Querellas y reconciliación. Haserreak eta konponketak

En Zeanuri (B) se conocen dos vocablos para designar las desavenencias. Para las simples disputas, cuando son clamorosas, se utiliza el término allegoa; si se trata de algo más grave, se habla de asarrea que es señal de un sentimiento retenido. Los vínculos de sangre son considerados de gran importancia y marcan las conductas en los asuntos que atañen a los parientes consanguíneos. La simpatía por una opción política e incluso la afiliación a un partido ha tenido desde antiguo un carácter familiar. El grupo familiar en cuanto tal se consideraba adscrito a una determinada tendencia política. Hasta los años sesenta, e incluso después, las familias del pueblo han estado catalogadas con mayor o menor grado de vinculación en el bando de los vencedores o de los perdedores de la Guerra Civil. De cualquier modo, los vínculos consanguíneos se consideran más fuertes que las diferencias políticas que pueden darse en un grupo familiar. Como ejemplo se suelen aducir los casos de ayuda que se dieron entre parientes que militaron en bandos opuestos en la última guerra. Tener un familiar en el otro bando era una garantía de seguridad o recurso, tanto en la guerra como en la posguerra.

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Motivaciones de las desavenencias

En las localidades encuestadas, las causas más mencionadas como desencadenantes de las desavenencias familiares graves son las disputas hereditarias, y más concretamente la ejecución del testamento y el reparto de la herencia, “para enganchar algo” como dicen en Sangüesa (N). Así se ha recogido en Abezia, Agurain, Moreda, Ribera Alta, Valdegovía (A); Amorebieta-Etxano, Bermeo, Busturia[1], Zeanuri (B); Berastegi (G); Allo (N) donde señalan que los conflictos se evidenciaban sobre todo cuando los progenitores morían sin hacer testamento, Obanos y San Martín de Unx (N) antaño por causa del heredero único, Valtierra (N) y Donapaleu (BN).

En Bernedo (A) se ha consignado que el reparto de la herencia ha solido ser fuente de conflictos entre hermanos. Cuando una familia estaba unida se decía: “Esos todavía no han partido”. Los hermanos de fuera se solían unir contra el de casa y las desavenencias perduraban largo tiempo en muchos casos.

En Zeanuri (B) indican que en ocasiones se daban desavenencias entre los hermanos sobre la parte que les correspondía en concepto de dote, tokamenak, pero al hijo mayor nunca se le discutía el derecho a quedarse con la casa, etzaguntzia. Además de los desarreglos ocasionados por las herencias también es motivo de enfado el haber negado una ayuda económica teniendo posibilidad de prestarla.

En Valtierra (N) se han recogido otras causas de desavenencias familiares que son las que provienen de envidias, maledicencias, mentiras y discriminaciones.

En algunas encuestas se mencionan también las querellas vecinales. Se dan por robo de ganado, invasión por el ganado de una huerta o prado causando daños, remoción de mojones, mugarriak; reparto de trabajo comunal, auzolan; cierres de heredades, jurguak en Elosua (G) y paso por caminos particulares (Amorebieta-Etxano, Andraka, Zeanuri-B; Elosua-G).

Consecuencias de las desavenencias

Es común el dato de que las diferencias pueden desembocar en enfados que se enquistan y en conflictos familiares. No hablarse, negarse el saludo, no tratarse, son consecuencias de esas situaciones, donde además una vez producido el conflicto familiar, la reconciliación no es fácil. Así se ha recogido en Abezia, Agurain, Moreda, Valdegovía (A); Trapagaran (B) y Berastegi (G), localidad esta última donde dicen que se han conocido casos aislados de violencia física por este motivo. En algunos lugares se ha señalado que por desavenencias familiares graves, a lo largo de los años, se han dado situaciones de venganza incluso con resultado de muerte.

En Zeanuri (B) se ha registrado que estas situaciones terminan con frecuencia en la ruptura de relaciones que se expresa con la frase: ez daurie tratetan, no se tratan. La ruptura definitiva se pone de manifiesto cuando se rehúsa entrar en las respectivas casas. Estas situaciones de grave desavenencia son protagonizadas por los adultos, tanto hombres como mujeres, de ambas familias. Los ancianos y los niños suelen quedar al margen de la misma, de no ser en casos muy extremos. E incluso entonces, siempre se mantiene como obligación superior el acudir a los entierros, el llevar las marcas de duelo y el hacer las ofrendas por el muerto de la familia, aun cuando siga la enemistad con los vivos.

