Otros juegos de salto

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Portugalete (B) practican un juego llamado «Tierra y mar» que es mixto y cuyo número de participantes puede ser variable. Se traza una raya en el suelo y todos los jugadores se colocan alineados a lo largo de la misma con las punteras de los zapatos junto a ella. Dicho lado de la marca recibe el nombre de tierra y el opuesto mar. Otro interviniente, que hace de ama, va repitiendo a su antojo ambas palabras y el juego consiste en saltar de un lado a otro o quedarse quieto según corresponda. Quien se equivoca queda eliminado. Este mismo pasatiempo recibe otros nombres como «Cielo-infierno» o «Cielo-tierra». En tales casos el ama modifica las dos alternativas que va diciendo, ajustándolas a dichas designaciones.

En Lezaun (N) jugaban «A los palos». Se trataba de una variante propia de chicas que sólo la ejercitaban mientras pacentaban el ganado, es decir, en verano. Cortaban unos cuantos «palicos» y los ponían en fila teniendo cuidado de que entre cada dos cupiera el pie. A continuación tenían que recorrer dicha hilera saltando al chilinchango o pata coja. La que lograba superar la prueba sin rozar ninguno recogía un palo, y así proseguía el juego. Una vez se habían acabado todos, la que más tenía era la ganadora. Esta escondía su manojo y la que menos hubiese obtenido debía encontrarlo. Las demás le ayudaban gritándole «frío, frío» cuando estaba lejos del mismo, «caliente, caliente» si se acercaba, y «que te quemas, que te quemas» cuando se encontraba junto a él. En los años sesenta se modificó el final de modo que no escondían el manojo de palos. Sin embargo, se dificultó la obtención de cada uno ya que a partir de entonces para ganarlo debían hacer el recorrido de ida y vuelta. También dejó de ser un juego exclusivo de los momentos en que se pastoreaba el ganado. Terminó por desaparecer a finales de los setenta.

En Salcedo (A) recuerdan un juego casi idéntico llamado «Los palillos». Se colocaban veinte o veinticinco palos de unos veinte centímetros, uno tras otro y separados por una distancia equivalente a su longitud. Cada participante saltaba a la pata coja de espacio en espacio sin rozarlos. Si lograba llegar al final con éxito cogía el último y regresaba de la misma manera. A su término, el que más ganaba los escondía y los demás tenían que buscarlos. Para ayudarles, les proporcionaba pistas indicándoles «frío» o «caliente» según su proximidad a los mismos. En Ahatsa (Ip) un juego idéntico se denominaba «Hote».

En Uharte-Hiri (Ip) practicaban un juego llamado «Xingilika» consistente en poner sobre el suelo las boinas u otros objetos, separándolos entre sí un pie aproximadamente. Había que ir sorteando estos obstáculos a la pata coja, sin tocarlos. Ganaba el que consiguiera dar mayor número de vueltas. Si varios participantes empataban, reiniciaban el juego entre ellos.

El siguiente juego denominado «Días de la semana», se ha recogido en Obanos (N). Se trata de una actividad mixta que se ejercitó en la escuela durante la década de los setenta. Se llevaba a cabo en las escaleras del patio y cada peldaño representaba un día de la semana. La persona que la paraba se situaba arriba e iba gritando: «lunes» y las niñas saltaban al primer peldaño; «martes», y lo hacían al segundo, etc. La mayor dificultad estribaba en que en ocasiones había que superar dos, tres o más escalones de una vez y el que no llegaba, o separaba los pies en el brinco, quedaba eliminado. También se jugaba en Aria (N) donde lo conocían por los nombres de «La semana» o «Las escaleras».

Días de la semana. Obanos (N). Fuente: Dibujo de Juan José Galdos, Grupos Etniker Euskalerria.

En Artajona (N) durante el verano, los chicos organizaban competiciones de saltos en pajeras y pajares, lo que les permitía lanzarse desde alturas considerables. Dispuestos los participantes en fila, corrían hasta el punto desde el que saltaban sobre la paja, procurando levantarse rápidamente para evitar que un compañero les cayera encima y no perder el puesto en el orden de los saltadores. Cuando uno, cansado por el esfuerzo, se quedaba en la paja, los compañeros se la arrojaban a puñados, a menos que alegara haberse «hecho mal» (daño).

Alejandro Urigoitia recogió en los años veinte un peculiar juego de salto, probablemente de Zeanuri (B), denominado «Txakolinke» que recuerda un baile que se practicaba en esta localidad[1]. Se posan dos palos en el suelo dispuestos en forma de aspa. Uno de los jugadores se sitúa de modo que sus pies queden colocados en los ángulos B y C del aspa:

J375 aspa.png

Una vez han adoptado esta posición, los demás comienzan a cantar. Mientras, el protagonista lleva el compás rítmicamente saltando sucesivamente de los ángulos B y C a los A y D y viceversa. Estos saltos se repiten cada vez con mayor celeridad hasta alcanzar la máxima en las palabras «txako ta txako» del canto. Las estrofas que se entonan son:

Txakolin, txakolin
txakoliñak on egin.
Txakolin, txakolin, txakoliñak
emon dautso Maritxu'ri zer egin.
Azunberdi pitxerrean
kuartilluterdi sabelean;
txakolin, txakolin,
txakoliñak on egin.
Txako ta txako
txako ta txako
txako ta txako
txakoliñaren gozua.
Chacolí, chacolí / que aproveche el chacolí. / Chacolí, chacolí, el chacolí / le ha dado quehacer a Maritxu. // Medio azumbre en la jarra / cuartillo y medio en la tripa; chacolí, chacolí / que aproveche el chacolí. // Chaco y chaco / chaco y chaco / chaco y chaco / que rico el chacolí.

En Aoiz (N) juegan saltando a la pata coja a varias modalidades. Una consiste en ir de un lado a otro de modo que gana quien llega el primero. Otra, simplemente en saltar para ver quién aguanta más tiempo. Saltando en esta postura también se cantaba una canción y había que resistir mientras durara la misma.

Desde chiquitita me quedé, me quedé
algo impedida de este pie, de este pie
y ya lo sé que soy una cojita
y si lo soy
te doy un puntapié
con la punta de este pie.

Al concluir, la protagonista daba un puntapié a otra compañera. En algunas ocasiones se entonaba esta misma canción jugando al corro y andando a la pata coja a la vez que daban vueltas.

Por último incluimos una forma de jugar recogida por José Iñigo Irigoyen[2] en que las niñas se ponen en cuclillas y dan ligeros saltitos en dicha postura al compás de conocidos estribillos:

* Una vaca se cayó,
las tripas le hicieron guá,
arremoto piti poto,
arremoto piti pa.
* Un ratón se subió a una baranda,
tiró un pedo y dijo ¡caramba!
¡viva la sal!
¡viva el salero!
¡vivan los ratones
que gastan chambergo!
* Las tablitas caen al suelo
y los chicos dicen «ba»;
arrecógete, cataplita;
arrecógete, cataplá.


 
  1. Alejandro URIGOITIA. “Folklore. Juegos infantiles” in Euskalerriaren Alde, XIX (1929) p. 218.
  2. José IÑIGO IRIGOYEN. Folklore alavés. Vitoria, 1950, p. 87.