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[[File:7.3_Horma-irudia_Alaitza-ko_elizako_absidean_XI-XIII_mendea.png|frame|320px|Horma-irudia, Alaitza-
ko (A) elizako absidean, XI-XIII mendea. Fuente: «L'Art au Pays Basque» in ''Visages du Pays Basque''??. Paris, 1946]]
La antigua costumbre prescribía que el muerto no debía permanecer solo. Por ello es custodiado día y noche por sus familiares y vecinos durante un velatorio, que adquiere las características de un funeral doméstico. La casa mortuoria mantiene abiertas sus puertas y los que acuden a honrar al muerto guardan silencio; la estancia que acoge el cadáver se torna en un lugar de oración. Allí se habrá dispuesto un pequeño altar con Crucifijo y candelas encendidas así como agua bendecida el Sábado Santo y el ramo de laurel para que los visitantes asperjen piadosamente al difunto. Al anochecer se congregarán familiares y vecinos para rezar el largo rosario que evoca los misterios cristianos de la redención.
La realización de nuestras encuestas de campo ha coincidido en el tiempo con la introducción de la práctica de la incineración que en los años noventa se ha intensificado sobre todo en las localidades de gran densidad urbana. Este hecho que en sí mismo considerado supondría una notable mutación en los modos de enterramiento tradicionales no ha desterrado la inhumación; generalmente tras la cremación las cenizas son inhumadas en los nichos o panteones que las familias poseen en los cementerios.
[[File:7.5_Acuerdate_de_la muerte_Reloj_solar_de_Ortzaize.png|frame|center|''Acuérdate de la muerte''. Reloj solar de Ortzaize (BN). Fuente: «L'Art au Pays Basque» in ''Visages du Pays Basque''. Paris, 1946.]]
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