Ritos con plantas y frutos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La planta o fruto que se ha aplicado a las verrugas se esconde en lugar desconocido para el averrugado: así el mal se deja porque ha sido transferido a la hierba o fruta que ha estado en contacto con las verrugas; cuando la planta se seca o se pudre la verruga desaparece.

Son varias las hierbas y plantas utilizadas. El rito que se realiza con juncos está implantado en todos los territorios; el que utiliza bayas de enebro es más propio de Álava y de la comarca vizcaina de Las Encartaciones; el que se vale de hojas de boj o de olivo se corresponde con el territorio navarro.

Juncos, ihiak

En Durango (B), a principios del s. XX, para curar una verruga se disponían dos juncos en forma de cruz y trazaban con ellos una cruz encima de un miembro en que no hubiera verrugas al tiempo que se decía: emen garia (aquí la verruga). A continuación se trazaba otra cruz encima de la verruga diciendo: emen garirik ez (aquí verruga no). Después se rezaba un padrenuestro. Los juncos empleados se colocaban debajo de una piedra. Si se secaban era segura la curación de la verruga; si por el contrario reverdecían y brotaban, no se curaba la verruga[1].

En nuestra actual encuesta de Durango figura la siguiente fórmula registrada medio siglo más tarde. La persona que va a realizar el rito recoge los juncos, ziriak, y los corta de forma que pueda aplicar un trozo a cada verruga. Comienza santiguándose, “Aitearen, Semearen...” y con el junco hace dos cruces sobre la verruga mientras recita la fórmula “Zantiretu, zan urratu, zana bere lekuan sartu” (vena salida, vena rota, vena vuelva a su sitio). Con la punta del junco frota la verruga, después extendida la yerba en horizontal y apretando con los dos dedos índice reza un aitagurea, agurmaria y aintza (padrenuestro, avemaría y gloria). A continuación hace el recuento de los juncos y de las verrugas para comprobar que coinciden en número y entierra aquéllos en un lugar que no debe saber el que tiene las verrugas. Al pudrirse los juncos lo harán también las verrugas.

Ihiak, juncos. Fuente: Dioscórides. Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos: edición de 1566. Madrid: Fundación de Ciencias de la Salud, 1999.

En Otxandiano (B) recogió Azkue un remedio parecido. Se ponía un junco, ziria, sobre las verrugas y haciendo tres cruces se decía: “Bat, bat eta erdi, bapez ta erdi” (uno, uno y medio, ninguno y medio). Luego se le daban los juncos al averrugado, quien tenía que llevarlos con los ojos cerrados a un lugar cenagoso y sepultarlos allí. A medida que se pudrían los juncos, desaparecían las verrugas. En Zumaia (G) se ataba al averrugado un junco traído de un juncal y al atárselo se decía:”iia bat, enorra bi, ii onek kenduko dik enor ori” (el junco uno, la verruga dos, este junco te ha de quitar esa verruga). En Zeanuri (B), alguien con un palillo, zotza, hacía cruces alrededor de la verruga diciendo: “zazpi, sei, bost, lau, iru, bi, bat” (siete, seis... uno). Después el que hubiera hecho la operación escondía el palillo donde nadie supiera y desaparecía la verruga[2].

En Igorre (B) se hacían cruces con juncos, ziriak, para cada verruga. Se cogía esta cruz con las dos manos y se la movía sobre la verruga, diciendo: “au bat, au bapez; au bat, au bapez” (esto uno, esto nada; esto uno, esto nada). Para ello se ponía la cruz a un lado cuando se decía bat y al decir bapez, al otro lado. Después se dejaba la cruz de junco para que se secara y al secarse, desaparecía la verruga. Si se cometía un error, uts egin, al recitar la fórmula, había que repetirla[3].

En Larraun (N) se ponían sobre la verruga cinco pajas de trigo, galizpia / gari-lastoa, en forma de cruz; después, metiendo la mano en un lodazal, se mencionan las cinco llagas de Jesucristo, rezando cinco padrenuestros[4].

En Busturia (B) se recogían tantos juncos, iak, de un determinado tipo como verrugas tenía la persona que se los quería quitar. Cada verruga se tocaba con un junco distinto que luego se cortaba en múltiples trozos, pike-pike, mientras se contaba de 100 a 0. Luego todos los pedazos de los juncos se enterraban en el punto donde cae la gotera de la lluvia que viene del tejado de la casa, itosurea; cuando éstos se pudrían, hacían lo propio las verrugas. Si se les miraba antes de que se pudrieran, se le llenaría el cuerpo de verrugas.

