lugar cuando la novia se trasladaba a su nuevo hogar y la entrega de la dote se cumplimentaba en la notaría después de la boda.

Todavía actualmente (años noventa) algunas madres, con antelación, van preparando y guardando cosas para las hijas solteras. Las que están a punto de casarse dicen que les hace ilusión este proceder pero en general prefieren comprar cosas de su gusto en el momento que lo necesiten. Hoy día no existe dote en sentido propio y tanto la casa como el coche son adquiridos por la pareja. Si alguno de ellos posee una vivienda o alguna tierra la aporta al matrimonio sin que tenga la consideración de bien dotal.

En Artajona la dote que se aportaba en las capitulaciones matrimoniales comprendía dos grandes apartados: el de los bienes inmuebles que incluía las fincas urbanas y rústicas y el de los bienes muebles que englobaba ganado, ropa, mobiliario, cubajes (recipientes para vino y aceite), existencias (aceite, vino, maíz, harina, etc.) y dinero. La dote estaba formada por bienes raíces y en mayor proporción por bienes adquiridos por la familia. En algunos casos la dote se entregaba en el momento del casamiento y en otros les daban una parte al casarse y la otra la heredaban a la muerte de los padres, lo que era frecuente cuando se trataba de bienes inmuebles.

En Ezkurra en las capitulaciones matrimoniales se establecía que si era la novia la que por casamiento entraba a vivir en la casa del novio aportara un tanto de dote en dinero (en onzas), tantas camas, oatzeak, un armario, arroperoa, una cómoda, una rueca, linaia, un huso, ardatza, sandalias de cuero, abarkak, medias, etc. Si era el novio quien, por casamiento, entraba a vivir en la casa de la novia, debía aportar dote en dinero (en onzas). Se señalaba también la cantidad de dinero con que el heredero habría de dotar a los hermanos.

Las hijas se dotaban generalmente con veinticinco onzas, a lo sumo con cuarenta. Si la dote señalada a los hijos era de treinta onzas y se casaba uno de ellos a una casa de vecino propietario, se le entregaba la dote entera; pero si el vecino era inquilino, se le daba la mitad. Algunos la entregaban en el día de la firma de las capitulaciones matrimoniales; otros en el del casamiento delante de testigos que firmaban.

Si el consorte que había entrado por casamiento en una casa aportando su dote moría sin haber tenido descendencia, la dote había de volver, salvo los gastos de entierro, a la casa paterna del difunto[2].

En Garde se llama dote al conjunto de bienes, normalmente una cantidad en metálico, que el cónyuge adventicio aportaba al matrimonio, o la pareja si el casamiento se hacía a una casa nueva. En principio estos bienes provenían de los gananciales o si no de los bienes propios del padre y de la madre. La cantidad variaba dependiendo de las condiciones económicas de cada familia y a menudo tenía un carácter puramente simbólico. Con frecuencia se sustituía el dinero por mobiliario. La entrega se hacía generalmente el día de la boda o incluso antes si era necesario para pagar la casa nueva.

El heredero tenía la obligación de dotar a sus hermanos cuando abandonaban la casa para tomar estado. La dote se materializaba en dinero o lo que era más común en Garde, en especie (ovejas). Variaba en función de la situación económica de la casa y de la labor que el que la dejaba hubiera realizado en ella. Era habitual en estos casos pagar el traje completo del novio o de la novia y el ajuar de ésta.

En Goizueta los padres hacían saber con mucha anticipación a sus hijos lo que iba a pertenecerles. Todos conocían en el pueblo quiénes eran propietarios y lo que a cada uno más o menos le iba a corresponder como dote. Esta dependía de cada economía familiar: al muchacho podía tocarle un terreno o un piso. La dote de la chica consistía en una cantidad en metálico, el dormitorio de los novios, la indumentaria de éstos y ropa blanca.

