Diferencia entre revisiones de «Refugios y cabañas de campo. Txabolak»

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Moreda (A) hay dos tipos de construcciones rústicas utilizadas por agricultores y pastores: chozas de piedra y abrigados. Las chozas de piedra o guardaviñas están levantadas con lajas de piedra en seco. Las hay de planta cuadrada, circular y ovalada. Poseen puerta de acceso, ventanas y algunas llevan grabado el año de construcción. El techo es de piedras y tierra. La mayoría se levantaron en el siglo XIX. Junto a ellas hay unas pequeñísimas edificaciones llamadas roperos de piedra que sirven para que el labrador guarde la alforja con la comida y la bebida para que se conserve fresca. Las chozas de piedra son de titularidad privada aunque de uso público, hay casi un centenar de ellas. Los abrigados suelen estar hechos a terrero, es decir, horadando en un ribazo de tierra. También los hay que tienen alguna pared de piedra y no están cerrados ni cubiertos a diferencia de las guardaviñas.
 
En Moreda (A) hay dos tipos de construcciones rústicas utilizadas por agricultores y pastores: chozas de piedra y abrigados. Las chozas de piedra o guardaviñas están levantadas con lajas de piedra en seco. Las hay de planta cuadrada, circular y ovalada. Poseen puerta de acceso, ventanas y algunas llevan grabado el año de construcción. El techo es de piedras y tierra. La mayoría se levantaron en el siglo XIX. Junto a ellas hay unas pequeñísimas edificaciones llamadas roperos de piedra que sirven para que el labrador guarde la alforja con la comida y la bebida para que se conserve fresca. Las chozas de piedra son de titularidad privada aunque de uso público, hay casi un centenar de ellas. Los abrigados suelen estar hechos a terrero, es decir, horadando en un ribazo de tierra. También los hay que tienen alguna pared de piedra y no están cerrados ni cubiertos a diferencia de las guardaviñas.
  
[[File:2.419 Choza de piedra o guardaviñas. Moreda (A) 1999.jpg|frame|Choza de piedra o guardaviñas. Moreda (A), 1999. Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.]]
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En Sara (L) recogió Barandiaran la existencia en algunos viñedos de unas chozas de viñedo llamadas ''maasti-etxolak''. Se trata de pequeños cobertizos de planta rectangular, hechos como el gallinero pero sin ventana. Tienen un óculo sobre la puerta por donde entran la luz y el aire de fuera. Sirven para refugio de los trabajadores de la viña, así como para guardar las herramientas que aquéllos emplean.
 
En Sara (L) recogió Barandiaran la existencia en algunos viñedos de unas chozas de viñedo llamadas ''maasti-etxolak''. Se trata de pequeños cobertizos de planta rectangular, hechos como el gallinero pero sin ventana. Tienen un óculo sobre la puerta por donde entran la luz y el aire de fuera. Sirven para refugio de los trabajadores de la viña, así como para guardar las herramientas que aquéllos emplean.
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Unas cabañas de mayor entidad son las del tipo que se describe a continuación que eran más grandes y permitían que varias personas pudieran vivir en ellas temporalmente.
 
Unas cabañas de mayor entidad son las del tipo que se describe a continuación que eran más grandes y permitían que varias personas pudieran vivir en ellas temporalmente.
  
[[File:2.420 Cabaña en las Bardenas Reales al pie de Laralla (N) 2000.JPG|frame|Cabaña en las Bardenas Reales al pie de Laralla (N), 2000. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: José Ignacio García Muñoz.]]
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En Valtierra (N) los informantes conocen y han utilizado las cabañas o chozas de las Bardenas Reales, que servían de refugio en caso de inclemencias del tiempo y para pasar la noche. En el pueblo se servían de ellas los pastores, los que realizaban tareas agrícolas de varias jornadas, los recolectores de esparto y, en tiempos turbulentos, quienes se refugiaban de los avatares políticos o sociales. La construcción era rústica, de piedra, adobe y barro. En el techo, troncos o maderos sin pulir, cañas, sacos y barro endurecido y apelmazado. Muchas no tenían tejas. En el interior, un hogar con agujero en el techo para la salida de humos, donde asaban o cocinaban la caza del día, unos asientos de piedra o troncos y el suelo para dormir. El ajuar lo tenía que llevar cada uno o, si iban en grupo, uno se encargaba del ajuar común, de los condimentos y el vino. El agua se iba a buscar a los regatos que corrían hacia las lagunas o charcas donde abrevaban los animales.
 