En Abadiano (B) se ha recogido una fórmula similar; la practica una mujer del barrio de Oromiño en la vecina localidad de Iurreta. Comienza contando todas las verrugas y a continuación recoge otros tantos tallos de junco, ziriak. Utilizando un tallo distinto cada vez, va haciendo tres cruces en cada verruga. Finalizada la operación, recoge todos los juncos y se los entrega al interesado para que los entierre en un lugar que sólo él sepa; para que se pudran. Al pudrirse, desaparecerán las verrugas. Un informante tratado por este procedimiento señala que se le quitaron las verrugas a los seis meses de que le aplicaran el remedio, después de haberlas tenido durante quince años.

En Amorebieta-Etxano y en Gorozika (B) se cuentan las verrugas y sobre cada una se va haciendo una cruz con un junco, ziria, mientras se reza el Gloria al revés. Finalizado el rito hay que enterrar los juncos para que se pudran en un lugar que no sepa el interesado. Había curanderos que para que se pudrieran antes los juncos los ponían en las goteras del tejado.

Azkue recogió en Arrasate (G) un remedio para las verrugas, karatxuak, según el cual, además de hacer algunos rezos, había que enterrar los juncos, iiak, en forma de cruz; si éstos se pudrían, las verrugas desaparecerían[5]. En Lemoiz (B) se hacían cruces sobre las verrugas con trece juncos, ziak, recitando una fórmula. Luego se enterraban los juncos y al pudrirse, caían las verrugas. En Orozko (B) el rito lo realizaba una persona ajena a quien padeciera las verrugas, contando primero y escondiendo después en un lodazal o debajo de una piedra, el mismo número de juncos que de verrugas. Quien practicaba el sortilegio había de acudir diariamente a la piedra y una vez secos los juncos que estaban colocados en forma de cruz las verrugas desaparecían. En Nabarniz (B), Telleriarte, Zerain y Astigarraga (G) se cogía un manojo de juncos, iak, con los que se frotaban las verrugas y a continuación se enterraban. En Nabarniz, además de juncos se han usado también unas yerbas alargadas llamadas aiena (¿clemátide?) que tras frotar las verrugas se ponían bajo una piedra para que se pudrieran.

En Bermeo (B) se pinchaba en el centro de la verruga con la parte distal de la hoja del junco, zia, que es puntiaguda. En Arrankudiaga (B) también se pinchaban las verrugas con las puntas de juncos que después se ataban en forma de haz y se guardaban para que se pudrieran en un lugar desconocido para el poseedor[6].

En Ataun (G) se daban fricciones con juncos, eiak, mientras se decía: “garatxo, joan adi; garatxo, joan adi” (verruga, vete; verruga, vete). Luego los juncos se escondían en un lugar desconocido para el averrugado y cuando se pudrieran aquéllos lo hacían también éstas. En esta misma localidad se recogió otro procedimiento que consistía en contar las verrugas con juncos que luego con la raíz hacia abajo se plantaban en tierra. En Bedia (B) hacían con varios juncos un pequeño atado y lo colocaban debajo de una piedra en un camino donde anduviera mucha gente. Creían que al pudrirse los juncos desaparecerían las verrugas[7]. En Elduain (G) empleaban zumo de juncos; después agregando varios granos de sal, colocaban los juncos debajo de un montón de basura. Cuando se corrompieran los juncos y se disolviera la sal, desaparecerían las verrugas[8].

En Oiartzun (G), quien tuviera verrugas debía de arrancar varios juncos con las manos cruzadas por detrás de su cuerpo de modo que no pudiera ver las plantas en el momento de arrancarlas. Después debía de pasar los juncos encima de las verrugas trazando cruces y colocarlos por fin en la chimenea del hogar para que se secaran. Según iban secándose las hierbas, hacían lo propio las verrugas hasta acabar por desaparecer[9]. En Vasconia continental había que coger ciertas hierbas que tienen cinco hojas y dejarlas colgando de la chimenea. A medida que esas hojas iban secándose, las verrugas disminuían paralelamente hasta desaparecer[10].

Bayas de enebro

En Amézaga de Zuya (A) se untaban las verrugas con bayas de enebro y a continuación se escondían estos frutos en un lugar desconocido para el paciente o se las guardaba en su bolsillo trasero, al tiempo que decía:

Verrugas tengo,
verrugas vendo,
aquí las dejo
y yo voy corriendo.

