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Preambulo Ritos funerarios en vasconia

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Tras las exequias el cortejo, o cuando menos el séquito de duelo, guardando el mismo orden que en el entierro, regresaba de la iglesia a la casa mortuoria. Ante sus puertas tenían lugar ciertos ritos de antiguo cuño como el refrigerio de caridad (Alava) o la plegaria por el difunto delante de un fuego simbólico (Baja Navarra).
En el interior de la casa los familiares y pa­rientes lesionados por la pérdida de uno de sus miembros celebrarán su solidaridad en una co­mida en la que se rezaba por el difunto así co­mo por todos aquellos que anteriormente «sa­lieron de la casa». Estas preces estarán dirigidas por el sacerdote o el vecino más próximo a la casa y en el banquete tomarán parte aquellos vecinos, ''mezakoak, ''que aportaron la limosna pa­ra celebrar una misa en sufragio del difunto.
Durante un periodo que estaba establecido por la costumbre local la familia quedará some­tida a ciertas restricciones en su vida de relación social. Durante este tiempo asistirán a los oficios exequiales en la iglesia y sus vestidos llevarán las marcas de luto que corresponden a su grado de parentesco con el muerto.
'''=== Transiciones contemporáneas'''===
'''El '''cuadro trazado anteriormente recoge a grandes rasgos el conjunto de los ritos funera­rios que hasta tiempos recientes han estado en vigor en las poblaciones encuestadas.
El antiguo funeral se simplificó con la supresión del canto del oficio de difuntos (noc­turnos) y se abandonó el uso '''del latín. La nueva liturgia con las lecturas de los libros sagrados en '''lengua vernácula y con sus cantos pascuales pre­senta una faceta menos dramática y más bene­volente del misterio cristiano de la muerte.
Al tiempo '''de '''estas reformas se igualó en las parroquias el modo de celebrar las exequias yRITOS FUNERARIOS EN VASCONIAdesaparecieron y desaparecieron las antiguas categorías o clase de funeral.
Durante estos años se cambió también el mo­biliario en muchos templos colocando bancos corridos que ocupaban toda la nave. Las fuesas o sepulturas simbólicas fueron relegadas y se desvaneció con ello la antigua costumbre de ofrendar luces y limosnas en sufragio de los di­funtos sobre la sepultura familiar. Bien es ver­dad, como se anota en varias localidades en­cuestadas, que la decadencia de esta práctica había comenzado anteriormente. Desde prime­ros de siglo en las iglesias urbanas las antiguas sepulturas domésticas habían quedado reduci­das a una única, de carácter colectivo, que era atendida durante el periodo de duelo por la fa­milia del recientemente fallecido.
Uno de los hechos más destacables en este proceso de cambio es el crecido número de fa­llecimientos que acaecen en centros hospitala­rios o en residencias detinadas al cuidado de ancianos; de modo que hoy en día «morir fuera de casa» es un hecho frecuente.
En estos casos todos los ritos mortuorios que tenían lugar en el ámbito de la casa quedan anulados: la recepción del Viático, el amortaja­miento del cadáver, la preparación de la estan­cia mortuoria, la participación de los vecinos en el velatorio. Incluso la casa misma deja de ser el punto de donde parte la comitiva fúnebre quellevará que llevará procesionalmente el muerto a la iglesia.
Este traslado que constituía el rito funerario por antonomasia quedará reducido a un acto de recepción del cadáver en el atrio de la iglesia momentos antes de comenzar la misa del fune­ral.
En esta nueva situación el acontecimiento de la muerte se retrae en gran medida a la esfera familiar y las tareas que antes asumían los veci­nos son ahora desarrolladas por los familiares y parientes. En los casos en los que el enfermo permanece en casa el sacerdote le llevará el Viá­tico privadamente, sin la asistencia del vecinda­rio. Una vez fallecido las personas más allegadas acudirán a dar su condolencia a la familia y se detendrán unos instantes ante el féretro que contiene el cadáver. El rezo del rosario que con­vocaba a todo el vecindario en la casa mortuoria tendrá lugar en la iglesia. El velatorio como rito funerario doméstico deja de practicarse.
Otro de los hechos que ha repercutido en las costumbres en torno a la muerte ha sido la co­mercialización de los servicios fúnebres. Duran­te la segunda mitad de este siglo empresas y agencias funerarias fueron extendiendo sus ser-RITOS FUNERARIOS Y SU EVOLUCIONvicios servicios hasta las localidades más apartadas y asu­mieron progresivamente las tareas y funciones que hasta entonces eran desempeñadas por miembros de la comunidad vecinal.
Entre estas labores que se realizaban en régi­men de reciprocidad y de obsequio estaban el lavado y amortajamiento del cadáver, el adecen­tamiento de la estancia mortuoria, la comunica­ción de la muerte, los avisos a los parientes, las labores domésticas durante el duelo y, sobre to­do, el transporte del féretro hasta la iglesia y el cementerio.
Las exequias que tienen lugar en los templos congregan actualmente un número de asisten­tes notablemente superior al de antaño. Según constatan las encuestas se ha creado entre la gente la obligación de expresar la solidaridad con vecinos, amigos y conocidos acudiendo a los funerales de sus familiares y parientes. Al decir de una informante «antes se acudía por el muerto y ahora más por la familia del muerto».
Junto a esta mayor asistencia de gente a los funerales se consigna un decaimiento progresi­ vo progresi­vo en la costumbre de .encargar la celebración de misas en sufragio del difunto.
Las módicas cantidades de dinero destinadas a este fin que se entregaban a la familia o se depositaban en la iglesia constituían un entra­mado de relaciones recíprocas, ''hartu-emanak, ''entre las casas y familias de una localidad. Algu­nas encuestas señalan que la pérdida de esta costumbre se debe al desinterés del clero por esta práctica arraigada en el pueblo. Con todo es indudable que en este caso, al igual que en otros aspectos de la transición en los ritos fune­rarios, han tenido influencia los cambios opera­dos en la mentalidad popular y la decadencia de las prácticas religiosas.
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