En Valtierra (N) los informantes conocen y han utilizado las cabañas o chozas de las Bardenas Reales, que servían de refugio en caso de inclemencias del tiempo y para pasar la noche. En el pueblo se servían de ellas los pastores, los que realizaban tareas agrícolas de varias jornadas, los recolectores de esparto y, en tiempos turbulentos, quienes se refugiaban de los avatares políticos o sociales. La construcción era rústica, de piedra, adobe y barro. En el techo, troncos o maderos sin pulir, cañas, sacos y barro endurecido y apelmazado. Muchas no tenían tejas. En el interior, un hogar con agujero en el techo para la salida de humos, donde asaban o cocinaban la caza del día, unos asientos de piedra o troncos y el suelo para dormir. El ajuar lo tenía que llevar cada uno o, si iban en grupo, uno se encargaba del ajuar común, de los condimentos y el vino. El agua se iba a buscar a los regatos que corrían hacia las lagunas o charcas donde abrevaban los animales.

Revisión actual del 07:13 15 abr 2019

Se ha constatado, sobre todo en localidades alavesas y navarras, que en terrenos alejados de la casa se levantan unas construcciones de pequeñas dimensiones, conocidas como cabañas de campo, que primordialmente servían para protegerse de las inclemencias del tiempo cuando se trabajaba en las huertas. Algunas eran meros refugios, también lugares donde poder comer e incluso pernoctar; en otras se podían guardar herramientas. Las ubicadas en viñedos se utilizaban asimismo para la vigilancia de las vides cuando estaban en sazón.

Estas construcciones son reflejo de un modo de ocupación del territorio allí donde la población suele ser concentrada. En la zona más septentrional del área estudiada a pesar de la mayor dispersión, también han sido frecuentes las cabañas, pero en este caso en vez de en las zonas de cultivo, en aquellas situadas en altura donde pastorea el ganado.

En La Rioja y en la zona meridional de Navarra, entre el río Ebro y Estella, según recogió Barandiaran en el segundo decenio del siglo XX, era frecuente ver en tierras cultivadas pequeñas construcciones –o también estancias excavadas en la tierra o en la peña– que servían de refugio a los trabajadores del campo cuando se veían sorprendidos por la lluvia. A tales refugios en Elciego (A) les llaman casillas y en Oteiza de la Solana (N) cabañas. En el resto de Vasconia eran escasos los refugios de este tipo y se hallaban principalmente en bosques y pastizales. En las zonas de habla castellana se denominan chozas y en las euskéricas txabolak.

El propio don José Miguel describe varios de los refugios ibéricos, es decir, los de la zona meridional de Vasconia. Algunos están hechos con losas que cierran en falsa bóveda y cubiertos de tierra, son de planta circular o de forma cónica, donde la luz entra por la puerta y unos huecos, a modo de saeteras, que llaman viseras. En las paredes hay alacenas para colocar viandas y otros objetos. Otros son cuevas artificiales abiertas en peña viva o en taludes de tierra arcillosa compacta.

Los refugios pirenaicos se corresponden con la parte septentrional del territorio y son diferentes. Son construcciones menos sólidas, de menor estabilidad. La planta es rectangular, el techo a dos vertientes rápidas que descienden de una viga cimera o caballete y descansan sobre el suelo[1].

