Otros instrumentos de viento

Además de silbatos con un único orificio próximo a la embocadura se han fabricado otros con más agujeros y que por tanto recuerdan a una flauta.

En Ezkio (G) los hacían de uno, dos o tres agujeros, dependiendo de la longitud de la rama cortada. Para extraerle la corteza frotaban ésta suavemente con el borde sin filo de la hoja del cuchillo.

En Apodaca (A) se hacían también con uno o más agujeros. Se seccionaba la rama a la medida adecuada y después se cortaba la piel para marcar los agujeros. Para extraer la corteza se le propinaban unos golpes 'suaves y a continuación se rebajaba el palo y se volvía a colocar la piel.

En Galdames (B) una vez se extrae la corteza, al palo central se le corta un pedazo y se le da la forma que se muestra en la figura 264a. Luego se introduce nuevamente en la piel, a la que se le practica una muesca y en ocasiones unos agujeros en el extremo opuesto (fig. 264b).

En Monreal (N) cuando el silbato o chuflete era más largo y se le hacían cuatro o cinco agujeros, pasaba a denominarse chuflaina.

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En Arraioz (N) con el mismo tipo de silbato descrito antes, pero poniendo en la punta una tira larga de corteza de cualquier árbol enroscada en forma de bocina, se conseguía un sonido mucho más grave y potente con el que se podía espantar al ganado vacuno y caballar. Dicen que este instrumento lo solían fabricar los pastores para asustar al ganado ajeno. Se llamaba trompa, y los jóvenes de hoy en día lo desconocen totalmente.

En Aria (N) los chicos también conocían la elaboración de una corneta o baztanturruta que se fabricaba con corteza de olmo o avellano y que venía a tener una longitud de unos 50 cm. Tras obtener un palo adecuado, se descortezaba en espiral y a continuación la corteza se arrollaba en forma de corneta sujetándola con pinchos de espino.

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En Bermeo (B) recuerdan que en los tiempos en que se cultivaba trigo, los niños hacían una especie de silbato con la porción más distal de la planta, una vez había madurado. Cortaban la caña a unos 15 cm del nacimiento de la espiga, le arrancaban la porción final de la misma y eliminándole los granos dejaban al descubierto la matriz sobre la que se asentaban. Utilizando esta matriz a modo de punzón hacían una incisión a lo largo de la caña desde el lugar en que la separaron del resto de la planta hasta el nacimiento de la espiga. La caña, así abierta por un sólo lado, se humedecía con saliva pasándola entre los labios. Una vez mojada se introducía en la boca y se soplaba fuertemente en su luz, lo que producía un fuerte pitido.

En Allo (N) los informantes de más edad también recuerdan que se hacían chufletas con el tallo seco del trigo o del centeno, pero aseguran que había que «presinarse» para hacerlas sonar ya que era tarea dificil. En Galdames (B) se aplastaba una caña de trigo o cebada y se soplaba a través de ella, produciendo un ruido estridente. En la Merindad de Tudela (N) se cortaba un trocito de caña tierna de cebada y se aplastaba un extremo sobre la frente hasta hacer una rajita, santiguándose al mismo tiempo que se hacía esta operación[1]. Igualmente en Valdegovía (A) se hacían silbatos con pajas de cereal.

En Aoiz (N) utilizaban cañas que cortaban a la orilla del río. Les vaciaban el interior y soplaban por un extremo.

En la Merindad de Tudela (N) se hacían gaitas con el pedúnculo de la hoja de la calabaza. Se practicaba una incisión en uno de los extremos, se adelgazaban los trozos separados por ella y se soplaba para hacerles sonar[2]. En Bermeo (B) también se conocían.

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Otro procedimiento para emitir silbidos consiste en utilizar un material delgado como el papel y soplar con fuerza sobre él, pero disponiéndolo de tal modo que corte el aire. Se consigue así que vibre, emitiendo un sonido que se amplifica disponiendo las manos juntas y ahuecadas a modo de caja de resonancia.

En Galdames y Carranza (B) se corta una hierba serrana, que es la hoja plana de una gramínea y se coloca longitudinalmente entre los dos dedos pulgares, con las manos extendidas y juntas por sus bordes, pero ligeramente ahuecadas por las palmas. Se sopla con fuerza por la separación que queda entre la base de los pulgares, donde está pillada la hoja, y se obtiene un sonido estridente. En Bermeo (B), también se conoce este procedimiento pero manteniendo los dedos doblados y enfrentados los puños.