En Llodio (A), quien tuviera verrugas debía de colocar debajo de una piedra otras tantas bayas de enebro, apartando de ellas la vista cuanto le fuera posible al efectuar la operación. Después se alejaba de allí pronunciando la misma fórmula que en Amézaga; según fueran corrompiéndose las bayas, se curarían las verrugas[11].

Enebro. Fuente: Archivo particular Familia de Iñaki Zorrakin Altube.

En Pipaón (A) se utilizaban endrinas que se escondían envueltas con un pañuelo en un lugar por donde ya no se volvía a pasar, recitando la fórmula:

Tantas verrugas tengo,
tantas andrinas dejo,
las tapo
y me marcho corriendo.

En Berganzo (A) se escondían tantas bolitas de enebro como verrugas se tuvieran al tiempo que se cantaba:

Verruguitas tengo
verruguitas vendo,
allá van todas
que no las quiero.

No se podía volver a pasar por aquel lugar ni acordarse de ellas.

En Murchante (N) el averrugado debía introducir en un pequeño saco tantas piedras como verrugas se quisiera quitar y debía dirigirse al campo y allí lanzarlas con fuerza, mientras cantaba:

Verrugas tengo,
verrugas vendo,
aquí las dejo
y me voy corriendo.

Al finalizar el canto, se salía corriendo. Señalan los informantes que fueron mujeres aragonesas de una localidad fronteriza con la de Murchante quienes introdujeron esta costumbre que estuvo vigente hasta los años cincuenta.

En Bernedo (A) se cogían bayas de ginebro o giniebro (Juniperus communis), se introducían en una bolsita que se tiraba en un lugar por el que no se debía pasar hasta que desaparecieran las verrugas; en vez de bayas podían ser también hojas de nogal. En Apellániz (A) se valían igualmente de hojas de nogal y el que las guardaba no debía pasar durante un año por el lugar donde se escondieran[12]. En Obecuri de Treviño el procedimiento consistía en contar en secreto tantos garbanzos como verrugas y esconderlos en un lugar que nadie supiera; o, como señalan en Bajauri, por donde no volviera a pasar el interesado.

En Amézaga de Zuya (A) se toman seis u ocho bayas de enebro que metidas en un pequeño saco se colocan debajo de una piedra. Hay que evitar pasar cerca de ellas durante un año. En Berganzo (A) se escondían tres bolitas de enebro en sendos lugares; había que olvidarse de ellos y no pasar por allí.

En Ribera Alta (A) una persona que no tuviera verrugas debía enterrar unas bolitas de enebro o de hinojo, con la intención de que al averrugado le desaparecieran. En Mendiola (A) se frotaban las verrugas con bolas de jiniebro que luego se tiraban. En Valdegovía (A) se cuentan las verrugas y se cogen otros tantos curabachos[13] para enterrarlos sin que se pueda pasar por allí. Otro procedimiento consiste en coger tantas bolas rojas que producen ciertas hierbas rastreras como verrugas y enterrarlas o esconderlas bajo una risca, sin volver a dicho lugar.

En Carranza (B) se emplean las bolinchas o gálbulos del enebro o verruguero (Juniperus communis), que tienen gran parecido con las verrugas como señala un informante. Quien realiza la operación debe contar las verrugas sin que el afectado lo sepa. Después recoge tantas bayas como verrugas ha contado y las esconde. Según se vayan secando las nebrinas, otro tanto les ocurrirá a las verrugas. El lugar donde se ocultan varía de unos informantes a otros: debajo de una piedra o una losa de la calle para que no les dé el sol ni el aire; en un sitio donde no se mojen pero debajo de una piedra y tocando tierra; en un lugar oscuro o en una pequeña caja. Hay quien señala que por el lugar donde se escondan no debe pasar la persona afectada, pero también hay quien afirma lo contrario que deben ocultarse en un sitio por donde transite para que las pise[14].

Un informante de esta localidad recuerda otro procedimiento que consiste en coger una rama o verduga y repetir veintitantas veces la fórmula “sécate verruga” y luego ponerla debajo de una piedra o enterrarla; todo ello sin que el afectado se enterara.

Ciprés. Fuente: Archivo particular Familia de Iñaki Zorrakin Altube.

En Sangüesa (N) poniendo en el bolsillo tantas bolitas o gálbulas de ciprés como verrugas desaparecían éstas y en Muskiz (B) se ha recogido que se cuentan las verrugas y al de unos días sin más desaparecen.

