Ruidos y otras coincidencias

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Varios augurios de muerte son de diferente naturaleza a los tratados hasta ahora. El más difundido es el que asocia los ruidos bruscos o extraños con la muerte.

La interpretación de los ruidos como presagio de muerte se halla relacionada con la creencia que los supone causados por ánimas[1]. Así, cuando en Pipaón (A) alguna persona estaba enferma en la casa y se oían ruidos extraños o la caída de objetos sin explicación, se decía que eran las ánimas que anunciaban al enfermo y a la familia que éste iba a morir pronto.

En Amorebieta-Etxano (B) puede ser mal presagio el ruido seco, parecido a un crujido, que hacen las ventanas estando cerradas. En Portugalete (B) los golpes que se oyen de noche en la ventana también pueden ser presagio de alguna muerte. En Zerain (G), si el entablado de la casa crujía se tomaba como presagio de muerte para sus moradores. En Aramaio (A) un golpe de la puerta o un ruido en la misma.

En Meñaka (B) se creía que cuando las arcas producían chasquidos o cuando los ocasionaban las puertas dando la sensación de que alguien había llamado, era señal de que pronto moriría alguno de la familia que allí habitaba o que algún difunto necesitaba una misa.

Un informante natural de Mungia y vecino de Meñaka refirió los dos siguientes casos de los que él mismo fue testigo: En cierta ocasión, cuando vivía en Mungia, cuidaba a un enfermo en una casa próxima a la suya. Una noche oyó tres golpes en la puerta, fue a ver quién llamaba y no vio a nadie. Entonces dijo a su madre: «Creo que Mariano (así se llamaba el enfermo) habrá muerto». Volvió a la habitación del enfermo y éste yacía sin vida.

También relata que se hospedaba en su horno de hacer pan un mendigo enfermo. Una noche la tranca de la puerta de su casa produjo grandes ruidos y el enfermo murió a los pocos días[2].

Azkue también recogió la creencia de que si crujían las tablas de la sala o de un baúl, moriría alguien de la casa o del vecindario (Valle de Arratia, Berango-B, Larraun-N)[3].

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En Obécuri (A) se tenía por presagio de muerte el que descargase una tormenta cuando había un enfermo en el pueblo.

En Gatzaga (G) se decía que todo huracán o viento que soplase violentamente se llevaba al otro mundo a alguna solterona o a algún abogado[4].

En San Román de San Millán (A) si durante algún tiempo antes de su muerte el fallecido gozó de riquezas o de bienestar se recuerda el refrán: «La casa puesta, la una (muerte) en la puerta».

En Bermeo (B) se tenía por mala señal enfermar en Semana Santa y mucho peor hacerlo en Jueves Santo o Viernes Santo.

En esta misma localidad vizcaina, cuando en una reunión o en una comida coincidían trece personas, se decía que antes de un año moriría alguno de los presentes. En estos casos y con el fin de romper ese número, llamaban a algún otro o se marchaba uno de los reunidos.

En Salcedo y San Román de San Millán (A) también afirman que si se sientan a la mesa trece personas, está próxima la muerte de alguno de los comensales.


 
  1. Vide el capítulo Aparecidos y ánimas errantes.
  2. AEF, III (1923) p. 31.
  3. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 217.
  4. Pedro M.ª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 402.