Perros asilvestrados

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Triano (B) reciben el nombre de perradas los ataques de los perros a los rebaños. Los pastores culpan de estos destrozos en su cabaña ovina a quienes desde las ciudades, en determinadas épocas del año como cuando finaliza la temporada de caza o antes de vacaciones, suben a los montes con sus coches aprovechando los buenos accesos de que hoy disponen y abandonan sus perros. Siempre ha habido ataques de éstos a los rebaños, pero hasta hace veinticinco o treinta años en que comenzó a generalizarse el uso del automóvil y el ocio en la montaña, sólo «ocurrían en el otoño y en las lunas de enero cuando a los perros les sale el instinto y van al olor del sebo de las ovejas». Tal es el daño de las perradas que en la zona de La Arboleda calculan que estos últimos años han matado el diez por ciento, como media anual, de las ovejas existentes.

En Belatxikieta (B) también recuerdan los daños causados por los perros asilvestrados. Los cazaban con cepos en los que ponían un trozo de carne. Cuando el animal iba a comerlo saltaba la trampa asiéndole de una pata. La trampa solía estar atada con una soga fuerte. Los perros que se capturaban de este modo se solían sacrificar ya que generalmente carecían de dueño. Recientemente se han vuelto a repetir los ataques de estos animales pues algunas personas abandonan sus canes, que luego se asilvestran y matan ovejas, siendo imposible pedir responsabilidades por desconocer a quién pertenecen.

Cuenta un pastor de Ernio (G) que los perros asilvestrados le causan todos los años al menos diez bajas en su rebaño y a otras tantas ovejas les provocan abortos. También causan daños quienes suben al monte a pasear con sus perros sueltos ya que éstos muerden a las ovejas y a consecuencia de los sustos a veces malparen.

La Sierra de Badaia (A) por su cercanía a la capital alavesa se convirtió desde los años setenta en el lugar preferido por los vitorianos para abandonar sus perros, que asilvestrados atacan a las ovejas causando a los pastores importantes pérdidas económicas[1].

En Sollube (B) consideran que actualmente los peores enemigos de los rebaños son los perros de los caseríos. De similar opinión son en Orozko (B) donde hoy en día tienen por más peligrosos a los perros asilvestrados, txakur solteak, txakur deslaiak, que a los lobos.

Peillen recogió en Vasconia continental que los perros guardianes no eran buenos más que para guardar las casas y que cuando se escapaban incluso atacaban a las ovejas que pastaban en el monte. Pero no hacían sus correrías en alta montaña sino en la parte baja y habitualmente entre dos. Se decía que el perro que había probado carne ovina no podía ser reeducado y que debía ser ahorcado; con su piel se hacía una cubierta para el yugo[2].

En algunas poblaciones se ha recogido un relato en el que un perro pastor mata a un lobo causante de varias bajas en el rebaño y el pastor al ver a su animal ensangrentado cree que es él el responsable y dudando de su lealtad lo mata.

A mediados de la década de los cincuenta la madre de un informante natural de Haraneder (L) contaba una historia de su infancia ocurrida hacía unos cien años. Un día el rebaño de Haraneder sufrió el ataque de un animal salvaje sin que nadie supiese de cuál se trataba. Cada día o cada dos aparecía una nueva oveja desangrada. Al final pusieron como guarda del rebaño al perro de casa, un animal fuerte provisto de un collar de clavos. A pesar de ello, tras la primera noche encontraron tres o cuatro ovejas muertas y al perro agotado y lleno de sangre. El pastor al verlo en este estado pensó que era él el que mataba las ovejas y enfurecido lo ahorcó en un árbol. Tras ello volvió adonde estaba el rebaño para ver más de cerca los destrozos y al llegar se percató de que había un lobo ensangrentado que acababa de morir, matado por el perro de casa tras una terrible pelea. El pastor sintió gran pena por el error cometido y durante muchos años y hasta poco tiempo antes de recogerse esta información, en la cerca de Haraneder permaneció colgado el collar de clavos del perro[3].

Una historia similar fue recopilada en la zona de Urbia-Oltza (G). Un informante relató que cierto pastor había notado que le iban faltando varias reses de su rebaño. Un día se le presentó su perro alborozado y cubierto de manchas de sangre. Creyendo haber descubierto al causante de la desaparición de las ovejas lo mató allí mismo. Cuál no sería su pena al ver al día siguiente que no lejos de allí yacía un lobo muerto, ittota, al que había matado su perro.


 
  1. Jesús GARAYO. «Comunidad de montes de la Sierra Brava de Badaya. Temas pastoriles» in AEF, XXXVI (1990) p. 89.
  2. Jean PEILLEN. «Lehenagoko artzaiñen jakitatia: arresen altxatzia, minak, eritarzünak» in Bulletin du Musée Basque. Nº 38 (1967) pp. 161-162.
  3. ALDAIKO. «Larrun, ene mendia» in Gure Herria, XXX (1958) pp. 266-267.