Otros insectos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Tábanos, abejorros, ciervos volantes, etc.

Los chavales de Valdegovía (A), para entretenerse mientras apacentaban el ganado, capturaban los tábanos que pululaban en torno a los animales. Les clavaban una pajita en la región posterior del abdomen y seguidamente los soltaban para contemplar cómo marchaban volando.

En Narvaja (A) solían coger los moscones de los bueyes durante la época de la trilla y al igual que en la localidad anterior les introducían una pajita para después liberarles.

En Durango (B), a los abejorros les ponían en su parte trasera papeles de fumar con el fin de que efectuasen un vuelo llamativo.

En Oragarre (Ip) les ataban un hilo que sostenían con la mano y de esta forma les hacían volar.

En Barakaldo (B) hacían «fumar» a las llamadas cigarras, machos de ciervo volante, colocándoles un cigarrillo entre las tenazas.

Manuel Lekuona[1] recogió una breve estrofa que se dirigía a este lucánido, cuando se le veía volar, con la intención de que cayese:

Kukulumera
bera-bera!
Kukulumera
bera-bera!
Kukulumera / ¡abajo-abajo! / Kukulumera / ¡abajo-abajo!

Cachorros

En Muskiz (B) juegan a hacer volar cachorros, unos insectos similares a las cigarreras o ciervos volantes pero carentes de tenazas y que aparecen en las noches de verano atraídos por las luces de las calles. Capturan un cachorro y le arrancan la mitad de una de las extremidades traseras tras lo cual le clavan en el muñón un alfiler. Este se ha pasado antes por las puntas de un papel de unos tres centímetros doblado por su mitad. Por dentro del doble se dispone también una varita y a menudo una aguja de punto si se tiene a mano. Asiendo dicha varita por sus extremos se mueve en sentido giratorio transmitiéndole al insecto prisionero un movimiento circular perpendicular al suelo. El animal, engañado, abre entonces sus élitros y comienza a volar describiendo círculos a la vez que produce un peculiar ruido y bastante aire.

Jorge

En Carranza (B) llaman así a un coleóptero más conocido como escarabajo sanjuanero y cuyo nombre científico es Melolontha melolontha.

Este insecto aparece durante la temporada en que brotan las hojas de los nogales y se captura agitando las ramas de los árboles para que caiga o esperando a que anochezca ya que entonces entra en las casas atraído por la luz.

Antaño se le obligaba a volar atándole un hilo de coser a una de las patas. Sujetando la hebra aproximadamente a medio metro del jorge, se le hacía girar en el aire hasta que abría sus élitros y desplegaba las alas. Al iniciar el vuelo se soltaba hilo poco a poco, como si de una corneta se tratase, y aunque hubiera alcanzado suficiente altura se le seguía sin liberar.

Moscas

En Viana (N), durante el periodo estival en que abundaban las moscas a causa de las cuadras, los niños ya mozalbetes se jugaban el dinero por el siguiente procedimiento: Hacían un círculo de pequeño diámetro en el que cada uno depositaba una moneda. Si una mosca se posaba sobre alguna de ellas, su dueño se llevaba todas las del corro. Cuentan los informantes que los más avispados las impregnaban antes con agua azucarada para así atraer mejor a estos insectos. Un juego idéntico se describe en Lagrán (A), donde también los había que endulzaban la moneda.

En Viana las utilizaban además para hacer carreras. Fabricaban diminutos carritos con hilo de cable eléctrico a los que luego «uncían» moscas clavándoselos por el abdomen. Jugaban con varias a la vez a ver cuál llegaba antes a una meta establecida con antelación. Esta diversión se abandonó hacia los años sesenta.

En Barakaldo (B) preparaban jaulas para estos insectos a partir de un corcho de garrafón. Se cortaba en varias rodajas de las cuales se empleaban dos, una para la base y otra para el «tejado». En todo el perímetro de la que hacía de tapa superior se hincaban ,alfileres que se hundían hasta la cabeza. Luego se colocaba la base clavándola con las puntas de los mismos. Las moscas se introducían levantando algunos alfileres.

En Carranza (B) un niño amagaba coger uno de estos dípteros y le enseñaba la mano cerrada a otro mientras le preguntaba: «emosca o chosca?», «mosca» indicando que la había capturado y «chosca» que había fallado y que por tanto tenía el puño vacío. El interrogado elegía una de las opciones y el primer niño abría la mano para mostrar el resultado.