En Allo (N) hay cabañas de campo cuya finalidad primordial es la de proteger a los campesinos de la lluvia, sobre todo en tiempos pasados. Pertenecen al dueño de la finca donde están situadas, si bien pueden cobijarse en ellas cuantos se encuentren en las inmediaciones cuando comienza una borrasca. Son generalmente de planta cuadrada, reducidas dimensiones, con estrechas aspilleras y puerta, orientadas al abrigo del cierzo. A menudo se construyeron aprovechando desniveles del terreno o ribazos. El suelo es de tierra y el techo de losas de piedra dispuestas en forma cupular y cubiertas en el exterior con sarmientos y tierra.

En Artajona (N) las cabañas de campo son pequeñas construcciones de planta cuadrada, con espacio interior de 1,50 m aproximadamente, muros de mampostería y techumbre de forma cupular, muy rústica, cubierta al exterior con tierra. La pequeña puerta adintelada es baja y estrecha. El pavimento de tierra. Algunas tienen pequeñas aspilleras laterales. Las hay en muchas fincas y sirven para refugiarse en días de lluvia o de mucho calor. También las utilizan los cazadores para cazar con reclamo.

En Mélida (N) en el regadío había cabañas, que eran de cemento, ladrillo o piedra y techos planos. Servían para dejar la herramienta y no acarrearla a diario. También para protegerse de la lluvia o descansar del trabajo del campo. Algunas llegaron a tener chimenea.

En Obanos (N) se encuentran con frecuencia por todo el término municipal pequeñas chozas, de planta cuadrada o rectangular, con sillares a veces perfectos, y cubiertas de falsa cúpula realizada por aproximación y despiece de los sillares hacia el centro. Están cubiertas al exterior por tierra y ramajes. La construcción se hace en las lindes de los campos de cultivo para protegerse los días de lluvia. En general, se excavan en pequeños montículos naturales o contraterreno, en ribazos. Pertenecen al dueño de la finca que las ha construido pero no se cierran y pueden ser utilizadas por quien lo necesite. No se recuerdan cabañas grandes con falsa cúpula destacada, como las que se conocen enpueblos próximos tales como Zirauki, Mendigorria y Tierra Estella hasta Viana.

En San Martín de Unx (N) se ha constatado que la cabaña es una construcción campestre de planta rectangular, de la altura media de un hombre y de paredes de mampostería. Antes de levantarla se enrasaba el terreno, aunque podían erigirse aprovechando las condiciones del lugar, dejándolas a contrapendiente o exentas. Su cubierta es de losa de piedra imbricada para formar una bóveda similar a la del horno doméstico de pan, que termina en redondo. La costumbre obligaba a veces a echar tierra sobre ella para asentarla mejor, impedir que el agua no pasase o camuflarla. Lo mismo solía hacerse con las paredes aunque no era tan necesario porque el agua no consigue pasar a través de los intersticios de la piedra. En uno de los lados de la pared, el mejor orientado, se hacía la puerta, utilizando un dintel de piedra o cabezal que permitiera la entrada de las personas de una en una. En otra se hacía una trainera con el fin de tener visibilidad en las tormentas y como escape de humos. El interior era capaz de albergar de ocho a doce hombres y algún perro, y adosada a la pared se ponía alguna piedra para usarla como asiento.

También se encuentra en el campo de San Martín un tipo de cabaña mayor, de 12 a 18 m2, con cubierta de cañizo o de bóvedas y sobre ellas teja curva corriente. La puerta permite la entrada de una caballería, la pared conserva la trainera para escape de humos y el interior presenta pesebres, sin tabiques de ninguna clase ya que la cabaña es de uso ocasional. Estos refugios, tanto los pequeños como los grandes, pueden ser utilizados por todas las personas para guarecerse de las tormentas y no son de uso exclusivo de los vecinos de la localidad.

