Otras prácticas religiosas. Agoniako kandela

Entre las atenciones de carácter religioso prestadas al enfermo destacan los rezos, tal como se ha recogido en el apartado anterior. Pero no son las únicas prácticas que se llevan a cabo, también es común encender velas y preparar un pequeño altar para recibir al Viático[1] ; en algunas localidades asperjan al enfermo con agua bendita.

En Apodaca (A) era costumbre poner en la mesilla de la habitación del enfermo una vela bendecida el día de las Candelas o que hubiera permanecido alumbrando en el Monumento[2] el día de Jueves Santo. Si en alguna casa se habían quedado sin velas, los vecinos o familiares las aportaban. También se ponían candeleros con velas encendidas ante las imágenes del Corazón de Jesús y de la Virgen que presidían la sala de la casa. En la habitación del moribundo se colocaba además una palmatoria.

En Oiartzun (G) se seguía la práctica de encender una vela de las bendecidas por la Candelaria o una de las que por Semana Santa habían alumbrado el monumento[3].

En Artajona (N), al entrar el enfermo en agonía, se encendía una vela, «la de la agonía», que había sido bendecida el día de la Candelaria. Se colocaba sobre la mesilla de la habitación y seguía alumbrando hasta que acaecía el fallecimiento. En Durango (B) y Urnieta (G), se encendía igualmente una vela bendecida el día de la Candelaria. Lo mismo en Berriz (B) donde se le ponía en la mano al moribundo[4].

En Andoain (G) era costumbre encender por los dos extremos una vela bendecida el día de la Purificación, dos de febrero, porque, según se decía, tenía más virtud y eficacia quemándola de esta forma. Si además había sido bendecida tres años consecutivos tenía virtud aún más especial. También en Zegama (G) se encendía junto al agonizante una que, a ser posible, debía haber sido bendecida el día de la Candelaria en tres años anteriores[5].

En Ziga (Baztan-N) se encendían las velas bendecidas para tal objeto por la Candelaria. El barride o vecino más próximo traía de la sepultura correspondiente en la parroquia a la casa del moribundo, el rollo de cera que también era encendida[6].

En tiempos pasados, en Obanos (N), cuando había un enfermo grave en una casa, se encendía la vela del día de Almas, que había permanecido encendida en la fuesa de la iglesia.

En Salcedo (A) solían encender la vela que había permanecido encendida el día de Jueves Santo o también alguna que hubiese sido puesta ante la imagen de la Virgen de la Vega de Haro o de la Virgen Blanca de Vitoria. Según cuentan los informantes se solían guardar para estas ocasiones. Hace ya varios años que se abandonó esta práctica.

En Bedia (B) se encendía siempre la vela de la agonía, agonieko kandelea, que era una vela que se tuvo encendida en la iglesia por Semana Santa durante las Tinieblas[7].

En Bidania (G) se solía encender una vela de las que habían ardido durante la procesión del Corpus o de otra festividad en que hubiese sido llevado en procesión el Santísimo[8].

En Altza (G) •encendían durante la agonía una o dos velas en la habitación del enfermo. Si en la casa no tenían ninguna, iban a buscarla a la iglesia. Esta vela no se apagaba hasta que el cadáver no fuese sacado del hogar[9].

En algunas casas de Bermeo (B) la familia encendía una vela bendecida en el cuarto del enfermo. Igualmente en Zerain (G), Amézaga de Zuya (A) y en Orozko (B) donde, además, se quemaba laurel bendito en el fuego del hogar.

En Sara (L) encendían la vela bendecida el día de la Candelaria y la colocaban junto al enfermo. Uno de los asistentes signaba con ella al moribundo y le asperjaba con agua bendita. También asperjaba la habitación para alejar a los malos espíritus[10].

En Iholdi (BN) se encendía una vela bendita y, con una cruz, se santiguaba al moribundo[11].

En Zugarramurdi (N) le ponían al enfermo en su mano derecha una vela bendita encendida; también le hacían la señal de la cruz asperjándole al mismo tiempo con un ramo de laurel humedecido en agua bendita[12].

En Izpura (BN) se encendían cirios benditos, se le hacía el signo de la cruz al enfermo con agua bendita y se bendecía la habitación.

En Liginaga (Z) encendían una vela bendita y asperjaban al enfermo con agua bendita[13].

En Ziortza (B) los familiares encendían una vela bendecida por Candelaria y la colocaban cerca del enfermo y rociaban la cama con un ramo de laurel mojado en agua bendita mientras todos los presentes rezaban[14].

Ya se ha mencionado antes que en Bermeo (B) y en Elosua (G), existía la costumbre de que una mujer asperjase con agua bendita al enfermo. También en Carranza (B) era una mujer la encargada de rociar la habitación con agua bendita. Esta procedía de la bendecida en la iglesia el Sábado de Gloria y se conservaba en casa. En Lezaun (N) se traía de la iglesia un vaso de agua bendita y se vertía por la habitación y la cama.

En Moreda (A) recuerdan que igualmente echaban agua bendita sobre la cama del moribundo. Dicen los informantes que lo hacían así por si el diablo le estuviera tentando al no estar presente el sacerdote. Del mismo modo algunos informantes de Murchante (N) recuerdan haber oído a sus madres que a principios de siglo se rociaba al enfermo con agua bendita para ahuyentar a los demonios.

En Altza (G) asperjaban el cuarto del moribundo con agua bendita para que no se acercasen los demonios, utilizando un ramo de laurel a modo de hisopo. En Ziga (Baztan-N) rociaban al moribundo con agua bendita empleando igualmente un ramo de laurel. También obraban así en Zegama[15] (G) y en Zerain (G).


 
  1. En el capítulo siguiente se detallará más ampliamente la preparación de este altar destinado al Viático.
  2. Recibe este nombre el Altar decorado con muchas flores y luces que se prepara en las iglesias el día de Jueves Santo, para guardar en él el Santísimo Sacramento hasta los Oficios del Viernes Santo.
  3. AEF, III (1923) p. 76.
  4. AEF, III (1923) pp. 97 y 107.
  5. AEF, III (1923) p. 43.
  6. AEF, III (1923) p. 129.
  7. AEF, III (1923).p. 13. Se llamaban popularmente Tinieblas a las oraciones litúrgicas -Maitines y Laudes- que se cantaban en la iglesia el Miércoles, Jueves y Viernes Santo por la tarde. Cada uno de estos días se colocaba en el altar un gran candelabro triangular con quince velas encendidas que se iban apagando de una en una cada vez que terminaba la recitación de un salmo.
  8. AEF, III (1923) p. 105.
  9. AEF, III (1923) p. 93.
  10. José Miguel de BARANDIARAN. «Bosquejo etnográfico de Sara (VI)» in AEF, XXIII (1969-1970) p. 115.
  11. Idem, «Para un estudio de Iholdy. Notas preliminares» in Cuadernos de Sección. Antropología Etnografía, V [1987] p. 101.
  12. Idem, «De la población de Zugarramurdi y de sus tradiciones» in Homenaje a Odón de Apraiz. Vitoria, [1981], p. 65.
  13. Idem, «Materiales para un estudio del pueblo vasco: en Liginaga», cit., p. 33.
  14. AEF, III (1923) p. 22.
  15. AEF, III (1923) pp. 93, 129 y 107.