Remedios empíricos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Agua caliente

En Agurain, Bernedo, Pipaón (A); Carranza, Durango, Nabarniz (B); Astigarraga, Elosua, Oñati, Zerain (G); Heleta (BN); Allo, Améscoa, Aoiz, Goizueta, Izal, Obanos, San Martín de Unx, Sangüesa, Tiebas, Valle de Erro y Viana (N) introducían el miembro afectado en agua hervida muy caliente y lo tenían así durante unos minutos, lo que se pudiera aguantar. En Maia (N) se curaba metiendo el dedo en agua hirviendo tres veces[1]; en Aldude (BN) tres, siete o nueve veces y en Elorrio (B) cinco, siete o nueve[2]; en Sara (L) se debía meter varias veces para lograr que saliera del dedo enfermo un huesecillo blanco. En Liginaga (Z) se introducía el dedo enfermo en agua hirviente mientras se decía tres veces: eihe-ati, hor eaki, hor ba (panadizo, hierve ahí, quédate ahí).

En esta última localidad recogió Barandiaran que los dolores o enfermedades de las articulaciones de los dedos se llaman itzemina y para curarlos se tomaba un huevo recién puesto, se le hacía un orificio y se metía en él el dedo enfermo teniéndolo dentro hasta que se hubiera calentado bien. También en Donibane-Garazi (BN) se introducía el dedo en yema de huevo[3]. En Zerain (G) algunos acostumbraban introducir el dedo en el puchero donde se cocían las castañas. En Berganzo (A) si el panadizo no echaba pus se escaldaba hasta reventarlo, incluso se arrancaba la uña porque era muy doloroso; si ya tenía pus había que introducirlo en agua hirviendo y en alcohol. En Viana (N) aplicaban también compresas de agua caliente, cuya finalidad era, como señalan en San Martín de Unx (N), expulsar el “apús”. En Murchante (N) aplicaban simultáneamente en una palangana baños de agua caliente y fría. En Allo[4] (N) se ha constatado incluso la costumbre de introducir el dedo en orina caliente.

En Amézaga de Zuya, Mendiola, Ribera Alta (A); Muskiz, Nabarniz (B); Beasain y Elgoibar (G) hacían la operación en agua hirviendo con sal; en Moreda (A) en agua caliente con vinagre; en Apodaca (A) dicen que es bueno desinfectar con agua con lejía. En Lekunberri (N) metían los dedos, mejor la mano entera, en agua con ceniza a punto de ebullición. En Goizueta (N) señalan que para que maduren los panadizos, elturrak, hay que aplicarles calor, sacar el pus y después limpiar bien y cubrir para evitar infecciones. Los informantes de esta localidad navarra especifican que una vez que se ha secado hay que limpiar la zona afectada diariamente y luego taparla hasta que salga de nuevo la piel porque la piel vieja se cae o hay que quitarla. También en Orozko (B) decían que los panadizos había que mantenerlos calientes para que saliera el pus.

Cebolla

Un remedio extendido ha consistido en adherir a la zona enferma, para que madure, un casco de cebolla asada sobre el fuego con una gota de aceite de oliva. Así se ha constatado en Agurain, Amézaga de Zuya, Apodaca, Moreda, Ribera Alta (A); Bizkaia[5]; Astigarraga, Beasain, Berastegi (G); Allo, Izal, Lekunberri, Mezkiriz, Murchante, Sangüesa y Viana (N); en Zerain (G) precisan que solía ser un trozo de cebolla fresca o calentada un poco sobre la chapa; en Sangüesa se ha solido aplicar también cebolla asada y miel. En Mendiola, Ribera Alta (A); Améscoa, Aoiz, Eugi, Murchante, San Martín de Unx y Tiebas (N) se ponía cebolla frita o tocino salado para adelantar la maduración. En Lezaun (N) escaldaban el dedo en el agua y después lo untaban con cebolla. En Bernedo (A) con un algodón le aplicaban aceite frito, lo más caliente posible. En Telleriarte (G) se colocaba en la zona dolorida un emplasto hecho de calentar en una sartén jabón, cebolla y harina. En el Valle de Erro (N) dicen que al ser una zona contigua a las uñas se infecta con facilidad y de ocurrir esto se aplicaba bálsamo y cebolla.