En Moreda (A) hay dos tipos de construcciones rústicas utilizadas por agricultores y pastores: chozas de piedra y abrigados. Las chozas de piedra o guardaviñas están levantadas con lajas de piedra en seco. Las hay de planta cuadrada, circular y ovalada. Poseen puerta de acceso, ventanas y algunas llevan grabado el año de construcción. El techo es de piedras y tierra. La mayoría se levantaron en el siglo XIX. Junto a ellas hay unas pequeñísimas edificaciones llamadas roperos de piedra que sirven para que el labrador guarde la alforja con la comida y la bebida para que se conserve fresca. Las chozas de piedra son de titularidad privada aunque de uso público, hay casi un centenar de ellas. Los abrigados suelen estar hechos a terrero, es decir, horadando en un ribazo de tierra. También los hay que tienen alguna pared de piedra y no están cerrados ni cubiertos a diferencia de las guardaviñas.

Choza de piedra o guardaviñas. Moreda (A), 1999. Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.

En Sara (L) recogió Barandiaran la existencia en algunos viñedos de unas chozas de viñedo llamadas maasti-etxolak. Se trata de pequeños cobertizos de planta rectangular, hechos como el gallinero pero sin ventana. Tienen un óculo sobre la puerta por donde entran la luz y el aire de fuera. Sirven para refugio de los trabajadores de la viña, así como para guardar las herramientas que aquéllos emplean.

En Allo (N) un tipo de habitaciones temporarias son las cabañas de las eras. Hace años, cuando la viña en la localidad era mucho más abundante, las familias gitanas que venían a vendimiar pernoctaban en ellas. Eran de mayor capacidad que las cabañas de campo, de una sola planta como éstas, edificadas con buena mampostería y con cubierta de teja a dos aguas. Aunque no disponían de fogón se encendían hogueras en algún rincón de su interior.

En Mélida (N), en la zona de las viñas solía haber cabañas de piedra de tamaño muy pequeño con una puerta y tejados de tierra. Fueron construidas en los decenios de los treinta y cuarenta del siglo XX, época en la que se introdujeron las viñas en la localidad. Eran pequeños cobijos para guarecerse del tiempo y descansar ya que en la viña pasaban los agricultores grandes temporadas.

En Mirafuentes (N) hay alguna chabola que sirve de refugio al labrador cuando va a atender las viñas. Levantada con grandes bloques de piedras, es una chabola de las llamadas de falsa cúpula que con apenas un par de metros cuadrados de base, protegía a los labradores de los nublados, permitía guardar la comida en sitio fresco y hasta echar alguna siesta a media tarde cuando más calentaba el sol.

En Sangüesa (N), en las viñas construyeron un tipo de cabaña, llamada también cubierto, de planta rectangular y de muy pequeñas dimensiones, cuatro o seis metros cuadrados. Las paredes son de piedra irregular, maderos redondos a una sola agua con el tejado de tierra, y abierta completamente por un lado. Allí, al carecer de puerta, no se guardaba nada y tan sólo servía de refugio ocasional en las tormentas. Todo lo más se utilizaba para tener el vino o el agua algo más frescos y en caso de mucho frío o calor, comer dentro.

En Viana (N) las chozas o cabañas, llamadas también cabañas de viña, se hallan diseminadas por los campos, recostadas en laderas al abrigo del norte. Han servido de refugio incluso a los pastores para pasar la noche cuando estaban cerca de un corral. Son construcciones enteramente de piedra y aunque los últimos ejemplares se han construido a principios del siglo XX, responden a un tipo constructivo muy antiguo. Se emplean dos tipos de planta, la cuadrada, que es la más abundante, y la circular. En la primera, la pared se mantiene vertical hasta que comienza la falsa cúpula mientras que en la de planta circular el tronco se mantiene cilíndrico-cónico hasta el techo y la pared comienza a incurvarse a poca distancia del suelo. En el interior de las de planta cuadrada cuatro piedras, a manera de pechinas, posibilitan, ya sobre la planta ochavada, el nacimiento de la cúpula. Se utilizan piedras de pequeño tamaño, escasamente talladas y de superficie irregular, con algo de barro en los muros, a seco en la cúpula.