En Sangüesa (N) han consignado que estos conflictos a veces desembocaban en la ruptura de relaciones hasta entre padres e hijos y entre hermanos. Esta situación de discordia familiar se expresa con la frase: “No se hacen”, es decir, no tienen trato. La ruptura total con la familia por cuestiones de herencia, incluso con la no asistencia al funeral, se da todavía hoy día. También en Luzaide/Valcarlos (N) en ocasiones se daban desavenencias graves que podían llegar a la disolución familiar, por ejemplo entre los padres y los dueños jóvenes que cohabitaban en la misma casa.

Resolución de las desavenencias

En las encuestas se han recogido dos tipos de respuestas para la resolución de los problemas familiares según se trate de desavenencias ordinarias o sobrevenidas por conflictos hereditarios, si bien las vías de arreglo propuestas son similares.

En cuanto a las primeras, en varias localidades se ha consignado el dato de que acontecimientos familiares señalados como una boda, un fallecimiento, etc., podían servir de lugar de encuentro para que las querellas familiares bajaran de tono e incluso, con la mediación de otros parientes, se resolvieran. Así lo han señalado en Ribera Alta (A); Beasain (G); Allo, San Martín de Unx y Valtierra (N).

En tiempos pasados estuvo extendida la costumbre de solicitar la mediación de uno o dos hombres buenos para que actuaran como mediadores de las desavenencias familiares o vecinales tal y como se ha constatado en Ribera Alta (A); Trapagaran (B); Elgoibar, Elosua, Legazpi (G); Obanos (N) y Donapaleu (BN). Hoy día, según dicen, se recurre ordinariamente al juzgado.

En las localidades encuestadas se menciona a distintas personas como posibles mediadoras para lograr la reconciliación. Así en Abezia, Agurain, Apodaca, Berganzo, Moreda (A); Amorebieta-Etxano, Zeanuri (B); Hondarribia (G); Allo, Elorz, Goizueta, Luzaide/Valcarlos, Sangüesa, Urzainki y Valtierra (N), se ha consignado que se recurría al familiar o vecino más idóneo o de más edad que gozara de prestigio entre las partes y fuera de reconocida discreción. En Apodaca (A) y en Berastegi (G) acudían a una persona de confianza e ilustrada como el maestro, a los padrinos de boda o de bautismo, o los albaceas testamentarios. El juez de paz se menciona en Valtierra (N) y en Zeanuri (B), localidad esta última en la que señalan que alguna vez se recurría al abogado, pero dicen que era mejor no hacerlo porque suponía airear las desavenencias familiares.

En Abezia, Agurain, Apodaca, Ribera Alta (A); Bermeo, Zeanuri (B); Beasain, Berastegi, Zerain (G); Allo, Sangüesa, Urzainki y Valtierra (N) recuerdan que con frecuencia se recurría como figura mediadora al sacerdote o sacerdotes de la parroquia, o a algún fraile, que podía además ser familiar de los afectados. En Sangüesa señalan que el recurso al sacerdote era en apelación al fallar la mediación de los intervinientes anteriores.

Laudo de amigables componedores. Gernika-Lumo (B), 1905. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

A continuación se expone pormenorizadamente la descripción recogida en Zeanuri (B) donde en tiempos pasados las querellas entre parientes y entre vecinos se resolvían recurriendo al juez de paz de la localidad. Cada parte llevaba un vecino considerado “hombre bueno” que tenía como misión temperar los ánimos y procurar que las cosas terminaran amigablemente. A principios del siglo XX eran más frecuentes que hoy día las querellas judiciales, incluso entre parientes. Después de una disputa verbal se apartaban testigos y se demandaba ante el juez, auzie ezarri. Normalmente estas querellas no trascendían del juzgado de paz y las razones que aportaban los hombres buenos eran de carácter muy práctico. Con frecuencia, acababan pagando a medias los gastos y celebrando una merienda en una taberna. En ocasiones especiales y en situaciones muy enconadas se recurría a la mediación de algún sacerdote prestigioso o de los frailes predicadores con ocasión de las misiones populares. También se apelaba a la mediación de algún pariente de edad, tío o tío abuelo que tuviera ascendiente moral sobre los familiares en litigio siempre que no tuviera interés directo en el caso.

Respecto del segundo tipo de desavenencias familiares, las ocasionadas con motivo de las particiones hereditarias, para su resolución se recurría a procedimientos similares a los descritos, pero, con frecuencia, la solución era más difícil y en caso de ruptura la reconducción era casi imposible.

En algunas localidades ha sido frecuente que al fallecimiento del padre o de la madre los hijos se reunieran para aplicar correctamente el testamento y cumplir la voluntad de los progenitores. Hay informantes que dicen que a estas reuniones no solían acudir los “pegados” (afines) porque entre los de la misma sangre era más fácil entenderse y llegar a acuerdos. Así en Apodaca, Valdegovía (A) y Hondarribia (G) se ha señalado que el arreglo se producía entre los propios herederos sin intervención ajena, salvo la ayuda de tasadores o peritos en valoraciones.