Manzanas. Tocino

En Kortezubi (B) partían una manzana en cuatro trozos y frotaban con ellos las verrugas; después los colocaban en una encrucijada de caminos. Si algún viandante los recogía y los comía, las verrugas pasarían a sus manos[15]. En Ormaiztegi (G) se recogió a principios del s. XX un procedimiento similar[16]. En Orozko (B) partían también la manzana y con los cuatro pedazos frotaban las verrugas, dejándolos en la chimenea para que a la par que se fueran secando, desaparecieran las verrugas.

En Elgoibar, Berastegi, Zerain (G); Abadiano y Bermeo (B) se corta una manzana en cuatro trozos, se cuentan las verrugas y se frotan con los trozos todas ellas. Luego se juntan los trozos con una liz para que otra persona los entierre en un lugar que desconozca el afectado; cuando se pudra la manzana, desaparecerán las verrugas. Si la manzana es comida por algún topo o rata no se eliminarán las verrugas. En Azkaine (L), con los trozos de manzana había que frotarse tres veces las verrugas. Quien cogiera los trozos enterrados se quedaba con las verrugas. Para que surtiera efecto, había que practicar el rito cuatro o cinco veces[17].

En Berastegi (G) lo mismo que en Busturia y en Bermeo (B) se sirven de una patata para hacer la misma operación. Luego el tubérculo se guarda bajo tierra o en un rincón de la casa.

En Pipaón (A) se pone un trozo de manzana sobre las verrugas y se tiene durante un buen rato mientras se recita:

Verrugas tengo y voy a dejar,
Dios quiera que cuando vuelva
no las vuelva a encontrar.

En Valdegovía (A); Hondarribia, Oñati (G); Sangüesa y Lekaroz (N) se partía una manzana por la mitad, se comía una parte y se enterraba la otra: cuando ésta se pudría las verrugas desaparecían[18].

En Abadiano, Bedarona, Bermeo, Busturia, Gorozika (B) y Arrasate (G) frotan las verrugas con corteza de tocino que lo entierran durante un tiempo, lo sacan, vuelven a frotar y lo vuelven a enterrar y siguen así hasta que el tocino se pudre. En Arraioz (N), se ponía una corteza de tocino en la rendija de una tapia y durante nueve viernes a la noche se le daba vuelta. Si desaparecía para el último viernes, desaparecía también la verruga[19]. En Goizueta (N), Bernedo (A) y Astigarraga (G) se practicaba el mismo remedio con un trozo de carne fresca que debía dejarse que se descompusiera.

Ajos. Cebollas

En Beasain, en Astigarraga (G) y en Gorozika (B) se frotan las verrugas con ajos pelados y se guardan en un lugar desconocido para el interesado; cuando se sequen los ajos, las verrugas desaparecerán. La aplicación de ajos a las verrugas ha estado muy extendida en Navarra[20]. En Zerain (G) se frotan con un diente de ajo, baratxuri alea, durante nueve días seguidos; en Ataun (G) nueve viernes consecutivos y en Lekunberri (N) tres viernes seguidos. En Goizueta (N) se frotaban de día con un ajo que de noche se dejaba al sereno; la aplicación había que realizarla durante tres días seguidos. En Améscoa (N) se untan las verrugas con ajo, después se esconde y no hay que ir a mirarlo. En Aoiz (N) se pone sobre las verrugas medio ajo atado con un pañito de algodón o hilo. También en Donoztiri (BN) se curan las verrugas frotándolas con dientes de ajo. En Vasconia continental se abandonaba después el ajo envuelto en un papel en medio del camino. Si alguien caía en la tentación de recoger el paquete, lo recibía con el mal causante de las verrugas; en cambio la otra persona quedaba sanada[21]. En Romanzado y Urraul Bajo (N) para eliminarlas se ponían en un pañuelo tantos ajos como verrugas y se colocaban debajo de una piedra. En Bermeo (B) dicen los informantes que los métodos de frotar con ajo y con hoja de rosal, que se han usado, se consideran de dudosa eficacia.

En Mezkiriz (N) las verrugas, kalitsak, se eliminaban sacando la sangre con ayuda de una gasa que luego se enterraba. A continuación se frotaban con un diente de ajo, baratxuri pikorra, que también había que enterrarlo.

En Zerain (G) se coge una cebolla entera en la mano, se hace la señal de la cruz a la vez que se pronuncia la palabra “iri” y después se entierra; cuando se pudra desaparecerán las verrugas. En esta misma localidad otros testimonios indican que se entierra sin más una cebolla entera y cuando se pudra, desaparecerán las verrugas.