En Zerain (G) cortaban una hierba llamada amitze-belarra y colocándola sobre los labios y soplando emitían un sonido. También utilizaban otra hierba conocida como ezpata-belarra, ancha en la zona central y más estrecha en los extremos. Se le cortaban éstos, se doblaba y colocándola en la boca se soplaba hasta conseguir un silbido. En Lezaun (N) chuflaban con hojas de lirio y cebolla; en Obanos (N) con hojas tiernas de eneas y en Lekunberri (N) con dos juncos juntos.

En Carranza (B), también se hacían silbos con remolorio, laurel. Se arrancaba una ramita y desde un extremo se practicaba un corte longitudinal en el que se introducía un trocito de hoja que hacía las veces de lengüeta.

En la Merindad de Tudela (N) se fabricaba con cortezas tiernas de álamo o chopo un artilugio del mismo estilo. Se cortaban dos trozos cuadrados de corteza, se colocaba una hoja verde en medio y por el hueco que dejaba la curvatura de ambas cortezas se soplaba y se hacía vibrar la hoja[3].

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Otro instrumento de los utilizados para emitir silbidos, que se caracteriza por su sencillez y por la amplitud geográfica de su uso, es el fabricado con el hueso de algunas frutas.

Este hueso se conoce en algunas localidades vizcainas por el nombre de güito (Carranza, Durango, Muskiz, Portugalete). En Bermeo (B) se le llama piskásurre y el silbo que con él se obtiene piskásurren txistue.

Pizkazur-txistua. Fuente: AA.VV. Juegos y canciones infantiles. N.º 55. Colección Temas Vizcainos. Bilbao, Caja de Ahorros Vizcaina, 1979.

La fruta cuyo hueso más frecuentemente se ha aprovechado es el albérchigo (Amézaga de Zuya, Apellániz, Mendiola, Narvaja, San Román de San Milán -A, Amorebieta-Etxano, Durango, Galdames, Portugalete-B, Sangüesa-N), también llamado albaricoque (Beasain, Garagarza Arrasate-G, Obanos-N). Además se ha utilizado el melocotón (Salinas de Añana-A, Bermeo, Carranza-B, Aoiz-N) y en Ribera Alta (A) la ciruela. En Lezaun (N) han empleado con esta misma finalidad almendrucos.

Para fabricar el silbato no hay mas que tomar uno de estos huesos y frotarlo enérgicamente contra una superficie dura y áspera. Con esta operación se consigue desgastar el endocarpo hasta abrir un pequeño orificio por el que se extrae la semilla.

Como superficie de abrasión se suele recurrir a una piedra arenisca. En Obanos (N) recuerdan que durante el proceso de pulido y con el fin de facilitarlo, echaban saliva sobre la arenisca. En Lezaun (N), en cambio, comentan que abrían el orificio con la ayuda de una navaja.

Normalmente se desgasta la parte más puntiaguda del hueso, aunque no siempre ha ocurrido así; en Obanos (N), por ejemplo, preferían hacer el orificio en una de las caras y en Durango (B) se desgastaba una de las partes longitudinales del güito. Por último se extraía la semilla con un palito, con una aguja de hacer calceta, con un clavito, etc.

Una vez vaciado el hueso ya estaba listo el silbato. Se sujetaba entre los dedos y acercándolo al labio inferior y disponiendo el superior ligeramente asomado, se soplaba con fuerza hasta conseguir emitir el sonido. Como en todo, cada chaval procuraba que el silbido de su hueso fuese más sonoro que el de los demás.

En Durango se registra la particularidad de que a veces no se sacaba la semilla del endocarpo, de tal modo que al soplar vibraba emitiendo un sonido característico.

En alguna localidad se han utilizado caracoles para emitir silbidos; por ejemplo en Valdegovía (A) empleaban unos caracolillos blancos y muy pequeños y en Muskiz (B) los llamados magurios o caracolillos de mar. Se disponía uno entre los dedos con la abertura circular de la concha hacia arriba y acercándolo a los labios se soplaba sobre la misma para producir el sonido.

