Productos vegetales como elementos de agresión

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Determinados componentes vegetales se han utilizado ocasionalmente en disputas y «guerras» llevadas a cabo entre chavales como elementos de agresión.

Han sido típicos los agavanzos, llamados comúnmente tapaculos, que son los frutos de color rojo intenso que producen las zarzas del género Rosa (generalmente el escaramujo o rosal silvestre). Si se abren dichos frutos aparecen plegadas en su interior varias semillas recubiertas de una especie de pelo, que tienen la propiedad de causar un intenso picor al entrar en contacto con la piel.

En Lekunberri (N) los muchachos recuerdan como única diversión compartida con las chicas la de separar estas semillas e introducírselas por el escote. También en Viana (N) y en otros lugares se han valido de ellas con el fin de torturar a algún compañero metiéndoselas por el cuello. En Durango (B) se les llamaba pica-pica y se introducían en la espalda por el cuello.

Además han servido como proyectiles en contiendas improvisadas, arrojándolas a veces con el tiragomas o tirabike (Lekunberri-N).

Los frutos de algunas plantas tienen en su superficie abundantes prolongaciones en forma de garfio, lo que les confiere la propiedad de adherirse fuertemente a los tejidos y al pelo.

En Apellániz (A) los muchachos perseguían a las chicas tirándoles zarrapotes (frutos de la bardana: Arctium lappa), que se pegaban a sus ropas y cabello. También en Laguardia (A) se lanzan unos a otros zaparones[1]. En Lezaun (N) les llaman lapas y en Sangüesa amparragones[2]. Aquí el propósito de los chicos era alcanzar la cabellera de las mozas, por lo dificil que les resultaba después desprenderlos. Lo mismo hacían los niños de Zerain (G) con las lapas, lapak.

Los niños de Mendibe, Ezterentzubi y de toda la región de Donibane Garazi (Ip) recolectaban estos mismos frutos durante el verano en los márgenes de los caminos y sobre terrenos baldíos. Los llamaban lapatinak. Constituían excelentes proyectiles por su capacidad de adherirse firmemente a la ropa y al pelo de quienes eran tomados por blanco.

A fin de poseer abundantes reservas de munición se dedicaban de antemano a recoger uno por uno los minúsculos cardos para después juntarlos en gruesas bolas llamadas lapatin pelotak.

Era sobre todo durante las fiestas locales y la romería que seguía a las competiciones de pelota vasca que los adultos realizaban en la plaza del frontón, cuando se dedicaban al lanzamiento de lapatin contra los que se divertían bailando.

Pronto y gracias a su inagotable imaginación, los niños perfeccionaron estos primitivos proyectiles poniendo una pluma de ave en la parte posterior de cada lapatin. Se obtenían así lapatin buztandunak. A partir de entonces los lanzamientos resultaron mucho más certeros, hasta el punto de que todos los que bailaban tenían derecho a tener plantada una pluma en la espalda. Y cada uno se reía del vecino sin sospechar que él mismo era objeto de idénticas risas.

En Viana (N) dicen que tiraban al pelo de las chicas lo que llaman piejos de señorita.

Algunas especies vegetales desarrollan espigas que vienen a ser como dardos, los cuales se pueden arrojar contra los compañeros entablándose feroces luchas en las que los más malparados suelen ser los jerseys de los contrincantes.

En Portugalete (B) recuerdan haber realizado peleas con güitos de cerezas. Aprovechando que los huesos de esta fruta son muy resbaladizos, los disponen entre los dedos pulgar e índice y al presionar salen disparados.

En Apellániz (A) los muchachos perseguían a las chicas procurando mancharles la cara con pintamonas o espigas con añublo. En Trapagaran (B) se empleaban las ortigas para pasárselas por piernas y brazos a otros niños. El atacante, para evitar que le picaran a él, contenía la respiración mientras tenía la planta en la mano.


 
  1. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU en Botánica popular alavesa. Vitoria, 1975, p. 34, recoge el término alavés zarapón para Arctium lappa, además del citado zarrapote y otros: achuscarris, apegaderas, garrapote, lapa, pegotes, zarrapotillo.
  2. José María Iribarren cita el término amparagón y lo define como: «Nombre de la planta denominada Lappa maior, cuyo fruto, erizado de púas, suelen arrojar los chicos al pelo o a la ropa de las mujeres. [Sangüesa]. El fruto erizado de púas de dicha mata. [Id.]. En otras localidades mona y lapa». Cfr. José María IRIBARREN. Vocabulario navarro. Pamplona, 1984, p. 47. L. maior es una sinonimia de A. lappa.