Si ninguna de las partes era propietaria de casa, los gastos se repartían a medias entre las dos familias. Si alguna era propietaria la dote era pagada por los padres del cónyuge adventicio. Generalmente se procuraba tener preparada la dote para la boda pero a veces se pagaba más tarde.

En Izal la dote consistía en dinero, en animales o en tierras y se constituía con bienes adquiridos. La pagaban los padres del cónyuge adventicio. La entrega del ganado (ovejas, vacas) o de las tierras se hacía normalmente en la fecha de la boda y la cantidad en metálico cuando le venía bien a la familia porque según señalan los informantes "entonces andaban escasos de dinero".

En Izurdiaga la cuantía de la dote dependía de la posición económica de cada familia. Había quien aportaba ganado, dinero o prendas como ropa de cama, colchones, manteles, etc. Se constituía tanto con bienes raíces como con bienes adquiridos. Eran los padres de la novia quienes la pagaban tratándose de animales o dinero. La novia aportaba la ropa, a veces confeccionada por ella misma o si no comprada.

En Lekunberri la dote era la cantidad de dinero del fondo familiar que el padre asignaba a cada hijo en el momento de realizar la escritura matrimonial. La dote de la novia era el dinero, pagado por sus padres, que ésta aportaba al matrimonio.

En Lezaun en las familias de posición económica modesta, que eran la mayoría, la dote se materializaba en la aportación de algunas cabezas de ganado caprino, de cerda, aves de corral etc. Las familias de posición media y alta entregaban dinero. En ocasiones si el hijo o la hija se casaba a otra casa de la propia localidad se le daba algo de tierra. La dote preferentemente se constituía sobre los bienes raíces, de hecho en tiempos pasados no fue inusual que se dividiera una casa para que la pudieran habitar dos familias.

A juicio de los encuestados la imagen contaba mucho en el asunto de la dote porque a las parejas que se casaban "a sueltas", es decir sin casa propia, no se les daba nada. Pero en la memoria de los informantes ha quedado registrado el recuerdo de que lo que primaba era que el heredero se quedara con casi todo el patrimonio familiar, excepción hecha de algún animal doméstico.

En Monreal la dote era el dinero que aportaba el cónyuge adventicio a la casa a donde iba a matrimoniar para convertirse en amo o ama. Unicamente existía esta costumbre entre las familias pudientes.

A principios de siglo la cantidad asignada como dote era de alrededor de once onzas, equivaliendo una onza a dieciséis duros. Desde 1939, año en que finalizó la guerra civil, hasta la década de los cincuenta, periodo en que estuvo vigente la práctica de aportar dote al matrimonio, era siempre la mujer quien llevaba la dote siendo sus padres quienes la pagaban. La entrega se efectuaba el día de la boda.

También en Urdiain, a principios de siglo, el padre hacía entrega de la dote en el banquete de bodas, con todos los invitados por testigo, mahai gainian ematen zain dotia, bazkaldu ta dana despeitzien diruba ataa, kontatu ta semiai entregatu zean. Denak testigu. La misma costumbre se recogió en Altsasu, denen aurrean zutitzen ornen zen aita eta otso diru au! esaten zion, txala, behia edo nahi dukana erosteko[3].

En Obanos, en otro tiempo, quienes más reclamaban la dote eran los padres en cuya casa se iba a instalar la nueva pareja ya que era una oportunidad de mejorarla. Si la familia del cónyuge adventicio poseía ganado vacuno, por ejemplo, exigían una vaca como dote y no siempre la conseguían. Si era jornalero el novio, recibía una azada y una alforja nuevas. También los padres le podían ceder la explotación de una finca, es decir el derecho a trabajar y ser arrendatario de ella, puesto que no eran dueños de la misma. Si se trataba de familias "fuertes" o ricas para formalizar la dote se requería el oficio de escribanos.

La constitución de la dote ha dependido de las posibilidades económicas de cada familia y aunque los padres tratan de ayudar a los recién casados, antes y después solían surgir roces por este motivo. Actualmente (años noventa) hay casos en que no se da nada, otras veces, señalan los informantes, "ya llevan la dote puesta con el gasto de sus estudios" y hay quienes les ayudan a hacerse con una casa.