La bóveda semiesférica o cónica se consigue por sucesivas hiladas de piedra colocadas en anillos decrecientes hasta alcanzar la cima de la abertura central. El único acceso adintelado, bastante bajo y al sur, carece de puerta. La salida del humo se verifica o por el orificio superior o por algún hueco lateral. A veces alcanzan hasta los cinco metros de altura.

En La Rioja alavesa, en numerosas localidades, ha habido rudimentarios refugios de piedra, chozas con cúpula de sección circular o cuadrada, y pequeñas cuevas artificiales, llamadas cuevachas, que han servido para guarecerse. Los refugios de piedra son similares a los descritos en Viana. Las cuevachas a veces cuentan con muretes laterales coronados con un dintel, a modo de pequeño túnel, que sirve de protección del frío y del calor. En otros casos se aprovecha una losa en forma de visera, levantando unos muros en los bordes a piedra seca[2].

Unas cabañas de mayor entidad son las del tipo que se describe a continuación que eran más grandes y permitían que varias personas pudieran vivir en ellas temporalmente.

Cabaña en las Bardenas Reales al pie de Laralla (N), 2000. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: José Ignacio García Muñoz.

En Valtierra (N) los informantes conocen y han utilizado las cabañas o chozas de las Bardenas Reales, que servían de refugio en caso de inclemencias del tiempo y para pasar la noche. En el pueblo se servían de ellas los pastores, los que realizaban tareas agrícolas de varias jornadas, los recolectores de esparto y, en tiempos turbulentos, quienes se refugiaban de los avatares políticos o sociales. La construcción era rústica, de piedra, adobe y barro. En el techo, troncos o maderos sin pulir, cañas, sacos y barro endurecido y apelmazado. Muchas no tenían tejas. En el interior, un hogar con agujero en el techo para la salida de humos, donde asaban o cocinaban la caza del día, unos asientos de piedra o troncos y el suelo para dormir. El ajuar lo tenía que llevar cada uno o, si iban en grupo, uno se encargaba del ajuar común, de los condimentos y el vino. El agua se iba a buscar a los regatos que corrían hacia las lagunas o charcas donde abrevaban los animales.

En Mélida (N) las principales habitaciones temporarias han sido las cabañas de las Bardenas cuya existencia se explica por el peculiar régimen de aprovechamiento de esta tierra. En las cabañas se solían quedar durante la semana las personas que iban a labrar la tierra. La estructura era sencilla. Se construían en piedra con tejado a dos aguas cubierto por tejas y una puerta de acceso. El techo interno se componía de vigas de madera y ramajes o cañizos. En el centro solía haber un gran poste de madera. El espacio interior tenía un pesebre para las caballerías que se separaba del resto por un murete. El pesebre, de sección en “V”, era de obra y tenía armazón de madera, quedando ésta visible en todo el perímetro donde los animales introducían la cabeza. Para atar a los animales solían colgar algunas argollas de las paredes.

Había un hogaril de planta cuadrada, que se cercaba con varios sillares de piedra para que no se extendiera el fuego. Sobre el hogar se situaba una chimenea troncocónica formada por un armazón de madera, cañizos y revoco de yeso. Los enseres se guardaban en unos huecos de la pared con una losa que sobresalía de la misma a modo de aparador. Disponía de camastros de paja que colocaban en el suelo y cubrían con sábanas. Fuera del espacio habitado, la cabaña tenía una dependencia anexa que siempre estaba abierta para que sirviera de refugio a cualquiera. Los utensilios para cocinar y para los animales se transportaban en grandes arcones que todas las semanas se volvían a llevar al pueblo.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. “Contribución al estudio de los refugios del País Vasco” in AEF, VIII (1928) pp. 41-47. También puede consultarse: Fermín LEIZAOLA. “Las txabolas cupulares en Euskalerria” in Pyrenaica. Núm. 115 (1979) pp. 54-60.
  2. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU IHOLDI. “Refugios de La Rioja” in Ohitura Núm. 1 (1982) pp. 19-39; Ohitura Núm. 3 (1985) pp. 47-73 y Ohitura Núm. 4 (1986) pp. 77-104.