Granos de trigo, garbanzos y piedras

En Gorozika (B) cada verruga se toca con un grano de trigo distinto. Se exige que estén presentes únicamente el sanador y el que quiere quitárselas sin que sean vistos por nadie. Después el sanador, en secreto, entierra los granos y a la vez que éstos se pudran desaparecerán las verrugas. En Zerain (G) se contaban las verrugas y se enterraba el mismo número de granos de trigo. Idéntica costumbre recogió Barandiaran en Kortezubi, Garai (B) y Garaio (A) y Azkue en Lekeitio (B)[22]. En nuestra actual encuesta de Bedarona (B) se ha constatado el mismo procedimiento. En Olaeta (A) se ponían bajo tierra tantos granos de trigo como verrugas se tuvieran, pero había que introducirlos dentro de una manzana[23]. En Elgoibar (G) se pasaban granos de maíz o de trigo por las verrugas, se introducían en una pequeña bolsa que se abandonaba y cuando los ratones los comían desaparecían las verrugas.

En Murueta (B) en el segundo decenio del s. XX el curandero tomaba nueve granos de trigo y con cada uno hacía una cruz encima de la verruga mientras decía el siguiente conjuro: Garatxoatxu, zenbat dozu, bederatzi; bederatzirik zortzi; zortzirik zazpi; zazpirik sei; seirik bost; bostik lau; laurik iru; irurik bi; birik bat; baterik bapez; garatxurik bapez (verruguita, cuántas tienes, nueve; de nueve ocho; de ocho siete; de siete seis; de seis cinco; de cinco cuatro; de cuatro tres; de tres dos; de dos una; de una ninguna; verrugas ninguna)[24].

En Ormaiztegi (G) registró Azkue un remedio diferente según el cual para curar las verrugas era bueno ablandar el trigo en agua caliente y beber el agua.

En Bernedo (A) se contaban tal número de garbanzos como verrugas se tuvieran para después lanzarlos al agua sin mirar y en Aoiz (N) anotan que los lanzaban a un pozo recitando una fórmula o rezando una oración. En Tiebas (N) había que lanzar a un pozo tantos granos de garbanzo como verrugas se tuviera. En Viana (N) había que echar durante nueve días alternos algunos garbanzos en un pozo o estanque.

En Amézaga de Zuya (A) un curandero de la localidad pregunta el nombre y la fecha de nacimiento a quien se le acerca a que le quite las verrugas y le frota cada verruga con un grano de arroz, luego los esconde y reza una oración.

En Muskiz (B) y Obanos (N) se cuentan las verrugas y se entierran el mismo número de piedrecitas en un lugar desconocido por el interesado. En Obanos, en los años cincuenta, era creencia infantil que quien encontrase las piedras y las tocase, cogería las verrugas. En Apodaca (A) había que enterrar tres piedras. En Ollo (N) se ponían en una bolsita tantas piedrecitas como verrugas se tuvieran, dejándola en un lugar cualquiera. Quien recogiera la bolsa cargaría con todas las verrugas, quedando limpio el paciente. El que contaba las verrugas a otro, cargaba con las de éste[25]. La creencia de que se transfieren las verrugas del que las tiene al que se las cuenta también se ha constatado en Apellániz (A). El P. Donostia recogió una práctica similar a la descrita. Se tomaban en la mano tantas piedrecillas como verrugas se tuviera y había que restregarse en ellas las verrugas. Luego se ponían las piedrecillas en un papel y se las dejaba en un cruce de caminos. El que las cogiera se quedaba con las verrugas[26]. En el Valle de Erro (N) se colocaban tres piedras en hilera en un camino y la primera persona que las pisara contraía las verrugas.

Hojas de boj y de olivo

En Eugi (N) para que desaparecieran tanto las verrugas, kalitxak, como también los diviesos, pitxikak, se servían del siguiente procedimiento: se reunían tres ramas de boj procedentes de sendas localidades, Urtasun, Zilbeti y el propio Eugi y se colocaba una piedra grande sobre ellas. Cuando se pudrieran las ramas desaparecerían las verrugas, o los diviesos en su caso. Esto mismo se hacía en el Valle de Erro (N). En Romanzado y Urraul Bajo (N) había que coger tantas hojas de boj como verrugas se tuvieran y colocarlas debajo de una piedra, en terrenos de otro pueblo, cerca de la muga. También en Navascués[27] (N) y en nuestras encuestas de Sangüesa y Tiebas (N) se ha recogido la costumbre de pasar bojes por las verrugas y colocarlas luego debajo de una piedra; en Sangüesa precisan que la rama de boj verde había que traerla de “contrarreino”, esto es, de Aragón o de otra provincia, y había que enterrarla entre piedra y piedra; conforme se secaba el boj, iba desapareciendo la verruga.

