Prescripciones durante el puerperio

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Durante el tiempo que transcurría entre el parto y la entrada ritual a la iglesia la puérpera debía permanecer recluida en su casa y ni siquiera tenía obligación de asistir a misa los domingos y fiestas de precepto.

El origen de esta costumbre era de naturaleza religiosa ya que según la ley mosaica[1] la mujer que hubiera tenido un hijo quedaba impura y no debía tocar ninguna cosa santa ni ir al Santuario hasta cumplirse los cuarenta días de su purificación (Levítico, 12, 2-8).

En Zeanuri (B) hasta pasados cuarenta días, berrogei egunerarte, la parturienta no acudía al templo ni para oír la misa de los domingos. No es que existieran prescripciones estrictas que le prohibieran salir de casa, pero de hecho estaba establecido que la recién parida guardara una vida recluida y sin dedicación al trabajo ordinario; eran frecuentes admoniciones como las siguientes dirigidas a la que había dado a luz: Oraindiño eleizara sartu barik eta... (Si todavía no has hecho la entrada en la iglesia...), Oraindiño ermakariek egin barik eta... (Si todavía no has celebrado el festejo -ermakariak-...). Durante este tiempo la mujer estaba considerada como enferma, gexotzat egoten zan andrea, por ello en las visitas que le hacían parientes y vecinas le llevaban obsequios considerados de gran valor alimenticio como vino quinado, gallina para hacer caldo, chocolate y galletas.

En Lekunberri (N) no podía asomarse a la ventana. Esta norma tan estricta fue recogida por Azkue a principios de siglo en Lekeitio (S) y en Arrona (G), donde las mujeres recién paridas no salían ni siquiera a la ventana hasta hacer su entrada en el templo[2].

En Ezkurra (N) en la década de los años treinta se decía que mientras la mujer no hubiera efectuado la entrada en la iglesia, no debía mirar por la ventana, salir de casa o coser[3].

En Markina (B) hasta el momento de la bendición no se consideraba conveniente que la madre saliera a la calle. Incluso tomaba precauciones al realizar actividades como tender la ropa en el colgador, sólo sacaba al exterior las manos, sin inclinar el tronco en ningún momento.

En Nabarniz (B) la parturienta debía permanecer encerrada en el recinto de la casa, sin salir ni tan siquiera a por agua, hasta tanto no realizara la entrada en la iglesia. A este propósito recuerda una informante haberle oído contar a su suegra, con quien convivía, una anécdota que le ocurrió a ella. Estando recién parida y sin haber hecho todavía la entrada en el templo, tuvo necesidad de acudir a la fuente a por agua; en el camino, inesperadamente, se encontró con el sacerdote que le dijo: "Sebera, zeu itturrire be eliz sartzie eiñ barik?" (Severa, sin que hayas hecho aún la presentación en el templo, ¿tú tienes que ir también a por agua a la fuente?).

En el barrio Ajuria de Muxika (B) el rito de entrada en la iglesia tenía lugar a los cuarenta días, periodo durante el cual la mujer no podía franquear el alero, itxusurie (literalmente la gotera).

En Bernedo (A) señalan que si una necesidad obligaba a salir de casa a la madre, ésta daba un rodeo para no cruzar por delante de la iglesia o de la ermita; en todo caso debía pasar por detrás de ellas.

En Ribera Alta (A) y Carranza (B) afirman que la prescripción de no salir de la casa no era tan estricta y quedaba reducida únicamente a no entrar en el ámbito de la iglesia.

En Valdegovía (A) la norma consistía en que la parturienta no fuera vista por la gente del pueblo.

En Gamboa (A) anotan que la parturienta debía permanecer inactiva por lo que eran sus hermanas, su madre, las vecinas o la visitadora las que le hacían los trabajos de casa. También en Moreda (A) las vecinas se encargaban de hacer los recados y otros trabajos. En Elgoibar (G) y en Allo (N) durante este periodo la mujer estaba excluida de realizar tareas duras.

En Bermeo y Lemoiz (B) dicen que la parturienta no debía tocar el agua ni siquiera para lavarse las manos. En esta última localidad concretan que durante los cuatro o cinco días siguientes a haber dado a luz, no se lavaba pues se creía que "no salía el pecho". En Orozko (B) evitaba lavar la ropa; también aquí se consideraba que el contacto con el agua fría era nocivo para amamantar a la criatura.

En Urduliz (B) durante los cuarenta días que seguían al parto la madre no debía ejecutar ninguna labor que exigiera contacto con el agua como lavar la ropa o fregar; ni siquiera se lavaba la cabeza por temor a enfriarse, bogadee, buruu garbittu ta olan, pentsa berez, ur otzaaz otzittu ez daitten.

En Lezama (B) cuando comenzaba a levantarse de la cama no se le permitía realizar ningún trabajo, tocar el agua o lavar la ropa. Por esta razón era una vecina la que desempeñaba las labores.

En Abadiano (B) anotan que durante este tiempo la mujer debía abstenerse de mantener relaciones sexuales, gixona usau; igual prescripción de "no hacer uso del matrimonio" se registra en Portugalete (B), Gamboa y Valdegovía (A).


 
  1. Biblia de Jerusalén. Bilbao, 1967, p. 118.
  2. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakinlza, Tomo I. Madrid, 1935, p. 342.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. "Contribución al estudio etnográfico del Pueblo de Ezkurra. Notas iniciales" in AEF, XXXV (1988) p. 57.