Recitados jocosos

En algunas localidades se han recogido rimas de carácter jocoso más o menos acertadas. Espigamos algunas.

Domingo de Lázaro, matamos un pájaro.
Domingo de Ramos lo pelamos.
Domingo de Pascua lo echamos al ascua.
De asarle del ascua al plato, del plato a la boca.  (Salcedo-A)
San Martín y San Millón
juntos vienen, juntos van.
San Martín lleva la cesta
San Millán lleva el costal.
San Martín llevaba el queso
y San Milán llevaba el pan.
— ¿Quién es el más goloso?
— El que lleva el queso.
— En el culo dame un beso.  (Gamboa-A)
Allá arriba en aquel monte
hay un puchero de mocos
no se lo digas a nadie
que ya te daré unos pocos.  (Muskiz-B)

Los siguientes versos, de principios de este siglo, proceden de Pipaón (A) y constituyen un compendio de disparates que recuerdan en su primera parte a los diálogos encadenados vistos con anterioridad.

Tres años que mi padre naciera,
me metió pastor de cabras,
dos blancas y tres negras,
vino el lobo y me comió la mitad de ellas,
él correr y yo correr
le hice cagar un panal de miel,
ahora que tengo la miel
no tengo dónde echarla,
me eché la mano al sobaco
y saqué un gran saco,
ahora que tengo dónde echarla
no tengo dónde atarla,
me eché la mano a la barba
y saqué una lía muy larga,
ahora que tengo con qué atarla
no tengo quién me la lleve,
eché la mano a una encina
y saqué una yegua muy frontina,
ahora que tengo yegua
no tengo quién me la cargue,
eché la mano a un árbol
y saqué el padre, la madre y su gorrión.
Ya lo cargamos,
tocan a misa,
a misa vamos,
dice el cura: uremus,
yo le entendí que cagemus,
me levanto la camisa hasta los sobacos
y cagué hasta los mismos bancos,
dijo el cura: saquen a ese loco,
yo le entendí que había cagado poco
me levanté la camisa hasta las orejas,
cagué hasta las mismas tejas.
Salimos de misa,
fuimos al mesón,
el mesonero estaba en parto,
la mesonera había ido a arar
con los bueyes al hombro
y el aladro a pacentar,
el gato a espumar la olla
y el cucharón a cazar.

Tan absurdo como el anterior poema es el siguiente texto procedente de Muskiz (B):

«Era una noche de invierno, cuando más calentaba el sol. Una manada de cerdos volaba de flor en flor. Un hombre desnudo, con las manos en los bolsillos, leía el periódico sin letras a la luz de un candil apagado. Me salió un cadáver,... saqué mi navaja trapera y sin mango... y le maté. Me seguía la policía a la velocidad de un carro de bueyes. Les tiré una piedra de mechero y les maté. Me tiré por un precipicio de un milímetro... ¡matándome!».