Es costumbre que la novia lleve también el ajuar. Desde los dieciocho años tiene un arcón, cómoda, baúl o armario donde va guardando sábanas, toallas y objetos que recibe como regalo de Reyes, de cumpleaños o sin una razón especial "para el ajuar". Son obsequios que a menudo, a no ser que tenga novio, no le hacen ninguna ilusión a la futura novia porque la boda la ve lejana y preferiría recibir algo más personal y de utilidad inmediata. Normalmente, junto al ajuar doméstico, la mujer aportaba también "el gabinete".

En Sangüesa el dotar a un hijo o a una hija para el matrimonio dependía de la situación económica de la familia. Los padres de familias acomodadas dotaban tanto al novio como a la novia con casas o tierras. La dote se constituía con bienes adquiridos y raíces de la casa y se formalizaba en escritura pública. La entrega se realizaba antes del matrimonio.

La dote de la gente pobre era un pequeño campo, algún animal de carga, un cerdo, etc. Hasta hace bien poco la mujer aportaba el gabinete -cama, armario y mesilla- o la cama y una cómoda, y la ropa del ajuar: sábanas, colchón, mantelerías, su ropa personal, etc. Las chicas, muchos años antes de casarse, comenzaban a preparar el ajuar e iban a los costureros. Las sábanas, servilletas y manteles llevaban mucha labor de bordado a mano.

En tiempos pasados en las casas ricas se daba de dote mil duros de plata, en las algo acomodadas dos onzas equivalentes a treinta y dos duros de plata, y en las pobres un par de layas y un azadón.

En San Martín de Unx sólo había dote cuando la familia poseía bienes suficientes, lo que en décadas pasadas era una excepción. Consistía en dinero, bienes muebles o inmuebles, ganado, etc. La constitución de la dote era algo que se reservaba a la decisión de los padres del contrayente o del hijo que tomaba estado religioso, si la demandaba su congregación religiosa. Eran los padres quienes decidían cuándo debía traspasarse la dote a los hijos, si después de su fallecimiento, cuando los hijos abandonaran el hogar o en el momento del casamiento. En este último caso dependía de otros factores como la cantidad que los consuegros dieran al otro cónyuge, de que fuera a vivir a la casa familiar, etc. La transmisión se hacía mediante escritura pública.

En Viana si se trataba de un labrador la dote consistía en propiedades rústicas o urbanas para ayudarle a empezar su nueva vida. También se le daba algo de dinero de acuerdo con los demás hijos para que todos fueran iguales. Se constituía siempre con bienes adquiridos durante el matrimonio, siendo los padres quienes efectuaban dicha entrega.

La novia iba preparando con mucha antelación el ajuar: las sábanas, manteles, servilletas, pañuelos, trapos de cocina, su ropa personal. Algunas de estas telas se bordaban con excelentes labores y con las letras iniciales de los nombres del marido y de la mujer entrelazadas. Los muebles se ponían a medias y los de una pareja ni muy pobre ni muy rica estaban formados por una cama, un lavabo con su cubo, jarra y espejo, un armario (más antiguamente un arcón), seis sillas, una mesa de cocina y poco más

Ropa de arreo. Navarra. Fuente: Vázquez de Prada, Mercedes. “Casamiento y familia” in Etnografía de Navarra. Tomo II. Pamplona, Diario de Navarra, 1996.

En Valcarlos la dote estaba formada por el arreo y una cantidad en metálico que se estipulaba según las posibilidades de la casa. Otras veces la cantidad se fijaba en el testamento. La sujeción de un hijo a casa duraba mientras viviera en familia. Cuando se instalaba por cuenta propia sin haber contraído matrimonio ni haber recibido su dote, se le consideraba emancipado, pero conservaba el derecho de poder regresar al seno de la familia y debía ser aceptado en la casa de sus padres. La verdadera emancipación de un hijo la constituía la dote que se le asignaba con motivo del matrimonio[4].