En Salazar (N) había que cubrir las verrugas con hojas de boj, ezpela, en un lugar desde donde se veían las tres ermitas de Muskilda, la Magdalena y Arburua; en vez de esta última ermita podía ser la de Ujué. Cuando las hojas se secaran también lo harían las verrugas[28]. En Izal (N) se curaban las verrugas cogiendo bojes y dejándolos debajo de una piedra, mirando hacia la ermita de Arburua. Una vez colocados, no había que ir a verlos.

Boj, ezpela. Fuente: Archivo particular Familia de Iñaki Zorrakin Altube.

En Allo (N) se emplean hojas de olivo y la operación debía de llevarse a cabo el día de San Juan Bautista. La mayoría de los informantes señalan que era indistinta la hora siempre que fuese dentro del día; algunos consideran que debía hacerse al mediodía y otros a medianoche. Había que enterrar tantas hojas de olivo como verrugas tuviera el individuo al tiempo que se recitaba:

Verrugas al verrugar.
Que se sequen estas verrugas
como las hojas de este olivar.

Para que fuera eficaz el rito debía mantenerse en el mayor de los secretos; las verrugas desaparecían cuando el sujeto olvidaba dónde escondió las hojas. También en Améscoa y Viana (N) se ha recogido la costumbre de restregarse cada verruga con una hoja de olivo y esconder éstas donde nadie sepa dónde están, no ir a mirarlas y que nadie las encuentre.

Olivo. Fuente: Archivo particular Familia de Iñaki Zorrakin Altube.

En Liginaga (Z) para curar las verrugas, marrünkak, quien las tuviera debía ir a cobijarse debajo de un aliso, alza, próximo a un río. Allí debía contarse las verrugas y a continuación arrancar al árbol igual número de hojas y colocarlas en el agua del río debajo de una piedra. Hecho eso, se curaban luego las verrugas.

Aliso, haltza. Fuente: Archivo particular Familia de Iñaki Zorrakin Altube.

Limacos, lapas y sapos

En Arakil (N) se castraba, osatu, un limaco con el que se frotaban las verrugas; luego se le metía en un agujero de pared donde al secarse se quitaban las verrugas. En Bermeo (B) se frotaban las verrugas con una babosa, barea, que luego se clavaba detrás de la puerta de casa; a medida que se iba secando, se secaban las verrugas. No había que limpiar en varios días la zona que se había untado con el limaco y éste debía permanecer en el mismo lugar hasta que se secara. En Garayo (A) se untaban las verrugas con limaco, colocando luego éste clavado en la punta de un palo en un zarzal[29]. Igual procedimiento se ha constatado en Apellániz y Lagrán (A).

En Azkaine (L) se cogían nueve limacos y se ensartaban en un palo; frotaban la verruga con cada uno de ellos y luego colocaban el palo en un cruce de caminos. Hacían lo propio durante nueve mañanas, frotando la verruga con cada uno de los limacos. Éste era al parecer un procedimiento muy común en Vasconia continental[30]. En Zerain (G) frotaban las verrugas con un limaco negro, bara beltza, que se enterraba vivo, y cuando se pudría surtiría el efecto deseado. En Tiebas (N) se machacaba un limaco que se pasaba por las verrugas y luego se ponía debajo de una piedra; también en Amézaga de Zuya (A) y Arraioz (N) untaban las verrugas con limaco y en Izal y Valle de Erro (N) con barangas (babas) de limaco. En Alcoz (N) había que untarse tres viernes seguidos con un limaco o con un ajo[31].

En Amézaga de Zuya (A) se untan las verrugas con un caracol que luego se atraviesa con un alfiler; cuando el animal se seca, la verruga desaparece. En Viana (N) se restriegan con babas de caracol, enterrándose luego éste y en Muskiz (B) se machaca un caracol y con él se unta la verruga.

En Bedarona (B) cuando se tenían verrugas en la mano se traían lapas grandes del acantilado del mar, se pasaba una por cada verruga varias veces, después se ataba con un trapo y se dejaba que muriera la lapa clavándole un palito; cuando se pudriera la lapa desaparecería la verruga.