A las moscas capturadas también se les dispensan diversos suplicios como arrancarles las alas y las patas o arrojarlas a telarañas para que sean devoradas.

Hormigas

En Murchante (N) los niños apresaban alaicas u hormigas aladas para emplearlas como cebo en costillas o cepos de cazar pájaros. Aún es corriente, aunque mucho menos que antes, el ver a pequeños y también a adultos, provistos de azadilla y hurgando en los hormigueros en busca de alaicas para después colocarlas en el chicholete de las costillas.

En Portugalete (B) jugaban con estos insectos colocándoles en un palo de unos 30 cm. y moviéndolo les hacían desplazarse de un extremo al otro.

Abejas

Comentan las informantes de Allo (N) que de niñas destinaban algunos ratos a atrapar abejas entre las malvas que crecían en el atrio de la iglesia. Las cogían con un pañuelo para evitar que les clavaran el aguijón o bizque, y luego las acercaban a la oreja para oir su zumbido.

Mantis religiosa

Cuando los chavales de Apellániz (A) localizaban una mantis religiosa la posaban en la mano y le decían:

Teresa, pon la mesa
que viene Juan
con la pata tiesa.

En Sangüesa (N) este insecto recibía el nombre de María. Mientras le pedían: «Dame la mano María», le golpeaban con un palito largo las extremidades delanteras para que las estirase.

Saltamontes

En Lezaun (N) recuerdan que mientras patentaban el ganado se entretenían cogiendo saltamontes. En Allo (N) los cazaban para utilizarlos como cebo junto con las lombrices, en los cepos de cazar pajarillos.

Escarabajo. Kakalardoa

Durante el verano, los niños de Portugalete (B) solían capturar escarabajos para echar carreras con ellos. Les pintaban los élitros de colores para distinguirlos fácilmente y se les colocaba en un círculo, tapados con un dedal. Tras contar hasta tres se les liberaba para ver cuál abandonaba antes el círculo. No valía soplar sobre ellos pero sí hacer pedorretas para asustarlos.

En Zerain (G) los niños capturaban con las manos escarabajos, kakalardoak, para echárselos a los miedosos (generalmente a las niñas).

Luciérnagas. Ipurtargiak

Durante las noches veraniegas, los niños también se entretienen recogiendo las luciérnagas que relucen en los márgenes de los caminos, con la simple finalidad de contemplar su luz. En Monreal (N) les llaman sapos de luz, en Sangüesa (N), además de luciérnagas, gusanicos de luz, en Elosua y Zerain (G) ipurtargiak y en Zamudio (B) epertargiek.

Mariposas y gusanos de seda

La captura de mariposas no ha sido habitual entre los niños (quizá por influencia de las diversas creencias populares según las cuales no se pueden matar estos insectos). Esta práctica, cuando se ha dado, ha solido nacer del estímulo de los maestros por fomentar entre sus pupilos una actividad extraescolar.

Los niños aprehenden las mariposas por distintos procedimientos ajenos a la ortodoxia de la manga entomológica. Después, tras clavarlas con alfileres, las colocan y secan como buenamente pueden.

En Lezaun (N), cuando iban de recolección y veían uno de estos lepidópteros, le cantaban:

Mariposa párate
en los pasos de José.

Tenían la creencia de que así se posaba antes.

La cría de gusanos de seda ha sido también una actividad extraescolar.

En Moreda (A) recuerdan que criaban dichas larvas en cajas de cartón de las utilizadas para zapatos. Practicaban varios agujeros en las tapas para que su interior estuviera ventilado y como alimento empleaban las hojas de un moral blanco sito en el término de Las Cuevas. De este modo los niños podían contemplar el proceso completo de metamorfosis de este insecto.

Antes de la última guerra civil era normal en Trapagaran (B) que las niñas, estimuladas por sus maestras, también cultivasen gusanos de seda con fines lúdicos. A principios de los ochenta, varias andereños de la ikastola de Trapagaran importaron larvas de La Rioja para dar a conocer a sus alumnos el proceso de elaboración de la seda. Durante varios cursos los escolares de la primera etapa de Educación General Básica mantuvieron esta afición,, que también se desarrollaba en algún otro colegio de la localidad. Las hojas de morera se recolectaban en árboles del municipio de Ortuella, a los que también acudían niños de Portugalete.


 
  1. Manuel de LEKUONA. «Cantares populares» in AEF, X (1930) p. 71.