En Aria los hijos, excepción hecha del heredero, participaban en la dote proporcional al valor de los bienes, sin que ello fuera motivo que impidiera la continuidad del patrimonio familiar. La dote era más bien un símbolo y se otorgaba siempre que siendo soltero se trabajara para la casa. Si uno la abandonaba en busca de una ganancia superior perdía su derecho a ella[5].

Consecuencias de la ruptura

La ruptura del noviazgo una vez que se había dado el paso del acuerdo matrimonial era muy dificil y así se ha recogido en algunas localidades donde no se ha constatado ningún caso (Monreal, Obanos).

En Allo en caso de ruptura del noviazgo los contratos quedaban también sin efecto y ninguna de las partes estaba obligada a pagar ni exigir nada a la otra. Los gastos notariales se pagaban a partes iguales.

En Aoiz no había indemnización si no se celebraba el matrimonio. Cada parte se quedaba con su dote. Si la separación era posterior los bienes gananciales se habían de repartir. Con la carta de hermandad, cada uno de los cónyuges recibía lo que aportó al matrimonio (casa, tierras y bienes muebles).

En Artajona si en los días anteriores al matrimonio se rompía el noviazgo, se anulaba el contrato matrimonial, quedando sin efecto lo convenido. No había indemnización. Si no había mediado contrato las consecuencias eran iguales. A partir de los años cuarenta aproximadamente las parejas no formalizan ningún contrato matrimonial. Los padres y los novios celebran una reunión en los días previos a la boda para comunicarse lo que cada familia va a dar a su hijo. Si el casamiento no se lleva a efecto, lo normal es que ambas familias se enemisten. Si se casan, los padres entregan la dote que verbalmente han prometido.

En Garde como las capitulaciones y la dote se cumplimentaban una vez realizado el matrimonio, no se planteaba el problema de indemnización por no verificación del casamiento. Si alguna de las parejas hubiera anticipado dinero con una determinada finalidad, esa cantidad se recuperaba.

En Lekunberri si no se celebraba el matrimonio se anulaba lo estipulado en la escritura pero no existía indemnización alguna. Otro tanto se ha recogido en San Martín de Unx donde todo lo convenido quedaba sin efecto sin que se exigieran indemnizaciones. Tampoco en Izal se reclamaban perjuicios en los casos de ruptura del noviazgo. En Lezaun como los acuerdos eran verbales, en caso de no celebrarse el matrimonio no se exigía ninguna indemnización.

En Izurdiaga cada parte restituía a la otra lo recibido de ella. Hoy día (años noventa) lo normal es que los novios monten la casa con el dinero que ahorran de su trabajo y con la ayuda que les prestan sus padres.

En Obanos actualmente (años noventa) en caso de ruptura se devuelven los regalos.

En Sangüesa cada familia recobraba lo suyo y en Viana si no se verificaba el matrimonio, la dote quedaba nula.

En San Martín de Unx el matrimonio sin contrato es hoy de uso general. Señalan los informantes que "cuando ambos novios son formales, estos contratos no son necesarios".


 
  1. Francisco SALINAS. “La dote en el derecho foral navarro” in Temas de Derecho Foral Navarro. Pamplona, 1958, p. 389.
  2. José Miguel de BARANDIARAN. “Estudio etnográfico de Ezkurra” in AEF, XXXV (1988-1989) p. 58.
  3. José Mª SATRUSTEGUI. Euskaldunen seksu bideak. Oñati, 1975, p. 115.
  4. José Mª SATRUSTEGUI. “Estudio del grupo doméstico de Valcarlos” in CEEN, II (1969) pp. 192-193 y 195.
  5. Miren de YNCHAUSTI. “Etnografía de Aria (Valle de Aezcoa)” in CEEN, IX (1971) p. 361.