Sepultura colectiva

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Conforme se fueron suprimiendo las sepulturas domésticas o reduciéndose su espacio, en algunas localidades se instauró la costumbre de mantener una sepultura colectiva que activaban las familias afectadas en los oficios fúnebres de uno de sus miembros y en las misas solemnes de los domingos y fiestas quienes tuvieran muertos recientes. En ocasiones señaladas, como en la conmemoración de los Fieles Difuntos (días 1 y 2 de noviembre), en algunos lugares encendían también las sepulturas individuales como pervivencia de la antigua tradición.

Las sepulturas domésticas fueron desapareciendo paulatinamente de las iglesias, antes en las localidades de grande o mediana población, las villas y finalmente en todas partes. Los motivos alegados fueron reformas a realizar en el pavimento del templo, la colocación de bancos en sustitución de reclinatorios y las necesidades de espacio porque los funerales fueron haciéndose concurridos, entre otras causas. Hubo lugares donde la población manifestó su rechazo a tal medida.

En Bernedo (A), en el año 1920, se entarimó la iglesia colocándose bancos corridos y se suprimieron las sepulturas. En sustitución de éstas, delante de la primera fila de bancos, se colocó a ambos lados un candelero de la misma longitud que éstos. En 1940 se suprimieron incluso estos candeleros a pesar del sentir popular, según señalan los informantes. Por contra, hasta 1970, se mantuvieron en Obecuri y Bajauri. En San Román de Campezo pervivieron hasta 1985 en que los quitaron pese a la oposición del pueblo.

En Salvatierra (A), en los años cuarenta, cuando se colocaron los bancos de la iglesia, desaparecieron las sepulturas. Entonces se destinó un espacio, junto al enrejado del presbiterio, para que se 'dispusieran allí las luces y otros elementos de la sepultura. Esta tentativa no fraguó y se perdió también la costumbre de llevar ofrendas.

En Obanos (N), desde el año 1944 hasta 1973, las luces se encendían en el tramo comprendido entre el presbiterio y los bancos. Unicamente por las festividades de Todos los Santos y Animas se activaban las fuesas individuales.

En Mélida (N) se recuerda que, para todos los funerales, había un lugar junto al altar donde la persona encargada preparaba el soporte de las velas, «las ceras», sobre un paño negro. Al acabar la celebración de la misa el sacerdote acudía allí a rezar los responsos.

En Llodio (A) fue limitándose el espacio de las sepulturas en distintas fases. Antiguamente ocuparon una gran parte del pavimento de la iglesia, excepto los bancos delanteros y la zona de debajo del coro. Cuando colocaron los bancos de la zona central, las sepulturas quedaron relegadas a la parte zaguera hasta que también dispusieron bancos en ella. La sepultura colectiva se instaló en una zona común, pequeña, delante del altar de La Dolorosa. Con motivo de la última reforma llevada a cabo entre finales de los sesenta y principio de los setenta desaparecieron del todo las sepulturas.

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En Telleriarte-Legazpia (G), hacia 1940, se cambió el pavimento de la iglesia y desaparecieron las sepulturas domésticas. Se reservó una pequeña zona para poner la mesa donde se encendían las velas y se recogía el dinero para responsos. Se servía de ella la familia que estuviera de luto por el fallecimiento de uno de sus miembros.

En Aoiz (N), una vez suprimidas las fuesas y el añal, cuando se celebraba una misa por un difunto, una mujer de su familia acudía con un candelabro a la iglesia y se colocaba, acompañada de otras mujeres también de la familia revestidas de mantilla negra, en el primer banco del lado izquierdo.

En Gorozika (B), al desaparecer en la década de los setenta las sepulturas domésticas, se implantó la sepultura colectiva al pie de las gradas del altar mayor.

En Bermeo (B), al desaparecer las sepulturas familiares, se dispuso la sepultura general o colectiva que se ha mantenido vigente hasta la década de los ochenta. Se ornamentaba a la manera como se hacía anteriormente la doméstica. Estando funcionando esta sepultura colectiva, los días de Todos los Santos y de Animas se instalaban además sepulturas particulares, principalmente por parte de las casas de los fallecidos en el último año. Esta última tradición se ha conocido hasta comienzos de los años setenta.

En Durango (B), aun cuando documentalmente se conoce la existencia de sepulturas familiares en la Parroquia de Santa María de Uribarri[1], ya a principios de siglo funcionaba la sepultura colectiva, denominada manta, que se disponía en el lado del Evangelio, detrás de los bancos de los hombres.

En Beasain y Berastegi (G), todavía a finales de los años ochenta, se puede constatar el mantenimiento de la sepultura comunitaria en el pasillo central.


 
  1. En el siglo XVIII las sepulturas eran 160, distribuidas en 10 filas. Vide Estanislao J. de LABAYRU. Historia de Bizcaya. Tomo VI. Bilbao, 1903, pp. 213-217.