En Beasain (G), debajo de la cama del averrugado, ponen un sapo muerto metido en un bote, cuando se pudra y despida mal olor, las verrugas desaparecerán. En Astigarraga (G) se ha recogido igual costumbre sólo que introducen el sapo vivo en una lata. En Laurgain (Aia-G) si una persona averrugada acierta a pasar, sin que ella lo advierta, delante de un sapo atrapado debajo de una piedra, para los ocho días le desaparecerán las verrugas[32].

Monedas limosneras

En Beasain (G) lo mismo que en Aia, Amezketa[33], Beizama, Berastegi, Bidania[34], Bidegoian y Elosua (G), se frota la verruga, igurtzi garatxua, con una moneda, (antiguamente una de cobre de 10 cts., más tarde una peseta rubia o una moneda de duro) y se lleva o se envía como limosna a alguna ermita. Los de Amezketa, Beasain, Beizama y Bidania la enviaban a la de Santa Cruz de Errezil; los de Berastegi a la de San Antón de esta localidad; los de Bidegoian y Aia a la de San Antonio de Errezil o San Gregorio de Albiztur; los de Elosua a la de Santa Engracia de Ubera (Bergara); los de Laurgain a la de Santa Cruz de Elkano (Aia)[35]. Algunos informantes de Berastegi precisan que es conveniente frotar cada verruga con una moneda distinta. En Abadiano (B) había quien realizaba y realiza hoy día la labor de quitar las verrugas gratuitamente, pero antaño algunas curanderas exigían que se echara un txakur andi o perra gorda (=10 cts. de peseta) de limosna por cada verruga.

En Oñati, Elosua y Zerain (G) se ha registrado que depositan la moneda con la que se han frotado las verrugas en la ermita del Santo Cristo que se encuentra camino del santuario de Arantzazu, donde rezan un credo. Los de Zerain también depositan una limosna con esta intención en el altar del Santo Cristo de la iglesia de Santa María de Tolosa. A la ermita de San Lorenzo de Elgoibar (G) se dirigen algunos vecinos, incluso gente de otros municipios, para quitarse las verrugas; se las frotan con una moneda, rezan un Pater Noster y depositan la moneda en el cepillo de la ermita.

En Apellániz (A), Beasain, Elosua, Orexa[36] y Telleriarte (G) una segunda manera de proceder consiste en pasar una moneda por la verruga y dársela como limosna al primer mendigo, eskalea, que llame a la puerta de casa; la verruga desaparece a los ocho días. En Zerain (G) besan la moneda antes de darla en limosna y hay que dar tres monedas a otros tantos mendigos para lograr el remedio. En Ataun (G) las verrugas se quitaban dando a los mendigos el mismo número de monedas que verrugas se tuvieran.

En Azkaine (L), se recogió en los años treinta, un método similar para quitar las pupas que salen en los labios o herpes labial; se daba una limosna al pobre que viniera a la puerta de casa y se le entregaba otra para que la depositara en la ermita de Santa Catalina que se encuentra entre las localidades de Sara y Senpere o en la de San Ignacio, entre Azkaine y Sara[37].

En Aia[38], Bidegoian, Elgoibar y Zerain (G), antaño, se cogía una moneda de cobre de 10 céntimos, se doblaba, se frotaba con ella las verrugas y después se dejaba la pieza en un cruce de caminos. En Sara (L) y en Ermua (B) se curaban frotándolas con una moneda y depositando ésta, metida en un sobre, en una encrucijada de caminos. Quien recogiera la moneda se cargaba con las verrugas que luego se le transmitían[39]. También los informantes de Abadiano (B) han señalado que había que tener cuidado con las monedas encontradas en los cruces de caminos porque podían haber sido utilizadas para desprenderse de verrugas y quien recogiera éstas podía quedarse también con aquéllas. En Astigarraga (G) se mojaban las verrugas con agua bendita durante tres viernes y luego se frotaban con una moneda que se lanzaba en un cruce de caminos. En Sangüesa (N) se frotaban la verruga con una moneda y hacían una cruz.

En Elgoibar (G), lo mismo que en Irun[40] antiguamente, frotaban la verruga con una moneda de cobre que después era enterrada por otra persona en un lugar desconocido. En Elosua (G) la moneda de diez céntimos, con que se frotaban las verrugas luego la lanzaban al arroyo, donde nadie pudiera encontrarla. En Zerain (G) cogían una moneda y dos granos de sal y se envolvían en un trapo con el que después se frotaban las verrugas y lo lanzaban lo más lejos posible. En Bermeo (B) se frotaban con una moneda antigua, de cobre, que se lanzaba al aire lejos para que se perdiera. En Billabona (G) tras frotarlas con una moneda se tiraba ésta hacia atrás por encima de la cabeza.