En Amorebieta-Etxano, Gorozika, Zeanuri (B); Pipaón (A); Berastegi, Elgoibar, Elosua, Hondarribia, Oñati (G); Allo, Goizueta, Izurdiaga, Luzaide/Valcarlos, Obanos, San Martín de Unx y Urzainki (N) se ha constatado que si los herederos no se ponían de acuerdo entre ellos, podían intervenir como mediadores familiares consanguíneos próximos, urkoenak, o personas ponderadas. En Agurain (A); Bermeo, Zeanuri (B); Beasain, Elgoibar, Elosua, Oñati (G); Allo y San Martín de Unx (N) se ha recogido que el mediador podía ser algún sacerdote o religioso; en Andraka (B), Elosua (G) y Sara (L) señalan a dos vecinos como intermediarios. También se ha registrado con carácter general que, circunstancialmente, podían ser asesorados por el notario o algún abogado.

En Bernedo (A) las particiones de herencia las hacía un vecino del pueblo con experiencia en esta materia o del que las partes se fiaran, como el cura, el maestro o el secretario del ayuntamiento. Al hijo que se quedaba en casa se le reconocía el derecho a elegir el partidor y tenía que poner también dos tasadores.

A continuación se describe detalladamente el funcionamiento de esta mediación tal y como se ha recogido en la localidad navarra de Allo: ante los desencuentros ocasionados por la herencia se recurría a un consejo familiar compuesto por dos parientes comunes, uno de la rama paterna y otro de la materna. Si no prosperaba la conciliación se recurría al párroco. Si resultaba infructuoso también este intento, desembocaba en un conflicto familiar en que los hermanos dejaban de hablarse, situación que podía enquistarse y durar años. A veces, con motivo de las misiones populares que tenían lugar en la localidad, llegaban a avenirse. También podían reconciliarse si una de las partes o algún familiar próximo a ellos se encontraba en trance de muerte. Reunidos los afectados junto al lecho del moribundo, se lograba el deshielo de las relaciones y, en ocasiones, la reconciliación plena.

Ofensas

Un asunto de mayor trascendencia que las desavenencias o enfados familiares es el de las ofensas, cuyos efectos son más duraderos.

En Zeanuri (B) se ha consignado que el sentimiento por las ofensas inferidas a una persona o a una familia se propaga por la línea consanguínea, es decir, los consanguíneos se sienten más o menos ofendidos. Las venganzas pocas veces adquieren un carácter notorio aunque determinan y, a veces durante muchos años, la conducta con los supuestos ofensores. Los odios o enfados antiguos se llaman asarre zarrak.

En Obanos (N) los datos recogidos son similares. Cuando un miembro de la familia se sentía ofendido por un vecino, toda la parentela adoptaba un aire hostil frente al ofensor y su familia. Se traducía en negarse el saludo, no hacerse favores, etc.

En Bernedo (A) dicen que a quienes ofendían a la familia se les negaba el trato, se rompía con ellos. En Agurain (A) señalan que en situaciones extremas se puede producir la ruptura de relaciones entre el ofensor y sus familiares, y la familia que se siente ofendida.

En las localidades encuestadas se indica que, ocasionalmente, por causa de las ofensas inferidas se podían producir venganzas. Así en Bermeo (B) cuando alguien se quería vengar de otro le lanzaba una maldición, malda, maldizinue, agera. Una manera de maldecir una casa era romper de noche una botella de aceite en la portalada. En la zona rural de esta villa costera se tiene noticia de alguna venganza perpetrada tendiendo una emboscada con la subsiguiente paliza. También en AmorebietaEtxano y en Andraka (B) se sabe de revanchas tomadas como consecuencia de ofensas, que se materializaron en quemar unos montones de trigo o hacer daño al ganado. Estas venganzas se intensificaron durante la Guerra Civil de 1936.

En Zerain (G) se ha consignado que una venganza, mendeku, en ocasiones, podía desembocar en paliza, zurratzea. A veces se echaban maldiciones y, a este propósito, se ha recogido el dicho: Sapoak zeuken alkarrena, ta aren puzoia ezarri (se tenían mutuo rencor y se iban a inocular el veneno [del sapo]).


 
  1. Los informantes de esta localidad señalan que a mediados del siglo XX había muchos pleitos por este motivo y los más beneficiados eran los abogados: “Euskal erriko eredentzi erdijek abogauek jan txuze” (la mitad de las herencias del País Vasco se las han comido los abogados).