Prevenciones

En muchas localidades existe interés en dar recomendaciones para evitar que una persona al morir, se convierta en ánima en pena. Para ello, como es lógico, habría que obviar la causa de ese errar, generalmente las promesas que no se pudieran cumplir en vida. A tal fin la solución sería eludirlas o no demorarlas demasiado en caso de haberlas hecho ya.

En la recopilación etnográfica de Bermeo (B) señalan algunos encuestados que se conserva en la localidad la tradición de acudir a un convento en el momento en que se produce el fallecimiento de algún pariente próximo y solicitar de una de las monjas el rezo de un rosario en favor del difunto. Posteriormente se hace donación de limosna y se encargan misas en sufragio de su alma.

En Busturia (B) consideran que no es suficiente la bendición del cura en los lugares donde aparezcan esta ánimas penitentes, ya que no surte efecto.

En Zerain (G) se recoge el rezo del Padrenuestro como prevención de apariciones de este tipo.

Un relato narrado en Barkoxe (Z) narra explícitamente la recomendación de un ánima aparecida a su familiar. Le ordena que no haga en vida promesa de ir a ninguna parte en peregrinación, ya que, de no cumplirla, se verá obligado a aparecerse tras su muerte[1].

En casos de aparición irremediables, el testigo tenía todavía alguna oportunidad de eludir el contacto con las ánimas, según los datos consignados en Bermeo (B). Para ello debía seguir algunos consejos. De cruzarse por la noche con algún desconocido no debía emplear la formula de saludo habitual (gabon!), sino pasar de largo ignorándole. Tenía que caminar, también, por donde las ánimas no lo hicieran y por tanto evitar andar por las aceras. Al decir de algunos, proviene de aquí la costumbre de los bermeanos de transitar por mitad de la calle.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: en Liginaga (Laguinge)” in Ikuska, II (1948) p. 37.