En el barrio Bajauri de Treviño (A), en Aezkoa y en Esteribar[41] (N) los informantes señalan que las verrugas se quitaban respondiendo al “Orate fratres” del sacerdote en el ofertorio de la misa, con la expresión “fuera verrugates”. En Aoiz (N) el procedimiento es similar; se pasa la mano por la verruga mientras se pronuncia la fórmula “Orate fratres, fuera verrugates”.


 
  1. Recogido por José Miguel de BARANDIARAN: LEF. (ADEL).
  2. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, pp. 240-242.
  3. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 243.
  4. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 240.
  5. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 239.
  6. Recogido por Francisco de SALAZAR: LEF. (ADEL).
  7. José Miguel de BARANDIARAN. Mitología Vasca. Madrid: 1960, p. 37.
  8. José Miguel de BARANDIARAN. Mitología Vasca. Madrid: 1960, p. 36.
  9. José Miguel de BARANDIARAN. Mitología Vasca. Madrid: 1960, p. 37.
  10. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 57.
  11. José Miguel de BARANDIARAN. Mitología Vasca. Madrid: 1960, p. 36.
  12. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU. “Folklore de la Montaña Alavesa” in AEF, XX (1963-1964) p. 27.
  13. Los curabachos son excrecencias pequeñas y redondas que salen en las hojas de las encinas por la acción de las picaduras de los insectos.
  14. De este procedimiento de quitar verrugas, dejó constancia a principios del s. XX Manuel LÓPEZ GIL en LEF. (ADEL). Algunas variaciones a las recogidas en nuestra encuesta pueden verse en Nicolás VICARIO DE LA PEÑA. El noble y leal Valle de Carranza. Bilbao: Junta de Cultura de Vizcaya, 1975, p. 369.
  15. José Miguel de BARANDIARAN. Mitología Vasca. Madrid: 1960, p. 36.
  16. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, pp. 240-241.
  17. En Vasconia continental, según se constató en los años cincuenta, el remedio consistía en partir la manzana en cuatro trozos iguales y frotar fuertemente las verrugas cada día con uno de los pedazos durante cuatro jornadas sin olvidar enterrar los cuatro pedazos para que se pudran. Vide DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 197.
  18. APD. Cuad. 2, ficha 204. Puede consultarse también José Antonio de DONOSTIA. “Quelques notes au sujet des médecins et médecines populaires au Pays Basque” in Gure Herria, XXXIII (1961) p. 27.
  19. APD. Cuad. 2, ficha 219.
  20. Margarita FERNÁNDEZ. “Medicina popular navarra” in Zainak. Cuadernos de Antropología-Etnografía, XIV (1997) p. 35. Vide también Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 241.
  21. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, pp. 59-60.
  22. José Miguel de BARANDIARAN. Mitología Vasca. Madrid: 1960, p. 36.
  23. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 242.
  24. Recogido por Jesús ORBE: LEF. (ADEL).
  25. APD. Cuad. 7, ficha 762.
  26. APD. Cuad. 11, ficha 996.
  27. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 241.
  28. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 240.
  29. José Miguel de BARANDIARAN. “Paletnografía vasca” in Euskalerriaren Alde, X. San Sebastián: [s.n.], 1920, p. 402.
  30. DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 197.
  31. APD. Cuad. 5, ficha 559.
  32. Juan GARMENDIA LARRAÑAGA. Villa guipuzcoana de Aia: la huella humana en los barrios de Altzola y Laurgain. Donostia-San Sebastián: 1991, p. 81.
  33. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 241.
  34. Recogido por Erramun MENDIZABAL: LEF. (ADEL).
  35. Juan GARMENDIA LARRAÑAGA. Villa guipuzcoana de Aia: la huella humana en los barrios de Altzola y Laurgain. Donostia-San Sebastián: 1991, p. 81.
  36. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 241.
  37. APD. Cuad. 11, ficha 1.028.
  38. Juan IRURETAGOYENA. “Medicina popular. Zarauz. Aya. Remedios Supersticiosos” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo I. Vitoria: 1921, p. 119.
  39. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 240.
  40. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 65.
  41. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 242.