Diferencia entre revisiones de «Otras costumbres relacionadas con el banquete nupcial»

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Según señala Caro Baroja, en Zuberoa era normal que después del banquete de bodas saliera un hombre disfrazado de caballo, ''zaldi xuria'', con una sábana, que perseguía a los invitados y luego charlaba con ellos<ref>Julio CARO BAROJA. ''Los vascos''. San Sebastián, 1949, p. 326.</ref>.
  
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Ha sido costumbre generalizada en Navarra, según consta ya en las encuestas recopiladas a principios de este siglo, la de apedrear a los novios con almendras y confites, los ''chochos'' y ''peladillas'', prácticamente todo el tiempo que dura la fiesta de bodas. Los desposados procuraban esquivar los golpes (Burunda, Falces, Pamplona, Sangüesa-N)<ref>EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelona) IIDh6.</ref>. En San Adrián (N) los "acompañaos", un chico y una chica amiga de los novios, se encargaban de comprar las almendras que ellos mismos repartían en el banquete a cada invitado y luego tiraban por la ventana<ref>Javier PAGOLA. “Apuntes de etnografía del pueblo de San Adrián” in CEEN, XXII (1990) p. 87.</ref>. En Berganzo (A) se ofrecía a los invitados galletas de vainilla y también hacían aquí reparto de almendras de boda.
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En Oñati (G)<ref>EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelona) IIDh1.</ref>, según las recopilaciones de principios de este siglo los invitados al banquete, tras tomar el café, hacían cada uno donativo de diez pesetas por la mesa principal. El padre del marido recogía toda la cantidad y la entregaba a su nuera. Al final la despedida de los invitados era ritual. Decían "''urte askotarako''" (que sea por muchos años) y se les contestaba "''bai ta bai''" (sí, sí).
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Se han descrito además, por otra parte, una serie de pequeñas creencias o supersticiones vinculadas al mismo momento del banquete.
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En Liginaga (Z), si durante el banquete de bodas, se derramaba vino o algún otro líquido en la mesa, los concurrentes iban a mojar sus dedos en él y luego pasarlos por los cabellos, porque se consideraba de buen agüero<ref>José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)” in ''Ikuska''. Nº 10-13 (1948) p. 83.</ref>.
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En Gatzaga (G) a principios de siglo creían que si una joven se apoderaba de algún objeto o prenda que ese día hubiera lucido la novia (una flor, un alfiler, una pinza del pelo...), no tardaría mucho tiempo en casarse. Por ello las que tenían ese deseo hacían lo imposible por hacerse con alguno de estos objetos. En esta misma localidad también, tras consumir el segundo plato, generalmente pollo, tomaban entre dos jóvenes el esqueleto de la pechuga de éste y tiraban cada uno a un lado del costillar. Quien se quedaba con el esternón era el primero que se iba a casar<ref>Pedro Mª ARANEGUI. ''Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX''. San Sebastián, 1986, p. 158.</ref>.
  
  
 
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Revisión actual del 05:46 4 jun 2019

Según señala Caro Baroja, en Zuberoa era normal que después del banquete de bodas saliera un hombre disfrazado de caballo, zaldi xuria, con una sábana, que perseguía a los invitados y luego charlaba con ellos[1].

Ha sido costumbre generalizada en Navarra, según consta ya en las encuestas recopiladas a principios de este siglo, la de apedrear a los novios con almendras y confites, los chochos y peladillas, prácticamente todo el tiempo que dura la fiesta de bodas. Los desposados procuraban esquivar los golpes (Burunda, Falces, Pamplona, Sangüesa-N)[2]. En San Adrián (N) los "acompañaos", un chico y una chica amiga de los novios, se encargaban de comprar las almendras que ellos mismos repartían en el banquete a cada invitado y luego tiraban por la ventana[3]. En Berganzo (A) se ofrecía a los invitados galletas de vainilla y también hacían aquí reparto de almendras de boda.

En Oñati (G)[4], según las recopilaciones de principios de este siglo los invitados al banquete, tras tomar el café, hacían cada uno donativo de diez pesetas por la mesa principal. El padre del marido recogía toda la cantidad y la entregaba a su nuera. Al final la despedida de los invitados era ritual. Decían "urte askotarako" (que sea por muchos años) y se les contestaba "bai ta bai" (sí, sí).

Se han descrito además, por otra parte, una serie de pequeñas creencias o supersticiones vinculadas al mismo momento del banquete.

En Liginaga (Z), si durante el banquete de bodas, se derramaba vino o algún otro líquido en la mesa, los concurrentes iban a mojar sus dedos en él y luego pasarlos por los cabellos, porque se consideraba de buen agüero[5].

En Gatzaga (G) a principios de siglo creían que si una joven se apoderaba de algún objeto o prenda que ese día hubiera lucido la novia (una flor, un alfiler, una pinza del pelo...), no tardaría mucho tiempo en casarse. Por ello las que tenían ese deseo hacían lo imposible por hacerse con alguno de estos objetos. En esta misma localidad también, tras consumir el segundo plato, generalmente pollo, tomaban entre dos jóvenes el esqueleto de la pechuga de éste y tiraban cada uno a un lado del costillar. Quien se quedaba con el esternón era el primero que se iba a casar[6].


 
  1. Julio CARO BAROJA. Los vascos. San Sebastián, 1949, p. 326.
  2. EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelona) IIDh6.
  3. Javier PAGOLA. “Apuntes de etnografía del pueblo de San Adrián” in CEEN, XXII (1990) p. 87.
  4. EAM, 1901 (Arch. CSIC. Barcelona) IIDh1.
  5. José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)” in Ikuska. Nº 10-13 (1948) p. 83.
  6. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 158.