En el Valle de Carranza (B) se tomaba un casco de cebolla en el que se ponía jabón picado, aceite, cebolla también picada y miel. Se calentaba en la chapa hasta que se ablandase para colocarlo sobre el panadizo, sujetarlo luego con un trocito de paño y cubrirlo con un dedil. En Bedarona (B) se cogía media cebolla, se extraía el interior en el que se ponía aceite, miel y la cebolla extraída muy picada, se calentaba y este emplasto se colocaba en el panadizo sujeto con un capuchón de tela. Cuando maduraba el panadizo había quienes lo agujereaban con helechos de San Juan, trumonidak, de los que en la festividad del santo se habían llevado en “la carga” a bendecir a la iglesia.

Emplastos de pan o de harina

En Amézaga de Zuya, Bernedo y Ribera Alta (A) untaban con levadura de pan para suavizar la zona dolorida. En Mendiola (A) y Zeanuri[6] (B) ponían un emplasto elaborado con migas de pan empapadas con leche y en Vasconia continental se decía que nada mejor que estas cataplasmas para curar los panadizos[7]. En Pipaón (A) se aplicaba pan mojado en aceite. En Améscoa (N) el emplasto se elaboraba con migas de pan, huevo y leche; también se utilizaba cuajo de cordero. En Larraun (N) el panadizo, elizmina, se curaba con un emplasto duro compuesto de vino, aceite, manteca, linaza, ajo, cebolla y meollo de cuajo[8]. En Olaeta (A) decían que desaparecía pronto el panadizo con emplasto hecho de ajo y raíces de lirio blanco[9]. En Astigarraga (G) se ha recogido que en los casos de infecciones más grandes que las ordinarias, que se conocen con el nombre de karmenkua, se acudía al emplastero que los curaba con ungüentos hechos de distintos componentes como miga de pan o cristal molido, que en forma de pasta dispuesta entre dos telas se aplicaba al dedo. Después se abría la herida para que expulsara la porquería. En San Martín de Unx (N) se aplicaban fomentos de salvado caliente.

En Allo (N), a veces, en lugar de cataplasmas de cebolla, se hacían de linaza con vino. También en Goizueta (N) se hacían emplastos con harina de linaza, liñazi irina. En Vitoria (A) se les aplicaba una cataplasma hecha con agua, linaza y manteca de cerdo. En la capital alavesa se conocía también otra fórmula consistente en freír aceite con un trozo de pan, que se retiraba una vez frito, se agregaba al aceite una cucharada de harina de trigo y otra de vino, haciendo con ello una masa como de pan[10]. En Donoztiri (BN) dos eran los remedios indicados para el panadizo, uno de ellos denominado enplastoa consistía en un emplasto de harina de linaza y leche y el otro se llamaba tianta. Este último era una pomada que se hacía con manteca (billorra), resina (arrexina), cera (ezkoa), jabón (salboia), miel (eztia), aceite (olioa) y leche (esnea).

Cataplasmas vegetales

También se ha recurrido a colocar cataplasmas hechas con plantas o ellas mismas directamente para acelerar la maduración y expulsar el pus. Así en Obanos (N) un remedio antiguo consistía en machacar malvas con aceite y tener colocado este emplasto durante toda una tarde o una noche para que madurara y saliera toda la porquería; en Arrasate (G) para calmar el dolor y hacer madurar más rápidamente el panadizo se aplicaba una cataplasma de cocción de flores de gordolobo; en Zerain (G) la cataplasma hecha con verbena, murajes, aro y saúco; en Arraioz (N) se envolvía el dedo con una hoja caliente de hierba que llaman minori-belarra o inguruko belarra (hipericón). En Bernedo (A) se ponía la hoja de curamal (Sedum telephium) que extraía el pus; en Berganzo (A) se cogían hojas de bálsamo, se les quitaba la telita y con un ascua se colocaba sobre el panadizo; en Murchante (N) aplicaban directamente, quitándoles la piel, hojas de una planta llamada berza (Scrophularia alpestris) que cultivaban en tiestos. En Apellániz (A) se ponían sobre el panadizo patatas culebreñas (Bryonia dioica), que son los tubérculos o raíces de la planta conocida por comida de culebras y de esta forma se reventaban sin necesidad de más tratamiento.

