Parentesco espiritual y afinidad. Aitapontekoaren eta amapontekoaren urak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Ser padrino-madrina y, a la recíproca, ser ahijado-ahijada de alguien, creaba y crea unos vínculos muy especiales, fuesen o no familiares. En San Martín de Unx (N) señalan que este vínculo podía llegar a infundir al ahijado el espíritu de hijo para con su padrino o madrina.

En Valcarlos (N) preguntaban en determinadas circunstancias de la vida: Noren sematxia duxu? (¿De quién es ahijado?)[1]. En el fondo se pensaba que el niño tenía que parecerse al padrino. Por ello, aparte de otras razones se elegía para padrino, a personas bondadosas, por la creencia de que esta cualidad pasaría al niño. En Portugalete (B) las cualidades de una persona son tenidas en cuenta para elegirle como padrino o madrina, se cree que se hereda la cualidad.

Azkue recogió que el padrino juega un papel importante en la manera de ser del niño. Si éste no resulta sano y fuerte, se dice que su padrino no le dio buen aliento, atsa ona etzion eman[2]. El mismo autor refiriéndose al Roncal (N) dice que cuando los niños crecían robustos se decía: Aitaderrak atsa ederki emon zaun aur koni (El padrino alentó bien a este niño)[3]. Cuando el niño sale travieso o llorón, los de casa suelen decir: Zer ats gaixto eman zakoten! (¡Qué aliento tan malo le dieron!). En el carácter suele verse el aliento de quien ha vencido, del padrino o de la madrina[4].

Abuelos padrinos. Sangüesa (N), c. 1930. Fuente: Juan Cruz Labeaga, Grupos Etniker Euskalerria.

En Markina, Nabarniz y Zeanuri (B) para referirse a las cualidades que comparten ahijado y padrino o simplemente a su parecido mutuo se dice: Aren (aitapontekoaren) urak daukaz (Tiene las aguas [bautismales] del padrino).

Uno de los cometidos que tenía el padrino era rezar el credo durante la ceremonia del bautismo. En Orozko (B) era frecuente preguntarle después del bautizo: Ondo errezau dautsozu kredoa umeari? (¿Ya le has rezado bien el credo al niño?). Cuentan aquí el caso de un cura que antes del bautizo se lo hizo recitar al padrino para comprobar si lo sabía. En Bermeo (B) se recoge otro testimonio de la importancia que se otorgaba a la recitación del credo por parte del padrino: habiéndose prestado uno a hacer de padrino en sustitución del verdadero que se hallaba en la mar, la madre y la abuela de la criatura antes de salir para la iglesia le insistieron repetidamente para que rezara bien, entero y claro el credo.

En Lemoiz y Gorozika (B) dicen que hay que rezar el credo sin ningún fallo; eso garantiza que el niño será bueno. Un dicho frecuente en Gorozika así lo atestigua: Orreri kredoa ondo errezau geuntsan (a ese le rezamos bien el credo). En Durango, Portugalete (B) y Telleriarte (G) si el niño venía a ser revoltoso se achacaba a un defecto en la forma de recitar el credo en el bautizo. Azkue recogió esta misma creencia en Olaeta-Aramaio (A), Lekeitio, Murelaga (B), Amezketa, Arrona, Ursuaran (G) y Donazaharre (BN)[5].

En Zerain (G) se creía así mismo, que había que recitar bien el credo, en caso contrario el niño sería díscolo: Kredoa zuzen esan bear zata, bestela umea biurrie. En Zeanuri (B) explican que un niño es travieso porque el padrino no le rezó bien el credo: Orreri aitebitxik ez eutson kredoa ondo errezau. Esto mismo se decía en Amorebieta-Etxano (B).

Azkue recogió creencias según las cuales decir el credo defectuosamente en la ceremonia del bautismo conlleva que el niño sea desgraciado (Oiartzun-G); que muera siendo joven (Yuslapeña-N); que se convierta en brujo o bruja (Arnegi-BN); que sea de cerebro débil o que sea tartamudo (Arratia, Dima, Ermua-B; Ormaiztegi-G)[6].

En Valcarlos (N), Donazaharre (BN) y Barkoxe (Z) el padrino y la madrina, solían llevar cada cual su acompañante para el acto del bautismo. Así si ellos cometían alguna falta el compañero podía rectificarla, recitándolo bien; de lo contrario los niños habían de tener mal porvenir. Esto mismo se hacía en Baraibar de Larraun y Otxagabia (N)[7]. El que el padrino así como la madrina llevaran al bautismo un acompañante se ha conocido hasta muy recientemente (década de los setenta) en Uharte-Hiri (BN), Aoiz, Mezkiriz y San Martín de Unx (N).

En Bozate-Baztan (N) al final del bautizo, la madrina, amatxi, coge al niño para que el padrino, aitatxi, vaya al altar a rezar el credo[8]. También en Valcarlos (N), según el P. Donostia, el padrino llevaba al niño recién bautizado hasta el altar mayor, dejándolo breves instantes sobre el ara[9].


 
  1. José M.ª SATRUSTEGUI. "Estudio del grupo doméstico de Valcarlos" in CEEN, I (1969) p. 182.
  2. Resurrección M.ª de AZKUE. Citado por Juan THALAMAS LABANDIBAR. La mentalidad popular vasca según Resurreción M.ª de Azkue. San Sebastián, 1975, p. 129.
  3. Resurrección M.ª de AZKUE. Particularidades del dialecto roncalés. Bilbao, 1932, p. 181.
  4. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 192.
  5. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 187.
  6. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 187.
  7. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 187.
  8. M.ª del Carmen AGUIRRE. Los agotes. Pamplona, 1978, p. 216.
  9. APD. Cuad. 1, ficha 185.