Aprovechando el mismo fundamento por el que se emite el sonido en los huesos de frutas y en los caracolillos, los niños han utilizado otros muchos objetos para silbar. Sólo se requiere que sean cilíndricos, de escasa sección y tengan uno de los extremos tapado. En su defecto se puede ocluir uno de ellos con el dedo pulgar mientras se sostiene el otro extremo entre el índice y el corazón para aproximarlo a los labios. No se requieren más condiciones para que suene que un mínimo de destreza y pulmones.

En Portugalete (B), por ejemplo, los niños robaban, o como se dice en su jerga: mangaban, choraban o choriflaban, los tapones que cubren las válvulas de las ruedas de los coches para pitar con ellos.

En Zerain (G) empleaban con el mismo fin el cascabillo de la bellota, ezkurre-txapela.

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Ha sido costumbre ampliamente difundida la de fabricar una especie de flauta aprovechando el mango de caña de las escobas viejas e inservibles. Se corta un fragmento situado entre dos nudos y junto a uno de los extremos se practica una ranura circular que rodee todo el perímetro de la caña y cercana a ella se abre una hendidura en forma de cuña. Taponando la abertura de este extremo se coloca un papel de fumar lo más tenso posible y se ata con un hilo de coser a la hendidura circular. Después no hay más que soplar por la cuña emitiendo la melodía con la garganta de forma que el papel vibre y el tubo de la caña, al actuar como caja de resonancia, amplifique esa vibración transformándola en un sonido grave.

Esta descripción de cómo se fabrica y se hace sonar el instrumento procede de Carranza (B), pero es común a todas las localidades donde se ha constatado su uso. A lo sumo surgen diferencias en relación a la longitud de la caña o a cómo se sujeta el papel: con la ayuda de un hilo o una goma elástica, etc.

Tocando una flauta de caña. Carranza (B), 1993. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En Beasain (G) recuerdan que cuadrillas de muchachos formaban pequeñas orquestas turureando canciones al unísono, que estos instrumentos amplificaban a la vez que uniformizaban el sonido.

En Elosua (G) este instrumento recibía el nombre de flota y para su fabricación se empleaba un trozo de saúco, intxusa, al que después de haberle extraído la médula se le ataba en el extremo el papel de fumar.

Con los peines de púas tambien se ha fabricado un instrumento musical cuyo sonido recuerda al obtenido con la caña de escoba. Se coloca un papel de fumar en la zona de las púas y acercándolo a los labios se tararea la canción (Llodio-A, Amorebieta-Etxano, Durango, Portugalete-B, Legazpia-G). En San Román de San Millán (A) dicen que de este modo imitaban una armónica.

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Hasta aquí se ha tratado de la fabricación de instrumentos utilizados para emitir sonidos sibilantes, pero los niños también saben silbar sin recurrir a artilugio alguno. El procedimiento más sencillo consiste en unir los labios y fruncirlos de tal modo que quede un diminuto orificio central por el que se expulsa el aire. Graduando su pequeño diámetro se puede entonar una melodía a la perfección.

Aprender a silbar de este modo requiere una cierta práctica pero aún así resulta más sencillo que hacerlo con dos dedos o con la ayuda de la lengua. Estos dos procedimientos sirven para emitir silbidos agudos y de gran intensidad utilizados para llamar o avisar a los amigos.

Otro procedimiento para emitir silbidos sin tener que recurrir a ningún instrumento es el siguiente: Se unen las manos de modo que las palmas formen una cavidad. La unión se puede realizar entrelazando los dedos o bien colocando los cuatro dedos mayores de una mano entre el pulgar y el índice de la otra y los de ésta rodeando el borde de la primera mano. De cualquier modo, los dos dedos pulgares se sitúan paralelamente, flexionados, presionando a la altura de las uñas y dejándolos ligeramente separados en la base. Se sopla con fuerza entre ellos apoyando los labios donde se hallan flexionados, obteniéndose un ruido que recuerda al ulular del cárabo. El tono se puede variar separando ligeramente los dedos que se apoyan en el borde de una de las manos (Carranza-B).


 
  1. Pedro ARELLANO. “Folklore infantil” in AEF, XIII (1933) p. 209.
  2. Pedro ARELLANO. “Folklore infantil” in AEF, XIII (1933) p. 209.
  3. Pedro ARELLANO. “Folklore infantil” in AEF, XIII (1933) p. 209.