Berza (Scrophularia alpestris). Fuente: M.ª Carmen López, Grupos Etniker Euskalerria.

En Vasconia continental si se padecía un panadizo o un absceso se reventaba con una aguja calentada al fuego. El miembro dañado se limpiaba con agua corriente y se frotaba con hojas de otso-baba (haba no comestible) o con la yerba llamada belhar beltza (mora negra) o con zainbelharra (llantén) o con orkhatz-belharra (madreselva) o incluso con la planta umbelífera que huele tan bien llamada aingeru-be lharra (corazoncillo)[11]. En este territorio vasco norpirenaico también se ha empleado la planta denominada txori-belarra, yerba-cana[12].

Ungüentos grasos

En Moreda (A) aplican manteca de culebra para tratar los panadizos producidos por pinchos de espinos y los granos cicachones de hasta tres cabezas. Se elaboraba matando una culebra a la que sacaban sus mantecas que eran deshechas dentro de un bote calentado despacio en la lumbre. En Bidegoian (G) se untaba pikea y sebo sobre la parte afectada para no sentir sensación de seco o dolor. En Amézaga de Zuya (A) el cerato eliminaba la infección, en Apellániz (A) se frotaban también con cerato que es el ungüento resultante de freír cera virgen, plantas y canela; en Ribera Alta (A) se les aplicaba miel y en San Martín de Unx (N) excremento humano. En Eugi (N) se daban el ungüento denominado Tirikillona y en Bozate (N) las religiosas clarisas elaboraban, con algo de cera, una pomada para panadizos, llamada Toroquillón[13]. En Salazar (N) solía ponerse en el dedo enfermo hiel de cerdo, txerri-mina, algo templada[14]. En Moreda (A) se aplicaban ungüento del Diablo que se adquiría en el comercio y se trataba de una pomada oscura que iba supurando el grano hasta que arrancaba la raíz de la cabecilla.

En San Sebastián (G), en tiempos pasados, para curar el panadizo se aplicaba una mezcla de varios remedios descritos anteriormente y cuya fórmula ha llegado hasta nosotros. Solían comenzar por hacer tres incisiones finas sobre la lesión para introducir luego tres veces al día el dedo en una vasija en la que previamente se habían mezclado un vaso de vino y otro de leche, calentándolos con unos trozos de piedra caliza, karaitzak, puestos al rojo. Cuando terminaba de supurar, se ponían sobre el dedo, también otras tres veces al día, tres gotas de la planta llamada esne-belarra, cada vez más exprimida, cubriendo finalmente la lesión con emplasto de caracoles[15].


 
  1. APD. Cuad. 3, ficha 302.
  2. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 257.
  3. José Antonio de DONOSTIA. “Quelques notes au sujet des médecins et médecines populaires au Pays Basque” in Gure Herria, XXXIII (1961) p. 28.
  4. Ricardo ROS GALBETE. “Apuntes etnográficos y folklóricos de Allo (II)” in Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra. Tomo VIII. Pamplona: 1976, p. 457.
  5. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 258.
  6. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 257.
  7. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 60.
  8. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 257.
  9. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 258.
  10. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU. “La medicina popular en Álava” in Homenaje a D. Joaquín Mendizabal Gortazar. San Sebastián: Museo de San Telmo, 1956, p. 265.
  11. DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, pp. 196-197.
  12. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 67.
  13. Mª del Carmen AGUIRRE. Los agotes. Pamplona: 1978, p. 223.
  14. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 258.
  15. Ignacio Mª BARRIOLA, La medicina popular en el País Vasco, San Sebastián: 1952, p. 34.